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19 de abril de 2007

Memorias 2006: Sabina: Inventario de dudas en clave de catorce

Foto: Tamara Guispert

El moderador se cansó de repetir que eso era una reunión para presentar un libro de poesía, que no habría canciones ni música, solo series de catorce endecasílabos envueltos en cartulina azul. Me pregunté muchas veces por qué lo repetía con tanta obstinación mientras sentía mis piernas hinchadas y alzaba la cabeza para ver algo entre la multitud expectante de la Sala Nicolás Guillén. Al cabo llegó el poeta, a su alrededor se movían importantes funcionarios del gobierno: Abel Prieto –Ministro de Cultura–, Iroel Sánchez –Presidente del Instituto Cubano del Libro– pero su magia les había hecho perder la seriedad habitual.

Era nuestro turno: Le cantamos felicidades, la regalamos un pastel, una vela –para soplar y pedir un deseo–, varias baratijas, poemas y una larga sesión de firmas. El dijo que cumplía 40+17 y que no podía haber elegido mejor compañía para cumplir otro año en la tierra. No nos había visto nunca, casi todos teníamos edad para ser sus hijos, pero somos cubanos y tan pequeños detalles carecen de importancia.

Sabina sonrió, prendió su cigarrillo inevitable, fue mordaz consigo mismo y generoso con nosotros. Apenas se le nota que cumple un exilio, dieciocho discos y veintisiete años de vida en los escenarios. Para nosotros era el mismo que aprendimos a amar en lo que nos daban las diez, y las once, mientras nos preguntábamos si seríamos chic@s Almodóvar en el mes de abril.

Porque, aunque él explica que nunca soñó con cantar, solo con escribir, y que trata de hacer lo suyo con la ayuda de Olga Román, Pancho Varona, Antonio García de Diego –presentes en la Sala y ovacionados por el público en su momento–, y que, en realidad, “El mundo está lleno de gente que escribe y canta mejor que yo”, no le creemos. Así que se vio forzado a leer sus sonetos para este público adicto a su voz ronca y versos ácidos como la vida misma.

Fueron dos horas de lo más extrañas. En opinión de ese andaluz de perilla y nicotina, en el mundo actual apenas da tiempo a escuchar las cosas media vez, pero sus textos necesitan dos o tres audiciones para alcanzar a las personas. Los allí reunidos, de hecho, pasaron casi toda la velada en lecturas de otros sonetos esos inéditos entre nosotros, publicados algunos en la revista Interviu de España.

Ciento volando de catorce, el libro que preparó Arte y Literatura dentro de la colección “Lira”, nos revela no solo al hombre preocupado por su entorno y dispuesto a la crítica con la métrica del siglo XVII y las palabras del XXI. Según Nancy Maestigue Prieto, editora, el libro nos revela a un autor nada ortodoxo, cargado con la misma ironía que pone en sus canciones, pero con la ventaja de la escritura que le permite detenerse en el tropo, en la metáfora, para dejar al lector con el amor, la ira, la melancolía y la lucha por escapar de un mundo sórdido y mediocre.

Salgo al patio de los laureles, el viento frío y húmedo corre entre la hierba marchita tras diez días de Feria. Me queda poco dinero en los bolsillos y una bolsa de libros espera en casa. Entre mis manos tengo el mayor tesoro: Ciento volando de catorce, sonetos donde van de la mano poesía y vida, donde sobran los motivos para llorar y reír.

Más información en: http://www.jsabina.com/

Publicado por primera vez en el sitio de la Feria Internacional del Libro de Cuba (XV edición, 12 de febrero de 2006 (http://www.cubaliteraria.cu/evento/filh/2006/)

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