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30 de enero de 2009

Papelitos de colores

El otro día, –el cumpleaños de alguien en la familia, el día de las madres o los padres, o por el Día Mundial de cualquier Cosa que a mí me parece Importante, salí con la intención de comprar una panetela sabrosa en alguno de esos establecimientos que se han abierto en nuestra ciudad con el galicista apelativo de Sylvain. Una acción tan sencilla me dio pie a reflexionar sobre unas cuantas boberías que decidí traer aquí a colación.

Para los efectos de este escrito, voy a definir como dinero lo que me paga la sociedad en reconocimiento a mi trabajo en el hospital donde laboro como físico médico. Entonces, lo primero que puedo observar, es que con dinero no se puede comprar en una Sylvain. Si a continuación definimos como tienda el lugar donde se adquieren mercancías a cambio de dinero, pues, la Sylvain no es una tienda, pues los sabrosos dulces que allí ofrecen, los cambian por unos papelitos de colores. A estos –también conocidos como CUC-, como no me los dan a cambio de mi trabajo, no los voy a llamar dinero, sino así simplemente, papelitos de colores. Para continuar con el proceso de definiciones-renombramientos, llamemos a la Sylvain la “semi-tienda 2”, porque desempeñan la segunda parte de la función de una tienda, dar la mercancía –aunque no reciben el dinero, sino los dichosos papelitos.

El mecanismo para procurarse los papelitos no es desconocido para nadie. Uno va –con dinero- a uno de esos establecimientos especiales, que no son otra cosa que tiendas de papelitos y que tienen el nombre de CADECA, acrónimo para Casa de Cambio. Y allí, naturalmente, compra aquel monto de serpentinas que le haga falta para cambiar luego por la mercancía apetecida en la semi-tienda 2. Ahora podemos llamar a la CADECA con el epíteto “semi-tienda 1”, pues realizan la primera mitad de la operación comercial, es decir, reciben el dinero, pero no entregan la mercancía apetecida. Como no hay más de 25 cuadras entre la semi tienda 1 de confeti coloreado y la semi-tienda 2 de mercancías, para mí, con 29 años y una bicicleta -que no es nada del otro mundo pero rueda- no me fue difícil completar la gestión compra de papelitos con dinero-trueque de papelitos por el cake. Claro, que hubiera sido mucho más simple si hubiera podido comprar directamente el cake con mi dinero. Repasemos: al principio de la jornada, yo tenía el dinero, y el Estado –dueño de las semi tiendas 1 y 2- los papelitos y el cake. Al final, yo tenía el cake, y el Estado tenía los papelitos y mi dinero. Es un intercambio neto de dinero por mercancía. Parece redundante el trámite de los papelitos y la división de la tienda en dos mitades, ¿no es así?

Un papelito de colores de esos puede terminar el mes un poco mareado: de un depósito del Estado a la semitienda 1, de ahí a la semitienda 2, de ahí al depósito del Estado, de ahí a la semitienda 1... El tránsito entre las dos semitiendas corre a cargo del cliente, los otros son operaciones complicadas llevadas a cabo con aparatosos despliegues de seguridad. Para el cliente este sistema representa también bastantes molestias. Ganar la cantidad de dinero que me permitió al final adquirir el postre, me llevó unos 3 días de trabajo -de donde se puede calcular que no era de los más caros. Sin embargo, yo hubiera podido dedicar a otra cosa la hora gastada en el trámite intermedio. Más allá de que yo tenga una vida bastante sedentaria y el ejercicio me resulte beneficioso, habrá quien esté apurado, y habrá el anciano o cualquier persona con menores capacidades físicas que preferiría comprar sencillamente en una tienda, cuando pueda, cuando el dinero le alcance. Y para el Estado, el sistema conlleva aún más absurdos, pues implica –para quedarnos en lo más evidente y obviar muchos otros muchos fenómenos más complejos de la economía-, la existencia de este sistema de semitiendas 1, con personal asalariado, red informática, sistemas de climatización en los quiosquitos, y muchos, muchos guardias de seguridad, más movimiento de carritos blindados, más gente contando y controlando tanto eso que yo llamo –todavía, y a pesar de todo- dinero, como aquellos papelitos, más engorro por donde quiera que lo mires.

Y si se trata de un pueblo de aquellos del campo donde hay shoppings y no hay CADECA todavía...

26 de enero de 2009

CRONICAS DESDE LA MITAD DEL MUNDO 7: Melancolía

Quito, 26 de enero de 2008, 6:30 pm

Llueve sobre la ciudad, de nuevo.

Alguien llamó a Quito "la ciudad sin sombra" y yo pensaba que era porque está a cero latitud y hay exactamente seis horas de luz y seis de oscuridad, con crepúsculos apresurados y paseos interminables del sol por el cenit. No es cierto. Quito es la ciudad sin sombras porque la mayor parte del año que llevo acá los días han sido como el que describo: amanece lloviendo, sale el sol a eso de las 10 30 u 11 am y empieza a nublarse a las 3 o 3 30 pm.

Lee el resto de la crónica en "Solo mis Palabras"

21 de enero de 2009

Bloggers Cuba Boletín 1 2009

Ya les había hablado de Bloggers Cuba, uno de los más de 700 blogs que tratan el tema de la isla. Lo singular es que Bloggers Cuba es el primer blog comunitario redactado y administrado por bloggers cubanos que residen en la isla.

Bloggers Cuba propone una visión de Cuba que, sin dejar de ser crítica, refleje a personas que viven en esta nación caribeña. Once bloggers activos forman parte de la actual comunidad, cada uno con blogs personales de diferentes temáticas. En correspondencia, las categorías que conforman Bloggers Cuba son diversas, para abarcar todo tipo de informaciones, análisis, críticas y novedades acerca de este país: blogosfera, sociedad, deportes, negocios, cultura...

La comunidad está abierta a que otros bloggers cubanos que estén administrando sus blogs desde la isla se unan a Bloggers Cuba, en tanto sus objetivos se ajusten a los intereses y perspectivas de la comunidad.

Y para quienes no pueden o no tienen tiempo para navegar cada día por sus entradas editamos este boletín resumen en PDF, que saldrá cada mes, mientras el aliento nos lo permita. Son libres de reenviarlo, comentarlo y reproducirlo en murales escolares, siempre que se cite la fuente y se respeten las ideas.

19 de enero de 2009

León Trotsky y el proceso de legitimación del movimiento revolucionario

El 17 de diciembre de 1925, en Moscú, el dirigente bolchevique León Trotsky se dirigió a los participantes en la Tercera Conferencia de todos los Sindicatos sobre la protección de la maternidad y la niñez. Aunque, en su alocución, disertaba fundamentalmente sobre el tema que daba título a la conferencia, hubo otra particularidad importante en su discurso que me llamó especialmente la atención.

El proceso de legitimación del movimiento revolucionario ruso –y esto es extrapolable a otras latitudes- pasaba necesariamente por la evaluación de las posibles conquistas ganadas por el nuevo régimen. Esto hacía inevitable el uso de comparaciones, establecidas entre el nuevo estado de las cosas y… bueno, con lo que sea que aquellos revolucionarios lo quisieran comparar. En esta ocasión, Trotsky analiza también los pro y los contra de distintos paradigmas de comparación, y esto es lo que me fascinó poderosamente.

A mí, y tengo percepción de que también a much@s compañer@s, nos parece acomodaticia la actitud –para usar un eufemismo- de comparar estándares del presente con los existentes en el pasado lejano, más allá de ciertos límites. Generaciones completas buscan otros arquetipos de realización social, ejemplos y modelos en sociedades que se encuentran en el presente, en estadios considerablemente mucho más evolucionados, incluyendo los de nuestro propio patio. Si se ignora esta realidad, la legitimación de un proyecto social basada en comparaciones insatisfactorias sufrirá irremediablemente de falta de efectividad. De ahí mi interés en este texto, la utilidad que le adjudico a su divulgación y conocimiento, y la invitación que extiendo a todos a echarle un buen vistazo.

Fragmento del discurso pronunciado por León Trotsky, en la celebración de la Tercera Conferencia de todos los Sindicatos sobre la protección de la maternidad y la niñez, el 7 de diciembre de 1925, en Moscú.

Publicado en Pravda e Izvestia el 17 de diciembre de 1925. Tomado de la traducción al inglés de Fairlie, John, en: Trotsky, Leon, Women and the familie, Pathfinder, 10ma edición, 2007. Traducido al español por Rogelio M. Díaz Moreno.

Camaradas, la conferencia de ustedes sobre la protección de las madres y los niños es encomiable, pues demuestra con el peso de sus actividades, que el trabajo en la construcción de la nueva cultura socialista se lleva a cabo desde varios ángulos, simultáneamente y de manera paralela.

Únicamente ayer tuve la oportunidad de familiarizarme con las tesis presentadas en esta conferencia, en el plegable –aunque no he tenido tiempo de analizarlas detenidamente. Y en estas tesis, lo más sorprendente para alguien que observa más o menos desde afuera (aunque en esencia, nadie tiene el derecho de permanecer al margen del trabajo de ustedes) es el hecho de que el trabajo de ustedes ha adquirido una concreción y profundidad extraordinarias; desde aquellos brumosos problemas que nosotros planteamos en los años 1918-19 en todos los campos de nuestra cultura y nuestras vidas, hemos arribado ya a un pensamiento concreto y a un trabajo sistemático sobre estos problemas, sobre la base de nuestra común experiencia, sin perder la necesaria perspectiva y sin pecar por excesivamente quisquillosos. Y esto es un gran resultado de nosotros, en todos los campos de nuestro trabajo, y está expresado total y abarcadoramente en las tesis sobre la protección de las madres y los niños.

Camaradas, lo que más atrajo la atención (al menos, la mía –y pienso que esto se puede aplicar muy bien a todo lector de estas tesis) lo que más atrajo la atención fue la tabla incluida en la tesis de la camarada Lebedeva sobre mortalidad infantil. Esto me asombró. Probablemente ustedes ya han discutido aquí esta cuestión más concretamente, pero a riesgo de repetir lo que ya ha sido dicho, debo hacer hincapié en este punto. Aquí tenemos una tabla comparando la mortalidad de los niños de hasta un año de edad, para 1913 y 1923. ¿Es cierta esta tabla? Esta es la primera pregunta que me debo hacer, y hacer a otros. ¿Es cierta? En todo caso, será sujeta a comprobación pública. Pienso que esta tabla debe ser extraída de estas tesis, las que solo están disponibles para ustedes, como trabajadores especializados en este campo, y convertirse en un arma de combate de nuestra prensa en general –soviética y partidista. Debe ser sujeta a clarificación estadística y comprobación cruzada, y de ser cierta, entonces deberá ser registrada como un valiosísimo resultado de nuestro inventario cultural socialista.

Se evidencia a partir de esta tabla que en 1913, cuando Rusia era considerablemente más rica que lo que somos ahora –sí, Rusia, como un estado, como una nación, o como una colección de naciones, era considerablemente más rica de lo que somos ahora (ahora nos estamos aproximando al año 1913 en producción, pero no todavía en acumulación, e incluso cuando hallamos igualado por completo el nivel de producción industrial y agrícola de 1913, todavía quedará un largo tiempo antes de que tengamos la acumulación de riqueza nacional que existía en 1913)- a pesar de esto, resulta que en 1913 la mortalidad infantil de niños de hasta un año de edad era del 29 por ciento en la provincia de Vladimir; ahora es de 17.5 por ciento. Y para la provincia de Moscú era casi 28 por ciento; ahora es aproximadamente 14 por ciento.

¿Es esto cierto o falso? (Voz: ¡Cierto!) No me atreveré a discutir esto. Solamente digo: ustedes lo saben; todo el país debe aprenderlo. El contraste entre estos números debe ser comprobado cuidadosamente frente a la vista de todos. Es sorprendente –tal descenso de la mortalidad con un nivel tan bajo de fuerzas productivas y acumulación en el país. Si esto es n hecho, entonces este es el resultado más indiscutible de nuestra cultura cotidiana y, sobre todo, de los esfuerzos de ustedes como una organización. Si esto es cierto, entonces debe ser proclamado no solo dentro de la Unión, sino también a escala mundial. Y si, después de comprobarse, este hecho se torna indisputable, para la opinión pública como un todo, entonces ustedes deben solemnemente proclamar que, de ahora en adelante, nosotros dejaremos de realizar comparaciones con respecto al nivel de preguerra.

La tabla muestra que en la provincia de Moscú, los niños de hasta un año de edad mueren a razón de la mitad de lo que morían antes de la guerra. Pero nuestra cultura y condiciones cotidianas antes de la guerra eran condiciones de señoríos y siervos rústicos, o sea, las condiciones más deplorables, las más terribles. El éxito respecto a estas condiciones es muy gratificante, pero las condiciones de preguerra no pueden continuar siendo nuestro criterio. Debemos buscar algún otro criterio, y por el momento debemos todavía buscar este criterio en el mundo capitalista civilizado -¿cuáles son los índices de fallecimiento en las capitalistas Alemania, Francia, Inglaterra, América?

Y aquí de nuevo encuentro un paralelismo de métodos y una similitud en el acercamiento a la cuestión –en el trabajo de ustedes y en el de cualquier otro. Si ustedes siguen el trabajo de nuestra industria y nuestra agricultura, el mismo proceso puede ser apreciado: hasta ayer, hasta hoy trabajamos y estamos trabajando con la vista en el nivel de preguerra. Decimos: nuestra industria en el pasado año alcanzó el 75 por ciento del nivel de preguerra; este año, comenzando el 1ro de Octubre, alcanzará, digamos, el 95 por ciento, y si las cosas van bien, incluso hasta el 100 por ciento. Pero ipso facto, cesamos de comparar nuestros éxitos con el nivel de preguerra. No tenemos que estar a la altura de un nivel de preguerra que se está tornando parte de la historia de nuestro barbarismo, sino que tenemos que igualar la presión –económica, militar, cultural –que se ejerce sobre nosotros desde el exterior. Los sujetos capitalistas son más cultos que nosotros, más poderosos que nosotros; su industria es superior a la nuestra, y es posible que a pesar de la estructura capitalista que prevalece allá, la mortalidad infantil de algunos de ellos es aún menor que aquí.

Por lo tanto me parece que esta tabla debe convertirse en un hito, marcar un punto de giro en el trabajo de ustedes. Al efectuar la verificación de esta tabla, al fijarla en la conciencia general, decimos: a partir de ahora, nos debemos comparar no con el nivel de preguerra, sino con aquellos estados de los más altos estándares respecto a la cultura.

El destino de la madre y el niño, hablando esquemáticamente, o sea, con los puntos más básicos, depende en primer lugar del desarrollo de las fuerzas productivas de una sociedad dada, de la cuantía de su riqueza, y en segundo lugar, de la distribución de esta riqueza entre los miembros de la sociedad, o sea, de la estructura social. El estado puede ser capitalista por su estructura, o sea, estar a un nivel social inferior que el socialista, pero puede ser sin embargo más rico. Este es precisamente el caso que la historia ahora nos presenta: los países capitalistas líderes son incomparablemente más ricos de lo que somos nosotros, pero el sistema de distribución y consumo de esta riqueza pertenece allá al período precedente de la historia, el capitalismo. Nuestra estructura social, por las posibilidades contenidas en ella, debe buscar por sí misma criterios, modelos, metas y tareas incomparablemente superiores a aquellas que puede proveer el capitalismo. Pero puesto que el capitalismo es aún incomparablemente más rico que nosotros en fuerzas productivas, debemos tomar como nuestra tarea inmediata el alcanzarlo, para luego aventajarlo. Esto significa que después de haber vencido una barrera –el nivel de preguerra- debemos asignarnos una segunda tarea –el igualar tan pronto como sea posible los mejores resultados de los países más avanzados, donde la cuestión de las madres y niños de los trabajadores recibe, por parte de la burguesía, la atención dictada por los intereses clasistas propios de esta.

Podría decirse que si la posición de la madre y el niño depende, en primera instancia, del desarrollo de las fuerzas productivas, del nivel general de la economía en un país dado y, en segundo lugar, de la estructura social, de la forma de consumo y distribución de la riqueza en un país dado, entonces ¿qué significación, podrían ustedes preguntar, tendría el trabajo de la organización especial de ustedes? Planteo esta pregunta retóricamente. Cualquier estructura social, incluyendo una socialista, puede encontrarse a sí misma enfrentado el fenómeno de que las posibilidades materiales para un perfeccionamiento específico, un cambio en la vida, están presentes, pero la indolencia, hábitos perezosos de pensamiento, tradiciones serviles y estupidez conservadora pueden encontrarse incluso en la estructura socialista, como un vínculo con el pasado, como una ausencia de iniciativa y audacia al destruir las viejas formas de vida. Y la tarea de nuestro partido y la serie de organizaciones sociales dirigidas por éste, como la de ustedes, consiste en compulsar costumbres de avanzada, hábitos cotidianos, y psicología, y prevenir el retardo de las condiciones de vida diaria respecto a las posibilidades socioeconómicas.

En lo que a la tecnología se refiere, existe aquí un gran látigo: la presión del Oeste. Hemos entrado al mercado europeo; estamos vendiendo y comprando. Como hombres de negocios, nosotros, es decir el estado, estamos interesados en vender caro y comprar barato, pero si usted quiere comprar y vender bien, usted debe tener buena tecnología y un alto nivel de organización. Esto significa que al salir al mercado mundial, nos hemos colocado nosotros mismos bajo el látigo de la tecnología europea y americana. Aquí, lo querramos nosotros o no, tenemos que ir adelante. Todos los problemas de nuestra estructura social, y esto también implica el destino de las madres y los niños, dependen del éxito con que nosotros sostengamos esta competición mundial. Está claro para todos ahora que hemos ajustado cuentas con la burguesía en nuestro país, que sobre las bases de la NEP nuestra industria estatal florece y se desarrolla y que no hay peligro de que los industriales privados venzan nuestra industria en el mercado –estadísticas indisputables confirman esto. Pero una vez que hemos salido al mercado internacional, el competidor aquí es más fuerte, más poderoso, más educado. Aquí tenemos un nuevo estándar en el campo económico –emparejarnos con la tecnología europea y americana, para aventajarla a continuación.

¿El huevo o la gallina?

Por Fernando Ravsberg, BBC en Cuba, 15/01/2009

El pasado año, en uno de sus discursos, el Presidente Raúl Castro afirmó que en Cuba se trabaja poco y después distintos funcionarios gubernamentales hablaron de las decenas de miles de personas que viven en el país sin trabajar ni estudiar.

Si mal no recuerdo la cifra de "parados voluntarios" ronda los 200 mil, la mayoría de ellos jóvenes, son los mismos que se ven en las calles deambulando, en los bares bebiendo o vendiendo productos en las puertas de tiendas, ferreterías y fábricas de habanos.

Sin embargo, estos son sólo la punta del iceberg, el periódico oficial Granma señala que una encuesta del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociales concluye que el trabajo es la quinta prioridad entre las aspiraciones de los jóvenes.

El problema parece complicarse debido a que esta despreocupación laboral se une al envejecimiento de la población y a la creciente emigración de jóvenes, todo lo cual hace fácil pronosticar que en Cuba cada día habrá menos brazos para producir.

Lee la crónica completa en "Cartas desde Cuba"

15 de enero de 2009

La "mortal" privatización del Este

La rápida privatización en masa que siguió al desplome de la Unión Soviética aumentó la tasa de mortalidad entre la población masculina, sostiene un estudio de especialistas británicos.

Redacción BBC Mundo, publicada: 2009/01/15 12:18:33 GMT

Mientras, los países del antiguo bloque del Este de Europa que adoptaron un paso gradual hacia las reformas de mercado experimentaron una menor repercusión negativa en las cifras de muertes y la calidad de vida de la población, agregan.

A esas conclusiones llegó un equipo de expertos liderados por David Stuckler, de la Universidad de Oxford, en el Reino Unido, para quienes "las políticas macroeconómicas deben aplicarse con gran cautela" debido a "los potenciales efectos que ejercen en la salud" de la ciudadanía.

Los investigadores esperan que sus hallazgos sirvan de advertencia a naciones que acometen amplias reformas en sus economías.

Los resultados del estudio -que se basó en las cifras de mortalidad entre la población masculina en edad laboral en los países del antiguo bloque comunista entre 1989 y 2002- aparecen publicados en la edición en internet de la revista médica The Lancet.

Velocidad y mortalidad

Luego del colapso de la antigua Unión Soviética, a principios de la década de los años 90, al menos el 25% de las grandes empresas públicas fueron transferidas al sector privado en sólo dos años.

Las cifras muestran un incremento del 56% en la tasa de desempleo durante este breve período.

Los especialistas detectaron una relación entre estos programas acelerados de privatización masiva de las empresas estatales y un incremento de la mortalidad del 12,8%

Naciones como Rusia, Kazajstán, Lituania, Letonia y Estonia figuran entre las más afectadas, al triplicarse los niveles de desempleo y experimentar un incremento de hasta el 42% en las cifras de muertes.

Países que adoptaron un proceso más gradual en la transición a la economía de mercado, experimentaron una repercusión menos negativa, como Albania, Croacia, República Checa, Polonia y Eslovenia, donde el desempleo llegó al 2% e incluso se observó una reducción media de la mortalidad masculina del 10%.

En los países donde los trabajadores contaban con redes de apoyo como iglesias o sindicatos u organizaciones sociales, los efectos de la privatización se hicieron menos traumáticos.

Relevancia hoy

En opinión de Martin McKee, investigador de la Escuela Londinense de Higiene y Medicina Tropical, la tasa de mortalidad ya era alta en la extinta Unión Soviética, donde el inadecuado sistema de salud se unía a una dieta pobre y altos consumos de tabaco y alcohol.

Esta situación se agravó en la medida en que el desempleo comenzó a aumentar y los trabajadores a sufrir de incertidumbre y estrés, explica.

McKee destaca la tendencia de las empresas a proveer asistencia médica y social, con lo cual, al perder sus empleos, muchos trabajadores "lo perdieron todo".

Por su parte, Martin Bobak y Michael Marmot, del Colegio Universitario de Londres, enfatizan en la relevancia que tiene el estudio para las sociedades de hoy.

De acuerdo con ellos, "países en otras regiones del mundo que están experimentando, o han experimentado, transformaciones sociales y económicas" radicales deben tener en cuenta la repercusión que pueden tener la magnitud y la rapidez de esos cambios.

Bobak y Marmot aclaran que la incidencia de estas reformas en la salud de la población depende, sin embargo, de los contexto sociales y políticos de cada región del mundo.

Nota de BBCMundo.com, © BBC MMIX

3 de enero de 2009

¿Acaso seremos definibles?

Por Rogelio M. Díaz Moreno

Entro, con tremenda aprensión, al pantanoso terreno de la polémica. Nunca he enfrentado un conflicto sin una sana dosis de miedo a mi contrincante. Si las habilidades y talentos de aquel son destacables, y más aún han sido destacadas, con mayor razón preferiría estar casi en cualquier otro lugar. Al final, a duras penas, la reflexión con matices anarquistas me descubre que no podría rehuir el trance, no sin albergar culpabilidades que solo en esa arena podré saldar.

Sin mucha esperanza de evitar los ataques de un buen sector del público, cumplo de inicio la profesión de fe en el respeto al criterio ajeno, a la divergencia de pensamiento y a la necesidad de defender el derecho del otro a expresar y defender sus puntos de vista, por opuestos que resulten a los propios. El acatamiento a estos principios es lo que reviste de algún valor a toda opinión y discurso, ya sea de planteamientos y afirmaciones, o de contradicción y polémica. Sobre todo, en el caso de estos últimos, que es el que me concierne en este texto.

Y para entrar en materia, digamos que quiero referirme al material "A vuela Cuba", de la conocida bloguera Yoanis Sánchez, para expresar respetuosamente mis divergencias con los criterios que allí se asientan. Los familiarizados con la meteorología de la blogosfera cubana comprenderán de inmediato los recelos que acarreo, por la capacidad argumentativa de la aludida, su empuje mediático y, por supuesto, las acusaciones de agente del régimen que ya siento apuntar hacia mí.

En el material de marras pretende realizarse una descripción de la hornada, quizá del par de ellas, de cubanos, generación más o menos, con la característica de habernos desarrollado en cierta época: los años 70, 80, 90 y lo que va de siglo XXI -de las que me atañen a mí sobre todo las dos últimas acotadas. Los denominadores comunes que parecemos tener, de acuerdo con YS, constan –además de la superabundancia de nombres Y–, de una gran flexibilidad de carácter, buenas tandas de desilusiones, intoxicación por sobredosis de muñequitos rusos, no poca promiscuidad, fraude y simulación por arrobas, y mucho, mucho cinismo. Las causas de esta desdichada combinación estarían en el entorno socio-político-económico que nos enmarcó, y YS las describe de manera muy convincente: la escasez económica, la imposibilidad de influir en los destinos predeterminados de nuestras vidas, las manifestaciones hueras y forzosas de compromiso oficialista, etc. Como resultado inevitable de todo aquello, no conservaríamos más ideales que los de dotarnos de abundantes y coloridos productos de consumo, tan ausentes de nuestras manos como profusos en hogares que sería más prudente no mencionar.

Es de suponer que YS no pretenda retratar a todos los que generacionalmente corresponde su material, aunque sí a la aplastante mayoría. Yo sería ingenuo si pretendiera únicamente establecer una diferencia particular con este retrato de mis coetáneos, que no puedo encontrar más funestos. La cuestión clave es, por supuesto, en términos generales, ¿tiene razón YS?

Antes de entrar en el meollo del asunto, intentaré ganar una primera escaramuza, oponiéndome a las tesis de "A vuela Cuba", como quien se agarra de una brizna de hierba para no caer de un precipicio. Mi grupo generacional sería, según YS, por encima de todo, cínico. La escuela cínica de pensamiento –sí, voy a los clásicos, ya que están ahí y creo que me pueden ayudar- sostenía que el conocimiento parte de la sensación, que no hay conceptos generales definibles, y que solo el individuo era real e intuible en su existencia. La virtud es el único Dios, y todo lo demás, arte, ciencia, placeres y dolores, desdeñable e indiferente; el hombre debería renunciar a todo ello, buscar la virtud en las formas naturales, viviendo solo de “lo más esencial” y haciendo que la felicidad consista en una vida bastante miserable.

Difícilmente una descripción de nuestra generación, diría. La veneración de la virtud no está entre nuestras prioridades, lo reconozco, y ese desdén por el arte, la ciencia, los placeres y dolores, nos son absolutamente ajenos. El colmo sería salir a buscar a un cubano que conforme su felicidad a base de miseria –aunque va y aparece alguno, y este es el fin de la escaramuza.

Claro que el cinismo hoy tiene otras connotaciones, que de seguro son las que nos encasqueta YS. Resultaríamos, por cínicos, indiferentes a las convenciones, opiniones y valores a los que nos hubieran expuesto; inmunes a las ideologías y a las emociones patrióticas; violadores de la moral desprovistos de vergüenza y sin sombra de principios. Qué cuadro.

¿De verdad nos hemos convertido en eso? Es decir, sí hicimos muchas de las cosas que nos restriega YS. ¿Nos convirtieron en eso? ¿No hicimos otras cosas también significativas? De haberlas hecho, ¿influyeron para convertirnos en algo de lo que se pueda estar un poco más orgullosos?

Como cínicos irremediables, no deberíamos guardar interés en ninguna actividad de la vida, personal o social. Los malvados funcionarios del estado totalitarista se habrían encargado de hacernos perder toda capacidad de asombro y fascinación por las artes, por los sueños de cada uno, por cada posible esfera de ejercicio de la personalidad. Yo no voy a defender disparates y barbaridades cometidas por el gobierno cubano en todas sus etapas. La crítica contundente a sus errores, el enjuiciamiento objetivo de sus políticas desacertadas no encuentra en mí un oponente. Pero aquello no fue todo. No simplifiquemos exageradamente, maniqueamente. Porque, además de no ser justo, presuponer que todo en nuestra génesis fue funesto, nos conduciría a una actitud neurótica de auto desprecio, una espiral de auto odio y auto destrucción.

Cientos de miles de los muchachit@s, en una primera etapa, que llevaron pañoletas, sin entender bien de qué iba aquello, sí podían comprender la abrumadora diferencia ganada, comparando el sistema que les llevaba a convertirse en personas preparadas que se ganaban unas vidas modestamente decorosas, con el que hacía fallecer a sus padres o abuelos en la miseria. Dudas y reservas ante el nuevo régimen, podían subsistir, naturalmente, pero razones a su favor no faltaron, tremendamente superiores, en mi modesta opinión. Nosotros vinimos después, dice YS, y no podríamos asimilar aquello como la enorme conquista que representó. Yo mismo digo que las comparaciones con hace 50 años no cuentan. Partir de una base más alta, es una carga pesada. Pero el salto abismal que dieron para bien la educación y la salud, se extendió a la ciencia, al arte, al deporte, a muchas manifestaciones de la cultura. Los oficiales responsables del quinquenio gris, los artífices de las persecuciones en las universidades por creencias religiosas y gustos de sabores extranjerizantes, fueron una realidad que ensombreció el sol: eventualmente hay que escoger entre reconocer la luz –procurando remediar sus manchas- o criticar solo las manchas.

Poco a poco, argumenta YS, se olvidaba el terrorífico pasado y prevalecían las insatisfacciones del presente cuyo avance se ralentizaba (¡y todavía no hemos llegado a los 90!). Yo no llegué a conocer, por ejemplo, cómo era ver nacer un niño en un bohío. Supuestamente no debería impresionarme el hecho de haber sido parido en un hospital, con todas las garantías. Pero resulta que mi padre me llevaba a pasear al campo, y más de una vez visitamos la humilde casuchita donde vivía su familia. Acampar allá, viniendo de la ciudad, era una experiencia muy bucólica. Pero también dejaba una huella…

De regreso al entorno urbano: dar por sentado que teníamos derecho a muchas cosas, no impidió que sintiéramos pasión por muchas de ellas. El desarrollo masivo del talento artístico, científico y deportivo, cuéntese con ello, despertó muchos entusiasmos y vitalidades nada cínicas. Váyase a uno de esos denostados preuniversitarios: concedo de antemano la razón a la mayoría de los anatemas, pero obsérvese si falta entusiasmo en los eventos deportivos; condéneseme si falta alegría real en las fiestas con todo y reguetón incluido; crucifíqueseme si unos cuantos no sueñan con la consecución de planes académicos personales; aquellos estudiantes pueden ser frívolos y promiscuos, pero escúpaseme si fueran, en su mayoría, cínicos en sus pasiones amorosas.

¿YS no puede soportar el “cinismo” de nuestras actitudes políticas? Pero ella ha hecho algo al respecto: lleva un blog, donde analiza el problema. Ella se está comportando de manera no cínica. Está asumiendo una actitud, sobre todo si lo hace por manifestar un determinado desacuerdo o disgusto con el estado de las cosas, y cierto deseo de que cambien, junto con aquellos que condujeron las cosas a ese estado. El último párrafo de su texto expresa esperanza en que las nuevas generaciones, posteriores a la nuestra, sean mejores, y construyan un mundo que ella espera sea mejor. Bienvenida, YS, al mundo del no-cinismo.

Abordemos entonces el fenómeno del presunto cinismo político de la generación donde muchos –pero no todos- tienen nombres con Y. Recuérdese que cinismo expresa falta de interés. Y ahí es donde yo más seguro me sentiría de que YS se equivoca, porque se puede tener la seguridad de que la aplastante mayoría del pueblo cubano, de todas las generaciones, nombres y orígenes, tiene un enorme, profundo e inalienable interés en su situación económica y social. Que en su expresión más condensada reciben el nombre de política. A las personas les preocupa el cómo van a vivir; en qué condiciones; si prosperarán, si podrán satisfacer sus anhelos sublimes o pequeños; si podrán ejecutar o no sus proyectos de vida. Y eso pasa, obligatoriamente, por el contexto de la sociedad en que viven, desde la Edad de Piedra hasta nuestros días. Al cubano lo haría feliz que el país mejorara, aunque sea por el interés egoísta de que eso significará mejoras para él. Aunque ya se haya cansado de esperar por lo primero y solo piense en lo segundo. Aunque lo hayan convencido de que solo puede tener éxito si se dedica a sí mismo. Desde ese punto de vista, el cubano no es, ni será nunca –como la mayoría de los seres humanos de este planeta casi redondo- cínico.

¿Que lo que expresa esta generación, en la arena de las reuniones oficiales, está lejísimos de lo que se guarda para su fuero interno? Si eso fuera el argumento decisivo para calificar a alguien de cínico, YS tendría razón. Sin embargo, el disimular la opinión propia en una reunión oficial, cuando esta opinión es discordante con la de una maquinaria enorme, temible, rencorosa -y presente en la reunión-, no me parece fenómeno merecedor de tanta alharaca. Hay quien le llama instinto de conservación. Por lo pronto, no se puede negar que es una actitud humana en grado sumo, presente –de nuevo- en cualquier latitud.

Hasta qué punto esta generación fue testigo pasivo o cómplice de abusos, para mejor satisfacer ambiciones personales, será una cuestión por la que nos juzgarán nuestros hijos. Del otro lado de la balanza, del que pesa a favor nuestro, pondremos los maltrechos ideales que sobrevivieron a las grandes debacles; lo poquito que hayamos podido construir para dejarles; las briznas de rebeldía que pudimos ejercer.

Nuestras generaciones no fueron durante estos años, sostengo, absolutamente cínicas o descreídas. Muchos compartimos sinceramente los valores –el "Seremos como el Ché"- que YS descarta para sí. Ella tiene todo el derecho a hacerlo, pero por favor, que no extrapole tan a la ligera. Al pasar el tiempo, unos desecharon esos valores por supuestamente obsoletos, y otros descubrimos la necesidad de reinventárnoslos en nuestra propia realidad. Tuvimos la suerte, algunos, de alcanzar un conocimiento de la historia y la cultura de nuestra patria más profundo que el que satisfacía a ciertos fantoches, y los superamos, sin negar de nuestro común legado, estando hoy en una posición también polémica pero desde otra perspectiva. Otros compartieron parte de aquellos valores y descubrieron su rebeldía contra algunas de sus limitaciones, literalmente a contra-pelo, a contra-música, a contra-que-tú-me-digas-con-quién-me-tengo-que-relacionar. Un buen grupo, también, defendió ideales filosófico-religiosos, a costa de enfrentar el ostracismo oficial, la expulsión de los mejores centros de trabajo o estudio, entre otras realidades vergonzosas que hoy quisiéramos no haber vivido. Finalmente, hasta los que han escogido la vía del exilio, han mostrado una fuerza nada cínica en su resolución –nada fácil es dejar el país donde uno nace y adquiere conciencia de ser humano. Me rehúso a aceptar la existencia de una gran homogeneidad, y esto es válido tanto para la homogeneidad en la fidelidad de la que el gobierno blasona, como de la homogeneidad cínica que YS defiende.

Y en cuanto las condiciones se hicieron menos agobiantes, en cuanto fue menos peligroso expresar divergencias respecto al ideal del proyecto común, una ola recorrió los centros estudiantiles y muchos laborales, y barrió con la actitud falsísima de los llamados come-candela. Éstos siguen presentes por aquí o por allá, pero ya no hay ni uno por grupo o brigada. Pueden haberlos nombrado secretarios generales, pero no están presentes –no dan abasto- en todas las reuniones a niveles de base –y cuando están, reciben el fuego cruzado de cualquier cantidad de ideas, calificadas de heréticas en los tiempos en que la voz del oficialismo más fanático campeaba por sus respetos. Esto también ha sido obra de la generación Y, que carga sin embargo el pesado epíteto del cinismo según YS. Incluso en reuniones con “altos dirigentes” de la UJC, de la FEU, de la dirección del país, los que hoy tenemos entre 25 y 40 años les hemos cantado más de cuatro verdades a ciertos personajes. Es verdad que ya las condiciones no son las de hace 20 años, en que la expulsión hubiera sido fulminante por pecados mucho menos graves, sin embargo han sido ocasiones que han requerido valor, para personas que merecen ser considerados, según YS, sólo como escépticos, apáticos o camaleónicos.

Y es que las personas no son la suma pasiva de sus circunstancias. De haber sido así, los sesudos ya hubieran develado las ecuaciones del futuro y de la historia. Independientemente del optimismo o pesimismo respecto al estado de cosas de nuestro país, de lo que se estime sucederá en el futuro con la revolución, las personas pueden tomar una posición –y mi convicción es que lo hacen-; las personas pueden decidir asumir una actitud en pro de transformar, mejorar –y, por ese camino, hasta revolucionar, quién sabe- las realidades que los rodean. El entorno en que aterrizamos al nacer y donde crecimos ¿no nos satisface, lo consideramos perfectible, nos disgusta? Pregunta con afortunada variedad de respuestas. ¿Qué hacer con él? Mayor y más afortunada variedad aún. YS piensa que para nosotros todo está cínicamente perdido, pero –recuérdese el último párrafo de su texto- las nuevas generaciones pueden marcar una diferencia.

Y si ella no permanece cínica ante esa realidad, yo –con el resto de la generación Y- no tengo por qué serlo.