Secciones

Secciones

Reglas para comentar

1) Los comentarios ofensivos serán borrados
2) Los comentarios deben tener alguna relación con el tema del post
3) Se agradecerá el aporte de argumentos con referencias para que podamos ampliar el debate

30 de diciembre de 2014

El mapa secreto de Eldorado

Por Rogelio Manuel Díaz  Moreno

Cuando las mejillas se han endurecido de tantos bofetones, un golpe más pasa hasta inadvertido. La rabia y el dolor ya se generan, no por el hecho del nuevo golpe, sino por la impunidad, la desfachatez, el cinismo de los actuantes... y la pasividad de la víctima.

A finales del pasado mes de noviembre, se celebró y reseñó en nuestros medios de prensa oficiales la reunión correspondiente del Consejo de Ministros. La atención estuvo dirigida, mayormente, hacia las famosas cifras de crecimiento económico, que en este 2014 se queda en 1 y pico por ciento y para el año que viene, anuncian nuestros gurúes económicos, escalará hasta un 4 por ciento de crecimiento. No está muy claro cómo, no resulta muy convincente, porque ya han sido muchos los desengaños, pero nos vuelven a prometer que Eldorado está a la vuelta de la esquina.

Esto del crecimiento, como se ha percatado mucha gente, tiene varias caras. Una de las caras es que ahí caben globos, exageraciones y cuentos para engañar a los incautos. Otra cara, olvidada con mucho oportunismo, es que aún crecimientos sensibles del Producto Interno Bruto (PIB) no se reflejan necesariamente en la mejoría del bienestar económico de la clase trabajadora y las personas más desfavorecidas. Eso sí, le permiten a las élites económicas multiplicar sus peculios y ampliar las brechas que las separan de las clases inferiores. Una tercera cara es que, sin duda alguna, estos crecimientos sí reflejan el aumento de la depredación de los limitados recursos naturales que le quedan a este sufrido planeta.

Pero, por más acaloradamente que se pueda discutir este tema, no es lo que más me deprimió, o desesperó, o indignó. Pocas líneas más abajo, en el artículo idénticamente replicado por Granma, Juventud Rebelde, Trabajadores, Cubadebate... hacen una mención, casi cándida, a la mayor estafa anti democrática e inconstitucional que se gesta en este país desde buen tiempo. Y pasa prácticamente inadvertida: así de embarcados estamos. Es un punto de la intervención del Zar de las Reformas, Marino Murillo. El material periodístico reseña, literalmente, “se continúa trabajando en la propuesta de Conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano de Desarrollo Socialista; y fueron aprobadas las Bases para la elaboración del Programa de Desarrollo Económico Social del país a largo plazo”. Eldorado, no solo está a la vuelta de la esquina, sino que el mapa lo elaboran ellos.

¿Lo pillan? Desde que comenzó este proceso de reformas del general en jefe Raúl Castro, comenzaron a percibirse los conflictos que prende, por sus discrepancias con el carácter democrático y liberador que debe garantizar el socialismo. Hemos sido parte del coro que ha criticado estas implementaciones verticalistas, con graves sesgos antidemocráticos, y que violan flagrantemente hasta la Constitución, la Ley supuestamente suprema de la República. Hemos dejado patente esta situación varias veces, en ocasiones como el debate alrededor del nuevo Código de Trabajo. 

La preocupación tiene un marco general evidente: se desmonta un sistema económico social, bueno, regular o malo; y se cocina otro. Y este cocinado se lleva a cabo tras bambalinas, por reducidos grupos y comités de supuestos expertos y tecnócratas, burócratas, militares y políticos que no rinden cuentas al pueblo, y cuyo nivel de vida tiene muy poco en común con el ciudadano promedio del país. Así, de vez en cuando, sacan un conejo nuevo del sombrero: aquí tienen, un paquete de Lineamientos; un nuevo Código de Trabajo; una Ley de Inversión Extranjera; un programa de desarrollo económico a largo plazo. A veces, el gobierno convoca un paripé de participación y se aceptan sugerencias, siempre que no alteren la esencia de lo que los autores originales estimaron conveniente. Están a punto de hacernos lo mismo con una Constitución nueva para el país.

¿Y la Constitución vieja, mientras tanto? No le queda otro papel que el de víctima de una violación tras otra, hasta alcanzar el hartazgo de los perpetradores. Y no se detendrán hasta contemplar la visión, ya definitivamente formada, de cómo quieren acomodar a la República para satisfacer sus intereses. De más está decir que ese proceso, ese estudio, no puede ocurrir a la vista del público, no puede reconocer al empoderamiento democrático de la ciudadanía que solo podría estorbar.

¿Qué contendrá  la Conceptualización esa, del modelo económico y social del país, sino los fundamentos mismos del sistema que viviremos y sufriremos en este país? Justamente, esos conceptos vendrán para ser asumidos como un pilar rector, tal vez a través de un documento de trascendencia nacional, con el nombre de Constitución u otro semejante. 

Este no constituye un episodio más, en el que un funcionario degenerado aplique su poder autoritario para medrar a costa de un número de personas. Ahí entrarán los qué y los cómo, las esperanzas, los trabajos, los sufrimientos y las alegrías, los dolores y los amores que en conjunto  deberemos encarar. Esto termina con una Asamblea Constituyente y, vistas las circunstancias, la dichosa Conceptualización va a definir el contenido de la nueva Carta Magna. ¿Cómo puede una estrecha camarilla auto asignarse el papel de conciencia planificadora de todo lo trascendental en la vida futura de la nación? ¿Cómo se le puede escamotear de manera tan artera, derechos tan elementales a un pueblo?

Si una fuerza, dentro de la nación, estima necesario una transformación radical, una renovación y redefinición de los paradigmas de toda la nación, solo tiene un camino responsable para proceder.  Promover un proceso de esa magnitud, solo puede convalidarse con la participación consciente y plena de toda la ciudadanía responsable de una nación. La esencia y la trascendencia de la transformación en ciernes deben ser conocidas y analizadas por cada persona preocupada e interesada en ofrecer su insustituible aporte. Después de aceptada la necesidad de tomar tal camino, cada paso debe obedecer a los estándares democráticos más exigentes. Las discusiones no pueden ser sino públicas, con la participación de todo el pueblo, de manera directa o a través de delegados que representen rigurosamente la voluntad de sus representados. Quien se considere con la capacidad de desempeñar un papel de vanguardia, lo debe demostrar mediante el cumplimiento de valores cívicos, mediante la sensibilidad humana y la obediencia a la voluntad de las personas cuya confianza pretende ganar.

Y lo más irónico de todo, es que las élites gobernantes nuestras han reconocido que no tienen esas condiciones. En artículos de la mismísima prensa oficial, han reconocido la inoperancia de sus estructuras de organización de las masas, llámense sindicatos, organizaciones juveniles, etcétera. Que las mieles del poder y las opacidades burocráticas han favorecido la corrupción a los más altos niveles. Al fidelísimo Ubieta se le fue que en el Partido Comunista no están todas las buenas personas que pudieran, y que muchos de los que están, no son tan buenas personas (sic, que yo lo leí en una entrevista que él dio en La Calle del Medio). Y desde Fidel Castro para abajo, se ha repetido el motto de que “fue un error creer que alguien pudiera saber cómo construir el socialismo”. Vergüenza le debería dar a la fuerza política que se llame, a sí misma, comunista, y se confiese incapaz y sin herramientas de clase para la contienda ideológica. Fíjense en lo que se desprende de estas confesiones: reconocen que no saben dirigirse hacia el socialismo, pero sí hacia Eldorado. Por lo tanto, Eldorado está en otra parte.

Pues esas son las élites que, en el ejercicio de la más descarnada y autoritaria maniobra que han ejecutado nunca, cocinan ahora el dichoso plato de la Conceptualización. Como ya se ha apuntado, es casi igual de desesperante ver el poco interés de gran parte de la población en esos tejemanejes, en esas maniobras de trasfondo. Probablemente, perdida la fe, agotada la capacidad de entrega a una causa futura, muchas personas aspiran únicamente a resolver su problema individual. Probablemente, las experiencias vividas les hayan convencido que su opinión o su participación, no van a tener ninguna repercusión, tal que valga la pena el esfuerzo. Probablemente, no crean más en ese cuento de Eldorado; o les importe un pito el camino hacia este, porque ya se han convencido de seguir su propio camino. Probablemente, esta actitud forme una parte importante, más explícita o más disimulada, en el mapa que siguen las autoridades.

Esas autoridades, supongo, se deben concentrar en el Comité Central del Partido Comunista de Cuba, en el Consejo de Estado, y zonas semejantes. Pues a esas autoridades se les debe plantear, de inmediato, las siguientes exigencias, con la urgencia más perentoria:

1- Explicar detalladamente cómo llegaron a la decisión de definir la llamada Conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano de Desarrollo Socialista, qué necesidad apreciaron de realizar este proceso y el orden que siguen en su proceso de reformas.

2- Que se revele la composición de las comisiones que han realizado hasta ahora las labores correspondientes con estos procesos. Que dichas comisiones pongan a disposición de todos los interesados, la información recopilada y los análisis realizados sobre ella, así como cualquier otro resultado de ese trabajo alcanzado hasta ahora.

3- Que se respete un proceso de consulta popular, democrático y representativo de toda la ciudadanía con el objetivo, en primer lugar, de si resulta oportuno este proceso –que no es otra cosa que el prólogo para establecer, en una nueva Constitución, los principios y aspiraciones que regirán a nuestra nación–; en segundo lugar, el proceso asambleario de redacción de la Constitución en sí mismo.

Esos serían unos principios básicos, que serían fácil base para un consenso colectivo. Tilín menos que eso, y nada de lo que se produzca allá en las alturas del gobierno podrá resultar convincente y, mucho menos, legítimo. Esos mapas secretos hacia Eldorado no se pueden tolerar en un sistema republicano. Mucho menos, en un estado diz que socialista, a espaldas de la clase trabajadora que se supone que lo construye.

26 de diciembre de 2014

Tazas sin el sabor esperado


-->
Por Rogelio Manuel Díaz Moreno

En estos tiempos, la población cubana tropieza con un problema que parece causar mucha sorpresa. La anunciada recuperación de la producción agropecuaria, con el aumento contabilizado, no ha provocado una disminución de los precios. Supuestamente, la sacrosanta ley de Oferta y Demanda debía haber obrado en beneficio de las personas de menor poder adquisitivo. Después de cierto tiempo de promoción de las bondades del caldo de mercado, las tazas que nos han servido ¡no tienen el sabor esperado!

Los exégetas oficiales se devanan los sesos y culpan a los intermediarios, los acaparadores, el bloqueo, la sequía y las inundaciones. La oposición culpa al gobierno; los campesinos, a lo que queda de las oficinas del organismo estatal de Acopio y a los altos precios de los insumos y la mano de obra que contratan. Es un problema serio, ciertamente, y exige que se profundize en él. Haría falta abordar este debate con las herramientas metodológicas de la economía política, con Adam Smith y Marx incluidos. Penosamente y como de costumbre, las personas con capacidad de hacer este análisis crítico, profundo y científico, no salen por el periódico. Nos tocará entonces, a los aficionados, reclamar el tratamiento del tema desde el único nivel que permite aquilatar sus verdaderas dimensiones y dejar los idealismos, voluntarismos y demagogias a un lado.

Las reformas del gobierno cubano son resultado de las presiones hacia el mercado que se le aplican desde el exterior y el interior del país. La idea que defienden los reformistas es que los males de nuestra economía tienen como causa que es el Estado y no el mercado quien más rige. Y que, si se invierte la ecuación, entre la Ley de la Oferta y la Demanda, las racionalizaciones económicas, el aumento de la competitividad, etcétera, llegaremos pronto al mejor de los mundos posibles para la mayor cantidad de personas.

Lastimosamente, las eras de machaque cerebral han tenido el efecto de convencer bastante con esas ideas, llamémoslas capitalistas. En nuestro medio primó, durante las últimas décadas, un discurso aparentemente opuesto, supuestamente socialista, pero tan artificial, chato y reñido con las vidas reales de las personas, que ha tenido como principal efecto la reafirmación de la popularidad de las ideas capitalistas.

Pero ni afuera ni adentro, tales ideas capitalistas han podido remediar el desate de crisis, las olas de despidos y recortes y los ataques a los derechos laborales de las personas. Las consecuencias sociales de empobrecimiento, pérdida de empleos, hogares, de proyectos de vida, se acrecientan con la agudización de las contradicciones capitalistas entre las selectas clases élites y la fracción mayoritaria restante de la humanidad. En nuestro caso particular, las consecuencias de las reformas liberales dejan evidencia, hace ya un tiempito, respecto a los problemas no reconocidos de la dicha ideología.

Y la razón es evidente y la manejan los mismos economistas y filósofos del capitalismo; solo que lejos de los comerciales públicos. ¿La iniciativa empresarial capitalista es capaz de aumentar la producción y el abastecimiento con eficiencia bajo los resortes del mercado?, definitivamente sí, pero solo para abastecer a un mercado solvente. La palabra clave es “solvente”. Sin embargo, en este marco, hasta los mecanismos productivos mejor aceitados y productivos declinan también, cuando la demanda de los sectores pudientes disminuye. Pocos negociantes, en una economía de mercado, se dedican a la filantropía y a encargarse de los menesterosos de bajo poder adquisitivo.

Tal perogrullada explica, a mi juicio, la realidad que vemos en el tiempo presente y que veremos en nuestro futuro cercano. Los sectores sociales emergentes y en pleno progreso de Cuba, como la clase corporativa gubernamental, los nuevos empresarios capitalistas pequeños y medianos, etcétera, tienen cierto auge, es verdad. El aumento que veamos de la producción agropecuaria y la que sea, como se le dirige con ideas de mercado, pues tiene como destino ese sector solvente y sus actividades económicas. A las personas trabajadoras de menores ingresos, asalariadas del Estado o de los nuevos capitalistas, no les toca todavía ni una migajita del pastel. Y eso es para no hablar de las personas jubiladas.

Es penoso apreciar, entonces, cómo políticos y periodistas recitan el panfleto liberal de la supuesta prosperidad sobre esas bases. Y más triste todavía ver cómo muchas humildes personas trabajadoras, cándidamente, creen que ahora sí, estas reformas de mercado representan la salida a una vida de agobios y sacrificios. Luego ocurren los tropiezos con la cruda realidad de las tarimas, de los precios inalcanzables de la comida, de la inflación de toda mercancía y servicio de primera, segunda y tercera necesidad.

Los productos y servicios en potencia que no encuentren un comprador de bolsillos bien plantados, se pudren en el campo o se dejan de ofertar, simplemente, porque así funciona el mercado. A los productores y comercializadores no les convienen precios menores, porque incurren en las temibles pérdidas que los exterminan en ese escenario que constituye el mercado. Como mínimo, disminuyen sus ganancias y, en un medio que fomenta el egoísmo, ese es también un camino hacia la salida. Los jmismísimos funcionarios estatales han reconocido que rechazan cargamentos de productos agropecuarios en los mercados, porque no encuentrarían demanda a menos que disminuyeran los precios actuales.

Las manifestaciones simples de este fenómeno crecen, se desarrollan, se complejizan como un tumor en cooperación con otros problemas de corrupción. Ocurre en cualquier sistema de relaciones sociales basado en la explotación –ya sea la económica, de la fuerza laboral de la clase proletaria, ya sea del poder político. Las élites apoderadas aprovechan su preponderancia, establecen alianzas y redes de poder. Infiltran y dominan los mecanismos comerciales y administrativos, y cooptan el proceso de producción y distribución. En otro proceso que se abre paso también por acá, fomentan y dirigen el consumo según sus intereses con las campañas de publicidad, ignorantes de ideales de vidas sanas, ecológicas y solidarias.

Esa situación no se remedia con remedios como los que reclaman los desesperados, de imposición de topes de precios y semejantes. Bastantes veces se han ensayado ya, con funestos resultados de desabastecimientos por un lado y crecimientos del mercado subterráneo por el otro. Las soluciones habría que buscarlas por vías auténticamente revolucionarias, de empoderamiento democrático de los trabajadores y comunidades en el todo el proceso de producción y distribución. Pero esto no les conviene ni a políticos ni a negociantes inescrupulosos, así que solo puede ser tarea e iniciativa del mismo pueblo trabajador.

En resumen, este es el caldo que tantas personas anhelaban por acá. Después de tantos años procesando estudios y filosofías, resulta escandaloso que hayan tan pocos que manifiesten comprensión de la receta.

23 de diciembre de 2014

El conflicto entre gobiernos se alivia. El conflicto entre sistemas se agudiza

Por Rogelio Manuel Díaz Moreno

Sin duda, la noticia de este año 2015 en Cuba será el entendimiento anunciado por los presidentes de este país y Estados Unidos el pasado 17 de diciembre. La trascendencia de los discursos de Raúl Castro Ruz y Barack Obama obliga a todas las personas revolucionarias a realizar el análisis más cuidadoso sobre los sucesos ocurridos.

Los acontecimientos mencionados son complejos, con muchas facetas y aspectos contradictorios, con posibles consecuencias positivas y negativas, y resultan imposibles de analizar exhaustivamente en pocas líneas. Lo peor que se podría hacer es ceder a un triunfalismo superficial y proceder ciegamente hacia un futuro con muchas incertidumbres y pocas certezas. Sirva nuestra intervención, también, para estimular la participación y los análisis relacionados, por parte de todas las personas pensantes, preocupadas, con sinceras intenciones.

En primer lugar, abordemos el hecho del canje de prisioneros. Por elementales razones humanitarias, no puede sino sentirse alegría por el fin de las duras condenas que sufrieron los seres humanos directamente involucrados, sufrimiento que se extendió obviamente a sus familiares; y ahora se torna alivio y, deseamos, pueda llegar a recuperarse como felicidad.

La liberación de los agentes cubanos y estadounidenses ocurrió, como era más probable, mediante negociaciones realizadas tras bambalinas por los respectivos gobiernos, facilitadas por intermediarios como Canadá y el Vaticano. Por más desagradable que esto parezca, la liberación de los tres agentes cubanos solo fue posible porque los servicios de seguridad de La Habana disponían de los dos agentes de interés para los de Washington, y unos se emplearon como moneda de cambio por los otros.

Qué estériles parecen, bajo la actual perspectiva, aquellas campañas y movilizaciones masivas realizadas en cada municipio y ciudad cubana, a partir de los años 2002, 2003 y más allá, que se convocaban en nombre de presionar para la liberación de los encarcelados. Asumamos, para pensar bien del género humano, que la mayoría de las personas que se involucraron, así como en aquellas otras numerosas, inacabables, aparatosas campañas de solidaridad internacionales, lo hacían de buena fe, y agradezcamos sus buenas intenciones. Si algún grupo de personas empleó un tema tan dolorosamente humano para medrar a costa de los recursos puestos en juego y perseguir intereses individuales, tendrán un gravísimo momento de rendición ante sus conciencias, si es que les queda algo de estas.

 Lo expresado anteriormente no niega la necesidad y la utilidad de la lucha de masas y la solidaridad internacionalista entre movimientos progresistas y fuerzas de trabajadores de todo el mundo. Lo que sí se cuestiona es la conducción de esas políticas como si fueran maniobras sobre un tablero de ajedrez, donde dos o más oponentes manejan discrecionalmente a los pueblos como peones y los sacrifican a su conveniencia.

Los conflictos y enfrentamientos contra las fuerzas imperialistas del mundo requerirán, durante muchos años, de la coordinación de las masas de personas trabajadoras de todas las naciones. Sin embargo, este movimiento no puede enajenarse bajo mecanismos alternativos de dominación y monopolios del liderazgo, la información y la gestión del poder. Solamente se podrá avanzar hacia la derrota de la dominación imperialista, si se acatan rigurosamente los principios mismos de la emancipación a la que se aspira a llegar. La coordinación entre los pueblos trabajadores, capaces de movilizarse mutua y solidariamente en esferas de interés recíproco, requiere medios de comunicación directos, horizontales, democráticos y transparentes.

Esto nos conduce directamente hacia la segunda parte de lo que se anunció ese 17 de diciembre. Si bien el discurso del presidente cubano ofreció mucha menos información, en la intervención de su par estadounidense sí se anunció la mayor reforma de la política de la superpotencia imperialista, relacionada con nuestro pueblo. Ahora bien, reforma no significa absolutamente un cambio revolucionario, ni siquiera una evolución para mejorar.

Los políticos y filósofos locales tienen un hueso duro para procesar, y no se produjeron rápidamente proyecciones definidas, acabadas, de estas personas, sobre lo ocurrido. Sin embargo, la cuidadosa selección que siempre se efectúa en las secciones de comentarios de los medios masivos cubanos, naturalmente oficialistas, ofrece las primeras pistas que, tristemente, refuerzan las prevenciones que sentimos.

Aparentemente, deberíamos sentir que hemos logrado una gran victoria al reconocer, el presidente estadounidense, el fracaso de la política encarnada en el embargo/bloqueo. El anuncio de Obama incluyó, como es sabido, el inicio de una nueva gestión que alivia considerablemente las restricciones comerciales y financieras impuestas a nuestra nación y prepara el restablecimiento de plenas relaciones diplomáticas. Los comentarios que el Granma y Juventud Rebelde publican al pie de las noticias, rezuman generalmente felicidad y alabanzas hacia el líder norteamericano, de quien se llega a decir “Ahora sí se merece el Nóbel de la Paz”.

Nada más alejado de la realidad. El enfrentamiento entre los gobiernos parece, ciertamente, que se aliviará considerablemente. Potencialmente, nuestra necesitada sociedad podría encontrar, en el nuevo futuro, oportunidades para las mejoras económicas. Sin embargo, los peligros que emanan de la nueva política estadounidense son aún más letales, en lo que se refiere al avance y predominio del sistema capitalista neoliberal que invade y aplasta los últimos reductos alternativos en nuestro país.

Como ya hemos establecido en miríada de materiales anteriores, no se trata de que consideremos al Estado cubano como un modelo de socialismo, en ninguna de sus etapas posteriores a 1959. En todo caso, se habría construido una especie de capitalismo de Estado. Sin embargo, este ofrecía –potencialmente– algunas bases para el desarrollo de ideas y sentimientos en dirección a una sociedad de trabajadores; bases que no se desarrollaron, pero que señalaban una clara dirección de rechazo a los sistemas de explotación y de las más profundas desigualdades y demás lacras características del capitalismo. Asimismo, las situaciones de miseria y exclusión, típicas del tercer mundo latinoamericano, habían sido reducidas considerablemente por políticas sociales de apoyo, si bien a costa de atropelladas y opacas redistribuciones de las riquezas producidas por el pueblo.

Esta situación ha sufrido un cambio drástico en el último decenio. El programa de reformas del gobierno cubano desmonta, silenciosamente, todas las bases anteriores, so pretexto de establecer un sistema que llaman próspero, sustentable y, todavía, socialista. La apertura al capitalismo extranjero y local; las facilidades ofrecidas a la empresa privada, al mercado, etcétera, se combinan con severos recortes al gasto social y los subsidios a la población necesitada.

¿Será casualidad que estos sean los momentos que la dirección del principal poder capitalista del mundo escoge para “normalizar” las relaciones? ¿No existirá ningún paralelo entre esta situación y aquella otra, en la que los Estados Unidos apoyaron con gran felicidad el proceso de la Perestroika realizado en la extinta Unión Soviética?

Al analizar críticamente el discurso del presidente Obama, no queda duda alguna de la respuesta afirmativa a las interrogativas anteriores. Al presidente se le han unido varios políticos de peso en aquel país, como los senadores Hillary Clinton  y Rand Paul, para explicar que el propósito verdadero de la política estadounidense sigue siendo el de un “cambio de régimen” en Cuba. Para esto tenían que cambiar la actitud anterior, obcecada, por otra más flexible, que les reporte más ventajas, a la hora de inducir los cambios que ellos aspiran que se hagan acá. Y lo han expresado con la mayor claridad posible, como para que no quepa confusión. El objetivo de la “nueva” política estadounidense es el mismo, dígase el establecimiento de un sistema liberal acá, con su supuesta democracia multipartidista y la más amplia libertad para la empresa privada y el capitalismo. Es un cambio de táctica, no de estrategia. El presidente Obama no se hace, por esto, más merecedor del premio Nobel; en todo caso, se gana un premio Sun Tzu, por saber conducir la guerra con mucha más astucia que sus predecesores.

Un compañero se preguntaba, ¿qué habrá tenido que ofrecer Cuba a cambio de estas “concesiones” estadounidenses? Nada nuevo, se puede responder: nada más que lo que ya se ha puesto sobre la mesa. Un Código Laboral perfectamente ajustado a las necesidades de las burguesías capitalistas internacionales contemporáneas; una Ley de Inversión Extranjera de lo más apetitosa; zonas francas como la que se constituye en el puerto de Mariel; entre otras, estas han sido las principales concesiones del gobierno cubano para “ganarse” el cambio de política, en nuestra humilde pero rotunda opinión.

Es un cambio que ilustra también los celos de la clase de negocios de Washington, ante los avances de las burguesías brasileñas, canadienses y europeas en el mercado cubano, que debería ser de ellos por un problema de “Destino Manifiesto”. Los empresarios estadounidenses agrícolas, turísticos, entre otros, estaban alarmados por el progreso de la competencia; molestos, al constatar que las leyes de su propio país les amarran las manos y cabildearon exitosamente para empezar a librarse de dichas ataduras.

En definitiva, que el cambio de Obama es la permuta de unos medios por otros, para alcanzar el mismo fin. Es un cambio que ocurre también en una circunstancia determinada, que se propone reforzar y estimular el avance de las reformas capitalistas del gobierno en La Habana; recuperar el terreno perdido ante sus competidores y, de paso, darse un lavado de imagen ante otros países críticos de la postura anterior, especialmente en Latinoamérica.

El estadista Obama, “sabio y valiente”, como ha llegado a nombrarlo Raúl Castro, mantiene en el resto del mundo la misma política injerencista, agresiva y militarista con la que se imponen los intereses de las clases capitalistas de los Estados Unidos al resto del planeta. Continúa con la promoción de acuerdos “de libre comercio” que asestan tremendos golpes a los derechos laborales y a la protección de los ecosistemas naturales. Mantiene el apoyo a las fracciones violentas que se le subordinan, en los países que le interesa desestabilizar, como Venezuela, Honduras, Ecuador, Bolivia, etcétera. Defiende gobiernos dictatoriales y cruentos, con registros muy malos en materias de democracia y derechos humanos, pero que le facilitan el acceso a fuentes y recursos estratégicos. Las “buenas intenciones” que puede guardar para Cuba, no son diferentes de las que pueden albergar Alfonso Fanjul y Carlos Saladrigas, entre otros exitosos representantes de la oligarquía de origen cubano en La Florida, quienes también están exultantes por el anuncio del 17 pasado, según reportes de medios como El País.

Si se trata de pensar en que, a pesar de todo lo anterior, sí pudieran aparecer oportunidades extraordinariamente valiosas para el desarrollo de las familias y las sociedades cubana y estadounidense, hay que preguntarse para quiénes se reservarán las mejoras. Farrés (Havana Times) desmenuza implacable las variadas nuevas y demuestra que, en cada caso, los más beneficiados serán aquellos ciudadanos estadounidenses con un mínimo de recursos que vengan de turistas a Cuba; aquellos con un máximo para figurar como empresarios que vengan a hacer negocios; la cúpula de funcionarios gubernamentales y administrativos cubanos al frente de las empresas de aquí, que recogerán migajas del pastel, y la nueva clase de empresarios privados locales, en estrecha conexión con los funcionarios anteriores.

Para que la clase trabajadora cubana, la de aquellas personas que se ganan el pan con el esfuerzo propio, se vea verdaderamente beneficiada en cualquier escenario, son imperativos cambios profundos, revolucionarios, pero aquí mismo, no en otra parte. La clase trabajadora tiene que reconquistar el derecho a representarse a sí mismas con organizaciones auténticas, libres y democráticas, lejanas del triste papel que hasta el oficialismo le reconoce hoy a la pro gubernamental central sindical. Los medios fundamentales de producción, de propiedad social, deben ser gestionados democrática y horizontalmente por esa clase obrera; que decidirá soberanamente sobre cada cuestión de economía política. Economía Política, un solo cuerpo, que solamente los interesados en una supuesta desideologización que facilite el avance del capitalismo pueden declarar como polos separados: un cuerpo que contiene todas las cuestiones desde la repartición de los frutos del trabajo hasta la relación con los capitales extranjeros; la protección de los propios derechos de la misma clase trabajadora –como ningún otro sujeto externo lo hará jamás–; la eliminación de las distintas discriminaciones, y el cuidado del medio ambiente donde vive.

En estas condiciones, claramente, los beneficios de una relación amistosa con Estados Unidos y cualquier otra nación alcanzarán al pueblo cubano. Estas condiciones no vendrán gracias a los cambios anunciados por el presidente Obama. Nos tocará ponerlos, a los que nos consideremos revolucionarios.

19 de diciembre de 2014

Congresos de cangrejos y campañas de elefantes

Hace poco gocé con una participación, si bien un tanto accidentada, en el congreso Oncología 2014, celebrado en el Palacio de las Convenciones de esta capital. El evento científico dedicado a la lucha contra el cáncer es uno de los más importantes de nuestro país. Algunas vivencias que experimenté merecerían tal vez contarse como modestas curiosidades.

Los ejemplos pueden hasta tener poco que ver con el Congreso propiamente dicho. Como el día cuando me impacté, al pasar por el lado de un salón con el cartel “Conversaciones de Paz de Colombia”. En los periódicos está que el gobierno de Bogotá y la guerrilla intercambian en La Habana, pero leerlo y chocar con ello producen impresiones diferentes.

En otra ocasión pasé por el lado de una gran mesa con tazas de café, claramente para una reunión paralela de otro tipo. Me hice el cándido y pregunté si era para los delegados como yo. Provoqué cierta confusión entre los camareros y, entretanto, escuché el vozarrón de Marino Murillo a través de la puerta a nuestro lado.

Según el cartel que en esta figuraba, los aleccionados por nuestro Zar de las Reformas eran los presidentes provinciales del Poder Popular. De nuestro lado, un compañero de guayabera que estaba a cargo, reaccionó con mucho tacto y orientó que se me ofreciera una de las tazas, con café y bombón incluidos. Los tomé, expresé cortésmente mi agradecimiento y seguí mi rumbo.

Pero debería comentar sobre lo relacionado con mi evento propiamente dicho. Por cierto, que conocí algunos tecnólogos de la salud, descontentos porque los dejaron fuera por no ser médicos o enfermeros u otra categoría con más derechos. Eso despertó mis manías subversivas y he empezado a sugerirles que hagan una asociación gremial, con la idea de representarse y defenderse mejor para el futuro.

El Congreso tuvo sus momentos más provechosos y otros simplemente ridículos. El más notorio de estos últimos que yo aprecié, fue una afirmación de un funcionario del ministerio de salud pública cubano. En su aburrida intervención de la clausura, llevó la demagogia al extremo de afirmar que los hábitos de vida del pueblo cubano mejoraban o se hacían más sanos. En realidad, hasta el periódico Granma y sus semejantes reconocen actualmente que, por desgracia, el hábito de fumar y la mala alimentación ganan espacios en la población nuestra.

Sobre esto del hábito de fumar tuve otra experiencia. Esta fue durante la presentación de las investigaciones de unas doctoras amigas sobre el cáncer de garganta. A contrapelo de lo que pueda sostener mi amigo Erasmo, el cigarrillo y el tabaco son un serio factor del problema. En cerca de un millar de casos incluidos en la estadística, casi el 90 por ciento eran fumadores.

La ciencia avanza, vean ustedes, si bien no como quisiéramos todos. Y sin compartir euforias ni falsos triunfalismos, sí hay algunos avances en estos campos que dan un poquito de ánimo. Es un hecho que los pacientes que contraen cáncer, resisten un poquito más hoy en día, incluso algunos se curan, o por lo menos sufren un poco menos que en el pasado. El doctor Agustín Lage ofreció intervenciones magistrales con algunas de estas informaciones. Aparecen incluso paradojas como ésta: aumenta el número de pacientes que sobreviven al primer cáncer, varios años libres o con muy poco desarrollo de la enfermedad, y en eso se les aparece un segundo cáncer.

Se expusieron los resultados de otra investigación en la que tuve cierta participación. Los enfermos de metástasis cerebrales empiezan a beneficiarse de recursos que se implementan y ofrecen sobrevidas más largas y menos sufridas. Fríamente, podrá parecer poca la ganancia de dos o tres años, pero se conocen pocas personas que renunciarían a ella.

Un lío muy grande en este campo es el de los recursos. Como se informó esas sesiones, el intervalo de tiempo que demoran nuestros pacientes, desde conocer el diagnóstico hasta recibir el tratamiento, puede prolongarse hasta extremos mortales. Las sesiones fueron públicas y con muchos extranjeros, así que no revelo ningún secreto.

Es un problema elemental, simplemente es falta de recursos en el país. Las autoridades cubanas le echarán la culpa al bloqueo. Es verdad que influye mucho; lo asumo con la conciencia de lo que ello significa. Pero también hay otros factores.

En paralelo con las actividades del Congreso, una delegación cubana participaron en los Juegos Deportivos Centroamericanos. La integraron centenares de deportistas, cerca del millar si se suma todo el personal colateral. Muy bonito, eh, poder decir que quedamos primeros en el medallero general. Pero el dineral y los recursos gastados en ese fútil gesto político contrastan con las necesidades por cubrir en la lucha contra el cáncer. Hay deportes de poca o nula popularidad y sumamente onerosos como el ciclismo, la arquería y otros allá en Veracruz. Acá están los pacientes carentes de la droga o el equipo para tratarse. Las victorias allá resultan tan costosas como las del rey Pirro, con sus batallas con elefantes contra los romanos. Por eso, me parece a mí, hay que librarse de las monarquías. Es la moraleja final.

12 de diciembre de 2014

Fracking en Cuba sí, fracking no

Primera parte: Por Olegario Leuman

Qué buena que es esta cosa del fracking.

Los problemas económicos que agobian nuestra economía, como bien lo ha apuntado el colega Erasmo Calzadilla, tienen como raíz la falta de energía. Cuba, históricamente, ha manifestado la carencia de grandes yacimientos de combustibles fósiles. De disponer de recursos energéticos abundantes, la economía nacional hubiera podido tomar un rumbo de crecimiento exponencial y sostenible, e impulsar el aumento del bienestar material y social.

La situación resulta crítica, pero permite avizorar una solución radical. Continuamente se generan avances en las técnicas extractivas. El ejemplo paradigmático está en los Estados Unidos, donde la metodología del gas de esquisto y el fracking han revitalizado viejos yacimientos. Los EEUU, que por el declive del petróleo convencional pasó de exportador al mayor importador de crudo, hoy tiene perspectivas reales de volver a convertirse en país exportador.

En Cuba se explotan algunos yacimientos de crudo, sobre todo en la franja norte entre Matanzas y La Habana. Estos pozos, nunca muy grandes, envejecen aceleradamente y disminuyen su producción. En un proceso parecido al descrito anteriormente, podrían aplicarse estas técnicas modernas y regenerarlos, explotándo plenamente un potencial hasta ahora inaccesible. Los consorcios canadienses, brasileños y europeos, con estas tecnologías, serían aliados confiables en esta empresa que con nuestras propias fuerzas, obviamente, no podemos emprender.

El vuelco generable podría traer la prosperidad y el crecimiento que tan necesarios le son a nuestra economía. Cuba cuenta con el capital humano de alta calificación necesario y un clima de estabilidad muy apetecido. Las ventajas de la situación geográfica son evidentes, de aparecer esta fuente de energía tan cerca de los grandes polos consumidores de Europa y Norteamérica. De tener las condiciones, debe ponérsele todas las fuerzas a este empeño, por el bienestar y la prosperidad de todos.

Segunda Parte

Por Rogelio Manuel Díaz Moreno

Si yo atrapo a este Olegario, le aprieto su oleoso cuello hasta que lo estrangule. ¿A quién se le ocurren barbaridades como esta del fracking en Cuba?

Elaborar una sarta de afirmaciones aparentemente convincentes en pro de profundizar el comportamiento consumista e irresponsable es demasiado fácil. Sin embargo, hay que tener en cuenta esta capacidad, para permanecer alertas ante peligros reales y problemas que nos aplastan hoy y se multiplicarán mañana.

El desastre ecológico al que nos abocamos por el abuso del consumo de los combustibles fósiles, sin políticas ecológicas o de desarrollo sostenible, es algo ya estudiado y demostrado científicamente. Se podría guardar alguna esperanza en el hecho de que constituyen un recurso finito; de hecho, el petróleo convencional ya alcanzó su pico según no pocas fuentes. Claro, que los monopolios energéticos e industriales tienen otras perspectivas. De ahí que invirtan tanto en I+D y alcancen ciertos desarrollos tecnológicos que hubiera sido mejor analizar un poco más, desde los puntos de vista científicos, ambientales y sociales, antes de aplicarlos.

Como se ha expuesto en decenas de foros internacionales, el fracking es una tecnología extremadamente peligrosa, sobre todo por sus consecuencias ambientales. La inyección de agua mezclada en las capas profundas de la tierra, ciertamente, aumenta la producción, pero al precio de aumentar la contaminación de las fuentes de agua potable. Además de constituir, obviamente, un nuevo y fuerte consumidor uso de un recurso limitado como es el agua. Encima, hay bastantes señales de la generación de movimientos sísmicos, por los cambios de presión y movimientos dentro de la corteza que se generan.

En resumen, que no se puede decir a la ligera que usted va a aplicar tal o más cual recurso novedoso. Hay que tener en cuenta todos los inconvenientes que se pueden presentar, que con frecuencia los tiene que pagar aquel que no recoge los beneficios. Imagínense que la Sherrit viene y aplica el fracking, alegremente, en Boca de Jaruco. Recupera petróleo por valor de 30 o 40 millones de dólares, o 500 millones. Luego, un terremotico sacude a La Habana, la Vieja del Casco Histórico y la casi igual de vieja fuera del Casco. ¿Valdrá la pena? Seguro la Sherrit dice que sí y nuestros eméritos economistas la secundan.

El mundo llora por la conversión de su matriz energética a un perfil más ecológico. Conseguir esto sin causar el desastre y las hambrunas, probablemente exija combinarse con estrategias de decrecimiento de aquellas sociedades hiper ricas, de super consumo, además del rescate de las naciones más atrasadas. Creo que podemos aspirar a ello sin recurrir a tácticas tan peligrosas como estas que juegan irresponsablemente con la naturaleza o la destruyen despreocupadamente.

Y eso de los beneficios para todos de estas empresas grandotas, ya no convence tampoco. Los capitales crecen y se le multiplican a los inversionistas, pero al proletariado le queda muy poco. Por ejemplo, díganme cómo le va ahora a la población que sostuvo históricamente la producción azucarera de este país. Las fábricas de azúcar, cerradas o en régimen reducido, los recursos de suelos y aguas agotados o contaminados, y los pueblos y bateyes en la más decrépita decadencia. Y eso, sin estar haber sido administrados en cincuenta años por nigún empresario capitalista extranjero. Encima de eso, el petróleo ha manifestado consecuencias nefastas para muchas sociedades extractivistas del tercer mundo, por una serie de dependencias y deformaciones que genera en esas sociedades, desde el punto de vista económico y político.

Lo más preocupante es la facilidad con que las palabras de mi alter-ego se pueden volver realidad. Porque, ciertamente, no veo una verdadera, sólida garantía de que vaya a surgir ninguna oposición a montarse en ese carro, si llega a nuestra parada. Cada iniciativa desarrollista, de ese tipo inconsciente, mecanicista, ha sido acogida aquí más tarde o más temprano, sin reconocimiento, reflexión ni debate, mucho menos toma de decisiones colectivas en base a los criterios más integrales, con elementos económicos, sociales y ecológicos. Conste que yo no soy de los que lo niegan todo y se oponen, de plano; pienso que algunas cosas pueden ser más ventajosas que otras, y  vale la pena analizar los pro y los contra. Pero la costumbre es que nuestro gobierno termina por hacer lo que le da la gana a un grupo pequeño, con intereses sui géneris. ¿Recuerdan la polémica sobre los agrocombustibles? Primero se levantaron ciertas prevenciones, sobre todo porque a Fidel Castro, personalmente, no le gustaban. Retirado este, el avance de las plantaciones de esta naturaleza sale hoy hasta por el periódico Granma. ¿Ha habido alguna vez debate sobre los cultivos genéticamente modificados? Alguno ha habido, pero no ha afectado la postura de las autoridades sobre emplearlos todo lo posible.

¿Qué podemos saber hoy, el pueblo de Cuba no envuelto en el asunto, sobre los planes de la corporación CUPET? ¿Qué control podemos ejercer, como supuestos dueños de la empresa estatal socialista cubana del petróleo, sobre sus acciones, relaciones, inversiones a largo plazo, etcétera? ¿Qué garantías podríamos tener de que no se nos va a pasar gato por liebre, si en un futuro perfectamente posible, nos tratan de vender las “bondades” del fracking

3 de diciembre de 2014

Naves de la OTAN bienvenidas en La Habana

En días pasados, activistas y blogueros cubanos afines al gobierno han estado muy activos en el campo del antimperialismo. De cierto antimperialismo, quiero decir, porque el militarismo y el expansionismo ruso, con invasión de vecinos incluida, no les molesta tanto. En específico, el blanco de sus mayores invectivas lo constituye el reino de Noruega, cuya embajada les ha dado mucha tela por donde cortar.

No deja de ser cierto que los diplomáticos de aquel país tienen una curiosa e intensa actividad acá en La Habana. De esta forma, les han llovido las acusaciones por constituir una nación miembro de la OTAN, por ingerencistas, por tener una cabeza coronada y subvertir a nuestra inocente juventud.

Hay que pensar que estos antimperialistas nuestros se quedan un poco cortos.

No hace mucho se celebró la Feria Internacional de La Habana, el evento comercial que tiene sede en ExpoCuba. Fue cosa notable ver, cómo a las naciones europeas, varias miembros de la OTAN, se le tendió alfombra de gala. Recuerdo cómo el periódico oficial Granma relataba la celebración del día dedicado Portugal, el de España, miembros del mismo pacto militar que Noruega, aunque un poco más meridionales.

Claro, se trataba de atraer el capital de estas naciones. Porque los burgueses de Madrid y Lisboa, a diferencia de los de Oslo, son buenos y solo guardan para nuestro pueblo, amores y dulces intenciones. Al menos, yo no conocí ninguna diatriba de los blogueros oficialistas en contra.

Poco después visitó nuestro país el canciller de España. Igualmente fue recibido con toda la amabilidad gubernamental posible. Hasta se dio el gusto de ofrecer una charla académica sobre el proceso español de transicion, desde la dictadura de Franco hasta el sistema que tienen ahora que llaman democracia. Si fuera yo el que despotrica tanto contra los noruegos, no hubiera pasado por alto que ese sistema es actualmente objeto de gran polémica, por quienes le señalan un número de falacias políticas y sociales.

Por si fuera poco, ahora tenemos en las aguas de nuestra hospitalaria bahía habanera, una nave de guerra del Reino Unido británico, la fragata HMS Argyll. Por su nacionalidad, adivinen a qué alianza pertenece el mentado navío, que ha participado de alguna que otra campaña bélica allá por el Golfo Arábigo-Pérsico. Por cierto, que las visitas de estas naves inglesas parecen volverse algo común, por las veces que se han repetido en los últimos años.

Ahora, esperaría uno, los furibundos anti – Otanistas deben haber planeado por lo menos una manifestación, allá frente al muelle donde parqueó la HMS Argyll hasta el próximo jueves. Seguro van con las manos pintadas de rojo o algo así, para protestar por las criminales acciones agresivas del Reino Unido en Afganistán, Iraq, Siria, Libia y otros lugares del mundo. También para recriminar la actitud de Londres de ignorar los reclamos de descolonización de las islas Malvinas, territorio argentino ocupado. Motivos de preocupación se pueden encontrar de sobra; hasta en el hecho de que a la descuidada tripulación de ese buque se le fue la mano y dispararon un torpedo real por equivocación, mientras estaban de entrenamientos en su base de Davenport. Ese chisme lo encontré en Wikipedia, donde también se refiere que desaprobaron las del Almirantazgo británico llamadas Flag Office Sea Trainning en el 2007. Toda una joyita, la que tenemos entre manos.

Lo más probable, a pesar de todo, es que los blogueros oficialistas dejen pasar, nuevamente, la ocasión de expresar un antimperialismo coherente. Tristemente, ciertos antimperialismos son solo disfraces epidérmicos y oportunistas, para complacer al dispensador de favores y amo del pensamiento oficial.

2 de diciembre de 2014

El Titán era de bronce, y era negro


Ya son dos veces la que he oído esta inconsistencia en los medios masivos de divulgación de nuestro país. La primera vez fue por la radio, en un espacio de corte educativo infantil. La segunda, en un breve programa de la televisión.

Las dos veces se referían al mayor general Antonio Maceo y Grajales, y a su título de Titán de Bronce. Quien conozca solamente un tilín de historia de Cuba, ya sabrá algo de la relevancia histórica de esta figura. Pocos cubanos reciben un reconocimiento tan profundo y genuino como este, protagonista de las mayores épicas de las luchas anticoloniales cubanas. En los programas de marras, explicaban que el epíteto de Titán de Bronce se lo había ganado por su heroicidad, sus campañas militares, y nada más.

Pero una parte importante de la trascendencia del hijo de Marcos Maceo y Mariana Grajales, del carisma que lo acompaña, es su origen. Antonio provenía de una familia negra, de la región oriental. No podemos olvidar que la primera guerra de independencia fue iniciada y dirigida, fundamentalmente, por personas de cierto rango, hacendados, abogados, etcétera… mayormente blancos. Fue muy respetable el sacrificio que hicieron todos, sin dudas, incluso aquellos que se alzaron sin convencerse primero de liberar sus propios esclavos. Pero no caben dudas de que, en este medio, para que un hombre como Maceo descollara, tenía que tratarse de un ser excepcional. Y, naturalmente, se ganaría una popularidad sin par entre los mambises “de a pie” que se trasmitiría naturalmente a todo el pueblo cubano digno.

El sobrenombre de “Titán de Bronce” se lo ganó con cada jornada heroica, de inspiración para sus hombres y pasmo de sus enemigos. El título se hizo popular por reflejar el carácter inquebrantable, magno, de sus acciones y su vida. Pero también por el color natural de la aleación referida, usada en muchas estatuas, y oscura como la piel de hombres como el propio Maceo y sus hermanos. Negra, también, como la piel de muchos otros héroes gloriosos de origen igualmente humilde, como Guillermo Moncada y Quintín Banderas, y otros tal vez menos conocidos.

Si Antonio Maceo hubiera sido un héroe blanco, su sobrenombre se hubiera quedado solo en la parte de Titán. No se hubiera añadido “de Plata”, o “de Alabastro”, ni nada parecido. Como el de Ignacio Agramante fue, simplemente, El Mayor; Máximo Gómez, el Generalísimo; José Martí, el Maestro o el Apóstol. Todos ellos figuras excelsas, admirables, y admiradas. Pero que al ser blancos, sus sobrenombres como héroes, no incluyeron algo que era dado como cosa natural.

En el caso de Maceo tenía que ser distinto por su condición en una sociedad donde la esclavitud enquistó el mal de la discriminación. Por supuesto, el racismo pertinaz no ha podido resistir la necesidad de arañar un poco una imagen tan contundente de un hombre negro. De tal forma, se narra que, en cierto momento, algunos falsos eruditos buscaron blanquear la persona de Maceo, porque no podía ser que un negro, bueno, ustedes ya saben. De todas maneras, más de un libro de historia anda por ahí con imágenes del Titán de Bronce bastante pasadas por lejía. Se puede hasta pensar que, si Mariana Grajales hubiera sido blanca, ya la habrían proclamado Madre de la Patria. Porque conste, que ninguna otra mujer ha merecido más el título.

Así que, en mi humilde pero rotunda opinión, es necesario no desconocer este elemento trascendental de la cultura y el sentimiento populares. Es verdad que en la sociedad a la que aspiramos, la ciudadanía de Cuba y la integridad del carácter serán lo único importante, desaparecida las artificiales diferenciaciones entre negro, blanco, mestizo. Aún así, deben respetarse hoy los sentimientos de orgullo y satisfacción que despierta un héroe de esa talla, también por el motivo del color de su piel; el motivo de orgullo e inspiración que significa entre los normalmente excluidos, los relegados, los discriminados de siempre. Incluso si se supera algún día para siempre el flagelo del racismo, las personas y las luchas que contribuyeron en su momento histórico con tal fin, merecerán eternamente nuestro respeto.

Así que quisiera enviar mi exhortación, para los que preparan los guiones de los medios masivos de divulgación. Y consiste en un llamado al respeto por los valores históricos, culturales y sociales, que no se deben tratar a la ligera. La próxima vez que vayan a explicar por qué a Maceo le llamamos “Titán de Bronce”, tengan esto más en cuenta.

21 de octubre de 2014

Una asistencia social para buscar con un catalejo


Por Rogelio Manuel Díaz Moreno

El economista cubano José Luis Rodríguez pone a nuestro alcance un dato impactante. En un artículo del ex-ministro de economía, que el medio Cubadebate toma de Cubacontemporanea, Rodríguez despliega varias informaciones estadísticas del panorama nacional. Una de las cifras más significativas es la disminución de un 60% en los gastos de asistencia social y la contracción de casi un 67% del total de familias subvencionadas por este mecanismo.

Aquí viene a la mente, obligatoriamente, la canción del grupo Buena Fe, “Catalejo”. Esta pieza hace alusión a la enquistada costumbre de nuestra prensa oficialista de criticar lo que sucede en los países lejanos y ocultar los sucesos locales que causen preocupación. Ábrase al azar cualquier edición del Granma o sus retoños, que con seguridad se encontrarán las críticas más amargas contra los gobiernos estadounidenses, el español, el griego, el chipriota y un largo etcétera, por los recortes sociales que hubieran realizado. La cobertura sobre la situación de las personas pobres en esos países y su abandono por parte de los estados y las sociedades es masiva y gana gruesos titulares. En cambio, acá tenemos un tajazo de esta magnitud, y no ocupa más que una escondida frase, en un artículo reproducido por un medio de mucho menos alcance.

Hay que recordar que al inicio de la década de 1990, se repitieron hasta el cansancio las promesas gubernamentales de que ninguna persona o familia quedaría desamparada, frente a las dificultades económicas que se avecinaban. Esto era percibido como una muestra de la superioridad de una sociedad socialista, altruista, sobre las demás que eran capitalistas y egoistas. Evidentemente, la política cambió. La retórica pública alcanza cimas de incoherencia, porque con los truenos actuales no hay quien pueda hacer otra cosa.

Los afectados por los recortes en la ayuda constituyen, obviamente, el sector más vulnerable de la población cubana. Son el grupo más golpeado por la pobreza; por la disminución de la cuota de alimentos racionados y subsidiados –la conocida libreta–, por el aumento generalizado de precios en todos los mercados de bienes y servicios. En nuestra Asamblea Nacional del Poder popular se despliegan planes fabulosos, se proyectan las obras del futuro, se habla de las necesidades del crecimiento, pero se habla poco de estas personas. El lema de socialismo próspero y sustentable no va con ellos.

Se suele considerar que el subsidio a los productos no es muy productivo, puesto que acceden al producto subsidiado tanto el necesitado como el pudiente. Ese subsidio, en nuestro medio, se observa fundamentalmente en los alimentos de la libreta y el transporte urbano. Un lema que también ha estado de moda por acá es la de sustituir ese tipo de subsidio por aquel dirigido a las personas específicas que lo necesitan. A juzgar por lo expuesto por Rodríguez, ni el uno ni el otro.

De acuerdo a como se hacen las cosas en este país, en esa cifra se esconde una cantidad pavorosa de historias muy tristes. Los funcionarios de las regiones reciben un plan, según el cual tienen que disminuir su presupuesto en un tanto por ciento, y a recortar como sea, porque viene menos dinero del presupuesto y punto. Los subsidios de la Asistencia social se asignan a personas que no pueden trabajar por problemas severos de salud, física o mental; o a personas en mejor estado, pero dedicadas exclusivamente a atender las abrumadoras necesidades de algún familiar en esas condiciones. La modesta pensión que les pasa el Estado suele ser vital para no hundirse en la miseria. Y el periodista José Alejandro Rodríguez –no confundir con el primer Rodríguez– en no pocas ocasiones, ha revelado en el periódico Juventud Rebelde, los casos de retirada de pensiones a personas así.

Si tan siquiera se hubiera convocado el sentir de cada comunidad respecto a cómo repartir los poquitos recursos remanentes. Pero los insensibles mecanismos burocráticos son incapaces de respetar mandatos de democracia. Hubiera podido darse el caso, Dios no lo quiera, de que una persona atrevida exigiera redistribuir por ahí lo que gasta un ministro en un hotel; el organismo de deportes en una evento de escasa popularidad o lo destinado al próximo campo de golf.

En fin, que nuestra prensa oficialista seguirá con un gran catalejo para detectar los problemas en la Luna, Marte y otros lugares lejanos de las calles cubanas. Solo en las manos de la ciudadanía estará la posibilidad de voltear ese catalejo, para poder comprender nuestras propias vergüenzas y hacer algo al respecto.

9 de octubre de 2014

Así prospera el oscurantismo sobre la ciencia y la responsabilidad


Por Rogelio M. Díaz Moreno

Hace unos días participé del evento que por acá se conoce como Forum de Ciencia y Técnica, en la reunión del municipio de Plaza, correspondiente al sector de salud. Se supone que a esta etapa lleguen aquellos trabajos considerados relevantes en los centros del sector de la salud en ese territorio.

Fui con un poco de reticencia, porque el trayecto tiene mucho de burocracia. No basta tener un buen trabajo científico. Hay que llenar folios y más folios, probablemente porque el proceso ha sido concebido por un grupo de funcionarios que funcionan de esa manera. La clave del asunto parece radicar en ilustrar cómo el gobierno ganará mucho dinero si compra la mercancía que uno trae. Esto puede ser muy pragmático, tal vez la clave radique en acostumbrarse. Pero los científicos podrían extrañar el proceso de revisión por sus pares como mecanismo de valoración de un aporte al conocimiento.

Un primer detalle vergonzoso fue la pobreza del convite. Los recortes presupuestarios del sector hacen una mella creciente y vamos a no profundizar en esos pormenores. Porque ni siquiera fueron los más embarazosos. Lo que más me molestó fue la presentación de un supuesto estudio que “demostraba” la efectividad de un tratamiento homeopático para niños de bajo peso en un hospital de maternidad. No tan bajo, como para constituir una situación de peligro que requiriera una intervención mayor, pero sí lo suficiente como para que tuvieran que esperar en el centro hasta mejorar sus condiciones.

El oscurantismo científico florece en nuestro medio. La voluntad política de resolver los problemas de salud del pueblo a un costo preferiblemente bajo favorece la tendencia al relajo. Con este estímulo, en no pocos lugares ocurre que X personas, sin satisfacer los requisitos de rigor científico y metodológico, se aparecen con estas agüitas milagrosas. En este caso específico, nos aseguró el ponente, el tratamiento homeopático había permitido la remisión eficiente de los pequeños pacientes.

El doctor que presidía la sesión, afortunadamente, parecía tener más claridad, y preguntó sobre el empleo de un grupo de control. La respuesta del ponente evidenció la pésima metodología empleada. Simplemente se habían revisado las historias clínicas de otro grupo de niños y familias-pacientes que partieron de una situación inicial parecida. La comparación “demostró” que, por no recibir el tratamiento, estos últimos demoraron más tiempo y consumieron más recursos para salir del atolladero.

Uno se pregunta ¿dónde están los Comités de Ética cuando se les necesita? ¿Qué clase de estudio puede tomar como objeto a recién nacidos y someterlos a prácticas demostradamente ineficaces y científicamente desacreditadas? ¿No hay personas calificadas en ciencia en los Consejos de dirección y científico de nuestros hospitales?

Recuérdense los nombres de algunas revistas científicas de impacto que han recogido estudios y meta-estudios realizados sobre la homeopatía. Estos medios han reconocido su pobre desempeño: The Lancet; Annals of Internal Medicine; European Journal of Clinical Pharmacology; Nature, y el mismísimo The British Homeopathy Journal. Una conclusión interesante que exponen es que, cuando se presenta algún estudio donde la homeopatía parece ofrecer un resultado más prometedor, dicho estudio tiende a ser más débil metodológicamente. O sea, más propensos a introducir errores y a permitir que los deseos de los investigadores introduzcan sesgos en los resultados. Lo observado en la práctica se corresponde con la disparatada formulación “teórica” de la homeopatía –que se puede encontrar en miles de lugares, por ejemplo, wikipedia. Es comprensible que un profano en la materia se deje llevar por promesas maravillosas. No obstante, toda persona de formación médica debería tener un mejor juicio sobre su trabajo. En este punto, dejarse conducir por la ignorancia es también una gravísima falta ética.

Introducir esta población de familias con niños en un estudio clínico en base a una disciplina desacreditada fue un disparate moral, además de científico. Pero hagamos por un momento abstracción de esa parte para demostrar lo falaz del montaje.

Cuando se monta un estudio clínico para evaluar la eficacia de un tratamiento novedoso, se incluyen personas que recibirán el tratamiento nuevo y un grupo de control. La clave está en que los pacientes no saben en qué grupo se encuentran. Ambos tipos de pacientes deben recibir el mismo tipo de atención, en horarios semejantes. Si unos toman el medicamento en evaluación, otros reciben un placebo, que es una imitación del medicamento que debe lucir igual, saber igual, oler igual. Esto se hace para descartar la influencia del “efecto placebo”, palabra que viene del latín y significa algo que complace. Los pacientes no deben saber si se les da el verdadero medicamento o el placebo. El médico que dictamina si mejoraron o no, tampoco debe saberlo.

Este montaje es necesario, puesto que si los pacientes saben que reciben un tratamiento extra, simplemente estarán mejor dispuestos y eso se refleja en su evolución. El buen ánimo y el optimismo son, reconocidamente, factores que mejoran el estado de los pacientes, sus ganas de cooperar, de comerse toda la comida y todas esas cosas que ayudan a que un niño debilucho salga adelante.

Lástima que en el hospital del estudio que me molestó, falten nociones tan elementales de la ciencia y la responsabilidad. Esto es, lamentablemente, solo una muestra. Estudios como este se repiten en decenas de otros centros donde hay más oportunismo que seriedad. El colmo es que la empresa Labiofam, hace tiempo, simplemente tiene tremendo negocio con la venta sus agüitas milagrosas homeopáticas que presenta como remedios maravillosos contra el cáncer. Sí, Labiofam, la misma que regañaron por pasarse de la raya con los perfumes del Ché Guevara y Hugo Chávez.

Y si quieren saber un chisme, les cuento que en el Instituto Nacional de Oncología –donde queda gente seria– se ha invitado a Labiofam a probar sus pócimas en estudios clínicos diseñados rigurosamente. Invitación que nunca ha sido aceptada. Así proseguirá su rumbo esta práctica oscurantista, seudo científica, estafadora. Pero es que la homeopatía es apoyada por los factores económicos, políticos y demagógicos que ya se pueden imaginar. Qué problema que tenemos por acá.

1 de octubre de 2014




Esta imagen fue publicada en el sitio WEB de la emisora Radio COCO. Fue capturada por el fotógrafo Reinier Batista e ilustra una noticia sobre el buen desempeño del equipo de béisbol de Industriales en el torneo auspiciado por la empresa siderúrgica Antillana de Acero. En ella hay algunos detalles sobre los que convendría detenernos un poco.

Con camisetas como esta que porta el bateador Stayler Hernández, el equipo de la capital parece haberse convertido en una valla anunciadora de la cerveza Bucanero. Y esto tiene unas repercusiones que no son para tomar a la ligera.

Nuestros periodistas oficialistas, tan preocupados con la generalización del modo de vida basado en el consumismo y la frivolidad, podrían hacer un interesante ejercicio reflexivo en este punto. Para mí, lo que vemos es una manifestación natural de las empresas capitalistas, no importa si el capitalista es un particular o la clase de funcionarios que controla el Estado. Estas empresas tratan de promover la venta de la mercancía producida para incrementar la ganancia. Aquí no existen otras preocupaciones acerca de la repercusión integral de estos modelos y exhortaciones al consumo, o las ansias inducidas en las personas –sobre todo, las más jóvenes.

La presencia de propaganda comercial en los espectáculos deportivos es un símbolo bien determinante del sentido y carácter de la actividad. Por el extremo en el que se movió el sistema cubano durante varias décadas, este tipo de publicidad estuvo totalmente proscrita de los estadios cubanos y trasmisiones televisivas del Instituto Cubano de Radio y Televisión, ICRT. Únicamente podía presentarse alguna flexibilidad en el caso de equipos dotados con trajes de Adidas u otras marcas, con los diseños y logotipos correspondientes. Los políticos, los periodistas y otros intelectuales del oficialismo mencionaban, con no poca frecuencia, esta “limpieza” del deporte cubano como uno de sus valores.

La Tierra dio algunas vueltas alrededor del Sol, al Muro de Berlín lo tumbaron y, aunque con cierto retraso, nosotros también empezamos a cambiar. La inserción de propaganda comercial en los espectáculos deportivos es una fuerza económica poderosa. Las reformas de mercado que se aplican en nuestro país permiten acogerla como una consecuencia natural. A la luz de las leyes económicas del materialismo y el marxismo, se puede comprender fácilmente como se impone en los espacios a su alcance.

No se puede dejar de tomar en cuenta que el gobierno cada vez cuenta con menos recursos para presupuestos sociales y financiar actividades como el deporte. De hecho, podríamos preguntarnos si la celebración de la copa Antillana de Acero no habrá dependido, para sus últimas ediciones, del aporte de este tipo de patrocinadores. Y esas serían razones de no poco peso a favor de volvernos un poco liberales en este respecto.

Por otra parte, podemos retomar la discusión sobre si es conveniente que el Estado, en un país subdesarrollado aporte, en exclusiva o no, financiación para el deporte de alto rendimiento. Se puede discutir que la prioridad la debe tener el desarrollo de la educación física y el deporte popular de base, y que ahí deben priorizarse los pocos recursos que se dispongan. Esto tampoco contradice la posibilidad de que el deporte de alto rendimiento se desarrolle, entonces, sobre otras bases lucrativas que incluyen la propaganda, los patrocinadores, los intercambios de deportistas entre clubes, etcétera.

Todas estas son cuestiones que se deberían discutir abierta y sinceramente, en el seno de la sociedad civil. No son como para que los tecnócratas de siempre regulen, y experimenten, y usen una provincia, una competencia deportiva, un oficio, y “hasta etcétera”, como conejillos de indias, a su antojo y sin necesidad de responder al control popular.

Las decisiones finales que se acepten, deben ser consensuadas democráticamente y, por obligación, portar matices que tomen en cuenta elementos económicos, pero también culturales, cívicos y de otro tipo. Por ejemplo, se puede estar de acuerdo con la propaganda pero no de bebidas alcohólicas, como es el caso ahora con la dichosa cerveza Bucanero. De hecho, está prohibido –sabiamente, en mi opinión– entrar a los estadios con ese tipo de insumos, por las alteraciones que pueden producirse por la combinación de personas bebidas y pasiones desatadas. Imagínense que los vendedores de cigarros pudieran poner también propaganda por la libre. O que la comida chatarra tampoco recibiera ningún tipo de regulaciones. Los mecanismos capitalistas de lucro en el deporte potencian, de paso, la desigualdad social y territorial entre regiones que ya arrastren desigualdades de base.

El socialismo pudiera asimilar, en alguna instancia, la inserción de propaganda comercial en el deporte. La gestión popular democrática puede convertirla en una herramienta de financiación de la actividad física y la salud y el bienestar popular, así como establecer mecanismos compensatorios. Pero para esto, para esto y mucho más, habrá que ejercitar ese poder democrático y popular, para discutir y dirigir conscientemente estas fuerzas bajo su control.

21 de septiembre de 2014

Historias hermosas y universales, sin discriminaciones

En mi infancia, recuerdo haber leído en un libro de texto de literatura, el poema “A Margarita Debayle”, de Rubén Darío. El genial nicaragüense representa un narrador que le cuenta a una pequeña amiga de nombre romántico –Margarita–, una fábula sobre una princesa envuelta en la búsqueda de una estrella.

 

Recuerdo que el poema en aquel libro escolar se veía interrumpido por unos puntos suspensivos y luego culminaba: se notaba la falta de un pedazo. Quince o veinte años después cayó en mis manos el poema de Darío, con su contenido íntegro, y comprendí la razón de la censura.

 

La princesita ha tomado la estrella de los jardines celestiales. En el pedazo ausente del libro de texto, aparece entonces la figura de Jesucristo para asegurar al Rey, padre de la princesa, que no debe regañarla. La escena rebosa de la gracia exquisita que era capaz de recrear aquel poeta, y las imágenes de belleza y amor divinos son memorables.

 

Sin embargo… era un libro de los años ´70, ´80, del pasado siglo en nuestro país. El contenido religioso de ese poema era mucho más de lo que podía soportar la estrecha mentalidad de un censor, con el empacho de ateísmo y sarampión rojo propio del sistema de entonces. Cometieron el pecado de lesa cultura y masacraron el poema de Darío, para poder incluirlo en el libro sin peligro de “confusiones ideológicas” en el estudiantado.

 

La literatura y todas las demás ramas del arte y la cultura de la humanidad están impregnadas de sentimientos y mitos, pasiones y epopeyas, de origen religioso. Quienes pretendieron darle la espalda a esa realidad durante parte de nuestra historia, cometieron un atroz disparate.

 

Ni en el más laico de los Estados, tendría sentido preocuparse por la expresión de un sentimiento religioso en obras particulares de los textos de literatura. Si otro fuera el caso, no se podrían estudiar obras como La Ilíada. Lógicamente, un volumen escolar que intentara no reproducir patrones hegemónicos, tendría el buen cuidado de balancear las fuentes de las que beba. Junto con la épica helénica, se alinearían honorablemente la luminosa poesía de Sor Juana Inés de la Cruz; los empeños de Gilgamesh; las historias fascinantes de los monjes de Shaolín y los Patakines de nuestros ancestros africanos.

 

La publicación de mi diatriba contra lo que parece un ciclo de cine cristiano en la televisión estatal cubana ha motivado un buen debate en estos sitios. En este, los comentaristas han hecho referencia a la película Ben Hur. Sin reservas de ningún tipo, afirmo que la vi con total agrado, y nunca me preocuparía por su relación con la religión judeo-cristiana. Otras películas han representado versiones más o menos libres de seres de la mitología griega y la escandinava, y las he apreciado con igual gusto.

 

La película sobre el arca de Noé, protagonizada por Russel Crowe, constituyó el epicentro de mi descarga. Insertada en la programación en una estructura diferente, yo la hubiera podido ver con otra mirada, sin darle la misma connotación. Por ejemplo, como parte de un ciclo de cine de aventuras. O un ciclo de catastrofismo. O de películas protagonizadas por Crowe. O de películas sobre distintas religiones, con esta en representación del cristianismo.

 

Se podía haber manejado de lo más bien como un producto cultural, con sus valores y defectos, que un crítico de cine podrá señalar mucho mejor que yo. Lo que encuentro repudiable, bajo todo punto de vista, es la pretensión de algún grupo, empoderado en el Estado, de favorecer una doctrina religiosa particular, mediante la manipulación de los medios de comunicación masivos que domina.

 

Mientras escribía esto, precisamente, trasmitían por la televisión otra ceremonia católica, relacionada con la Virgen de la Caridad del Cobre. El reconocimiento que se le está haciendo a esta figura en los altos niveles de la Iglesia y el Vaticano tiene gran relevancia para muchas personas de nuestro país. Sería justo y perfectamente pertinente que se cubriera, con carácter informativo, una acción de tal relevancia. Tampoco me opondría a que su Iglesia empleara sus propios medios para divulgar la misa celebrada, íntegramente. Pero espero que los practicantes racionales comprendan que el Estado no debe entregar un espacio proselitista tan estratégico como la televisión pública. Este espacio ni siquiera pertenece al Estado, ente abstracto, ni al grupo de burócratas del Instituto Cubano de Radio y Televisión, sino a todos los ciudadanos, católicos y protestantes, ortodoxos y abakuás, yorubas y Nueva-Era y hebreos y musulmanes y hasta ateos, que conviven en la Casa Cuba. Tal vez yo pueda entender algún tipo de compromiso y no proteste tanto contra una trasmisión de una misa navideña, si se programa poco después la ceremonia de la Letra del Año. No se deberá olvidar tampoco otras actividades específicas que se soliciten, organizadamente, por parte de las distintas congregaciones religiosas ¡y también de los colectivos ateos! Y así, compartiendo el espacio de todos entre todos, alejamos el fantasma de la intolerancia que tanto daño nos ha hecho.

 

Repito una convicción, que no es solamente mía. La violación del carácter laico e imparcial del Estado y de los medios públicos de divulgación, es una violación de las libertades de todos los ciudadanos de todas las creencias. Se viola esa libertad al imponer un mensaje religioso único a quien no lo quiere recibir, desde la televisión que mantiene con sus impuestos o con su trabajo. Se crea una atmósfera que discrimina las otras creencias, que las invisibiliza y las devalúa. Se perjudica, por último, a la misma fe religiosa que se pretende favorecer, pues ya la voz que llame al creyente no será la voz interior, o la de otros hermanos de fe, sino la del Gran Hermano con sus propios propósitos. Que ya sabemos, historia y libros de texto censurados mediante, que no son propósitos para confiar.

 

Texto íntegro del poema “A Margarita Debayle”

A MARGARITA DEBAYLE

   

Margarita, está linda la mar,

y el viento

lleva esencia sutil de azahar;

yo siento

en el alma una alondra cantar:

tu acento.

Margarita, te voy a contar

un cuento.

 

Éste era un rey que tenía

un palacio de diamantes,

una tienda hecha del día

y un rebaño de elefantes,

 

un kiosko de malaquita,

un gran manto de tisú,

y una gentil princesita,

tan bonita,

Margarita,

tan bonita como tú.

 

Una tarde la princesa   

vió una estrella aparecer;   

la princesa era traviesa   

y la quiso ir a coger.

 

La quería para hacerla   

decorar un prendedor,   

con un verso y una perla,   

y una pluma y una flor.

 

Las princesas primorosas   

se parecen mucho a ti:   

cortan lirios, cortan rosas,   

cortan astros. Son así.   

 

Pues se fué la niña bella,   

bajo el cielo y sobre el mar,   

a cortar la blanca estrella   

que la hacía suspirar.  

 

Y siguió camino arriba,   

por la luna y más allá;   

mas lo malo es que ella iba   

sin permiso del papá.   

 

Cuando estuvo ya de vuelta   

de los parques del Señor,   

se miraba toda envuelta   

en un dulce resplandor.   

 

Y el rey dijo: "¿Qué te has hecho?   

Te he buscado y no te hallé;   

y ¿qué tienes en el pecho,   

que encendido se te ve?"

 

La princesa no mentía.

Y así, dijo la verdad:   

"Fuí a cortar la estrella mía   

a la azul inmensidad."

  

Y el rey clama: "¿No te he dicho   

que el azul no hay que tocar?   

¡Qué locura! ¡Qué capricho!   

El Señor se va a enojar."

 

Y dice ella: "No hubo intento;   

yo me fuí no sé por qué   

por las olas y en el viento   

fuí a la estrella y la corté."

   

Y el papá dice enojado:  

"Un castigo has de tener:   

vuelve al cielo, y lo robado

vas ahora a devolver."

 

La princesa se entristece

por su dulce flor de luz,

cuando entonces aparece

sonriendo el Buen Jesús.

 

Y así dice: "En mis campiñas

esa rosa le ofrecí:

son mis flores de las niñas

que al soñar piensan en mí."

   

Viste el rey ropas brillantes,   

y luego hace desfilar   

cuatrocientos elefantes   

a la orilla de la mar.   

 

La princesita está bella,

pues ya tiene el prendedor   

en que lucen, con la estrella,  

verso, perla, pluma y flor.  

 

Margarita, está linda la mar,

y el viento

lleva esencia sutil de azahar:   

tu aliento.

 

Ya que lejos de mí vas a estar,

guarda, niña, un gentil pensamiento 

al que un día te quiso contar

un cuento.

 

15 de septiembre de 2014

Qué significa el apoyo del oficialismo cubano al imperialismo ruso

Por Rogelio Manuel Díaz Moreno

“La guerra, preparada por los gobiernos y los partidos burgueses de todos los países, se ha desencadenado”. Así comienza el texto de Vladimir Ilich Lenin dell año 1914, La guerra y la socialdemocracia rusa, del que voy a hacer uso y abuso en la presente diatriba.

Le veo una importancia estratégica a desentrañar bien las interioridades de las políticas que se mueven por sobre nuestras cabezas, semejantes a los cometas que andan engullendo mundos. En estos estudios, se torna invaluable la experiencia de los que –como Lenin– vivieron situaciones parecidas a las nuestras de hoy, y las desmenuzaron con sus implacables análisis, ejemplarmente marxistas y con el más fuerte sentido de clase proletaria como antorcha y brújula.

La situación de 1914, cuando se inicia aquella primera conflagración mundial, se parece bastante a la de hoy. Los países capitalistas, divididos en bloques, compiten desde mucho antes por el dominio geopolítico. El zarismo imperialista ruso, en uno de esos polos, enfrentó en su momento a un bloque de naciones europeas altamente desarrolladas.

El partido de los comunistas rusos se conocía como socialdemocracia. ¿Qué postura considera Lenin como la única digna para los socialdemócratas, en los momentos que el gobierno de su propio país invoca la defensa de “la madrecita Rusia”, e intenta monopolizar el patriotismo y la fidelidad de los ciudadanos súbditos?

Ante todo, declaró, le incumbe “el deber de poner al descubierto el verdadero significado de la guerra y denunciar implacablemente la mentira, los sofismas y las frases `patrióticas´ propagadas por las clases dominantes, terratenientes y burguesía en defensa de la guerra.

Bien fuerte ¿verdad? sobre todo porque Lenin mismo era ciudadano de aquel país. Se podía ganar los epítetos de traidor, y hasta un consejo de guerra. Ah, pero ya los sectores más avanzados de la clase obrera revolucionaria mundial habían asumido el descubrimiento, el hecho científico, de que la burguesía explotadora es internacional –hoy diríamos globalizada– y, en todas las naciones, comparte la misma naturaleza y el mismo objetivo de la explotación de los trabajadores. Igualmente, comprendían que la situación de sumisión de la clase obrera; su aparente y único destino de renunciar en el altar de los amos a su sudor, vidas y esperanzas, es una desgracia que atraviesa fronteras, climas y latitudes; de una manera únicamente comparable con la grandeza común de su capacidad creadora y solidaria.

Como se puede imginar, a Lenin no le costó trabajo desmontar la demagogia y la hipocresía de las oligarquías de los dos bandos opuestos en la guerra. Los cabecillas de uno y otro lado derrochaban discursos “civilizadores”, y de valores patrios, de libertad y cultura contra el despotismo y el militarismo del contrario. Sin embargo, los fines de todos esos cabecillas no podían ser más mezquinos y egoístas, dispuestos a dar cualquier cantidad de la sangre de los pueblos con tal de beneficiarse del saqueo y la conquista.

Frente a la ferocidad con que la censura y la propaganda se empleaban para dividir a los trabajadores de esos países y lanzarlos unos contra otros, Lenin resaltó el imperioso deber del proletariado consciente de salvaguardar su cohesión de clase y su internacionalismo. Se tornaba imperativo que las convicciones socialistas encararan el desenfreno chovinista de la camarilla “patriótica” burguesa de todos los países. De lo contrario, ya podían renunciar a toda aspiración emancipadora, democrática y socialista.

La principal derrota para la clase trabajadora, en aquella época, la constituyó la actitud, que Lenin tachó de oportunista y traidora, de los partidos de la Internacional Socialista que renunciaron a la consciencia de clase para ponerse a los pies de los gobiernos burgueses locales y apoyar a su bando en la guerra imperialista. Lo mismo de un lado que del otro. A Lenin no le tembló la pluma para escribir que lo que más le convendría, al proletariado ruso, sería una completa derrota de las fuerzas militares de la oligarquía de su país, del ejército del Zar; puesto que esto facilitaría la tarea de una insurrección revolucionaria y la instauración del socialismo.

Sería bueno que esos periodistas oficialistas nuestros, que se las dan de socialistas, leyeran un poquito a los clásicos. A la luz de una conciencia de clase trabajadora, no hay huecos para justificar la alineación con ninguno de los bandos imperialistas en las pugnas por el dominio mundial, ni entonces ni ahora.

Un pequeño porcentaje de los ciudadanos rusos se ha vuelto rico o muy rico, multimillonario. Poseen cuentas bancarias e inversiones por todo el Occidente, donde pasan sus vacaciones y hasta residen, en mansiones y palacios, con excelente acogida entre las élites locales. Así se demuestra, una vez más, que los capitalistas no tienen una patria más real que el espacio trasnacional del dinero y la ganancia.

La oligarquía rusa contemporánea, en su enfrentamiento con la OTAN, no persigue un fin diferente al que perseguían los nobles boyardos, terratenientes, acaudalados aliados del zarismo de antaño. Las escaramuzas diplomáticas, comerciales y hasta militares que emprende en su oposición a Occidente, no persiguen mejorar las condiciones de vida del pueblo trabajador, ni sus libertades y derechos, sino asegurarse la satisfacción de sus infinitas ambiciones mediante la continuidad del dominio de los recursos en aquella parte del mundo. Y si es posible, ampliarlos. Esa, y no otra, es la motivación de su actual invasión al territorio de la vecina república de Ucrania. Esto también se cumple con absoluta simetría, por supuesto, dentro del otro bando.

El verdadero valor que la oligarquía rusa concede a los derechos y las libertades de los pueblos, se puede apreciar en lugares como la república de Chechenia, que aspiró a ser independiente. Los bombardeos, desplazamientos forzosos, las masacres de todo tipo cometidas allí no tienen nada que envidiarle a la actuación de los estadounidenses en Vietnam. Ah, con la diferencia de que en Chechenia el ocupante sí logó imponer su fuerza.

A esta élite rusa no le importará enviar a la guerra, una vez más, a los trajinados de uniforme, a la carne de cañón en la que nunca figurarán los hijos de los grandes burgueses. Como mismo no le importará a los pejes gordos de la OTAN. Unas y otras cúpulas calcularán, desde sus suntuosas y bien guarnecidas residencias, el balance de ganancias y pérdidas de los conflictos. Cuando este reporte más de las últimas que de las primeras, se reunirán en algún palacio en Davos u otro lugar afín, para hablar de su amor por la paz y de la necesidad de poner fin al derramamiento de sangre que provocaron con sus ambiciones.

Entrar en relaciones con uno u otro grupo de países es potestad soberana de cada nación, por supuesto, y se debe atender a los intereses propios en instancia no secundaria. Bien es cierto que el gobierno ruso nos condonó una huelga de una tonga de pesos, que no la brinca ni el abuelo de todos los chivos. Pero valdría la pena recordar que las riquezas que consumimos, para acumular esa deuda, la creó la clase trabajadora soviética; no los políticos de cuello y corbata que hoy dicen representar la nación mientras la expolian todo lo que pueden.

En esa vena, no debemos olvidar que los dirigentes rusos ya nos han utilizado como peón de cambio en la arena geopolítica, por lo menos tres veces: para resolver la crisis de octubre; cuando renunciaron a defender algún tipo de política internacionalista al desmoronarse la Unión Soviética y cuando recogieron los bártulos de la base de Lourdes. ¿Quién puede dudar que nos vayan a dar la espalda nuevamente cuando les convenga más a ellos, y nosotros quedemos en la peor situación? ¿Qué tipo de lealtad les debemos? Nuestra hermandad, nuestra fraternidad como socialistas, debe ser con la clase trabajadora rusa, china, latinoamericana; con las personas trabajadoras en el seno de cualquier nación de Asia, África, Norteamérica y Europa –y también de las naciones que componen la OTAN. En esa clase trabajadora encontrará nuestro pueblo la verdadera y legítima solidaridad. 

Que nuestro gobierno y sus heraldos apoyen incondicionalmente la actuación del régimen de Putin, deja muy mal paradas a sus pretensiones de defender algún tipo de ideales socialistas. Tal actitud constituye un oportunismo y una traición imperdonable a la clase obrera, la que sufre de la explotación de esa oligarquía chovinista y militarista; la que pondrá los muertos de la guerra sin recibir ningún beneficio excepto el recrudecimiento de la explotación y los recortes de sus derechos civiles y personales con el pretexto de las situaciones de emergencia creadas. No lo dirá solamente este impertinente, sino otro nacido en 1870; en un poblado llamado entonces Simbirsk y después Ulyanovsk, si es que la burguesía de su país no lo ha rebautizado nuevamente, por razones de mala conciencia.

6 de septiembre de 2014

¿Quién metió a la Iglesia en mi televisor?

Varias personas me habían comentado, en las últimas semanas, haber visto una película de tema bíblico, en un espacio de la televisión de los domingos. Justamente, el pasado domingo encendí mi televisor a tiempo de ver las escenas finales del largometraje, con Russel Crowe, que representa el mito del Arca de Noé.

 

Muchas personas se quejan de lo que pueden ver los menores de la familia en ciertos programas que reflejan realidades que no son de su agrado. Hagamos el ejercicio, para ver cómo se puede aplicar a esta película sobre el Diluvio. La divinidad del Viejo Testamento se enfada porque las criaturas (que Él mismo hizo) se han comportado muy mal. Vamos a obviar la contradicción o inconsecuencia de que el Omnisapiente lo debía haber previsto, desde que zumbó a Adán y a Eva fuera del Edén. Entonces aplica un remedio ¿santo? Un verdadero planeticidio, con aquella inundación que no contempla niños, mujeres o ancianos. La película hace despliegue de un alto nivel de truculencia y efectos especiales, que trasmiten de lo más bien el mensaje traumático de que con Jehová el Exterminador no se juega.

 

Vamos a recapitular cuidadosamente este asunto. No pretendo con este escrito, en lo más mínimo, hacer una diatriba anticristiana ni nada de eso. Pero sí tengo mis razones para molestarme con los criterios de selección de esta programación.

 

El sistema que hoy en día determina que se abra un espacio regular para el cine bíblico, es el mismo que ayer censuraba escenas o películas, porque incluían un contenido religioso y le aplicaba una tijera de manera absolutamente inmerecida. Aquello era igualmente absurdo, porque trataban de mutilar espacios legítimos de la realidad, solo que el totalitarismo tenía la veta del ateísmo mal comprendido. En el día de mañana, pueden llegar a esa oficina del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) unas personas con una filiación de fe distinta, e imponernos su creencia particular en la programación.

 

La televisión cubana es oficial, es estatal, es pública, y es monopolio y responsabilidad del Estado. De un Estado laico, si vamos a creer todavía a la Constitución. Los artículos 8 y 55 establecen la separación de Iglesia y Estado; la igualdad de consideración para todas las creencias y religiones, y la libertad que tiene la ciudadanía cubana de profesar cualquiera de ellas, o ninguna.

 

Con este fundamento, se puede cuestionar que el ICRT decida trasmitir, en un espacio regular, materiales parcializados con una doctrina específica. Esto constituye una violación de la libertad religiosa de las personas que no profesan esa fe en particular. Por cierto, que viola también la libertad de las personas que sí la profesan, aunque sea menos evidente, porque obra en detrimento del carácter neutro que debe conservar el espacio público, colectivo, plural.

 

Cuantas veces sea necesario, repetiré que no me motiva ningún sentimiento anticristiano o de censura. Defiendo que, quien lo desee, debe tener toda la libertad de consumir, producir y divulgar los materiales religiosos que estime convenientes, como individuo o como congregación de esa fe. Debido al origen de nuestra población y cultura, además, con frecuencia será difícil soslayar reales obras de arte que se despliegan a partir de un trasfondo compuesto de estos temas. Por poner ejemplos simples y contundentes, los cuadros de los santos en los museos, la poesía de San Juan de la Cruz, los cantos gregorianos, un dulce Ave María… Estos constituyen patrimonios de la cultura que atesoramos, y esperamos trasmitir a las nuevas generaciones el fervor que nos despiertan a muchos.

 

Tampoco hay que cerrar la puerta a la posibilidad de que, en el futuro, una parte de los largometrajes religiosos u otras obras contemporáneas, se incorporen a esta relación por sus propios valores. Ahora bien, no hay que apresurarse a imponer en este espacio, obras explícitamente doctrinarias y a las cuales el tiempo no ha dotado aún de una respetable perdurabilidad en cuanto a la capacidad de movilizar los sentimientos humanos.

 

Vuélvase a notar la responsabilidad de un Estado Laico que debe tratar equitativamente todas las creencias. Nadie podrá negar la existencia de obras semejantes, pero relacionadas con las creencias del sincretismo cubano, las musulmanas, las de la Nueva Era, entre otras igualmente respetables que existen en nuestro patio. ¿O vamos a decir que, como algunas tienen mayor cantidad de practicantes, tienen más derechos que las otras?

 

Esta tendencia de los domingos se une ahora a las ocasiones en que han decidido trasmitir misas católicas por los días de Navidad, igualmente por la televisión del Estado. Por este camino se naturaliza la discriminación de otras creencias y de las personas sencillamente ateas. No olvidemos que una doctrina religiosa particular puede ser portadora de un paquete de conceptos morales y éticos que no concuerda en su totalidad con los paquetes de otras doctrinas o el de la persona que no tiene ninguna. Y que esos conceptos son exaltados, con no poca frecuencia en detrimento de los espacios y potestades de los demás. Por ejemplo, ya existen en nuestro país dos días feriados en honor de una religión específica, y ninguno dedicado a otros cultos igualmente populares. Es un deber ciudadano prevenir y oponerse a esta otra violación de nuestras libertades y derechos.

 

En resumen, que aplaudo a cualquier congregación religiosa que desee ejercer, sinceramente, su culto y su proselitismo por sus propios medios. Incluso, se pudiera contemplar que sostengan, con sus propios medios, sus propios espacios en los medios de divulgación modernos. Si en estos medios se aporta la debida información sobre el objetivo y la fuente de sus programas, permiten la elección informada al consumidor. Pero de la televisión del Estado, me sacan a la Iglesia.