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21 de septiembre de 2014

Historias hermosas y universales, sin discriminaciones

En mi infancia, recuerdo haber leído en un libro de texto de literatura, el poema “A Margarita Debayle”, de Rubén Darío. El genial nicaragüense representa un narrador que le cuenta a una pequeña amiga de nombre romántico –Margarita–, una fábula sobre una princesa envuelta en la búsqueda de una estrella.

 

Recuerdo que el poema en aquel libro escolar se veía interrumpido por unos puntos suspensivos y luego culminaba: se notaba la falta de un pedazo. Quince o veinte años después cayó en mis manos el poema de Darío, con su contenido íntegro, y comprendí la razón de la censura.

 

La princesita ha tomado la estrella de los jardines celestiales. En el pedazo ausente del libro de texto, aparece entonces la figura de Jesucristo para asegurar al Rey, padre de la princesa, que no debe regañarla. La escena rebosa de la gracia exquisita que era capaz de recrear aquel poeta, y las imágenes de belleza y amor divinos son memorables.

 

Sin embargo… era un libro de los años ´70, ´80, del pasado siglo en nuestro país. El contenido religioso de ese poema era mucho más de lo que podía soportar la estrecha mentalidad de un censor, con el empacho de ateísmo y sarampión rojo propio del sistema de entonces. Cometieron el pecado de lesa cultura y masacraron el poema de Darío, para poder incluirlo en el libro sin peligro de “confusiones ideológicas” en el estudiantado.

 

La literatura y todas las demás ramas del arte y la cultura de la humanidad están impregnadas de sentimientos y mitos, pasiones y epopeyas, de origen religioso. Quienes pretendieron darle la espalda a esa realidad durante parte de nuestra historia, cometieron un atroz disparate.

 

Ni en el más laico de los Estados, tendría sentido preocuparse por la expresión de un sentimiento religioso en obras particulares de los textos de literatura. Si otro fuera el caso, no se podrían estudiar obras como La Ilíada. Lógicamente, un volumen escolar que intentara no reproducir patrones hegemónicos, tendría el buen cuidado de balancear las fuentes de las que beba. Junto con la épica helénica, se alinearían honorablemente la luminosa poesía de Sor Juana Inés de la Cruz; los empeños de Gilgamesh; las historias fascinantes de los monjes de Shaolín y los Patakines de nuestros ancestros africanos.

 

La publicación de mi diatriba contra lo que parece un ciclo de cine cristiano en la televisión estatal cubana ha motivado un buen debate en estos sitios. En este, los comentaristas han hecho referencia a la película Ben Hur. Sin reservas de ningún tipo, afirmo que la vi con total agrado, y nunca me preocuparía por su relación con la religión judeo-cristiana. Otras películas han representado versiones más o menos libres de seres de la mitología griega y la escandinava, y las he apreciado con igual gusto.

 

La película sobre el arca de Noé, protagonizada por Russel Crowe, constituyó el epicentro de mi descarga. Insertada en la programación en una estructura diferente, yo la hubiera podido ver con otra mirada, sin darle la misma connotación. Por ejemplo, como parte de un ciclo de cine de aventuras. O un ciclo de catastrofismo. O de películas protagonizadas por Crowe. O de películas sobre distintas religiones, con esta en representación del cristianismo.

 

Se podía haber manejado de lo más bien como un producto cultural, con sus valores y defectos, que un crítico de cine podrá señalar mucho mejor que yo. Lo que encuentro repudiable, bajo todo punto de vista, es la pretensión de algún grupo, empoderado en el Estado, de favorecer una doctrina religiosa particular, mediante la manipulación de los medios de comunicación masivos que domina.

 

Mientras escribía esto, precisamente, trasmitían por la televisión otra ceremonia católica, relacionada con la Virgen de la Caridad del Cobre. El reconocimiento que se le está haciendo a esta figura en los altos niveles de la Iglesia y el Vaticano tiene gran relevancia para muchas personas de nuestro país. Sería justo y perfectamente pertinente que se cubriera, con carácter informativo, una acción de tal relevancia. Tampoco me opondría a que su Iglesia empleara sus propios medios para divulgar la misa celebrada, íntegramente. Pero espero que los practicantes racionales comprendan que el Estado no debe entregar un espacio proselitista tan estratégico como la televisión pública. Este espacio ni siquiera pertenece al Estado, ente abstracto, ni al grupo de burócratas del Instituto Cubano de Radio y Televisión, sino a todos los ciudadanos, católicos y protestantes, ortodoxos y abakuás, yorubas y Nueva-Era y hebreos y musulmanes y hasta ateos, que conviven en la Casa Cuba. Tal vez yo pueda entender algún tipo de compromiso y no proteste tanto contra una trasmisión de una misa navideña, si se programa poco después la ceremonia de la Letra del Año. No se deberá olvidar tampoco otras actividades específicas que se soliciten, organizadamente, por parte de las distintas congregaciones religiosas ¡y también de los colectivos ateos! Y así, compartiendo el espacio de todos entre todos, alejamos el fantasma de la intolerancia que tanto daño nos ha hecho.

 

Repito una convicción, que no es solamente mía. La violación del carácter laico e imparcial del Estado y de los medios públicos de divulgación, es una violación de las libertades de todos los ciudadanos de todas las creencias. Se viola esa libertad al imponer un mensaje religioso único a quien no lo quiere recibir, desde la televisión que mantiene con sus impuestos o con su trabajo. Se crea una atmósfera que discrimina las otras creencias, que las invisibiliza y las devalúa. Se perjudica, por último, a la misma fe religiosa que se pretende favorecer, pues ya la voz que llame al creyente no será la voz interior, o la de otros hermanos de fe, sino la del Gran Hermano con sus propios propósitos. Que ya sabemos, historia y libros de texto censurados mediante, que no son propósitos para confiar.

 

Texto íntegro del poema “A Margarita Debayle”

A MARGARITA DEBAYLE

   

Margarita, está linda la mar,

y el viento

lleva esencia sutil de azahar;

yo siento

en el alma una alondra cantar:

tu acento.

Margarita, te voy a contar

un cuento.

 

Éste era un rey que tenía

un palacio de diamantes,

una tienda hecha del día

y un rebaño de elefantes,

 

un kiosko de malaquita,

un gran manto de tisú,

y una gentil princesita,

tan bonita,

Margarita,

tan bonita como tú.

 

Una tarde la princesa   

vió una estrella aparecer;   

la princesa era traviesa   

y la quiso ir a coger.

 

La quería para hacerla   

decorar un prendedor,   

con un verso y una perla,   

y una pluma y una flor.

 

Las princesas primorosas   

se parecen mucho a ti:   

cortan lirios, cortan rosas,   

cortan astros. Son así.   

 

Pues se fué la niña bella,   

bajo el cielo y sobre el mar,   

a cortar la blanca estrella   

que la hacía suspirar.  

 

Y siguió camino arriba,   

por la luna y más allá;   

mas lo malo es que ella iba   

sin permiso del papá.   

 

Cuando estuvo ya de vuelta   

de los parques del Señor,   

se miraba toda envuelta   

en un dulce resplandor.   

 

Y el rey dijo: "¿Qué te has hecho?   

Te he buscado y no te hallé;   

y ¿qué tienes en el pecho,   

que encendido se te ve?"

 

La princesa no mentía.

Y así, dijo la verdad:   

"Fuí a cortar la estrella mía   

a la azul inmensidad."

  

Y el rey clama: "¿No te he dicho   

que el azul no hay que tocar?   

¡Qué locura! ¡Qué capricho!   

El Señor se va a enojar."

 

Y dice ella: "No hubo intento;   

yo me fuí no sé por qué   

por las olas y en el viento   

fuí a la estrella y la corté."

   

Y el papá dice enojado:  

"Un castigo has de tener:   

vuelve al cielo, y lo robado

vas ahora a devolver."

 

La princesa se entristece

por su dulce flor de luz,

cuando entonces aparece

sonriendo el Buen Jesús.

 

Y así dice: "En mis campiñas

esa rosa le ofrecí:

son mis flores de las niñas

que al soñar piensan en mí."

   

Viste el rey ropas brillantes,   

y luego hace desfilar   

cuatrocientos elefantes   

a la orilla de la mar.   

 

La princesita está bella,

pues ya tiene el prendedor   

en que lucen, con la estrella,  

verso, perla, pluma y flor.  

 

Margarita, está linda la mar,

y el viento

lleva esencia sutil de azahar:   

tu aliento.

 

Ya que lejos de mí vas a estar,

guarda, niña, un gentil pensamiento 

al que un día te quiso contar

un cuento.

 

15 de septiembre de 2014

Qué significa el apoyo del oficialismo cubano al imperialismo ruso

Por Rogelio Manuel Díaz Moreno

“La guerra, preparada por los gobiernos y los partidos burgueses de todos los países, se ha desencadenado”. Así comienza el texto de Vladimir Ilich Lenin dell año 1914, La guerra y la socialdemocracia rusa, del que voy a hacer uso y abuso en la presente diatriba.

Le veo una importancia estratégica a desentrañar bien las interioridades de las políticas que se mueven por sobre nuestras cabezas, semejantes a los cometas que andan engullendo mundos. En estos estudios, se torna invaluable la experiencia de los que –como Lenin– vivieron situaciones parecidas a las nuestras de hoy, y las desmenuzaron con sus implacables análisis, ejemplarmente marxistas y con el más fuerte sentido de clase proletaria como antorcha y brújula.

La situación de 1914, cuando se inicia aquella primera conflagración mundial, se parece bastante a la de hoy. Los países capitalistas, divididos en bloques, compiten desde mucho antes por el dominio geopolítico. El zarismo imperialista ruso, en uno de esos polos, enfrentó en su momento a un bloque de naciones europeas altamente desarrolladas.

El partido de los comunistas rusos se conocía como socialdemocracia. ¿Qué postura considera Lenin como la única digna para los socialdemócratas, en los momentos que el gobierno de su propio país invoca la defensa de “la madrecita Rusia”, e intenta monopolizar el patriotismo y la fidelidad de los ciudadanos súbditos?

Ante todo, declaró, le incumbe “el deber de poner al descubierto el verdadero significado de la guerra y denunciar implacablemente la mentira, los sofismas y las frases `patrióticas´ propagadas por las clases dominantes, terratenientes y burguesía en defensa de la guerra.

Bien fuerte ¿verdad? sobre todo porque Lenin mismo era ciudadano de aquel país. Se podía ganar los epítetos de traidor, y hasta un consejo de guerra. Ah, pero ya los sectores más avanzados de la clase obrera revolucionaria mundial habían asumido el descubrimiento, el hecho científico, de que la burguesía explotadora es internacional –hoy diríamos globalizada– y, en todas las naciones, comparte la misma naturaleza y el mismo objetivo de la explotación de los trabajadores. Igualmente, comprendían que la situación de sumisión de la clase obrera; su aparente y único destino de renunciar en el altar de los amos a su sudor, vidas y esperanzas, es una desgracia que atraviesa fronteras, climas y latitudes; de una manera únicamente comparable con la grandeza común de su capacidad creadora y solidaria.

Como se puede imginar, a Lenin no le costó trabajo desmontar la demagogia y la hipocresía de las oligarquías de los dos bandos opuestos en la guerra. Los cabecillas de uno y otro lado derrochaban discursos “civilizadores”, y de valores patrios, de libertad y cultura contra el despotismo y el militarismo del contrario. Sin embargo, los fines de todos esos cabecillas no podían ser más mezquinos y egoístas, dispuestos a dar cualquier cantidad de la sangre de los pueblos con tal de beneficiarse del saqueo y la conquista.

Frente a la ferocidad con que la censura y la propaganda se empleaban para dividir a los trabajadores de esos países y lanzarlos unos contra otros, Lenin resaltó el imperioso deber del proletariado consciente de salvaguardar su cohesión de clase y su internacionalismo. Se tornaba imperativo que las convicciones socialistas encararan el desenfreno chovinista de la camarilla “patriótica” burguesa de todos los países. De lo contrario, ya podían renunciar a toda aspiración emancipadora, democrática y socialista.

La principal derrota para la clase trabajadora, en aquella época, la constituyó la actitud, que Lenin tachó de oportunista y traidora, de los partidos de la Internacional Socialista que renunciaron a la consciencia de clase para ponerse a los pies de los gobiernos burgueses locales y apoyar a su bando en la guerra imperialista. Lo mismo de un lado que del otro. A Lenin no le tembló la pluma para escribir que lo que más le convendría, al proletariado ruso, sería una completa derrota de las fuerzas militares de la oligarquía de su país, del ejército del Zar; puesto que esto facilitaría la tarea de una insurrección revolucionaria y la instauración del socialismo.

Sería bueno que esos periodistas oficialistas nuestros, que se las dan de socialistas, leyeran un poquito a los clásicos. A la luz de una conciencia de clase trabajadora, no hay huecos para justificar la alineación con ninguno de los bandos imperialistas en las pugnas por el dominio mundial, ni entonces ni ahora.

Un pequeño porcentaje de los ciudadanos rusos se ha vuelto rico o muy rico, multimillonario. Poseen cuentas bancarias e inversiones por todo el Occidente, donde pasan sus vacaciones y hasta residen, en mansiones y palacios, con excelente acogida entre las élites locales. Así se demuestra, una vez más, que los capitalistas no tienen una patria más real que el espacio trasnacional del dinero y la ganancia.

La oligarquía rusa contemporánea, en su enfrentamiento con la OTAN, no persigue un fin diferente al que perseguían los nobles boyardos, terratenientes, acaudalados aliados del zarismo de antaño. Las escaramuzas diplomáticas, comerciales y hasta militares que emprende en su oposición a Occidente, no persiguen mejorar las condiciones de vida del pueblo trabajador, ni sus libertades y derechos, sino asegurarse la satisfacción de sus infinitas ambiciones mediante la continuidad del dominio de los recursos en aquella parte del mundo. Y si es posible, ampliarlos. Esa, y no otra, es la motivación de su actual invasión al territorio de la vecina república de Ucrania. Esto también se cumple con absoluta simetría, por supuesto, dentro del otro bando.

El verdadero valor que la oligarquía rusa concede a los derechos y las libertades de los pueblos, se puede apreciar en lugares como la república de Chechenia, que aspiró a ser independiente. Los bombardeos, desplazamientos forzosos, las masacres de todo tipo cometidas allí no tienen nada que envidiarle a la actuación de los estadounidenses en Vietnam. Ah, con la diferencia de que en Chechenia el ocupante sí logó imponer su fuerza.

A esta élite rusa no le importará enviar a la guerra, una vez más, a los trajinados de uniforme, a la carne de cañón en la que nunca figurarán los hijos de los grandes burgueses. Como mismo no le importará a los pejes gordos de la OTAN. Unas y otras cúpulas calcularán, desde sus suntuosas y bien guarnecidas residencias, el balance de ganancias y pérdidas de los conflictos. Cuando este reporte más de las últimas que de las primeras, se reunirán en algún palacio en Davos u otro lugar afín, para hablar de su amor por la paz y de la necesidad de poner fin al derramamiento de sangre que provocaron con sus ambiciones.

Entrar en relaciones con uno u otro grupo de países es potestad soberana de cada nación, por supuesto, y se debe atender a los intereses propios en instancia no secundaria. Bien es cierto que el gobierno ruso nos condonó una huelga de una tonga de pesos, que no la brinca ni el abuelo de todos los chivos. Pero valdría la pena recordar que las riquezas que consumimos, para acumular esa deuda, la creó la clase trabajadora soviética; no los políticos de cuello y corbata que hoy dicen representar la nación mientras la expolian todo lo que pueden.

En esa vena, no debemos olvidar que los dirigentes rusos ya nos han utilizado como peón de cambio en la arena geopolítica, por lo menos tres veces: para resolver la crisis de octubre; cuando renunciaron a defender algún tipo de política internacionalista al desmoronarse la Unión Soviética y cuando recogieron los bártulos de la base de Lourdes. ¿Quién puede dudar que nos vayan a dar la espalda nuevamente cuando les convenga más a ellos, y nosotros quedemos en la peor situación? ¿Qué tipo de lealtad les debemos? Nuestra hermandad, nuestra fraternidad como socialistas, debe ser con la clase trabajadora rusa, china, latinoamericana; con las personas trabajadoras en el seno de cualquier nación de Asia, África, Norteamérica y Europa –y también de las naciones que componen la OTAN. En esa clase trabajadora encontrará nuestro pueblo la verdadera y legítima solidaridad. 

Que nuestro gobierno y sus heraldos apoyen incondicionalmente la actuación del régimen de Putin, deja muy mal paradas a sus pretensiones de defender algún tipo de ideales socialistas. Tal actitud constituye un oportunismo y una traición imperdonable a la clase obrera, la que sufre de la explotación de esa oligarquía chovinista y militarista; la que pondrá los muertos de la guerra sin recibir ningún beneficio excepto el recrudecimiento de la explotación y los recortes de sus derechos civiles y personales con el pretexto de las situaciones de emergencia creadas. No lo dirá solamente este impertinente, sino otro nacido en 1870; en un poblado llamado entonces Simbirsk y después Ulyanovsk, si es que la burguesía de su país no lo ha rebautizado nuevamente, por razones de mala conciencia.

6 de septiembre de 2014

¿Quién metió a la Iglesia en mi televisor?

Varias personas me habían comentado, en las últimas semanas, haber visto una película de tema bíblico, en un espacio de la televisión de los domingos. Justamente, el pasado domingo encendí mi televisor a tiempo de ver las escenas finales del largometraje, con Russel Crowe, que representa el mito del Arca de Noé.

 

Muchas personas se quejan de lo que pueden ver los menores de la familia en ciertos programas que reflejan realidades que no son de su agrado. Hagamos el ejercicio, para ver cómo se puede aplicar a esta película sobre el Diluvio. La divinidad del Viejo Testamento se enfada porque las criaturas (que Él mismo hizo) se han comportado muy mal. Vamos a obviar la contradicción o inconsecuencia de que el Omnisapiente lo debía haber previsto, desde que zumbó a Adán y a Eva fuera del Edén. Entonces aplica un remedio ¿santo? Un verdadero planeticidio, con aquella inundación que no contempla niños, mujeres o ancianos. La película hace despliegue de un alto nivel de truculencia y efectos especiales, que trasmiten de lo más bien el mensaje traumático de que con Jehová el Exterminador no se juega.

 

Vamos a recapitular cuidadosamente este asunto. No pretendo con este escrito, en lo más mínimo, hacer una diatriba anticristiana ni nada de eso. Pero sí tengo mis razones para molestarme con los criterios de selección de esta programación.

 

El sistema que hoy en día determina que se abra un espacio regular para el cine bíblico, es el mismo que ayer censuraba escenas o películas, porque incluían un contenido religioso y le aplicaba una tijera de manera absolutamente inmerecida. Aquello era igualmente absurdo, porque trataban de mutilar espacios legítimos de la realidad, solo que el totalitarismo tenía la veta del ateísmo mal comprendido. En el día de mañana, pueden llegar a esa oficina del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) unas personas con una filiación de fe distinta, e imponernos su creencia particular en la programación.

 

La televisión cubana es oficial, es estatal, es pública, y es monopolio y responsabilidad del Estado. De un Estado laico, si vamos a creer todavía a la Constitución. Los artículos 8 y 55 establecen la separación de Iglesia y Estado; la igualdad de consideración para todas las creencias y religiones, y la libertad que tiene la ciudadanía cubana de profesar cualquiera de ellas, o ninguna.

 

Con este fundamento, se puede cuestionar que el ICRT decida trasmitir, en un espacio regular, materiales parcializados con una doctrina específica. Esto constituye una violación de la libertad religiosa de las personas que no profesan esa fe en particular. Por cierto, que viola también la libertad de las personas que sí la profesan, aunque sea menos evidente, porque obra en detrimento del carácter neutro que debe conservar el espacio público, colectivo, plural.

 

Cuantas veces sea necesario, repetiré que no me motiva ningún sentimiento anticristiano o de censura. Defiendo que, quien lo desee, debe tener toda la libertad de consumir, producir y divulgar los materiales religiosos que estime convenientes, como individuo o como congregación de esa fe. Debido al origen de nuestra población y cultura, además, con frecuencia será difícil soslayar reales obras de arte que se despliegan a partir de un trasfondo compuesto de estos temas. Por poner ejemplos simples y contundentes, los cuadros de los santos en los museos, la poesía de San Juan de la Cruz, los cantos gregorianos, un dulce Ave María… Estos constituyen patrimonios de la cultura que atesoramos, y esperamos trasmitir a las nuevas generaciones el fervor que nos despiertan a muchos.

 

Tampoco hay que cerrar la puerta a la posibilidad de que, en el futuro, una parte de los largometrajes religiosos u otras obras contemporáneas, se incorporen a esta relación por sus propios valores. Ahora bien, no hay que apresurarse a imponer en este espacio, obras explícitamente doctrinarias y a las cuales el tiempo no ha dotado aún de una respetable perdurabilidad en cuanto a la capacidad de movilizar los sentimientos humanos.

 

Vuélvase a notar la responsabilidad de un Estado Laico que debe tratar equitativamente todas las creencias. Nadie podrá negar la existencia de obras semejantes, pero relacionadas con las creencias del sincretismo cubano, las musulmanas, las de la Nueva Era, entre otras igualmente respetables que existen en nuestro patio. ¿O vamos a decir que, como algunas tienen mayor cantidad de practicantes, tienen más derechos que las otras?

 

Esta tendencia de los domingos se une ahora a las ocasiones en que han decidido trasmitir misas católicas por los días de Navidad, igualmente por la televisión del Estado. Por este camino se naturaliza la discriminación de otras creencias y de las personas sencillamente ateas. No olvidemos que una doctrina religiosa particular puede ser portadora de un paquete de conceptos morales y éticos que no concuerda en su totalidad con los paquetes de otras doctrinas o el de la persona que no tiene ninguna. Y que esos conceptos son exaltados, con no poca frecuencia en detrimento de los espacios y potestades de los demás. Por ejemplo, ya existen en nuestro país dos días feriados en honor de una religión específica, y ninguno dedicado a otros cultos igualmente populares. Es un deber ciudadano prevenir y oponerse a esta otra violación de nuestras libertades y derechos.

 

En resumen, que aplaudo a cualquier congregación religiosa que desee ejercer, sinceramente, su culto y su proselitismo por sus propios medios. Incluso, se pudiera contemplar que sostengan, con sus propios medios, sus propios espacios en los medios de divulgación modernos. Si en estos medios se aporta la debida información sobre el objetivo y la fuente de sus programas, permiten la elección informada al consumidor. Pero de la televisión del Estado, me sacan a la Iglesia.

4 de septiembre de 2014

Proxima edición de Festival de Música de Cámara Leo Brouwer podría ser la última


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Por Rogelio Manuel Díaz Moreno

En uno de los tantos sitios donde se discute el reciente escándalo de los estudios Abdala, el comentarista Silvio plasma una noticia inquietante. El contexto sugiere que este comentarista es el mismo Silvio Rodriguez, y expresa que la próxima edición del Festival de Música de Cámara Leo Brouwer sería la última en celebrarse.

Nadie duda que Juan Leovigildo Brouwer Mezquida, comprensiblemente más conocido como el maestro Leo Brouwer, es una de las glorias de la cultura de este país. Cumplió este 2014, 75 años de una fecunda carrera como guitarrista, compositor y director de orquesta. Paradójicamente, la divulgación de su obra no ha estado a la altura de la calidad y los honores conquistados. En el 2009, Isabelle Hernández, esposa de Leo Brouwer, se hallaba preocupada por la escasa divulgación de su música en Cuba. Decidió, entonces, promover un festival dedicado a su obra artística. Ante la favorable respuesta de músicos, participantes y públicos, el evento adquirió carácter seriado. Incluso, han surgido festivales análogos en Japón, México y Brasil.

La edición de este 2014 estará dedicada, por supuesto, al 75 aniversario del maestro Leo Brouwer. También se honrarán fechas como el 450 aniversario de William Shakespeare; el centenario de Julio Cortázar, Octavio Paz y Nicanor Parra; los 45 años de Juan Formell y los Van Van; los 45 años del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC, el 130 aniversario del teatro Martí y otros hitos de la cultura nacional y mundial. En el programa, se combinarán manifestaciones artísticas tradicionales con otras contemporáneas, como conciertos, conferencias, ciclos de cine, teatro, exposiciones plásticas, flash mobs y video arte. En el programa se anuncia, además, que por primera vez en Cuba se realizarán noches blancas del flamenco, jazz, trova, rumba y son, “que hacen del evento un maridaje perfecto de músicas inteligentes”.

La ciudad de La Habana acogerá este evento entre el 26 de septiembre y el 12 de octubre, especialmente en las salas de los teatros Karl Marx, Mella, Martí, cine teatro Miramar, la Basñilica Menor de San Francisco de Asís y la sala Ignacio Cervantes. El Festival pretende arroparse con un diseño de concepto alternativo, incluir tendencias y géneros poco frecuentes en las programaciones de otros festivales tradicionales de música de cámara. Algunos de los participantes serán Liana Fernández (pianista), Jordi Savall (Viola de gamba), Horacio Franco (flauta), Ricardo Gallén (guitarra) y, por supuesto, el homenajeado.

Pues dará tristeza y enojo, pero esta parece ser la última vez que tal celebración tendrá lugar. De acuerdo con el comentarista Silvio, “ellos mismos dieron la noticia”. Es posible que la prensa cubana oficial ofrezca cobertura al evento, pero dudosamente divulgue o profundice en las causas de su temido deceso. Los que hacen este festival, abunda Silvio, no reciben todo el apoyo que necesitan.

Es conocido que el proceso de reformas que realiza el gobierno cubano incluye recortes y racionalizaciones económicas en todos los campos. Manifestaciones culturales y artísticas como la música de cámara son poco proclives a ofrecer beneficios económicos, más bien necesitan de subsidios y recursos materiales. No es de extrañar, aunque sí de lamentar, que los tecnócratas en el gobierno descarten otra pieza de nuestro patrimonio, como el Festival de Música de Cámara Leo Brouwer, como una “baja colateral” en su proceso de “eliminación de gratuidades y subsidios indebidos”. Silvio realiza un llamado universal a dejar atrás las causas que pueden separar a las personas y a unirse para luchar por la cultura.