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25 de mayo de 2009

Sometidas en nombre de Dios

El tratamiento de la mujer en las Iglesias va desde la ordenación a la violación de derechos. Tras la discriminación está el control de su sexualidad. La falta de vocaciones puede impulsar el cambio en la Iglesia Católica.

País-. Si la mujer es la mitad del cielo, como dicen en China, aquí, en la Tierra, el protagonismo femenino en el ámbito de las religiones oscila entre el infierno de las teocracias -la de los talibanes en Afganistán, por ejemplo-, el paraíso de algunas Iglesias protestantes, que permiten la ordenación de ministras, y el limbo en que se encuentran en la mayoría de confesiones: sin papel, supeditadas o relegadas a un oscuro tercer plano, cuando no víctimas de violaciones cometidas en nombre de algún dogma. Si la paridad en Occidente avanza con la ayuda de leyes, plantear siquiera una justa correspondencia con los varones en la mayoría de religiones del mundo supone aún una utopía. Sólo unas pocas confesiones minoritarias, de creación o implantación recientes, conceden a la mujer un papel algo más que testimonial. Son casos contados.

La reciente cumbre de la Alianza Atlántica dio la última voz de alarma al respecto. El nuevo código de familia chií adoptado por el Parlamento de Kabul (Afganistán) supone una condena para las mujeres de la etnia hazara, la mayoritaria de esa confesión. El documento da luz verde a la violación dentro del matrimonio y consagra la absoluta tutela del varón sobre la mujer. Nada de libertad de movimientos, ni derecho a la educación y la salud sin el control omnímodo del hombre. Pero no es necesario ir tan lejos: los matrimonios concertados -en el Islam o el hinduismo-, los códigos que prescriben una determinada vestimenta y conducta y, en el peor de los casos, los horribles crímenes de honor son rémoras que no sólo discriminan, sino que convierten a las mujeres en víctimas de confesiones que no las contemplan como sujetos de derecho, sino como una posesión del varón.

¿Son machistas las religiones? ¿Son todas ellas discriminatorias hacia las mujeres? "No hay ninguna sociedad en la que las mujeres hayan tenido dignidad ni derechos fundamentales. De la misma manera, no conocemos ninguna religión que no discrimine. Las religiones nunca contradicen a sus sociedades", afirma Amelia Valcárcel, catedrática de Filosofía Moral y Política de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Valcárcel señala que, pese a la existencia de muchos tipos de creencias, "ninguna religión es feminista, porque en ninguna de ellas a la mujer se le ha reconocido su libertad individual, y por tanto no ha tenido un papel prevalente. Sin embargo, algunas son más duras que otras". En su acepción de conjunto de normas que apuntalan la construcción social, ahí está el ejemplo del férreo sistema de castas del hinduismo. "Reencarnarse como mujer en el hinduismo significa que en una vida anterior se falló mucho y hay algo que purgar. Y no hablemos de las viudas hindúes, a las que antes se arrojaba a la pira funeraria del marido", señala Valcárcel. La práctica, prohibida ya por la legislación india, sigue vigente en numerosos lugares del país.

Las tres religiones monoteístas, o religiones del Libro -cristianismo, judaísmo e Islam-, acaparan la mayor parte de las críticas por discriminación, pero graduar en escalas de desprecio el comportamiento de cada una de ellas con las mujeres es arriesgado. Para Amelia Valcárcel, "el Cristianismo, al principio, era relativamente libre, pero en los siglos III y IV se impusieron los textos misóginos que arrinconan a la mujer. En el Corán hay cosas fortísimas, aparte de sacralizar la poliginia , el repudio o la prohibición de salir a la calle sin cubrirse".

¿Otra vez el velo, agitado como bandera? Escribe la intelectual y feminista egipcia Nawal Al Saadawi: "El problema es el velo de la razón. Hay que evitar perderse en debates inútiles como el del velo y abordar los verdaderos problemas". Por poner unos pocos ejemplos: los abortos selectivos -práctica habitual hasta hace nada en India y China-, los infanticidios femeninos, la falta de recursos, el menor acceso a la alimentación, la salud o la educación, enumera Amelia Valcárcel. Lo confirman datos de 2007 de UNIFEM, la oficina de la ONU para la mujer: entre 113 y 200 millones de mujeres están demográficamente "desaparecidas" en todo el mundo, víctimas de abortos selectivos e infanticidios o por no haber recibido la misma cantidad de comida y atención médica que sus hermanos varones. Capítulo aparte merece la consideración de la ablación o mutilación genital femenina, "que ya se practicaba en el Antiguo Egipto y no es monopolio de países musulmanes, pues también se hace en otros cristianos", detalla Valcárcel. En datos, según UNIFEM, más de dos millones de niñas son mutiladas genitalmente cada año. En la mayoría de los casos, quien ordena blandir el cuchillo lo hace convencido de que cumple con un precepto religioso.

El eje de la discriminación religiosa hacia las mujeres pasa consuetudinariamente por la vagina. "Tiene mucho que ver con el control individual y sexual de la mujer", dice Valcárcel. Igual que muchas tribus primitivas, en que la transmisión del parentesco se hacía por vía matrilineal, en determinadas religiones son también las mujeres quienes transmiten la pertenencia a ellas, de ahí que el control sobre su actividad sexual -y sobre los frutos de ésta-, resulte tan perentorio, además de sacralizado.

En las corrientes más conservadoras y rigoristas del Islam, la mujer es vista como fuente de desorden. De perdición. Otra vez el Islam. Hablábamos del pañuelo, y ahora del miedo atávico al poder natural -o sobrenatural, según quien mire- del cuerpo femenino, algo que no es exclusivo de este monoteísmo. Pero el Islam no debe ser colocado en el punto de mira como religión más discriminatoria, sostiene la intelectual tunecina Latifa Lakhdar. "Esa idea revela una cierta ignorancia".

La religión musulmana, que representa el monoteísmo más reciente, se sitúa en continuidad con los otros dos monoteísmos que lo han precedido. El judaísmo rabínico y el cristianismo de San Pablo no son más igualitarios respecto de las mujeres. "Lo que marca la diferencia no es algo intrínseco a la esencia de la religión en cuestión, sino más bien el proceso sociopolítico propio en que se inserta", cuenta Lakhdar, formada en La Sorbona.

Esta feminista establece el fiel de la controvertida balanza en lo que denomina "equilibrio de fuerzas". "Las mujeres, tras el establecimiento y la consagración histórica del sistema patriarcal, son las grandes vencidas de la historia y, por tanto, de la religión, porque los hombres han acaparado el fenómeno religioso y lo han instrumentalizado según el principio de preeminencia que les ha concedido la historia para someter a las mujeres", apunta Lakhdar. Y de ese desequilibrio de fuerzas, recuerda, ni siquiera se libran "las sociedades occidentales democráticas y liberales", donde persisten "bolsas de resistencia a la emancipación femenina". ¿Un caso concreto? "La polémica por el derecho al aborto".

Si en lo relativo a la formación intelectual y la acción moral las mujeres -las occidentales, al menos- están, en teoría, homologadas a los varones, ¿a qué obedece el desfase, o retraso, a la hora de desempeñar un papel activo en sus Iglesias? "Activo quiere decir oficial", recuerda la historiadora de las religiones canadiense Morny Joy, de la Universidad de Calgary; es decir, un papel reconocido por la comunidad y en especial por sus líderes (como, por ejemplo, la posibilidad de que sean ordenadas ministras y hasta obispas en algunas Iglesias anglicanas). "Pues supongo que, igual que hay tan pocas mujeres sentadas en consejos de administración de empresas, por el mismo motivo no las hay en las Iglesias: por temor a la pérdida o reparto de poder, un poder establecido", señala Maria Dolors Figueras, del Colectivo Mujeres en la Iglesia, que aboga por la paridad de sexos en la Iglesia Católica.

"Si el obispo Casaldáliga ha pedido públicamente la plena igualdad de hombres y mujeres en la Iglesia, y el cardenal Carlo Maria Martini está también a favor, somos cada vez más las mujeres que demandamos lo mismo desde dentro, porque la Iglesia somos todos, no sólo el clero o la curia. De hecho, en América Latina y África, muchas mujeres participan activamente en sus comunidades. La iglesia de base somos todos, y ya se sabe que para mover una pirámide hay que hacerlo por la base", dice.

Todas las expertas consultadas establecen un paralelismo entre la equiparación de hombres y mujeres en la sociedad civil y el secular retraso con que avanza la religión. "Han tenido que pasar siglos", recuerda Figueras, "pero en la sociedad civil está casi conseguido el marco legal de la paridad, sobre el papel al menos. En la iglesia sucederá lo mismo, pero con mucho retraso". Amelia Valcárcel considera que en las sociedades poscristianas, en las que se ha producido el divorcio entre Iglesia y Estado, hay al menos un lugar para el debate, en referencia, entre otros asuntos, a las recientes manifestaciones sobre la ley del aborto. "Porque en otros países no se puede ser ni siquiera ateo, ni apostatar, ni convertirse a otra religión. Y hay un grupo de naciones donde nacer mujer es una desgracia".

Lapidaciones, castigos a base de latigazos o amputaciones, repudios, divorcios unilaterales emprendidos por el varón -a veces con un mensaje de móvil a la esposa-, pérdida por parte de la mujer de la tutela de los hijos mayores de siete años en caso de separación o repudio. Códigos de familia sacados de la peor interpretación posible del Corán; testimonios orales en un juicio que valen la mitad que el de un hombre, o herencias reducidas a la mitad si la que la recibe es mujer. La variedad de discriminaciones y marginaciones para con las mujeres es infinita, pero como subraya Amelia Valcárcel, "estas cosas tan brutales suelen ser siempre de trazo grueso".

Otros aspectos más sutiles enmarcan el modelo tradicional de mujer en lo que se conoce como "las tres K" (en alemán, Kinder, Küche, Kirche: niños, cocina e iglesia); es decir, un ser vicario, volcado en la atención y la asistencia y privado de acción. En estos términos se manifestaba ante la asamblea parlamentaria del Consejo de Europa, en 2005, la eurodiputada suiza Rosmarie Zapfl-Helbling, del Grupo Popular Europeo, para denunciar la variedad de discriminaciones que las creyentes encuentran en el Viejo Continente. "Los monoteísmos dominantes en Europa, con la excepción, quizá, de los luteranos, no apoyan verdaderamente la igualdad de géneros. Al igual que hombres y mujeres pueden ser iguales ante Dios, representan roles muy diferentes en la Tierra", recalca la eurodiputada, quien lamenta la exclusión de las mujeres a la hora de "tomar decisiones y asumir responsabilidades" en las Iglesias, en especial en la católica y las ortodoxas.

El papel de la mujer en las Iglesias actuales varía, pues, entre la reivindicación de la paridad y la violación de sus derechos en nombre de la religión. Zapfl-Helbling recordó en su alocución que la porosidad de los límites entre Estado e Iglesias permite, a veces, que también los no creyentes sufran el impacto de políticas restrictivas, inspiradas en códigos religiosos, y cita como ejemplos las legislaciones de países como Malta e Irlanda, eminentemente católicos, o el referéndum sobre la ley de fertilidad asistida en Italia, en 2005. Sin necesidad de ir tan lejos, ni de traer a colación el caso del bebé nacido recientemente en Sevilla para curar a su hermano mayor, sí pueden citarse las restricciones a la salud sexual y reproductiva de las mujeres según el país, y la religión, a los que pertenezcan.

Así las cosas, y dando por sentado que las religiones "no ayudan a la emancipación, porque son una fuerza social muy inerte y conservadora", subraya Amelia Valcárcel, ¿es o no una solución el sacerdocio femenino? Es más, ¿es la única meta? "Lo es para las personas religiosas feministas", cree Valcárcel. "Para aquella mujer que lo desee, la meta puede ser ordenarse, aunque a mí la pirámide no me convence. Si la posibilidad de ordenarse significa que no hay discriminación, adelante", dice Maria Dolors Figueras. La teóloga Margarita Pintos, que se inscribe en un cristianismo sin adscripción, "aunque procedente de la tradición católica", sostiene que la ordenación "no es la única meta, pero sí una muy importante para hacer de la Iglesia un espacio en el que la discriminación por razón de género y de sexo quede superada. Además, las mujeres somos mayoritariamente las transmisoras de la fe a través de los hijos, y también como catequistas. Por eso creo muy importante una buena formación teológica de las mujeres, para no ser correas de transmisión del sistema patriarcal que inunda las religiones".

Cuando, en 1979, la hermana Theresa Kane interpeló al papa Juan Pablo II, de visita en EE UU, sobre los méritos de las mujeres y su capacidad para ser ministras de Cristo, el pontífice replicó que la figura ideal para las mujeres en el seno de la Iglesia católica era la virgen María. Fue una manera de zanjar un debate que, al contrario que en el anglicanismo, apenas si ha alzado el vuelo. Puede no hacerlo nunca, o hacerlo a regañadientes, como política de hechos consumados, si el descenso de vocaciones crece, y otras cuestiones candentes como el celibato forzoso, vacían de seminaristas las aulas. "Podemos llegar a eso por necesidad, como podemos llegar también a tener sacerdotes casados. En el momento en que no los haya célibes, les permitirán casarse. La iglesia obedece a hechos consumados. Pero a mí no me gustaría que eso se produjese por necesidad o falta de vocaciones, sino por convencimiento", sostiene Figueras.

En el horizonte, pues, aparece un abanico de reformas necesarias para equiparar en derechos y obligaciones a hombres y mujeres no sólo en la calle o la familia, sino también en el interior de iglesias, mezquitas o sinagogas. Aunque Valcárcel subraya la resistencia al cambio, la socióloga Latifa Lakhdar cree "un sueño, pero no una utopía" la aplicación de las reformas políticas que permitan evolucionar "hacia regímenes democráticos, transparentes y respetuosos con la soberanía ciudadana de sus pueblos y que puedan permitir la emergencia de sociedades con fundamentos propios, no simplemente reproductoras de la alienación religiosa".

Casi nada. Un presente de trampas y un futuro proceloso. Pero abierto a los matices y, tal vez, a las verdades relativas. Las renombradas teólogas salidas del Concilio Vaticano II -la alemana Utta Ranke, la brasileña Ivonne Gebara, etcétera- trabajan en silencio. "En esto no todo es blanco o negro, ni sí ni no. No se trata de conseguir dos teologías, sino de dotar a la existente de una mirada femenina", señala Figueras. Como en otros ámbitos de la vida moderna, el reparto de papeles se impone también, tímidamente, en el mundo de lo sagrado.

Las confesiones más igualitarias

En mayo de 2006 medio centenar de mujeres fueron nombradas en Marruecos murchidats, o conductoras de la oración. Algunas corrientes modernas del judaísmo permiten la existencia de mujeres rabinos. La primera fue, en 1972, Sally Priesand. Las mujeres también pueden ser cantoras, así como presidentas de congregación.

La reverenda Li Tim-Oi fue la primera mujer ordenada sacerdote en la Comunión Anglicana. La consagración tuvo lugar en Hong Kong en 1944.

Actualmente hay ministras en la Comunión Anglicana; en algunas Iglesias anglicanas como la de Canadá y la episcopaliana de EE UU hay también obispas (esta última eligió a 15 mujeres como obispas en abril de 2008). En julio de 2008, la Iglesia de Inglaterra -cuya cabeza es la reina Isabel II de Inglaterra- acordó permitir la consagración de obispas.

Los cuáqueros fueron los primeros que repararon en la capacidad femenina para formar parte y dirigir la congregación. Ya en 1666, la cuáquera Margaret Fell se pronunció a favor de la ordenación y del papel de liderazgo femeninos de sus comunidades.

En torno a 1890, un colectivo femenino reformista redactó la Biblia de las mujeres, con una interpretación contemporánea.

Las confesiones más igualitarias son de implantación reciente; carecen de la estructura vertical y fuertemente jerarquizada de otras confesiones. Se trata de los bahai's y los brahma kumaris. Los primeros consideran que "la religión puede y debe servir como un agente de promoción femenina". La comunidad de los brahma kumaris fue fundada en 1937 y echó a andar con un comité de dirección integrado por ocho mujeres jóvenes. Hoy sigue siendo liderada por mujeres.

Tomado de C. A. 13-04-2009

15 de mayo de 2009

El clima acabó con los mayas y los vikingos

Los cambios en el termómetro del planeta, unidos al desprecio de la sociedad por el medio ambiente, han dictado el derrumbamiento de prósperas civilizaciones antiguas, como la maya, la sumeria y la de la isla de Pascua. Una lección para no olvidar.

No necesitamos las predicciones del cambio climático para saber cómo el colapso ecológico puede acabar con una civilización; el pasado nos ofrece abundantes ejemplos: templos mayas abandonados, el fecundo Sáhara invadido por las dunas, imperios socavados por la salinización, culturas precolombinas arrasadas por El Niño, la isla de Pascua arruinada por la deforestación, los vikingos expulsados de Groenlandia por el frío. Las fechorías del clima cambiante componen un largo rosario de calamidades.

Del trasfondo ecológico de esas catástrofes hemos tardado bastante en darnos cuenta. Aunque hoy el cambio climático y sus consecuencias pesan enormemente sobre nuestro presente y futuro, durante mucho tiempo se consideró el medio ambiente un actor secundario en la historia. Preferíamos atribuir los derrumbamientos sociales a las invasiones, rebeliones o crisis económicas, minimizando el impacto de las sequías, las inundaciones o la desertización. Pero al factor ambiental ya no se le puede seguir ignorando.

Lo saben bien los arqueólogos, climatólogos y paleoantropólogos que han salido a revisitar el pasado. Han hurgado en los sedimentos del suelo y en el polen prehistórico, leído en los anillos de los árboles, interpretado muestras del lecho marino y escudriñado las fotos de los satélites. Con la información obtenida han reconstruido por ordenador algunas de las fluctuaciones climáticas que sacudieron la vida de nuestros ancestros.

Sus pesquisas arrojan nueva luz sobre los mitos de sequías legendarias e inundaciones de dimensiones bíblicas. Después de todo, no eran pura fantasía. Tomemos la épica sumeria de Atrahasis, del siglo XVIII antes de Cristo. Las tablillas conservadas en el Museo Británico dan cuenta de las sequías, las hambrunas y la desecación que se ensañaron con la cuna de la civilización. Los habitantes de la fértil Mesopotamia se toparon con un problema peliagudo: la salinización de sus tierras por el abuso del riego. Optaron entonces por sustituir el cultivo de trigo por el de la cebada, mucho más resistente a la sal. Pero con los altos niveles de evaporación, la sal siguió acumulándose y los suelos se ¿tornaron blancos?, dicen las tablillas. Así se acabó el momento de gloria de Sumer.

Las dunas del Sáhara encierran una historia parecida. Por el hielo de la cumbre del monte Kilimanjaro (Tanzania) sabemos que hace cuatro milenios una sequía azotó África durante ¡300 años! En el norte africano, la inmensa sabana tapizada de vegetación se transformó en el desierto que conocemos. Sus moradores emigraron al valle del Nilo, y donde pastaban elefantes y cebúes sólo transitaron camellos. Los científicos atribuyen el fin de las precipitaciones abundantes y estables a la alteración del régimen de vientos y lluvias, causada por las oscilaciones periódicas de la órbita terrestre, que hacen variar la radiación solar recibida en cada hemisferio.

Otra sequía monstruosa intervino en uno de los mayores enigmas arqueológicos: la desaparición de los mayas. Los sedimentos de los lagos del Yucatán conservan la memoria de una sucesión de sequías a partir del siglo IX, una de las cuales duró 150 años. De nada valieron los sacrificios a los dioses, las plegarias de los sacerdotes emplumados: urbes y centros ceremoniales fueron abandonados. Los investigadores de la Universidad de Florida (EEUU) responsabilizan del hecho al Astro Rey, a un ciclo de 208 años de mayor actividad solar que se desarrolló en aquellas fechas.

Tampoco salieron mejor librados los habitantes de la isla de Pascua. Entre los siglos XIII y XVII de nuestra era floreció allí una sociedad relativamente sofisticada; pero cuando desembarcaron los europeos en 1722 encontraron a los isleños hundidos en el hambre y el atraso; de su esplendor sólo subsistían las colosales estatuas de piedra. ¿Qué fuerza irresistible los devolvió a la barbarie? Ahora sabemos por el análisis botánico que una razón fue la deforestación. Sea por la tala desmedida, sea por la llegada de ratas que acabaron con sus palmeras, los nativos se quedaron sin materia prima para sus chozas, herramientas y canoas, y sin combustible para hacer fuego.

La destrucción de los bosques también tuvo parte de culpa en el súbito declive de la cultura de El Argar (Almería), una de las primeras sociedades urbanas de Europa Occidental. El polen y los rastros de carbón recogidos en la Sierra de Baza por José González Carrión (Universidad de Murcia) y sus colaboradores relatan el pasaje de un ecosistema de pinares y robledales a otro de matorrales y arbustos, con muchos incendios de por medio. La demanda de madera para la minería y de terreno para el pastoreo, sumada al exceso de población, empujaron a la cultura argárica al precipicio.

A veces el cataclismo lo produjo una combinación desafortunada. Hacia el año 1 600 antes de Cristo, un cóctel de terremotos, lluvias torrenciales y desertización barrió del mapa la cultura supe, creadora de las primeras pirámides en tierras americanas. El geólogo David Keefer y el antropólogo David Sandweiss, de la Universidad de Maine (EEUU), han encontrado las huellas del seísmo que erosionó los valles de la costa central peruana. A continuación, las lluvias de El Niño arrastraron el material erosionado al mar, formando una barrera de arena que luego los vientos enviaron tierra adentro. La franja costera devino en un erial, y el polvo se tragó a Caral, la urbe más antigua de América.

Señalar la capacidad humana para trastocar el medio ambiente no debe hacernos olvidar que, en ocasiones, la presión del entorno funcionó como acicate. "El clima poco benigno ayudó a modelar la civilización", afirma con rotundidad el antropólogo británico Brian Fagan, autor de El largo verano. Su obra abunda en ejemplos de cómo los cambios abruptos estimularon la adaptación humana, en especial a lo largo de los últimos 15 000 años de tiempo cálido.

¿Ejemplos? El descenso del nivel del mar en la última glaciación, que creó un puente natural en el estrecho de Bering, a través del cual los asiáticos colonizaron el continente americano. O las fluctuaciones orbitales que hace 6 000 años debilitaron el sistema monzónico, abriendo una fase árida que movió las poblaciones dispersas a refugiarse en enclaves con agua, pastos y tierras productivas: los primeros núcleos urbanos.

En la cuenca del Ebro, en concreto, la crisis "forzó un cambio cultural, obligando a los cazadores-recolectores a volverse agricultores sedentarios", explica Penélope González, experta del Instituto Pirenaico de Ecología-CSIC. "El polen es un indicador clave, ya que la vegetación reacciona muy rápido a las modificaciones ambientales".

Cada movimiento del termómetro produjo ganadores y perdedores. Los refugiados del clima que se concentraron en las riberas del Nilo, huyendo de las arenas saharianas, formaron la masa crítica del florecimiento faraónico. En el siglo VII antes de Cristo, la entrada de una masa de aire cálido en el Mediterráneo favoreció el cultivo del trigo y propició el auge de Grecia y Cartago primero, y del imperio romano después; pero una variación climática posterior arruinó las cosechas de ese cereal, aumentando la vulnerabilidad de Roma a la presión de los bárbaros. La tendencia cálida entre el año 900 y el 1 300 -el llamado Óptimo Climático Medieval- apuntaló la prosperidad de Europa del Norte (¡los ingleses exportaban vino a Francia!), pero llevó a los Andes la sequía que arruinó la portentosa cultura de Tiahuanaco.

Por eso los especialistas advierten de que un "determinismo ecológico" sería tan miope como reducir el medio ambiente a mero telón de fondo. Los altibajos de las civilizaciones son más complejos; no reconocen una única causa. El ecocidio decidió la debacle en pocas ocasiones; la mayoría de las veces fue sólo la gota que colmó el vaso.

Por otra parte, no todas las culturas sucumben al desafío de un entorno adverso. Las travesuras de El Niño descalabraron la sociedad supe, pero en el Perú preincaico, el pueblo chimú salió adelante con una sabia gestión del suelo y sus recursos hídricos. En su libro Colapso: por qué unas sociedades perduran y otras no, el geógrafo Jared Diamond relaciona el auge y posterior fracaso de las colonias vikingas en Groenlandia con el sucesivo calentamiento y enfriamiento del planeta en el curso de unos pocos siglos, y enseguida señala un ejemplo contrario: los esquimales, que supieron adaptarse mejor al mismo medio hostil. La última palabra, en definitiva, la tiene la organización social, su flexibilidad.

El catastrofismo retrospectivo presenta un peligro: llevarnos a ver desastres ecológicos donde no los hubo. Se ha llegado a imputar la extinción del hombre de Neandertal, hace 32 000-29 000 años, al enfriamiento registrado cuando el Atlántico se colmó de icebergs y las aguas polares irrumpieron en el Mediterráneo. Sin embargo, un estudio de las universidades de Leeds (Reino Unido) y Barcelona sostiene que, aunque las condiciones empeoraron en el norte europeo, el registro polínico de Gibraltar da fe de un clima más benévolo. "Los neandertales sobrevivieron a ese periodo frío", explica Isabel Cacho, una de las autoras del trabajo, profesora de la universidad barcelonesa; pero no niega la incidencia del medio ambiente: "Las poblaciones grandes y complejas que viven al límite de sus recursos se vuelven más frágiles a la variación del entorno. No hace falta un gran cambio climático para el derrumbe; puede bastar con la sobreexplotación de los recursos hídricos".

La arqueología nos enseña que el planeta viene calentándose y enfriándose cíclicamente (aunque eso nunca ocurrió de la noche a la mañana). La novedad es que ahora estamos alterando los ciclos; de ahí la utilidad de sacar enseñanzas de los desastres del pasado. Fagan destaca la lección de cómo la sequía puede desestabilizar una sociedad y llevarla al colapso. Otros enfatizan el desequilibrio entre población y recursos naturales. Jared Diamond subraya la incapacidad de los antiguos para entender y prevenir las causas del deterioro ambiental.

Fuente: C. A. 11-05-2009

9 de mayo de 2009

Ultimos andares de Rogelio, Yasmín y Stalker


Rogelio habla de el negro Obama: Conversando con un amigo, me percato que tiene grandes esperanzas puestas en el flamante presidente de los USA, y las refleja en sus comentarios. Y sí, no es difícil contagiarse del entusiasmo y energías que trasmite el ganador del título “Advertising Age’s marketer of the year for 2008”.

Yasmín de sus andares por La Habana sexualmente diversa y su embarazo:

Auril 2: Un Lunajod para viajar por La Habana: Ya tenemos coche para Auril.

Lo normal no es ser heterosexuales..., lo normal es buscar la plenitud: Me pasé la mañana en el centro “Juan Marinello”, donde sesionaba la cuarta parte de un evento de la Cátedra Antonio Gramsci: el Ciclo taller “Vivir la Revolución a 50 años de su triunfo”. Los temas abordados en cada sesión trazan un mapa categorial, un paisaje de las aristas de la sociedad que este grupo desea ir iluminando, desempolvado, incluso incorporar por primera vez al debate del “Socialismo made in Cuba”. Este viernes convocaban con “Género, Sexualidad, Racialidad y Religión: Cuatro frentes de emancipación para la igualdad social en Cuba”.

Stalker anda promoviendo las actividades del próximo fin de semana (15-17 de mayo):

El libro y la literatura, por una Cuba sin homofobia: El Instituto Cubano del Libro (ICL), participará de manera destacada en las actividades por el Día Mundial contra la Homofobia, 17 de mayo, concebidas dentro de la Campaña nacional por el respeto a la libre orientación sexual.

Primer aniversario del Cine Club Diferente: Doble sexualidad: ¿doble moral?

Programas de actividades por el Día Mundial de Lucha vs Homofobía: en el Pabellón Cuba, UNEAC, Sala Hubert de Blanck.