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7 de septiembre de 2015

Mesa con comején


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Algunas fuentes reportan la conformación de una plataforma (otra más), que integran algunos sectores de la llamada disidencia cubana tradicional. Esta empresa llevaría el nombre de Mesa de Unidad de Acción Democrática o algo así.

Alguien ha notado la semejanza del nombre de esta estructura, con una similar en Venezuela, donde los antiguos partidos políticos rumian sus agravios contra el partido chavista. La coincidencia, nos tratan de tranquilizar, es solo una coincidencia desafortunada.

A grupos activistas de izquierda, que integro o conozco, se nos hacen llegar sugerencias de integración a tal engendro. Específicamente, se acercan al grupo Socialismo Participativo y Democrático (SPD) y al Observatorio Crítico (OC). Parece que les atraen nuestras posturas críticas ante los problemas de corrupción y burocratismo en el gobierno cubano.

Unas buenas relaciones con estos grupos, le otorgarían a la Mesa cierto aval de integralidad, de unir hasta elementos marxistas en el empeño común que se proponga. Y nos insisten en la conveniencia de dejar de definirnos como “anti-” algo, porque lo que está de moda, lo que es cool, lo que permite el diálogo y el entendimiento y la felicidad, es ser “pro”, estar “a favor”.

Conozco a miembros de SPD, con los que intercambio fraternalmente y comparto ideas, pero obviamente no puedo hablar a nombre de ellos. Por lo tanto, me limito a expresar las posiciones que defiendo, dentro y fuera del OC.

Para empezar, la tal Mesa parece que viene conformada del extranjero, lo que ya induce cierta desconfianza. Se podría replicar que muchas experiencias históricas cubanas loables se fraguaron en distintos escenarios de la emigración, pero no me parece aplicable el símil. Puras impresiones mías, puede ser.

Lo que sí no me parece ninguna “coincidencia desafortunada” es la semejanza de nomenclatura a la que nos referimos antes. Creo que la Mesa de marras tiene sobre sí unas cartas muy claras, de unos jugadores muy bien definidos, con unos objetivos muy precisos. No faltará quien me llame jurásico y me amenace con el ostracismo, un poco por lo que he expuesto y mucho por lo que me falta por decir. Por mí, como si me dicen trilobite.

Considero un reverendo disparate considerar siquiera el prospecto de unidad, de quienes nos consideramos defensores de posturas revolucionarias y marxistas, con estos sectores de la disidencia de derecha. Veo que una cosa es simplemente incompatible con la otra.

Los defensores de las ideologías liberales y neoliberales, para la política y la economía, se reconocen históricamente como enemigos de las clases trabajadoras. Es el caso de los adecos y copeyanos en la Venezuela pre-chavista y en la actual oposición que practican desde su propia Mesa. Es el caso de un Antonio Rodiles o todo aquel que pregone para Cuba las supuestas ventajas del abrazo con el capitalismo. Porque es el espacio del capitalismo, aquel donde está servida esta mesa. Los platos que en ella invitan, tienen como ingredientes el libre mercado, la llamada democracia basada en el multipartidismo y la empresa privada.

Por supuesto que intentan endulzar el gusto de los invitados con palabras bonitas como Democracia, Derechos Humanos, Libertad. Oponerse a tales conceptos deja a uno muy mal parado. El problema no son esas ideas en abstracto, sino sus sentidos e implementación.

Por enésima vez, hay que insistir que no existen tales entelequias separadas de condiciones materiales y sociales realmente existentes. No me tiendan palabritas tiernas para ruborizarme. No me vengan a proponer alianzas espúreas con quienes identifico con discursos de capitalismo para Cuba.

Democracia han dicho poseer las ciudades esclavistas griegas, el Sur del Jim Crow, el país de Atenco y Ayotzinapa, la República Democrática y Popular de Corea y algunos otros feos ejemplos que andan por ahí. Los Derechos Humanos y la Libertad se proclaman por el país que torturó en Abu Ghraib y mantiene la prisión de Guantánamo, y cuyo Presidente afirma que le cabe el derecho de mandar a matar mediante un Dron, sin juicio previo, a cualquier sospechoso o sospechosa de terrorismo.

La Democracia, los Derechos Humanos y la Libertad son bienes preciosos, sí, y por eso no se les puede tratar tan a la ligera. El análisis serio de sus facetas demuestra indefectiblemente su carácter clasista, su dependencia de la posición desde la cual se defienden. La “libertad” de un banquero puede ser dejar sin sus ahorros a diez mil jubilados, a cien mil, a un millón de trabajadores... El “derecho” al sobreconsumo del 10% más rico del planeta implica una catástrofe ecológica para sufrir por parte del otro 90%.

Las libertades y derechos que defiende la burguesía consisten, como se conoce cualquiera que haya pasado el ABC del marxismo, en la libertad de expropiar a la clase trabajadora de los pocos recursos que le queden. En la libertad de confabularse para mellar los derechos laborales en todo el mundo, mediante los movimientos de empresas, capitales, tratados de “libre” comercio, etcétera.

Quien desee hablarme de libertad, no olvide que el imperialismo es un sistema mundial. Que las fronteras nacionales se desvanecen ante el capital, que domina todos los espacios y no tiene nacionalidad. No se puede soñar con ser simplemente libre de la opresión que el capitalismo impone, con desarrollarse en una nación de productores libres asociados, si no se levantan vigorosas defensas contra la penetración de ese poder económico... sin mantener una atenta guardia anticapitalista y antimperialista.

Quien desee entusiasmarme con democracia, pase por defender la autogestión de la clase trabajadora, dueña de los medios de producción y libre, sí, de relaciones de opresión por parte de los explotadores de cualquier país. Que se estudie a la ciudadanía de la mayor potencia del mundo, con el derecho de estar “a favor” de algo en elecciones de los poderes políticos, y cómo es que no puede acabar de materializarlo en un resultado concreto que responda a los intereses de la mayoría de esa ciudadanía, como denuncian tantos activistas y académicos de izquierda en esa nación. O se aprenda de las lecciones de ese otro pueblo que votó “a favor” de unos políticos que dijeron proteger la política de bienestar, que luego confirmó en un Referendo masivo que rechazaba más ajustes fiscales que los que ya había sufrido, y luego el poderío imperialista mundial le demostró lo poco que valían sus derechos y su democracia.

Yo trabajo, también, por la democracia. Pero espero una Democracia de trabajadores, donde realmente una persona valga por su humanidad y no por su dinero. Donde las decisiones políticas reflejen consensos populares sobre el bienestar común y donde quienes, aparentemente, dirijan, en realidad obedezcan este sentir; en vez de destacarse como expertos manipuladores y enajenadores de voluntades de masas.

A quien me venga a hablar de Derechos Humanos, yo también estaré de acuerdo. Pero no si su versión incluye islotes protegidos, de gente rica, rodeadas de océanos de villas miseria; con fuerzas policiales represivas que asesinan una persona inerme –preferiblemente un negro– a la semana; asediados por olas de inmigrantes y cadáveres de niños del Tercer Mundo recalando sobre sus playas.

Sería simplemente un suicidio, para el Observatorio Crítico y colectivos semejantes, para todos nosotros como Nueva izquierda cubana, aceptar este convite. De sentarnos a esta Mesa, no sacaremos sino comején. La historia de los movimientos revolucionarios y obreros demuestra, exhaustivamente, que las fuerzas progresistas que se alían a sectores cualesquiera de la burguesía, pierden aceleradamente su orientación; los programas revolucionarios que alguna vez pudieran haber abrazado, se les disuelven indefectiblemente. Se tornan un instrumento más de la derecha, con la función del “policía bueno”, para apaciguar las conciencias y la intranquilidad de la clase trabajadora.

Así que, el que quiera, que acuda a esa Mesa; pero le recomiendo que no pierda su tiempo invitándome.

3 de septiembre de 2015

¿Qué puede esperar Cuba de producirse un auge de la derecha en América Latina?


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Varios analistas apuntan a un llamado “fin del ciclo progresista” en lo relativo a los gobiernos de América Latina. Países como Ecuador, Venezuela, Brasil, y otros, vieron durante los últimos 10, 15 años, triunfar en las elecciones a fuerzas políticas con programas sociales de corte anti neoliberal. Sin embargo, escándalos de corrupción, protestas callejeras y otros desórdenes asolan hoy a varias de estas sociedades.

Si nos ponemos estrictos, tales gobiernos nunca se movieron mucho más allá de un reformismo keynesiano. No cuestionaron los fundamentos del sistema capitalista y extractivista de tales naciones. Durante la época de crecimiento económico, tuvieron éxitos por la inversión en programas sociales. En tiempos de contracción, las contradicciones sin superar de sus capitalismos los ponen en serias dificultades.

Los medios de la familia del Granma minimizan estos problemas y, sobre todo, los achacan a maniobras de la derecha tradicional. En esto último no les falta razón, nada más lógico para la derecha que fastidiar a sus adversarios políticos de la izquierda. Las explicaciones se le atascan un poco a estos medios oficialistas cuando no pueden explicarse el papel de la izquierda en Ecuador, “confundida”, que no apoya al presidente Correa; o cuando tienen que ocultar que el nivel de aprobación de Dilma Roussef anda por debajo del 10%. Un periodista como Ángel Guerra Cabrera insiste en que no hay tal fin del ciclo progresista, sino una contraofensiva y golpismo de la derecha.

A mí, estas últimas voces me recuerdan a aquellos que negaban, enardecidos, que en la Unión Soviética de 1989 hubiera más huecos que en el queso del estereotipo. Tanto entonces como ahora, los que apuntaban aspectos críticos de estos países, han sido tachados de confundidos ideológicos, hacerle el juego al enemigo, entre otras lindezas.

Lo que nos lleva rápidamente a otras meditaciones. Negar el retroceso de la izquierda, llamarlo avance de la derecha, parece un conflicto bizantino y muy ciego. Si uno es un conejo y se oye una jauría, sean galgos o podencos, sería sabio pensar cómo proceder.

Uno no es sabio, no tiene muchas respuestas, apenas un montón de preocupaciones. Brasil, Venezuela, andan entre los mayores socios comerciales de Cuba. En las relaciones comerciales con estos países, descansan hoy considerables, si no las mayores, fuentes de ingreso de nuestro país. Especialmente, por los programas de colaboración médica. Algunas fuerzas de oposición brasileñas y venezolanas se oponen explícitamente a la continuidad de tales relaciones, otras se manifiestan más conciliadoras. En todo caso, hay una espada de Damocles por ahí.

Los inversores brasileños se han destacado entre los más activos en Cuba. Esta situación se las ha facilitado también el ambiente favorable entre los dos países, y el hecho de que el gobierno del PT ha ofrecido extraordinarios apoyos y garantías financieras a Odebrecht y demás empresarios de allá. De debilitarse tal respaldo, las negociaciones alrededor de presentes y futuros emprendimientos serán mucho más complicadas.

Con Uruguay y Argentina también se mantienen buenas relaciones. Uruguay, por ejemplo, le condonó a nuestro país una deuda de varias decenas de millones de dólares. Cuba exporta productos farmacéuticos a toda esa región, importa alimentos, recibe turistas, etcétera. Si los importadores cubanos enfrentaran un ambiente más adverso, la población podía encontrar baches y desabastecimientos de mercancías, aún aquellas que adquiere en pesos convertibles.

Ahora veamos qué otro fenómeno se produce justo en estos momentos, que añade al mismo tiempo oportunidades y peligros. Me refiero al proceso de normalización de relaciones de Cuba con los Estados Unidos.

El capital estadounidense, sobre todo el de los cubano-americanos, se asienta de nuevo, poco a poco nuestro suelo. Es probable que se expanda rápidamente, a medida que continúe el proceso de erosión del embargo-bloqueo. Y los yanquis no van a venir a poner riquezas aquí porque sean “buena gente”. Si tienen más espacio para entrar, lo van a hacer, pero van a pretender acomodar el cuarto a su comodidad. Les convendrá desmontar cualquier principio de justicia social que obstaculice la explotación de las riquezas locales; sobre todo, la fuerza de trabajo.

No será imposible, pero sí difícil, lidiar con ello; sacar provecho de las contradicciones dialécticas entre las distintas sociedades en interacción. Tendría que empezar por existir, de este lado, un sistema socialista, popular, democrático, valiente y eficaz, para permitir la organización de la clase trabajadora de una manera adecuada para tal fin. Sin embargo, con el autoritarismo del presente Partido-Estado-Gobierno cubano, y su empeño en reducir al pueblo al papel de fuerza de trabajo dócil, seguimos sin crear los anticuerpos necesarios para interactuar constructivamente con las fuerzas capitalistas del norte.

Si se hace más difícil la importación de los productos agrícolas del sur, tampoco faltarán las ofertas del norte. Esto depende mucho, por supuesto, de la evolución de la política de allá. En tal caso, no es difícil avizorar mucho maíz de Monsanto, mucho pollo con genes de ornitorrinco y cosas parecidas en el horizonte. Tal vez no sea tan diferente de lo que venía antes.

Pero si nos ponemos de verdad pesimistas, hay mucho más terreno donde perderse. Ahora Cuba solo puede comprar con efectivo en los EE.UU. Todos hablan de las ventajas de cuando puedan adquirir mercancías a crédito. Es verdad que será bueno, pero no se les olvide la otra parte. ¿En cuánto se puede montar una nueva deuda cubana con los EEUU, en unos meros diez años, en condiciones sin bloqueo? Y cada medio que se le deba a los estadounidenses, a sus bancos, a sus capitalistas, hará sudar sangre a este país. Con las ganas que esos señores del Norte le tienen a las etiquetas de socialismo, por despintadas que estén, no habrá chance de condonaciones, de pagos con productos biofarmacéuticos, de gobiernos amistosos que se hagan co – garantes, como a veces conseguíamos por el Sur. Claro, que un gobierno competente acá, sin ningún tipo de corrupción, responsable y que rinda cuentas al pueblo, evitaría tal complicación. Podría aprovechar lo bueno, y evitar lo malo. Pero sabemos que no es el caso. Van a poner nuestras gargantas en sus manos. Y ya sabemos cuáles son los peligros de eso.