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31 de julio de 2013

El agente que más daña la nación

Las escenas que deseo explayar aquí, pretenden ilustrar otras de las facetas irracionales de nuestra cara burocracia, de la casta de funcionarios enquistada sobre la ciudadanía.
 
Podríamos empezar por la Asociación Hermanos Saíz (AHS), que se encuentra en un proceso asambleario nacional. La AHS, para los no enterados, agrupa y representa a los artistas jóvenes, desde músicos hasta literatos, ensayistas, actores, etc. Tiene sus pro y sus contra, pero no son tampoco el tema en este momento. Y se puede encontrar que hasta la prensa oficial cubana ha llegado a percibir los obstáculos que se llegan a interponer ante los empeños de los jóvenes creadores cubanos; los pensadores jóvenes, los pichones de intelectuales que aspiran, tal vez, a llegar a ser algún día vacas sagradas, pero sin perpetrar la etapa de terneros.
 
Con gran delicadeza, los periodista reconocen "injustificados prejuicios de mentalidades" en ciertos estamentos con poder decisorio, que conlleva a etiquetar a estos díscolos como "muchachos con problemas ideológicos". Y la AHS se queja, particularmente en las provincias alejadas de La Habana, que se le cercenan las alas a proyectos, iniciativas, espíritus creativos y empeños socioculturales, que se apartan por el más mínimo margen de los anquilosados carrilitos de la época de grises quinquenios.
 
Si se vive en la capital, puede que el problema acucie más en otros sectores. Podría preguntársele, a más de un compañer@ nuestr@, qué le ocurre a los estudiantes que piensan –ingenuos– que la dirigencia de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU), debe responder a sus bases. Pues ya llevamos unos años de reconocimiento público –y sigo hablando de confesiones que se pueden encontrar en la prensa oficial–, del divorcio entre los niveles altos y bajos en la FEU. El problema radica en que el divorcio se pretende solucionar –bueno, los de arriba pretenden solucionarlo de esta forma– sin reconocer la necesidad de la gestión democrática y participativa del estudiantado de sus derechos, intereses y necesidades. Y si los de abajo tienen otra opinión… mejor que se queden calladitos, digan que sí a todo, y así se gradúan sin problemas, con un poquito apenas de cinismo mediante.
 
Pero resulta también que existen muchas razones, por más que puedan parecer difusas en ocasiones; incluso coinciden con cierta profusa propaganda gubernamental –con la que, desgraciadamente, el gobierno no es consecuente. Ciertos sueños y utopías de la infancia pasan a la adolescencia y más adelante. Maduran, evolucionan, en la medida que amplían perspectivas y horizontes, se profundizan y radicalizan.
 
Lo que resulta de todo ello es que en la juventud, primero florece y cala el interés social. Luego se tropiezan con las estructuras de poder conservadoras, estalinistas, típicas de la mentalidad reaccionaria y totalitarista. En ese momento estallan los puñetazos arriba de las mesas; las acusaciones de "ansias de protagonismo"; los cierres por los consabidos "problemas ideológicos".
 
Y así se van por el caño personas trabajadoras, ignominiosamente aniquiladas en los lugares donde más utilidad podía rendir el aporte que están ansiosas por ofrecer. Por el "pecado" de manifestar un pensamiento auténtico, inconforme y rebelde ante la apatía, la corrupción y la mediocridad imperante. Celosos perros guardianes del rumbo establecido –ese mismo rumbo que nos llevó al borde del abismo y empuja a seguir adelante– muerden a todo el que pretenda señalar otros caminos, o intentan simplemente expulsarlos. A aquellos cancerberos les importa un bledo la realidad de un país con una población escandalosamente decreciente de individuos comprometidos. Que el país sufra una escasez de fuerza de trabajo calificada "a pie de obra", a partir de los emigrados hacia fuera, hacia el lado o exportados por el mismo gobierno. Qué va. Más importante –para estos sujetos– que el técnico de la salud que soluciona la necesidad de un paciente; que el proyecto sociocultural que mejora las opciones de niños y adolescentes marginalizados; que el establecimiento de la franqueza, la sinceridad, en las relaciones del estudiantado, el proletariado, los intelectuales, etc., es la necesidad –de tales sujetos– de destacarse y sobresalir en las cacerías de brujas por ellos organizadas.
 
Lo más patético del asunto es eso que todo el mundo sabe, que estos extremistas son nutrido filón para el polo opuesto. Nadie se extraña ya de verlos vociferar con la misma ferocidad, pero en sentido contrario, en cuanto se les ofrece la oportunidad de dar el salto. De una u otra forma, la CIA y todas las otras tenebrosas fuerzas que han maquinado alguna vez contra Cuba, se congratulan de tener tan buenos –y gratis– agentes, tan destacados en eso de dañar a este país.

30 de julio de 2013

Los dirigentes viejos ¿eligen también a los nuevos?

Este discurso del 26 de julio era demasiado importante: aniversario redondo, en Santiago de Cuba, y muchos dignatarios extranjeros. Esta vez, el presidente Raúl Castro no le cedería el estrado al nuevo vicepresidente del país, Miguel Díaz Canel, como ya se lo había cedido en años anteriores a José R. Machado Ventura, por esta misma fecha.
 
Además de los homenajes y agradecimientos de rigor a las personas, los países y las ciudades, hubo un breve comentario –para mí el de mayor relevancia– sobre lo que nos toca y estamos viviendo. La generación histórica, afirmó, "va cediendo su lugar a los pinos nuevos con tranquilidad y serena confianza, basada en la capacidad demostrada de seguir el rumbo de la Revolución". El paso irremediable del tiempo ha impuesto una necesidad sobre el gobierno cubano actual, que reconoce y explica "está en marcha el proceso de transferencia paulatina y ordenada a las nuevas generaciones de las principales responsabilidades de la nación."
 
Precisamente, se puede decir que Díaz Canel es un ejemplo de esa renovación. Y, efectivamente, ando molesto.
 
Se pudiera considerar que el poder último de un mandamás no se prueba durante su mandato. Se puede considerar, por ejemplo, que el poder último radica en establecer, para cuando llega la hora de retirarse, quién hereda el cetro para convertirse, a su vez, en el nuevo mandamás. Como siempre, yo me cuestiono: ¿en qué consiste, quién dirige y cómo se maneja "el proceso de transferencia"?
 
El General en Jefe, dice otorgarle la mayor importancia a las instituciones, para el funcionamiento ordenado del país. Sin embargo, vuelve a obviar olímpicamente que ninguna institución, ningún dirigente, ningún rumbo de ningún gobierno tendrán jamás una fuente mayor de legitimidad, de respeto y de poder, que la democracia. La representación legítima de la voluntad del pueblo. Acatar la soberanía de la nación, servir al representado, así se resume el papel que debe desempeñar todo gobierno, especialmente los que se presuman de revolucionarios y socialistas. No puede ser que se trate de que una "generación histórica" haya conquistado un "lugar" de poder, de preponderancia –aunque tenga un nombre bonito como vanguardia– y ahora "vaya cediendo" este lugar al relevo de casta correspondiente.
 
El espacio Democracia, el espacio donde la ciudadanía elije, evalúa y, si fuera preciso, revoque, a los dirigentes que mejor estime que le servirá, está al parecer proscrito del discurso oficial. ¿Qué hay con los mecanismos del Poder Popular, que no es que sean un verdadero poder democrático pero sí lo que más se parece? Qué va, había demasiado sol en ese estrado santiaguero para perder tiempo hablando de cosas que no fueran serias.
 
Pero el caso es que otros opinadores no tenemos porqué estar de acuerdo con la forma con la que este proceso ocurre. Ninguna hornada de mandamases nuevos, elegidos a dedo por los mandamases viejos, podrá reclamar legitimidad para un liderazgo así trasmitido. Ni llamar con un mínimo de credibilidad a disciplinas, controles, consagraciones. Ninguna nueva hornada de dirigentes podrá reclamar legitimidad, si no se somete y acata los principios de las sociedades compuestas por personas con iguales derechos. Y estos principios pasan indefectiblemente por el sufragio universal, donde cada ciudadano viejo o joven, hombre o mujer, de cualquier raza, creencia espiritual, orientación sexual, región, etcétera, juzgue según sus méritos y capacidades, a los que se deben convertir en sus servidores. La potestad de juzgar y seleccionar a los presentes y  los próximos dirigentes, reside únicamente en la totalidad del electorado.
 
Únicamente  el respeto a este principio democrático tan obvio, por cierto, puede proteger con efectividad a esa unidad de todos los cubanos dignos. Unidad que resulta tan importante y no solo para el actual presidente.

20 de julio de 2013

Otro gran pastel secreto y otra arbitrariedad colosal

Por Rogelio Manuel Díaz Moreno
 
No hace ni seis meses nuestro joven canciller, Bruno Rodríguez, le explicaba a los cubanos residentes en Estados Unidos las razones por las que no podían invertir en su país de origen. Cuentan, ahora, que otro funcionario diplomático les anda explicando cómo se prepara una ley de inversiones diferente, que sí les permitirá esta posibilidad.
 
En algún momento los analistas habrá que reconocer que este gobierno está sacudiendo hasta los cimientos mismos del viejo sistema –bueno, al menos en su parte económica. Sin embargo, siempre encontramos que cada transformación adolece del mismo elemento: la falta de elaboración interactiva y democrática entre gobierno, trabajadores, intelectuales y todos los interesados en general. Cuando aterrice este nuevo meteoro, la sociedad civil cubana se va a desayunar con un nuevo plato, en cuyo cocido no tuvo arte ni parte, a pesar del mucho interés que obligatoriamente le despierte.
 
Para empezar a acumular desordenadamente algunas opiniones, empezaré con la parte de justicia. Hay que alegrarse de que haya cesado la discriminación de los nacionales emigrados, puesto que hace rato se les otorgaba en exclusiva a los extranjeros esta importante potestad.
 
Después, se deben señalar otras posibles ventajas para muchos. Estará la entrada de capital al país; la fortuna de estrechar relaciones con los familiares allende el mar, y de aportes valiosos para aliviar la estrechez económica. Tampoco se puede pasar por alto que cada inversor cubano-americano será una voz más, opuesta a aquellas legislaciones de los propios Estados Unidos, que aprietan económicamente la economía cubana, como el embargo/bloqueo, la persecución de las actividades financieras cubanas por el resto del mundo, las restricciones de viajes contra los ciudadanos cubano-americanos, entre otras.
 
O sea, que aquí hay muchas potencialidades de beneficio, tanto para inversores como para los otros participantes de las nuevas iniciativas que se podrán generar. Pero, ahí mismo es donde hay que tener grandes cuidados.
 
Los emigrados cubanos con capital para invertir en su patria, lo han acumulado o reproducido en una sociedad radicalmente diferente de la nuestra. No me interesa ahora juzgar o comparar o decir que una es mejor y otra peor; simplemente es necesario partir del hecho de que las filosofías de vida a un lado y otro del estrecho de la Florida son bien distintas. Y la cooperación entre ambas esferas, es necesaria, justa y prometedora; pero por el hecho innegable de las diferencias socio-económicas, debe ser conducida cuidadosamente.
 
Los adalides de nuestro gobierno, como bien sabemos, se venden como los mejores y únicos posibles conductores de estos procesos. Para el lado de acá, abajo y a la izquierda, nos reservan el derecho de acatar y aplaudir. Por supuesto, nosotros guardamos otras opiniones. En lo que ganamos los medios para ejercer mayor influencia, las divulgamos y explicamos con toda la sinceridad, objetividad y sentido de la urgencia que somos capaces de despertar.
 
Quien aduzca que el secreto es necesario para el buen término de ciertas empresas, se ganaría un rotundo mentís, puesto que ya se conoce de las conversaciones del gobierno con la emigración sobre este tema. En todo caso, el secreto es para los de acá, para que no se produzca un clima de cuestionamiento, de opinión o presión popular. Que muchos motivos tendría el pueblo para desear prepararse con antelación.
 
El emigrante cubano, inversionista en Cuba, insistirá naturalmente en reglas parecidas a las del espacio donde obtuvo su capital: la tierra de los capitalistas más poderosos y experimentados del mundo, y el trono del neoliberalismo. Esto vuelve aún más irónicas, si cabe, las declaraciones oficiales de que el actual proceso de reformas es para "perfeccionar y actualizar el socialismo". A ver qué perspectivas habría de convencer a Saladrigas y compañía, de que vengan para ayudar al comunismo en Cuba. No señor. Esto será una relación de negocios. El escándalo sería mayúsculo, si se revela la existencia de un espacio de negociaciones entre gobierno cubano y junta de capitalistas cubano-americanos, más consolidado que  con los propios trabajadores de aquí.
 
Porque, obviamente, a los cubiches del Archipiélago no nos tocará otro papel que el de poner la mano de obra. Y, para negociar en nombre de los trabajadores cubanos, no parece que el mejor representante sea un gobierno que nos mantiene con salarios microscópicos, nos niega el derecho de huelga, de organizarnos independientemente, y cierra sin escrúpulos las empresas que no dejen suficientes ganancias. Que se queda con las tres cuartas partes, o más, de los ingresos por los cooperantes en el extranjero. Que desvía hacia sí los salarios devengados por los que trabajan para firmas extranjeras, y los sustituye por una suma en la devaluada moneda nacional. Menos todavía puede hablar, en nombre de trabajadores como este servidor, una central sindical sumisamente plegada a la autoridad suprema.
 
Con esos representantes, el recelo obvio es que nos vuelva a tocar la parte estrecha del embudo; aportar la mano de obra de alta calificación, a cambio del 5 o tal vez el 10% de lo que sería un salario normal. Y reclamar derechos laborales como el camino más expedito hacia la puerta de salida.
 
Tampoco me parece un disparate cuestionar si, en la nueva ley de inversiones, se han tomado las provisiones necesarias para atajar las manifestaciones que podrían producirse, de discriminación por motivos de raza, género, orientación sexual o cualquier otra, lesiva a la dignidad humana.
 
Y para cerrar estos apresurados borrones, cabe preguntar si una ley como esta no obliga a replantear otros asuntos más o menos relacionados. Por ejemplo, la fundamentada queja de estos mismos emigrados, sobre los problemas con el pasaporte y los permisos de entrada a su país, que serían aún más injustas ahora que se les está recibiendo su dinero en inversiones –además de las ya acostumbradas remesas. O sinsentidos como la proscripción de los deportistas emigrados. ¿Se imaginan que Dayron Robles pueda gerenciar un hostal en Cuba, y el INDER le siga negando competir, ya sea por su patria o por donde estime conveniente? ¿Qué Yasiel Puig opere una academia deportiva turística en Varadero, pero no pueda integrar la selección nacional de béisbol al torneo Clásico Mundial?
 
En resumen, que todos los que cortan el bacalao en este importantísimo asunto, cometen otro atropello contra los derechos del pueblo cubano, al administrar unilateralmente la importante cuestión.

11 de julio de 2013

Como se ve desde lo de uno

¿Inquietantes? ¿Sugestivas? ¿Más de lo mismo?
 
Para los que siguen estas cosas, las recientes reuniones del gobierno cubano, con sesión de la Asamblea Nacional incluida, dejan flotar muchas ideas. Ojalá uno tuviera mucho tiempo, entonces, para asentarse en la meditación y la tranquilidad, y generar el mejor análisis.
 
O, seguramente, el mejor análisis no es el que puede hacer uno. El mejor análisis es el que pueden hacer muchas personas. Debatir, desmenuzar, aportar nuevas ideas en colectivo; descartar las experiencias fallidas; recordar las que han dado resultado; insistir en las que no se han probado nunca, por H o por B, pero que conservan muchos argumentos de peso a su favor. Decidir luego, democráticamente, el resultado. O sea, acatar la voluntad de la mayoría y respetar los derechos de las minorías.
 
Lamentablemente, ese no parece ser el rumbo. Como anteriormente, cierta cúspide ilustrada "sabe" las soluciones mágicas que traerán la felicidad y prosperidad, dados un poco más de obediencia y resistencia por parte de las bases de la pirámide social. Pero, como acá abajo somos unos irreverentes, lo que menos vamos a hacer es quedarnos callados.
 
Por ejemplo, tomemos la anticipada intervención del compañero Díaz Canel, probable futuro presidente al término del actual mandato de Raúl Castro. Comentó Díaz Canel un número de cuestiones, sobre las que merece echar un primer vistazo.
 
Lo primero que pone a uno a pensar, es la descripción sobre la manera de implementación de los Lineamientos. Explica el vice que tenemos Comisiones de Implementación, Comisiones de Evaluación, Comisiones de Control, con Consejos Científicos Asesores y todo. Todo eso trabaja a toda máquina.  Diagnostican, revisan antecedentes, estudian factibilidades de las nuevas ideas...
 
Lo que brilla por su ausencia, es la intervención ciudadana en todo esto. ¿Cómo pueden participar, a estas alturas, el tuerquista, el panadero, el estudiante? ¿O será que la participación de los legos se redujo a la discusión del documento aquel, inicial, con tantas lagunas y contradicciones? ¿Quiénes representan los intereses de los diferentes estratos sociales en estas reuniones? ¿Cómo opinan los diferentes participantes? ¿Se requiere, de los no participantes, el ejercicio de fe de que aquellos representan verdaderamente el sentir popular y no van a secuestrar la voluntad democrática de la nación? Sin siquiera una cobertura de prensa exhaustiva, e información ampliamente disponible para los simples mortales, todas estas comisiones proyectan tenebrosas sombras, semejantes a espadas de Damocles, con las formas de despidos masivos, terminación de subsidios sin aumentos proporcionales de la remuneración del trabajo, mayores abusos contra los derechos laborales, cierre de empresas deficitarias, y una larga lista de preocupaciones.
 
No obstante, Díaz Canel parece considerar suficiente la cobertura de prensa, a pesar de que el tratamiento del tema en los medios oficiales suele ser sobre medidas ya cocinadas y aterrizadas, o de que la mayoría de la población no tiene acceso a redes informáticas y otros medios alternativos e informales, donde se realizan otros análisis y cuestionamientos.
 
Tampoco se puede decir, que el vicepresidente haya reconocido la responsabilidad de los máximos gobernantes en la inoperancia de la prensa. Con tanto verticalismo que hay en este país, cuesta creer que los niveles intermedios puedan defenderse de una prensa inquisitiva, si esta última recibe autorización y poderes efectivos para hacer el trabajo por el que suspiramos, desde la única fuente que conocemos que puede otorgarlos. En última instancia, el predicador debe comenzar por dar el ejemplo de la transparencia que dice defender... Y ya sería mucho pedir, por supuesto, el respeto a los derechos de libertad de circulación de ideas, de información, que se asienta en muchos tratados internacionales de los que Cuba participa y constituyen, supuestamente, el espacio natural para el desenvolvimiento de esa ciudadanía responsable y revolucionaria que, se supone, posee los medios de comunicación en el país.
 
El zar de las reformas cubanas, Marino Murillo, introdujo otros puntos candentes al ruedo. Hay que destacar que estos dirigentes insisten mucho respecto a que las modificaciones estructurales son para "perfeccionar", "actualizar" el socialismo cubano, para liberar las fuerzas de la empresa socialista, y no para revertir el sistema hacia el capitalismo. Muchas personas nos hemos cuestionado qué tiene de socialista una industria donde el obrero es un simple asalariado, sin poderes de autogestión o cogestión de la actividad productiva; sin la potestad de votar por la junta directiva; que puede ser despedido cada vez con mayor facilidad, y así sucesivamente.
 
Después de ver todos los pedazos que pude de la trasmisión televisiva de la alocución de Murillo, tengo que reconocer que me quedé impresionado. Ojalá publiquen pronto la transcripción, porque vale la pena recorrerla más despacito. Si la mitad de las cosas que anunció vienen de veras, habrá que decir que este país se habrá convertido en otro, de aquí al final del período de mandato actual. Algunas cosas, esperemos, serían para bien. Otras dan pie para muchas preocupaciones.
 
De funcionar los nuevos planes del gobierno, es cierto, las empresas contarán con mayores libertades, incluso para modificar los niveles de salario... Rectificamos, la empresa no: la dirección de la empresa. ¿Y el trabajador simple, el obrero, el mecánico? Tan asalariado, tan enajenado y tan embebido en una relación de venta de su fuerza de trabajo como antes, excepto que ahora cuenta con menos garantías todavía sobre su futuro. Y faltará ver a quién favorecerá la potestad que tendrá (la dirección de la empresa) de fijar salarios, para subir y para bajar. Recapacitemos: una dirección que no tiene que responder a los trabajadores de fila ¬–de hecho, puede despedir fácilmente a los que se pasen de la raya–; que va a tener mayores libertades sobre lo que produce, a quién se lo vende y de quién compra; con libertades para fijarse las remuneraciones que estime conveniente, a sí y a los que le sirvan bien. No es que yo abogue porque estas potestades sigan en manos, como hasta ahora, de burocracias obsoletas, improductivas e ineficientes, el problema es manos de quién pasan, si a las de los trabajadores como debería ser en el socialismo, o a la de la clase corporativa, como parece que va a suceder. Si en manos del director y sus compinches caen tantos poderes, para qué les va a hacer falta, además, un papelucho con un título de propiedad. Mientras, la central sindical seminaría a sus cuadros para que se entrenen en contemporizar con unos trabajadores díscolos que claman por salarios que les permitan vivir honradamente, sin necesidad de caer en ilegalidades.
 
Que se enfatize que el Estado se deshará de mucha actividad (sobre todo, pequeñas unidades de servicio y semejantes), cediéndo instalaciones y medios con distintos contratos de arrendamiento a los trabajadores, nos parece estupendo y un gran paso en la socialización real de la propiedad. Que se favorecerá el auge de empresas cooperativas, maravilloso. En cambio, el énfasis en mantener el control sin ese grado de participación, en el resto de la economía, son dos pasos en la dirección opuesta. Máxime cuando enuncian, rotundos, la decisión de cerrar o redimensionar (eufemismo para disimular un proceso típico de ajuste de plantilla a lo capitalista) aquellas empresas que no les resulten rentables, sin considerar siquiera la opción de dar cabida a los trabajadores en la gestión y administración de la unidad problemática. Menos mal que, dice Marino Murillo, no vamos camino a la privatización ni al capitalismo.
 
A Murillo, creí percibir, también le parece buena la cobertura de prensa de todo el proceso. Y yo sigo con mi cantaleta: la prensa habla y publica, sí, pero sobre resultados ya cocinados. Y siempre, por supuesto, defendiendo acríticamente que todas las repercusiones van a ser positivas. No veo que se realicen los cuestionamientos que a muchos nos preocupan, durante y a lo largo del proceso de mutaciones que se lleva a cabo. Así es imposible aquilatar cuáles obstáculos están verdaderamente en el camino, cuántos se deben a la inercia mental, quiénes de los decisores defienden cuáles intereses en realidad, quiénes tienen que poder real, y así sucesivamente. Así la ciudadanía, luego de la discusión inicial del proyecto de Lineamientos, ha sido reducida nuevamente al papel de espectador pasivo. Ha habido proyectos legislativos del Congreso y el Senado de los Estados Unidos, sobre los que nuestra prensa ha informado más a lo largo de la trayectoria desde la propuesta, discusión, negociaciones y hasta su aprobación o rechazo final, que lo que ha hecho respecto a todos los recientes Decretos y Leyes de nuestro país.
 
Y hablando de prensa. Yo sé que, como lego, no entiendo mucho de esas profundidades complejas de la economía y las finanzas, que tanto peso revelan cada vez que se trata de estos asuntos. Pero, entre lo poco que sé, veo que los planes y visiones, expuestos por el disertante, tienen una semejanza abrumadora, y por tanto, perturbadora, con el ideario plasmado en un polvoriento montón de revistas Sputnik de finales de la década de 1980, que guardamos en casa, en el hueco de una escalera. Va y el próximo chiste pesado que se pone de moda consiste en una aparente falta de ortografía en el nombre de Marino, Murillov.
 
Y, por último, no se puede realizar este abordaje sin dedicar un espacio muy serio a la intervención del presidente Raúl Castro. Interesante, fascinante, hipnotizante, se puede decir de cada mención de la posibilidad de la reunificación monetaria, que tanto lacera a los trabajadores que aportan y aportan a la sociedad, pero solo reciben exiguas cantidades de la moneda menos valuada. Nos vuelve a repetir el  General en Jefe que se estudia y avanza en el tema. Una vez más, con los detalles escamoteados, sin plazos a la vista, todo parece el mismo llamado de fe de siempre a una audiencia, hace mucho aburrida de lo mismo –aunque, ojalá, eh, algún día.
 
Y de hecho, la mayor parte del discurso, dedicada a la exigencia de control, orden y disciplina social, tenía un sabor a más de lo mismo. Lo mismo en lo que se insiste desde que tengo uso de razón. El mismo empecinamiento de siempre, desde el tiempo de los monarcas. Empecinamiento en que se acate la voluntad de arriba, y además se cumpla. Empecinamiento que siempre termina defraudado, ante la incontestable ley natural de que el ser humano no trabaja ni se inmola, como regla general, por amor a ideales etéreos. Ante la realidad de que las superestructuras morales, éticas, de comportamiento, etc., se desintegran inevitablemente con la decadencia del paradigma económico y político-social de la infraestructura o sociedad que debía sustentarlos. Y no tiene solución este problema con medidas solo políticas, o ideológicas, o educativas, puesto que la corrupción y la anarquía –en el mal sentido de la palabra– se enseñorean primero de los espacios más deteriorados –desde varios y distintos puntos de vista– para luego desbordarlos sin encontrar diques efectivos. Hasta que no encuentren otros paradigmas socio-económicos más poderosos. Valdría la pena observar ciertos espacios definidos por embriones de núcleos de mayor poder real, particularmente económicos, de nuestros lares; cómo la más zafia de las pesadillas de nuestros tutores de hoy, se vuelve una tierna calabacita, de saco y guayabera si es preciso, para pedir entrada en el espacio de esos poderes que aspiran a ser nuestros tutores del mañana.
 
La acumulación de sistemas de control, de controladores de los sistemas de control de lo controlado, y del control de los controladores de lo controlado controladamente, seguirá como la vía más efectiva hacia el descontrol. Un único sistema vertical de poder, excluyente de la participación popular, y que no se somete a sí mismo al escrutinio transparente, a la evaluación y administración por parte de la ciudadanía libremente organizada, no podrá parir otra cosa, excepto tal vez en aquellos casos infortunados y que nadie desea, a lo Pinochet o sus similares. El camino hacia un civismo consciente y próspero no puede prescindir del empoderamiento democrático de la población, en lo económico y en lo político. Otros llamados a los buenos sentimientos, la exigencia de ejemplos personales de quienes tienen más que ganar con el fingimiento, son intentos solo pueden terminar, como ya ha pasado innumerables y demasiadas veces, en esas arengas vacías y campañas de consignas en las que el presidente pretende no caer.
 
Eso, para no mencionar todas las veces que el gobierno y sus agentes han cometido groseras violaciones de las leyes, mancillando hasta la propia Constitución. ¿Se acuerdan de la época en que la entrada de los cubanos a los hoteles se encontraba (ilegalmente) bloqueada? ¿Cómo, aún ahora, tenemos vedados ciertos espacios turísticos? ¿Y no hay nadie para controlar eso? También vienen a la mente las imposiciones de los niveles centrales, sobre actividades en las unidades de servicios públicos de todo tipo, a sabiendas de que sin el abastecimiento centralizado que faltaba durante años y años, solo podía suplirse mediante componendas y trapicheos particulares de los involucrados, que solo así podían, por cierto, mantener abiertos sus centros de trabajo. ¿A quién culpar entonces de la generalización del "relajo"? En el mismo discurso de Murillo(v) se vio cómo un reconocimiento implícito de la necesidad de cambiar el texto constitucional, pues las leyes que autorizan la actividad de los nuevos empresarios, explotadores por cuenta propia, violan sus premisas. ¿Primero nos acostumbramos a la práctica violatoria, siguiendo una decisión de un poder unilateral, y luego es que cambiamos la Constitución de todo el país para sintonizarla con la fuente de aquella? Y tampoco se me escapó la parte donde Murillo explicó cómo los ministros de la agricultura y del azúcar, emitieron reglas que violaban principios del decreto ley que estableció hace añós, las primeras empresas de las llamadas Unidades Básicas de Producción Cooperativa. Ahora es por culpa de esas regulaciones de menor nivel, que nunca alcanzaron el carácter verdaderamente cooperativo. ¿Quién era el responsable de controlar a esos ministros, que habrían tenido entonces la responsabilidad de desgraciar nuestra agricultura durante más de quince años?
 
En resumen, que los fenómenos pronosticables a partir de la última sesión celebrada del Parlamento cubano ofrecen, desde el lugar de uno aquí abajo –y a la izquierda– una mezcla de resabios conocidos, con novedades inquietantes que habrá que seguir. Mientras, lo que nos queda es mantener nuestro empeño de reconquistar el ejercicio del derecho de participar, en la condición de igualdad de todos los ciudadanos que refrendan nuestra Constitución –y los principios de justicia humana y universal–, en la definición del presente y futuro de nuestro país.

8 de julio de 2013

Artículo en revista médica cubana critica el secretismo epidemiológico

La Revista Cubana de Salud Pública acoge, en el número correspondiente al actual trimestre, un material crítico respecto a las políticas de divulgación gubernamentales en el área médica. El Doctor Luis Suárez Rosas, de la Escuela Nacional de Medicina, es el autor del trabajo "El silencio epidemiológico y la ética de la Salud Pública cubana".
Como es del conocimiento general, los órganos de prensa del gobierno cubano manifiestan enormes reticencias para reconocer públicamente los distintos episodios epidémicos que se han producido en los últimos años.
 
Cada vez que se produce un brote de dengue, los periódicos nacionales y provinciales parecen de espaldas al asunto o demasiado ocupados con las desgracias de regiones lejanas. Las grandes movilizaciones del sistema sanitario son evidentes para todos los ciudadanos, menos para los periodistas oficiales.
 
El Dr. Suárez Rosas encuentra poco satisfactoria esta situación, en sintonía con lo que sentimos muchas personas. De tal suerte, se dedica a argumentar las desventajas de tales prácticas secretistas.  En su escrito, plantea que existe suficiente experiencia científica sobre el enfrentamiento a las epidemias, tanto en Cuba como en otros países. Esto debería facilitar la reducción de su incidencia y repercusiones pero, al escamotearse la información, se favorece la aparición de rumores de toda laya.
 
Cuando el silencio epidemiológico no se corresponde con la realidad, expone el profesor, no se contribuye a disminuir los casos de la enfermedad. La población, no enterada, falla en adquirir una percepción realista del riesgo de contagio y la gravedad de la enfermedad. Se comprende fácilmente cómo estos problemas lastran la movilización social necesaria para disminuir la presencia del vector de la enfermedad, el mosquito Aedes aegypti. El profesor se cuestiona:
 
"¿El solo hecho de que se cree la duda sobre si es falso o no el silencio epidemiológico actual del dengue en nuestro país, se corresponde con las conquistas éticas de la salud pública cubana?"
 
El autor destaca el año 1977 como el de la introducción de la variante clásica del Dengue en nuestro país. Las grandes acciones antivectoriales no pudieron impedir el contagio de una gran parte de la población nacional. A partir de la trágica epidemia de 1981, el insidioso virus se convertiría en uno de nuestros grandes problemas epidemiológicos.
 
El sistema médico nacional recibió en esa década un poderoso impulso, y aspiraba a ser calificado de potencia y referente mundial. Con la caída de los subsidios del CAME, el deterioro no ha podido ser detenido a pesar de los planes e iniciativas lanzadas con mayor o menor fortuna.
 
Nuevos brotes de dengue han complicado el cuadro de salud cubano, en especial entre los años 2000-2002 y 2006. Suárez Rosas no parece haber encontrado referencias oficiales a los casos de dengue ocurridos en el pasado 2012, aunque sí sobre el brote de de cólera de ese año. En este sentido, refiere:
 
"En el reporte de casos de dengue en Las Américas de la OPS, que se recoge en la semana epidemiológica 36 actualizado hasta el 25 de septiembre de 2012, no aparecen informes de Cuba. En la fila correspondiente se puede leer: Without reports."
 
Yo, en particular, no necesito esos reportes oficiales, ya que tuve a mis dos padres ingresados -simultáneamente- por esa causa. Y puedo hacerme eco de las siguientes consideraciones del autor:
 
"La existencia o no de una cantidad de casos de una enfermedad es uno de los aspectos y cuestiones de la salud pública susceptibles de una particular y específica consideración ética que requiere una transparencia informativa responsable y veraz que llegue a individuos y colectividades sin mutilar, ocultar o secuestrar información. En numerosas ocasiones esto se convierte en una cuestión de vida o muerte."
 
Este proceder secretista y su ética lamentable, sostiene el autor, contrasta con el legado de los sanitaristas cubanos a lo largo de cientos de años. La salud en Cuba, afirma, constituye una riqueza y una referencia de alto valor en las circunstancias nacionales y mundiales.
 
Por lo mismo, considera que un proceder, más acorde con los principios humanistas y de respeto con la verdad, se torna una necesidad imperiosa para el enfrentamiento y solución a los problemas de salud.
 
Los materiales de la Revista de Salud Pública Cubana suelen caracterizarse por la loa al gobierno. También puede reconocerse que no tiene una gran circulación, más allá de estrechos círculos profesionales. Para este servidor, es esperanzador que también allí broten y se multipliquen voces en pro del respeto a la ciudadanía y sus derechos de recibir información veraz, accesible y de vital importancia, a través de los medios de prensa que supuestamente le pertenecen.

2 de julio de 2013

Afuera escuelas, que venga el hotel

La primera vez que entré a la Manzana de Gómez, no fue a una de las tiendas de la planta baja. Mal podría haberlo hecho en aquel momento, en lo más álgido de este interminable Período Especial cubano. Si no recuerdo mal, ni siquiera la posesión de divisas convertibles era todavía legal en nuestro país.
 
La primera vez que entré a la Manzana de Gómez, fue a un concurso de conocimientos, probablemente de Física, de los que lleva a cabo nacionalmente nuestro sistema educacional. Y si mi memoria no me arrastra por un exceso de romanticismo, ahí fue donde por primera vez nos encontramos cerca mi compañera y yo, antes de que ella encontrara que su vocación era más bien para las humanidades. La edificación albergó, durante muchos años, centros escolares, teatros, revistas y otros establecimientos culturales, como la Institución Iberoamericana de Cultura, presidida por el célebre intelectual Fernando Ortiz.
 
Esta edificación fue erigida paulatinamente, entre 1890 y 1918, con gran protagonismo de la potentada familia Gómez-Mena. Desde entonces, ha constituido uno de esos sitios emblemáticos de la ciudad de La Habana. Los estragos del paso del tiempo y la falta de labores de mantenimiento han hecho estragos en su estructura.
 
Recién me entero, por un despacho de Prensa Latina, que se va a erigir un hotel de 500 habitaciones en su lugar. Sospecho que se conservará la forma exterior, por eso del Patrimonio y la memoria de la ciudad, que el historiador-empresario Eusebio Leal Spengler sabe administrar tan bien. Y duele el alma al pensar que, para ello, han de ser necesariamente desaparecidas las escuelas del lugar.
 
A decir verdad, desde hace varios años el edificio se veía tan destruido que, tal vez, las escuelas ya llevaran cerradas un buen tiempo, con sus estudiantes reubicados por otros centros de la zona. A fin de cuentas, es lo mismo que ha pasado con la Facultad de Física de la Universidad de La Habana. Y con miles de edificios más, escolares, habitacionales, centros médicos, industriales, que vieron crecer el peligro hasta volverse inhabitables, trampas mortales donde perecieron no pocas personas. Los recursos para las reparaciones nunca aparecían, a pesar de derrocharse en otros lugares de utilidad dudosa.
 
Ahora, para edificar un hotel, sí se pueden destinar recursos. Todo buen capitalista sabe que, para ganar dinero, hay que invertir dinero. Tal vez la Colina Universitaria vea crecer un día otro lindo hotel, más productivo que la enseñanza de las ecuaciones de Maxwell; o el hospital Pedro Borrás se torne un Golf Resort.
 
Dudo que se haya consultado a la comunidad, a los padres, profesores, trabajadares, para decidir el nuevo destino de la Manzana de Gómez. No obstante, si alguien tiene otra noticia, que la comparta. Los muchachos y muchachas, nos queda un consuelo a medias amargo, no perderán sus oportunidades educativas. La mitad consoladora: llevarán sus lecciones en otros centros: de matemáticas, de español, de historias. Y la mitad amarga: llevarán también la lección de que son desplazables.