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26 de agosto de 2014

Silvio Rodríguez denuncia abandono de estudios de grabación Abdala

Los medios digitales cubanos amanecieron este lunes con una denuncia sorprendente para muchas personas. Se trata de un material del famoso trovador cubano Silvio Rodríguez, relacionado con la situación de los estudios musicales Abdala. Las instalaciones de Abdala se encuentran en peligro de cierre, alerta el músico, debido a una venenosa enredadera de trabas burocráticas.

 

Las buenas relaciones de Silvio Rodríguez con el entonces presidente Fidel Castro, le permitieron impulsar decisivamente la fundación de esta institución. Incluso aportó un capital sustancial de su propio bolsillo. Por esta razón gozaba de cierta independencia de las autoridades del gobierno, fundamentalmente del Ministerio de Cultura (Mincult). Al parecer, como parte de la campaña de fortalecimiento de la institucionalidad que realiza el nuevo presidente, alguien tomó la decisión que los estudios Abdala se sujetaran a la égida del Mincult.

 

Este proceso comenzó hace unos ocho meses, explica el trovador en su bitácora Segunda Cita. Por exigencias de procedimiento, Abdala perdió partes fundamentales de su autonomía, entre ellas, poder pagar sus cuentas. Sin embargo, ninguna autoridad dentro del Mincult asume esas responsabilidades entretanto. Abdala, que es capaz de producir suficientes ganancias, no puede abonar desde entonces su cuenta de la electricidad, y la empresa eléctrica le ha retirado el servicio.

 

Rodríguez señala que el buen funcionamiento del centro contrastaba con la incompetencia de muchos burócratas del gobierno, los que además se resentían de la autonomía de los estudios. Las malas artes de estos funcionarios contribuyen con seguridad al empantanamiento actual de Abdala, acusa. El músico se queja de haber realizado innumerables gestiones para intentar hallar soluciones y ha sido rechazado. Silvio Rodríguez compara el daño que esta situación crea, con el de los planes contrarrevolucionarios de la estadounidense Agencia Central de Inteligencia (CIA).

 

El blog Segunda Cita no es fácilmente accesible a los cubanos, por las consabidas limitaciones de Internet. La reproducción de esta denuncia en sitios nacionales .cu, como Cubasí, le da mayor alcance. Un detalle oscuro es que un grupo de comentaristas ha replicado con ataques al artista, no relacionados con el cierre de Abdala o tergiversando las razones del mismo claramente expuestas.

 

Uno puede tener cualquier opinión, buena o mala, sobre la figura de Silvio Rodríguez. Incluso, hay personas que reconocen repudiar facetas de él como persona pública y, sin embargo,  admirar su extraordinaria obra artística. Sin embargo, este asunto afecta a muchas más personas. Los estudios Abdala han contribuido al desarrollo de muchos talentos musicales del país, con grabaciones, discos, apoyo, etcétera.

 

Incluso los que no sientan simpatía ninguna por el autor de Unicornio¸ Ojalá, Solo el amor y decenas de otros extraordinarios éxitos, pueden reconocer el doloroso golpe que este problema le asesta a la cultura nacional. Los que se ceban a manera de buitres en el cuerpo de Abdala son miembros de una burro-cracia que no aportarán, en toda su vida, un ápice al bienestar espiritual del pueblo. En cambio, sí medrarán con el daño que inflijan, mientras la estructura autoritaria del gobierno y el poder en Cuba permitan ese tipo de política.

 

PD. Dicen las buenas lenguas que ya lo llamaron quienes podían, y la cosa va en vía de solucionarse satisfactoriamente.

24 de agosto de 2014

¿Al capital, los derechos que nunca disfrutó el trabajo?

Las inversiones de capital de ciudadanos cubanos, en la economía local, serían la gota que colme el vaso de la transformación del confuso sistema cubano actual, hacia el capitalismo común y corriente.

 

Está en el blog de Silvio Rodríguez, que ya se le pasó lo de necio y decidió no morirse como vivió. Está en las columnas de Guillermo Rodríguez Rivera, que tiene la desfachatez de invocar al Ché Guevara como apoyo. Esteban Morales también lo apoya, a pesar de que no puede sino incrementar las diferencias sociales que ha denunciado en sus artículos. Está en los artículos del reputado economista José Luis Rodríguez y, tal vez, en las líneas de una ley general de inversiones que cocina Marino Murillo a espaldas del pueblo cubano. Está, finalmente, en el camino del aparente sentido común pues, después de los hoteles, los celulares y la Internet, es el único “derecho” que faltamos por recibir quienes nacimos acá.

 

Por la opacidad del gobierno cubano, no se sabe de hecho si esta medida está entre las contempladas por el mismo en su programa eufemísticamente llamado “actualización”. Además, una postura en el presente, no significa tampoco demasiado, dada la mutabilidad de criterios de nuestros gobernantes. Los crecimientos soñados de la economía no acaban de producirse. Puede que las atracciones extendidas recientemente ante el capital extranjero no reporten el resultado anhelado. Para el día de mañana, se pueden esperar giros más extremos todavía de las reformas que incluyan la bienvenida a una “burguesía nacionalista”.

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Ya me parece escuchar las explicaciones sobre lo adecuado de la nueva “modernización”. Que permitirá el crecimiento de la economía. Que no hay que temer que unos pocos progresen porque siempre habrá migajitas que se filtren hacia los de abajo.

 

No se puede abordar con justicia este tema, sin aclarar primero un montón de sub – entendidos que no están ahí de casualidad. Se habla del “derecho” de los extranjeros a las inversiones, por ejemplo de los brasileños. ¿Vendrá algún día a invertir un miembro del Movimiento Sin Tierras? ¿Un habitante de las favelas de Sao Paulo? ¿O vienen, más bien, capitalistas como esos de Odebrecht que aquí se les llama “buenos”, y arrastran allá cargos penales, por uso de mano de obra semi esclava en el empobrecido territorio del nordeste?

 

¿Cómo podría hablarse de algún tipo de derecho que no puede ejercer más del 90% de la población? El argumento de que el igualitarismo es malo tampoco justifica esta separación definitiva en clases de nuestra ya desigual sociedad. El capitalismo de estado que hemos vivido todos estos años culminará su evolución hacia el capitalismo simple y puro, sobre las mismas bases que promueve Wall Street.

 

Se ponen los pelos de punta al considerar el trastorno en las relaciones sociales. Los aspirantes a oficializar su disimulado señorío se hacen la boca agua. La pérdida de derechos laborales que se contempla hoy entre los empleados de los pequeños empresarios del llamado “cuentapropismo” se extenderá inevitablemente por las empresas regulares. En un colectivo laboral donde hoy nos tratamos como “compañer@s”, habrá mañana un par de personas a las que habrá que rendir pleitesía de “señor”. No porque sean mejores trabajador@s, más esforzados o sacrificados, sino porque tenían más dinero. ¿Y quién le va a llevar la contraria al nuevo patrón, acaso el sindicato?

 

Considérese dejar que un puñado de privilegiados, con la capacidad de invertir, se haga con el control de cuanto valga a nuestro alrededor. Teóricamente, la propiedad sobre los medios de producción, en Cuba, es del pueblo. ¿Quién se arroga la potestad de venderla, o de ceder derechos sobre ella? Empresas que construyeron nuestros antecesores, o bien llevan decenios operadas por ellos. ¿Con qué moral va a venir ahora una persona a decir “esto es mío, voy a cambiar aquello y voy a despedir a quien me de la gana”? ¿Cómo evitar luego la concentración de la propiedad en manos particulares? Cierto que el monopolio en manos del Estado ya es lo suficientemente malo, pero esto no es justificación para pasar de Escila a Caribdis.

 

Esta podría ser la oportunidad que esperan burócratas y políticos para obrar como sus colegas en la extinta Unión Soviética. Se volvieron millonarios de la noche a la mañana, mediante la malversación de las propiedades anteriormente estatales. No olvidemos que en nuestro aparato político-administrativo-corporativo, desde el presidente para abajo, todos o casi todos tienen familiares en el extranjero. Muchos tendrán conexiones con cuentas bancarias, recursos, fuentes de capital. Y los casos de corrupción han explotado tristemente, en los más altos niveles del Estado y del Gobierno, en la dirección de las corporaciones industriales, comerciales y de servicios, etcétera. Imagínense uno de esos adictos a las mieles del poder, con las manos sueltas en un proceso de inversiones privadas.

 

Ciertamente, nuestro país necesita un incremento sustancial en la generación de riquezas, con productividad y eficiencia. Nuestras empresas, descapitalizadas y obsoletas, necesitan de fuertes impulsos para mejorarse. Sin embargo, hay una fuente inmensa de energías sin explotar, una verdadera opción revolucionaria y socialista, única que nos puede sacar del bache sin precipitarnos irremisiblemente en modelos neoliberales.

 

Los nuevos patrones acapararán poderes gestores y administrativos sobre los medios de producción, por el mero hecho de tener dinero y ponerlo sobre la mesa. La justificación será que mejorará el depauperado estado de aquellos medios, la salud de la economía en general y siempre sobrarán las famosas migajitas que se caigan hacia los infelices. Se argumentará que la gestión privada obtendrá resultados muy superiores al reguero estatal de hoy, y por eso merecería esas potestades. En todo su resplandor, Don Dinero sería la nueva fuente de Derecho y legitimidad en la posible futura “modernización” del modelo socialista del gobierno.

 

Este camino llevará a una profundización de las desigualdades sociales en nuestro suelo que se tornará ya completamente irreversible, además de injustas. ¿Acaso alguien cree, para volver sobre el tema del racismo, que las personas de todos los colores de piel tendrán igual oportunidad de sobresalir a la hora de realizar inversiones privadas? ¿Qué los flamantes empresarios privados no reproducirán y reforzarán estereotipos y discriminaciones contra mujeres, negros, mestizos, jóvenes, personas con sexualidades no heteronormativas, portadores del VIH, residentes de las provincias menos desarrolladas y un largo etcétera? Y no contamos ni siquiera, todavía, con una ley contra las discriminaciones que pudiera auxiliar a los de abajo.

 

La ignominia de una situación así sobrepasaría cualquier colmo, y revelaría lo bajo que han caído los ideales revolucionarios por acá. Las personas trabajadoras invirtieron aquí sus vidas, sus esperanzas, sus años mejores y peores, en empeños de producción y economía para una sociedad más justa. Claro está que, bajo el sistema totalitario y burocrático, las mejores inteligencias y esfuerzos no encontraban estímulos. La eficiencia y la productividad cayeron irremisiblemente, por más experimentos y consignas políticas que se concibieron. Las potestades autonómicas de la gestión productiva y administrativa, en manos de los colectivos de trabajadores, hubieran podido revertir este marasmo, pero fueron siempre negadas, por las políticas de centralización y monopolio estatal. ¿Ahora se ofrecerán estas prerrogativas, simplemente a cambio de una jugosa cantidad de divisas?

 

No debe ser nunca la posesión de dinero, sino el ingenio, el esfuerzo, el sudor de músculos y mentes en el trabajo creador, lo que garantice potestades de ese tipo. Todas las personas trabajadoras tienen a su alcance la inversión de estos valores humanos, sin falsos igualitarismos, con verdadera justicia, hacia un verdadero socialismo. Estos caudales inmateriales han de ser lo que efectivamente le granjee el respeto, la autonomía y la prosperidad a cualquier individuo y colectivo. En cualquier fábrica, taller, institución, la reproducción material y espiritual de este país, estará mucho mejor servida siempre por la autogestión y el control de quienes allí laboran y forjan la nación cotidianamente.  Bajo principios cooperativos y autonómicos, con libertad para superar cada obstáculo y proponerse metas superiores, a su manera y bajo su responsabilidad, no habrá límites para el desarrollo de las ansiadas fuerzas productivas. Estos mecanismos democráticos, horizontales y liberadores, son los únicos que señalan el camino para el incremento de la producción material y espiritual, para el crecimiento del bienestar bajo el socialismo.

 

17 de agosto de 2014

Unos niños muy ignorantes jugando con paquetes muy peligrosos

Primer escenario:

 

El portal Cubasí, específicamente, par de artículos del intelectual oficialista Jorge Ángel Hernández (JAH). JAH proclama abiertamente su desprecio por el pueblo, por el “vulgo”, al cual considera como poco más que un tumulto de chiquillos consentidos e ignorantes. Sus recientes escritos abordan el tema de una mercancía hija de estos tiempos, el llamado “Paquete” cuya popularidad, considera, es una prueba más de la inmadurez de ese pueblo. El Paquete, para los no enterados, consiste en un combo de películas, seriales, musicales y programas de participación y variados, casi todos estadounidenses, descargados de la Internet. Viene compuesto, adicionalmente, por una miríada de artículos de la prensa internacional. Este combo se reparte semanalmente, vía unidades de memoria USB u otro soporte informático, entre los interesados. Su costo es una cantidad drásticamente más barata que el precio de la Internet en las calles cubanas.

 

JAH considera que este Paquete es la última herramienta del imperialismo estadounidense para subvertir la política en Cuba. Que su arraigo en el público demuestra la necesidad de que éste sea educado y conducido más estrechamente por las personas “leídas y escribidas”(*) –como él, obviamente. Estos programas, afirma, vienen cargados del más perverso veneno ideológico, propagador de los vicios del consumismo de las sociedades capitalistas enajenadas. JAH se queja también del acto de piratería que esta actividad representa. Las reacciones contrarias de los lectores y comentaristas a sus opiniones le reafirman a JAH sus opiniones sobre lo perdido que está el ciudadano cubano y la urgencia de intervención por parte de una autoridad ilustrada.

 

A este JAH no hay por dónde cogerlo, en realidad. En su trabajo hay más contradicciones que espinas tiene una tenca. La televisión cubana reproduce alegremente la mayor parte de los programas del Paquete, y eso no le parece un acto de piratería. Asimismo, su trasmisión por las antenas del ICRT (**) parecen tener el efecto mágico de despojar esos mismos programas del veneno que contienen cuando circulan informalmente. Ah, y si uno es un potentado de los que pueden pagar los precios oficiales del Estado cubano por la Internet, entonces parece que se adquiere la necesaria inmunización y se puede ver todo eso sin problemas. El baldón último que nos restriega JAH es nuestra supuesta inmadurez por no percibir y acatar su superior entendimiento.

 

Segundo escenario:

Voy al mercado de las calles 5ta y 44, en Playa, por una necesidad doméstica. Es pleno verano, y agencias turísticas cubanas usan el espacio para promover sus opciones comerciales. La propaganda es la más trivial: vaya a nuestros hoteles, mire qué bien la va a pasar, cómo va a poder consumir.

 

Unos niños con el atuendo de la compañía teatral La Colmenita montan un numerito de baile y actuación en un rincón de la explanada. Unas bocinas amplifican el audio y la animación. El conductor, sin el menor pudor, combina el acompañamiento al grupo artístico con la propaganda de las compañías comerciales presentes. Estoy seguro que JAH no encontraría nada incorrecto en este espacio, que no le llamaría a esto “promoción del consumismo”, ni manipulación de menores de edad para magnificar las ganancias de compañías mercantilistas.

 

Tercer escenario:

 

El ex – ministro de economía cubano José Luis Rodríguez (JLR) se mantiene como una figura influyente y respetada en los círculos políticos locales. Ha producido para el órgano Cuba Contemporánea la serie de artículos “Cuba y la compleja transformación de la empresa estatal”, reproducida en Cubadebate.

 

Al final de la tercera parte de esta serie, se une a la corriente de los que defienden la profundización de las reformas de mercado y capitalistas para el país. Dice JLR que debe dársele cabida a empresas mixtas con el sector no estatal. Esto de “no estatal” es el eufemismo corriente del oficialismo para evitar el delicado término “privado”. También sostiene Rodríguez que debería abrírsele espacio a la participación social en los flujos de remesa del extranjero. Interpreto yo que esto es una manera de repetir que las personas con esos recursos deben poder invertir en las empresas, en la economía cubana, como un inversor “normal”, como un capitalista común y corriente.

 

Se une JLR a una amplia lista de opinadores, tanto dentro del oficialismo como en la oposición, y fuera y dentro del país. Estos consideran que para que el país progrese, deben profundizarse las reformas de mercado aplicadas hoy a medias. Que el avance de la economía, de la productividad y la eficiencia, se magnifica proporcionalmente a las prerrogativas de los empresarios y los capitalistas. Y que el grupo de los capitalistas locales debe recibir semejantes derechos a los que ya tienen los extranjeros. Porque eso redundará, al final, en un mayor bienestar y prosperidad para toda la población.

 

¿Dónde hemos oído antes esas promesas? Yo recuerdo: en los procesos neoliberales que redistribuyeron la riqueza del mundo  a la inversa de Robin Hood. Lo experimentado acá sigue las mismas líneas generales: un grupo limitado, con ventajas de capital, relaciones, etcétera, ha acaparado medios de producción, poder económico e influencias, gracias a las –aún limitadas– reformas de mercado conducidas por el gobierno de Raúl Castro. Su nivel de vida se eleva, correspondientemente, en dirección a la de las élites del primer mundo. En cambio, la masa mayor de la ciudadanía ve reducidas sus capacidades de prosperidad porque se le retiran subsidios; se les limitan facilidades e instalaciones educativas, deportivas y culturales; se les despide de sus centros de trabajo o se les reducen sus derechos laborales. Las desigualdades sociales se disparan, y la población negra lleva la peor parte, al profundizarse la discriminación en los sectores más remuneradores como el turismo.  Claro, que cuando la élite de poder económico, político y financiero es además dueña de los medios masivos de divulgación, pueden crear una imagen de “opinión común” de que todo lo anterior es el mejor de los mundos posibles. JAH continúa entretanto sus diatribas contra el Paquete, sin que todo lo anterior parezca molestarle.

 

En fin, que oficialistas y opositores están de acuerdo en desarrollar más el capitalismo en Cuba. Las contradicciones solamente existen en que unos se benefician mucho, desde hace tiempo; y otros no están contentos por no poder acceder más al pastel.

 

(*) “Leida y escribida”, cubanismo para denotar una persona muy culta y erudita

(**) Instituto Cubano de Radio y Televisión

12 de agosto de 2014

El director del aeropuerto está preso y no lo sabe

Prácticamente todo el mundo está al tanto de la prohibición de ingreso a las instalaciones del aeropuerto internacional José Martí, de la capital cubana, para los acompañantes de los viajeros. Al menos, de los cubanos acompañantes de los viajeros, porque me pregunto si alguien detiene a los extranjeros que se acercan por motivos semejantes de recibir o despedir a otra persona. El hecho es que hasta el director del aeropuerto salió, muy ufano, en el periódico oficial Granma, para dar una “explicación” de la impopular medida.

 

Lo que ha pasado mucha gente por alto, hasta el director de marras, es que con sus palabras se hace reo confeso de una de las más campantes violaciones de la legalidad constitucional cubana de los últimos tiempos. Puede que sea tan simple como que un ciudadano acuda a un bufete con la edición de ese día del periódico, y que entonces un tribunal se vea obligado a proceder legalmente contra el sujeto.

 

Ah, no solo con la edición del periódico. Nuestro hipotético ciudadano con preocupación cívica debe llevar también un ejemplar de la Constitución cubana, la vigente, aprobada en 1976, reformada en la década de 1990 y de nuevo a principios de siglo XXI. Habrá quien señale que es una Constitución abusada y violada a placer del gobierno cubano mismo, pero va y un tribunal despistado se la toma en serio.

 

Habrá que señalarle al tribunal, entonces, un artículo muy claro, clarito. Dice el artículo 43, que “el Estado consagra el derecho conquistado por la Revolución de que los ciudadanos”, sin distinciones discriminatorias, “tienen acceso”, según sus méritos a todos los cargos y empleos; ascienden a todos los cargos y jerarquías; van a todas las escuelas, instituciones de salud, y son atendidos en todos los restaurantes y demás establecimientos de servicio público.

 

Pues sí, compañeros y compañeras, dentro del área –hoy restringida– del aeropuerto internacional José Martí hay varios establecimientos gastronómicos y de venta de pacotillas que caen en esa clasificación. Y el director eliminó el acceso de los cubanos a estos sitios, sin dejar siquiera un pasillito de entrada y salida para salvaguardar el derecho que recoge la Constitución. Por lo tanto, este director es un enemigo del Estado que se compromete con respaldar ese derecho y es, este director, un contrarrevolucionario, porque le bloquea a los compatriotas derechos que se establecen conquistados por ese proceso de la Revolución del que se habla en la Carta Magna.

 

Es verdad que el que prohibió el acceso de los cubiches a los hoteles hace un tiempo, sigue libre y feliz. Como dije ahorita, una esperanza es que aparezca un tribunal de personas jóvenes que no se acuerden de aquella época, que crean todavía que la Constitución –y los derechos que ésta recoge– es parte de la patria que debemos defender, ya sea del imperialismo extranjero o de un déspota local con poder para hacer cosas como violar los dichosos derechos. Y a falta de ese tribunal, otro más grande aunque algo más lento, el de once millones de cubanos, le pasará la cuenta más tarde o más temprano.