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26 de octubre de 2012

Lo más importante es que sintamos respetada nuestra libertad

Un intercambio fogoso y, por momentos, áspero, se extiende en estas semanas por los círculos de la izquierda alternativa cubana. Pudiera señalarse razonablemente la aparición del documento "Llamamiento por una Cuba mejor y posible" como su detonante.
 
Para no desgastarnos de nuevo con razones ya recorridas, simplemente recordemos que aquel texto hacía un reclamo de apertura hacia condiciones que debían conducir la sociedad cubana a un estado más avanzado, según las líneas generales del documento, siguiendo ciertos principios que suelen identificarse con corrientes políticas liberales. Es una enorme verdad que la aparición de este tipo de filosofías condujo a la Humanidad a etapas superiores de desarrollo social y económico, por lo que no son para nada desdeñables. Obviamente, despreciar o condenar con ligereza aquellos preceptos, puede hacer retroceder a una sociedad con facilidad a problemas típicos del páramo despótico que antecedió al auge de las corrientes liberales. Es también verdad que la promesa fue mayor que las realidades resultantes de la cristalización de la mayoría de las modernas sociedades capitalistas, en las que se enquistan un buen número de lacras que el actual sistema es incapaz de erradicar. Esta segunda verdad influyó en la decisión de algunos miembros del OC de no ofrecer pleno respaldo al documento, aunque no se le  dejó de encomiar por aquella parte de sus aspectos que todos encontraron positivos y capaces de ofrecer un verdadero avance para nuestra sociedad.
 
La discusión se ha encendido entonces alrededor de este vaso medio lleno y medio vacío, con unos bríos ¿dignos de mejor causa? Al menos eso piensa Dilla, que comenta que el documento "no es la última Coca Cola del desierto" y que habrá mejores momentos de encuentro en el futuro. Con esa parte, estoy de acuerdo. Sin embargo, aquel analista critica a la izquierda alternativa cubana porque su "purismo" la lleve a quedarse "sola, solita", lo que causó no pocas molestias entre personas que discreparon de esa opinión. Otras personas han creído encontrar, como causa de nuestras respuestas, desinformación o poco hábito para el debate.
 
Para ser razonablemente sinceros, no me cuesta trabajo reconocer que el muy particular contexto de la sociedad cubana en que nos hemos desarrollado –políticamente poco dado a prácticas de libre discusión, debate, expresión y competencia de ideologías– tiene el potencial de ejercer una influencia sensible en nuestras mentalidades. Eso no quiere decir que, como seres humanos conscientes, no podamos percatarnos de las limitaciones de un estado particular de nuestras conciencias y trabajar sobre ellas para superarlo, alimentando los motores para superar la dialéctica contradicción con los mejores recursos de la cultura, la filosofía y la ciencia de que logremos echar mano.
 
De tal suerte, no hay que adelantarse a descalificar todos los escrúpulos que este servidor haya expresado. Se corre el riesgo, si ello ocurriera, de incurrir en lo mismo que se le critica: intolerancia, incapacidad de escuchar al otro, menosprecio del pedacito de verdad que el otro pueda haber concebido... Por mi parte, no me voy a cansar de reiterar la disposición que creo correcta, que consiste en defender, no el programa de otras personas, sino el derecho de esas otras personas a elaborar y trabajar por su propio programa, siempre que se respeten principios básicos como la no discriminación, la no incitación al odio y alguno más que se pueda consensuar entre todas aquellas personas que sean honestas y que no lleven cualquier tipo de totalitarismo en sus cabezas. Pienso que no es descabellado esperar cierta reciprocidad por parte de aquellos que no se muestren convencidos del modo particular en que yo creo que las cosas irían mejor.
 
Tal como estamos ahora, yo veo varias posibilidades para aprovechar el corriente debate, aprender todos de lo que estamos viviendo y mejorar nuestro trabajo e ideas. Deberíamos descartar todo aquello que nos aleja, como las descalificaciones y reproches, y concentrarnos en lo que nos podemos aportar mutuamente para hacernos crecer. Por ejemplo, podemos aprender a percibir mejor cuáles son los objetivos que compartimos todos, o la mayoría, y aprender a aportar colectivamente a su avance, sin pretender imponer aquellas ideas de los distintos subconjuntos que no gozan de la aprobación del resto.
 
En mi opinión, podemos perfilar otra área importante de avance. Yo aprecio que existen demasiados conceptos que se dan por sobrentendidos en estos temas. Cuando se dice democracia, libertad de expresión, libre mercado, libertad de asociación, no me deja de parecer que el ponente da por sentado que todos sabemos a qué se refiere. Y la mayor desazón se me despierta, cuando se pretende que estos y otros derechos humanos tienen una única y sublimada acepción.
 
A mí, por el contrario, me parece de la mayor importancia que todos concordáramos previamente a qué le llamamos una cosa y a qué le llamamos otra, con la mayor parte de los detalles definidos o por lo menos, la dirección que debe conducir a su definición. Yo no dejo de pensar que cada tipo de sociedad tiene concepciones distintas de estos temas. Me gustan más las que se estilan en unas sociedades, y menos las que se estilan en otras. Y también he visto que, en muchas de las sociedades que no me gustan, se vocifera que en ellas se cumplen esos ideales en sus formas más puras y verdaderas para el progreso de las naciones, y se suele censurar o reprimir los análisis críticos y mesurados que discrepan de tales visiones.
 
Ahí tenemos un área tremenda para avanzar. Porque con décadas de existencia bajo un sistema monopartidista "de unidad monolítica" y tras medio siglo en el que muchos de estos conceptos fueron demonizados frecuentemente como "armas del imperialismo", resulta innegable que existe un aterrador vacío en la cultura y hasta el interés cotidiano de las personas en Cuba, en el tratamiento de muchos de aquellos ideales, excepto los que más directamente le atañen tal vez por razones individualistas. La dirección del país ha terminado por inocular, en el "Hombre Nuevo", un virus de enajenación política más insidioso que todo lo que hubiera podido lograr la CIA. Esto último –claro, que sin reconocer las causas– lo han reconocido hasta figuras políticas del sistema, como se constata en publicaciones oficiales, así que no es un invento del <Miami Herald>.
 
Este vacío se puede intentar llenar con preceptos superficiales, consignas estrepitosas de derecha o izquierda y otras lucecitas colgadas para escena, o se puede intentar sembrar con inquietudes, espíritu crítico e interés por aprender y participar en la elaboración de las teorías y prácticas. La gente sabionda, en el buen sentido de la palabra, puede resultar de mucha ayuda para los que tenemos menos acervo. Pero sin desprecios para nuestra lucidez. Lo poquito que conocemos es suficiente para percatarnos de los peligros que se pueden correr al seguir cándidamente al primer profeta. Los ideales proclamados, en abstracto, apenas pueden asegurar que las cosas van a ir bien bajo la condición de que todas las personas actúen en base a decisiones racionales, informadas y de buena fe. Pero con esas condicionantes utópicas, funciona bien lo mismo el capitalismo, que el comunismo, que cualquier otra cosa. Y nunca es así.
 
Nuestra desconfianza con la implementación de mecanismos cuyas entrañas permanecen opacas, no se debe a que tengamos un empacho por indigestión de Randy Alonso mezclado con Daisy Gómez, sino al testimonio del movimiento anticapitalista mundial, protagonizado actualmente por los Zapatistas y otros movimientos populares en Latinoamérica, los movimientos de Indignados en Europa, los Occupy de Norteamérica, las RAWA de Afganistán y otras fuentes semejantes de coraje y meditación. Se debe a ver el principio de libertad de expresión manipulado por todo el stablishment –y no solo la FOX– para vender a los estadounidenses las guerras de sus gobiernos; pasa por contemplar el principio de libre comercio manipulado para distorsionar el mercado hipotecario, bancario y no sé cuántas cosas más que no comprendo, pero que veo que termina con las personas despojadas de sus trabajos y sus viviendas. Y se debe a escuchar el llanto inconsolable de la naturaleza ante la destrucción de sus bosques, océanos y demás ecosistemas.
 
Por esas razones insistimos e insistiremos en que se discuta y clarifique bien qué quiere decirse con cada concepto que se adelanta. Nos dicen que cualquier cosa será un avance en comparación con lo que tenemos ahora. Pero si uno pregunta por Haití, nos dicen que no miremos hacia allá, sino hacia los países escandinavos. El problema sigue cuando no aceptamos como terminante la presentación de los países nórdicos como la demostración irrefutable de que "eso" funciona. Para empezar, una de las principales exportaciones de Suecia son las armas; la principal de Noruega, el petróleo. Así que puede aparecer un contacto inesperado cuando nos fijemos en un tanque de guerra sueco, alimentado con petróleo noruego, patrullando un campamento de refugiados en Haití: es un mal agüero. Pero esto es solo un detalle: el quid está en que, sí, pueden haber paraísos de la socialdemocracia, pero ¿quién nos quita esta sensación de que son la puntica del iceberg, un mínimo porcentaje sostenido sobre una masa abrumadora que se encuentra bajo el agua? ¿En qué parte del iceberg nos tocará entrar a nosotros, en el piquito de arriba o en el masacote sumergido? De hecho, ¿será solidario o siquiera ético aspirar a acomodarse en ese piquito?
 
Sí, salir del estancamiento –o estado de franco retroceso en que nos hallamos– es necesario. Agradecemos el apoyo y el ánimo que se nos brinda. En la intervención de Dilla me llamó la atención algo interesante, y aprovecho para traerlo a colación. Se refirió aquel a las prácticas de trabajo comunitario protagonizadas por su colectivo en la década de 1990, tristemente decapitadas por la reacción estatal. Pienso que sería excelente la divulgación y socialización de aquellas historias, para provecho de los que éramos muy jóvenes y estábamos en otra parte y que no las conocimos, pero parece que nos mueven ideas parecidas; le ruego al autor que nos ofrezca sus experiencias. Sin pretender que tenemos las mismas capacidades, fuerzas o virtudes, sí creo que lo que hacemos tiene un valor. De otra cosa estoy convencido: aquellos que frustraron la experiencia de aquel grupo, tampoco tienen hoy las mismas fuerzas. Eso, si no se han ido ellos mismos del país, a bogar en la corriente capitalista que decían combatir. Así que, una vez más, pervivirá la semilla de los ideales de participación ciudadana; empoderamiento democrático de las comunidades; libertades para las personas pero no para la explotación; libre expresión del amor y bozales para el odio.
 
Transformemos esta discusión, que puede derivar en un fin estéril y abrasivo, en un foro de enseñanzas donde todos aprendemos y todos enseñamos lo poquito que tenemos. Avancemos en una cultura donde quede claro qué entendemos por cada uno de los derechos humanos de la Declaración esa de la Organización de las Naciones Unidas; estudiemos cómo pueden implementarse en un país rico –y en un país pobre–; aprendamos de las experiencias de organización de pequeñas y medianas empresas por parte de los trabajadores –sujetas por las comunidades a intereses sociales y ecológicos–; eduquémonos en la conjugación de la libertad de expresión con la responsabilidad social. Teniendo más clara la teoría, seremos más capaces en la práctica, estaremos todos más dispuestos a distinguir cuáles son las direcciones más prometedoras y podremos rectificar mejor cualesquiera errores del camino. Podrá considerarse, como señal de la más alta importancia del buen rumbo, que cada ser humano sienta respetada su libertad –que también es libertad para aprender, equivocarse y rectificar–, y defendidos sus derechos como el caudal más importante de la nación.
 
Eduquemos nuestros egos en el aprecio a las sugerencias que nos hagan los demás para tomar en cuenta argumentos que antes no hayamos vislumbrado, y reprimamos la tentación de expresar condescendencia. Respétese la labor de quienes, si bien no corren los riesgos de los periodistas asesinados –como en Colombia, como en Honduras–, sí arriesgan sus precarios medios de subsistencia dentro de este país, y ven amenazadas la supervivencia económica y la tranquilidad de sus familias por persistir en defender principios de izquierda y justicia social cada vez más incómodos para los círculos del poder. Puede que hayamos asumido una responsabilidad de gran valor. Trataremos de estar a la altura que esto requiere.

20 de octubre de 2012

Si no hubiera que sacarle presión a la caldera

Tags: Asamblea Nacional del Poder Popular, Cuba, debate social, democracia, derechos ciudadanos, esfera pública, participación, reforma migratoria, Rogelio M. Díaz Moreno, socialismo, viajes
Todo el mundo anda de lo más contento con la largamente esperada Reforma Migratoria. La implementación, a partir del próximo mes de enero, despejará algunas de las incógnitas que todavía quedan y que dan pie a amargas desconfianzas, no carentes de algún sentido.
 
En cuanto a las divisiones que introduce la famosa ley, este servidor espera caer en el grupo de los que necesitan autorización, por el tema de la protección del recurso humano profesional que trabaja en salud. Parece coherente, desde mi punto de vista, pedir un número de años de trabajo en pago por la formación académica. El hecho de que debamos empezar desde cero, incluso los que ya hemos trabajado un poquito, tal vez sirva de enseñanza a los más jóvenes para que pidan su "autorizo", justo desde el primer día en que se gradúen, aunque no tengan planes inmediatos. Lo que me gustaría pedir, de todas formas, es algo probablemente imposible: sinceridad. Yo recibí los recursos para mi formación académica, muy bien, pero no se diga más que fue gratis, sino a retribuir, con esos años de trabajo, a la sociedad por la inversión realizada. No al Estado, que lo único que hace es mal-redistribuir el producto del trabajo del pueblo. Si fuera creyente, diría que esto es una señal divina para que me dedique a hacer mi doctorado en lo que va pasando el tiempo.
 
Tampoco me parece descabellado un tratamiento diferenciado a los que tienen asuntos legales pendientes, pero estos asuntos deberían ventilarse en los tribunales adecuados y no a través de medidas extrajudiciales que cercenen derechos de las personas.
 
Ahora, hay un par de mosquitos que me zumban en la cabeza alrededor de esta ley, tan inquietantes como los que trasmiten el dengue. ¡Qué trabajo les ha dado a las autoridades, y cuánta demora en aceptar la necesidad de cambios y de respeto a las personas de este pueblo! Cuando entre en vigor la ley, y descubramos que el cielo no se cae sobre nuestras cabezas, que las líneas aéreas no colapsan y ni siquiera se abarrotan, nos preguntaremos, ¿qué daño hacía aprobarla dos años antes, tres, cinco, diez? ¿Cuánto daño innecesario, cuánto dolor y sufrimiento a la familia cubana, por el que nadie responderá?
 
La forma de proclamación de la ley descubre también el estado inerme en que permanece sumida la mayoría de la población cubana. Si alguna de las últimas modificaciones en la manera de administrar los asuntos públicos cubanos ameritaba arribar a consensos a través de la discusión popular, era esta. No sería un proceder tan extraordinario pues, al menos en teoría, algunas de las leyes que se crean son objeto de un ejercicio de participación popular. Pero solo aquellas que el gobierno estima pertinentes. Ni siquiera en la Asamblea Nacional del Poder Popular, esa reunión patética de asentidores, fue la reforma migratoria analizada o presentada para la ceremonia formal de aprobación. Esto no quiere decir que todo sea mérito o responsabilidad del gobierno: muchos activistas, blogueros, escritores, trabajadores de todos los sectores, militantes y demás interesados, mucho han pataleado, expuesto, criticado y combatido, en la medida de las posibilidades de cada uno, contra lo inicuo de la vieja situación. Esta actualización es también un triunfo para todas esas personas. Como mismo hubo también quienes se opusieron y vociferaron en contra del principio de libertad que la ley ahora reconoce, hasta día anterior al cambio de orientación de los niveles superiores.
 
Ahora, nos agobia otra inquietud. ¿Cuánta presión habrán estimado, aquellos que acá cortan el bacalao, que hay acumulada en la caldera que se hace necesario aliviar del único modo que les quedaba? Yo me sospecho que dentro de poco, van a arreciar todas aquellas reformas relacionadas con la liquidación de lo que queda de subsidios a los consumidores, los reajustes masivos de plantillas y demás. Y por eso habrían dado este airecito de esperanza a las personas primero, para ganar tiempo y cuotas de tolerancia de la población ante las próximas zozobras. Preparémonos para lo que viene ahora.
 
También es significativa la fecha de mañana, domingo 21 de octubre, en la que se celebrarán las elecciones cubanas. Este ejercicio es, en Cuba, una especie de referendo de aceptación del gobierno. Nada habría que la predispusiera más favorablemente, que este soplo de libertad conquistada.
 
Finalmente, pudiera haber otra causa que inclinara al gobierno a suministrar a la población un tema en el que concentrarse. Al dar la noticia de una ley que no va a entrar en vigencia hasta dentro de tres meses, se pudiera estar intentando que las personas se distraigan un poco de los rumores que corren insistentemente en estos días, sobre la salud de cierta persona. Los intentos de desmentido por parte del gobierno y sus blogueros asalariados –¿de dónde sacan la información que dicen tener, en todo caso?– no hacen más que confirmar la impresión que se arraiga en las calles. Yo soy de los que no sabemos nada, excepto que un país no debe depender de la voluntad o existencia o sentimientos de una persona, lo que no es más que la manifestación del culto a la personalidad. También opino que las intimidades deben respetarse. Por estas y otras razones, no voy a decir el nombre de la persona a la que nos estamos refiriendo. Pero lo que sí sé, es en quién los lectores están pensando.

14 de octubre de 2012

Educación en Cuba ¿Peligran subsidios?

tags: Cuba, debate social, economía, educación,  Granma, gratuidad, socialismo
 
El pasado viernes 21 de septiembre, la sección semanal "Cartas a la Dirección", del diario Granma, publicaba una misiva que muchos encontramos inquietante. Firmaba la carta un tal N. Páez del Amo, quien planteó la posibilidad de que el Estado cubano retire un número de subsidios que hasta ahora disfrutan los niños y jóvenes en las etapas escolares.
 
La nacionalización de la totalidad del sistema educativo es presentada como una de las conquistas de la Revolución después de su triunfo en 1959. Hasta entonces, la gran mayoría de los cubanos no podían completar niveles educativos avanzados por el alto costo que implicaban. Las nuevas concepciones implicaron la total gratuidad de toda la formación educativa, desde las guarderías hasta los estudios universitarios; el préstamo anual, sin costo, de la bibliografía necesaria para cada año lectivo; la entrega gratuita de cuadernos, libretas y materiales complementarios; almuerzos, meriendas y comidas en los centros de educación que lo requirieran, así como la entrega o venta de uniformes a precios muy subsidiados. Medidas como éstas permitieron avances nunca antes vistos en un país del tercer mundo.
 
Ante la crisis económica, aplatanada hoy día en nuestro país, todos los sectores socioeconómicos han conocido severos ajustes presupuestarios. El ministerio de educación ha conocido la racionalización de sus plantillas y establecimientos. Páez del Amo, en la misiva que nos preocupa, plantea entonces extender esta política mediante el traslado, al bolsillo de los padres, del precio del mercado de los materiales escolares, uniformes, etc., que se emplean en las distintas etapas.
 
Las semanas siguientes vieron aparecer, en la misma sección, respuestas indignadas de ciudadanos en total desacuerdo con las propuestas de Páez. Los discrepantes señalan que así se perjudicaría profundamente las posibilidades de las personas de insuficientes ingresos –la mayoría de los cubanos– de acceder, en plenitud de condiciones, a las oportunidades que permite la educación hasta sus máximos niveles. Ayer viernes 12 de octubre regresó Páez del Amo a la palestra para repetir los argumentos por los que cree conveniente su propuesta, díganse la economía para el Estado; la creación de una mayor conciencia sobre el valor y el cuidado a los materiales escolares, etc. También comenta que su propuesta debe venir acompañada del aumento correspondiente de los salarios de los trabajadores para que puedan enfrentar el incremento de los gastos. Aquellas personas que no puedan alcanzar la capacidad adquisitiva necesaria podrían ser objeto de un subsidio excepcional, añade.
 
La mayoría de los simples mortales no tenemos idea de cómo funcionan los entresijos de la sección "Cartas a la dirección", los criterios de selección de aquellas que aparecen publicadas, ni siquiera si son reales las personas que allí se exponen. Sin embargo, tenemos la amarga experiencia de que, cada vez que en los medios oficiales comienza una especie de debate alrededor de estos temas, no pasa mucho tiempo sin que el Gobierno termina por implementar la variante más perjudicial para Liborio. Así ha ocurrido con la reducción de una sustancial parte de la cuota de alimentos normados y subsidiados mediante el sistema de racionamiento, conocido como la libreta de abastecimiento; el acceso y apoyo a actividades artísticas y deportivas, entre otras. Ah, y nunca vemos llegar la parte de los subsidios personalizados ni aumentar nuestros menguados ingresos.
 
Grandes ausentes en la polémica y nuestra posición
 
En Cuba existen varias asociaciones que tienen teóricamente la tarea de representar los intereses de los estudiantes en las distintas etapas. Ni en la sección "Cartas...", ni en el resto del diario Granma o sus similares, ni en los medios propios de estas organizaciones hemos visto aparecer ningún pronunciamiento al respecto. Esta actitud nos resulta contrastante con las de otras agrupaciones de estudiantes en otros países, las que parecen un poco más activas en la defensa de los intereses de sus miembros, según reflejan las noticias que sí podemos leer en la prensa nacional de aquí.
 
No conocemos del pronunciamiento de ninguna figura oficial del gobierno en este punto en particular. Puede deberse a desinformación de este humilde servidor. Por supuesto, ya no confiaríamos del todo en que una figura ministerial, ni otra de mayor rango, que aparezca y prometa que el apoyo comprometido por el gobierno a la educación se va a mantener, con subsidios y todo lo demás. Promesas parecidas se hicieron, que luego no resistieron la cruda realidad con despidos masivos de trabajadores y racionalizaciones de centros de educación y salud, como ha reconocido el gobierno. No obstante, se reconocería el gesto, que reflejaría un poquito de esa conciencia que exigimos,  de los gobernantes, de deberse al pueblo e informarle de su gestión.
 
Finalmente, nuestra crónica desconexión de Internet nos impide buscar en los blogs oficialistas, a ver si se han hecho eco de estas preocupaciones, y ver de qué lado se ponen.
 
A este servidor le preocupa que el debate, reflejado en la sección del Granma, sea el preludio de la implementación de recetas neoliberales y capitalistas en nuestro sistema educativo. Mi padre es hijo de una familia campesina humildísima, de aquellas donde las personas morían, antes de 1959, a causa de enfermedades triviales, por no poder pagar un médico. Ni hablar entonces de formación educativa, cuando sus padres –mis abuelos– cubrieron apenas niveles elementales de enseñanza. Sin embargo, el triunfo de la Revolución le abrió a mi padre las puertas del progreso y obtuvo un brillante título de ingeniero, gracias a las preocupaciones sociales abordadas y resueltas por el intento de construcción socialista llevado a cabo. En estos años, millones de cubanos han alcanzado asimismo una formación profesional avanzada, puesta luego al servicio de la sociedad, pero no hubieran podido llegar a ese punto sin la solidaridad que practica justamente esa sociedad, que aporta las riquezas necesarias para garantizarle, a todos, todas las condiciones para sus estudios.
 
De tal forma, haré uso de este y todos los medios que se pongan a mi alcance, para denunciar con la mayor energía que sea capaz, aquellas intenciones que contemplo de negar los valores más profundos de nuestra sociedad que aspira a construir el socialismo. En lo que mi esposa llama al ministerio de educación para averiguar si tenemos que empezar a ahorrar para, de aquí a dos años, comprarle los libros de primaria a Rogelito, intentaré contribuir al trabajo de muchas personas de buena voluntad, que permita asegurar que esos valores no serán revertidos como en el tiempo de mis abuelos.

6 de octubre de 2012

Las relaciones con la inversión extranjera y los emigrados: la cantidad de dinero es lo importante

tags Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla, inversión extranjera, debate social, Por Rogelio M. Díaz Moreno, trabajo por cuenta propia, transparencia
 
Esta es una de esas noticias de las que no podemos tener una certeza cabal, entre nuestra mala conectividad a Internet y la acostumbrada opacidad del sistema cubano. Si las conclusiones que uno extrae a partir de la limitada información que posee, son erróneas, ¿a quién culpar?
 
Vamos al grano. Al parecer, el canciller cubano Bruno Rodríguez se habría reunido con un grupo de emigrados agrupados bajo la organización Cuban American For Engagement (CAFE), que se oponen al bloqueo, defienden la normalización de las relaciones entre los EEUU y Cuba y otras buenas ideas que desde aquí aplaudimos. Entre las cosas que el canciller les habría dicho el pasado 28 de septiembre, me llama sobremanera la atención la parte donde, según lo que me ha llegado, les explica que se rechaza la posibilidad de que ellos inviertan abiertamente en la economía cubana por un hecho bastante simple, el de que no pueden aportar lo suficiente: las cantidades anheladas de cientos y miles de millones de dólares a las que aspira el gobierno cubano.
 
Así enunciado, da la impresión de que los términos que asienta el gobierno cubano para que cualquiera venga a invertir acá son bastante simples… Usted traiga una cantidad de dinero indecorosa. Nosotros le vendemos, si nos ofrece lo suficiente, el Capitolio.
 
Uno se siente decepcionado. Después de tanta política e ideología con las que tiene que lidiar, se pregunta uno, ¿qué hay de la parte de los principios tales como esperar, por parte de las inversiones, que respondan también a intereses de protección laboral, social, de desarrollo, ecológicas, de las comunidades donde se inserten, y no sólo que sean voluminosas?
 
Uno se siente confundido. Después de tanto nacionalismo que nos incrustan en la cabeza, ¿no hay un tratamiento diferenciado para los cubanos que emigraron, alcanzaron un estado económico favorable, y quieren participar de las oportunidades que ofrezca el desarrollo económico del país?
 
Uno se siente intrigado. Después de que dicen que los municipios adquirirán autonomía, y que el gobierno central se debe sacudir muchas responsabilidades económicas y sociales a nivel de barrio ¿La entrada de muchos aportes pequeños y medianos no equivale a un aporte mayor, ni tiene un papel dentro del plan de desarrollo integral de toda la sociedad, ni se le permitirá convertirse en una fuente de empleo más que necesaria?
 
Uno se siente engañado. Después de saber que muchas personas con familiares acaudalados emigrados montan restaurantes, compran viviendas fastuosas y levantan otros tipos de iniciativas que exigen un capital, se piensa ¿será esto casualidad, o el canciller no quiere reconocer que el capital de los emigrados ya entra por esas vías?
 
Y como siempre, al final, uno se siente defraudado. Porque ni en el Granma, ni en los demás periódicos del gobierno –únicos legales en el país–, ni en las bitácoras de los blogueros oficialistas, aparece la noticia sobre este encuentro y las varias cosas que en él se conversaron, ni mucho menos una explicación más detallada de las opiniones del canciller, ni mucho menos un análisis crítico sobre la actuación de quienes deben representar y defender al pueblo cubano.

1 de octubre de 2012

Colaboradores

Tags: Cuba, derechos, dinero, educación, explotación, gratuidad, internacionalismo, Rogelio M. Díaz Moreno, salario, salud
 
El otro día tuvimos una visita especial.
 
Era un compañero que se encuentra cumpliendo una misión de esas que hace el personal médico cubano en los países allende los mares, y estaba de vacaciones por unos días aquí en La Habana. Nos contó muchas cosas interesantes.
 
Para empezar, los cuentos sobre otros países son siempre atractivos. El asunto ese de viajar a lo desconocido, más en un país como Cuba donde el hecho mismo del viaje es algo tan complicado. El interactuar con culturas diferentes, con otras perspectivas de vida, otros patrones de comportamiento, lenguaje, estética, gastronomía, en fin, siempre hay muchas cosas que aprender. Y la parte de atender médicamente a otras poblaciones, salvar vidas, aliviar sufrimiento… siempre una experiencia excepcional, ya sea con los compatriotas de uno o con seres humanos de otros países.
 
Eventualmente llegamos al asunto prosaico del dinero. Les están pagando, nos refirió, doscientos dólares mensuales. Además, les acumulan poco más de cien pesos convertibles –aproximadamente equivalentes a dólares– adicionales, en una cuenta aquí en Cuba. Por otra parte, nadie les ha dicho oficialmente cuánto recibe el Estado cubano por su labor aunque, extraoficialmente, se dice que la cantidad es de siete mil quinientos euros al mes.
 
No me extraña, entonces, que nadie se anime a decirles la cifra oficial, ni así fuera la mitad de eso. Aprendan, Rockefeller, Bill Gates, que ustedes son unos niños de teta en eso de exprimir el trabajo de sus empleados. Uno saca una cuenta burda, más de siete mil euros de ganancia al mes, por veinte y cuatro meses, da ciento sesenta y ocho mil euros, que se embolsa el gobierno. Los colaboradores recibieron, entre tanto, menos de ocho mil; de los cuales, la mayor parte la habrán gastado en sustentarse a sí mismos en aquel país en condiciones bien modestas.
 
Puede argumentarse que el presupuesto del gobierno cubano atiende muchos fines sociales, y sería verdad. Pero ese presupuesto no sale del aire, sale del fruto del trabajo de personas como estos colaboradores, y parecería justo que a los que más aportan –en las difíciles condiciones de dejar atrás familia y hogar–, les tocara un poco más. Y la parte más ultrajante de este chiste: cuando estos compañeros regresen finalmente a la patria, luego de cumplir la misión, va a seguir existiendo un "susodicho" que les diga que no tienen derecho a reclamar derechos acá en Cuba, mejores salarios, posibilidad de viajar y demás, porque siempre estarán "en deuda con la Revolución, que les ha dado educación y salud gratis".