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31 de diciembre de 2012

Un mal año y la persistencia de la esperanza

Tags: activismo, anticapitalismo, antirracismo, autogestión, autoritarismo, BloggersCuba, burocracia, capitalismo, Cuba, democracia socialista, derechos humanos, discriminación, Elaine Díaz, Enrique Ubieta, La Joven Cuba, protesta, Rogelio M. Díaz Moreno, Sandra Alvarez, socialismo.
 
El año que concluye este lunes 31 de diciembre, según el calendario occidental, no fue muy feliz para la inteligencia, el debate o la libre expresión de las diferencias inevitablemente existentes entre las visiones y aspiraciones de cada cubano. Específicamente, varios blogs de mucho valor vieron su fin este año por efecto de la censura.
 
Pido perdón si no puedo abundar en las malvadas muestras de represión en otras latitudes. No vivo ni conozco demasiado de otros países, así que escasamente puedo abordar ni intentar mejorar desde aquí lo que ocurra por allá, y menos me serviría de consuelo pensar que están peor que nosotros. Me duele lo que conozco que azota mi propia cabeza, y para ensayarle remedios es que tomo la palabra.
 
Debo hacer una salvedad; voy a exceptuar de este análisis la cuestión de los grupos cubanos que presentan lazos relevantes con las agencias del gobierno estadounidense. Me interesa aquello que hacemos aquí por nuestra propia voluntad, guiados por nuestros auténticos ideales de nación, típicamente de izquierda y anticapitalistas; por lo tanto, generalmente en contradicción antagónica con aquella potencia, que reitera periódicamente sus intervenciones para socavar nuestra independencia. Esto no le impedirá a nadie hacer su propio resumen con los aspectos que más le ocupen.
 
La primavera del 2012 abrió con un encuentro entre blogueros de todo el país, iniciativa interesante pero ensombrecida por la poca claridad del criterio empleado para seleccionar los invitados. Los organizadores del BlogazoxCuba, el colectivo matancero La Joven Cuba, otorgaron la etiqueta de revolucionarios a discreción; se aseguraron de marcar solo las direcciones políticamente correctas e integradas, en fin, las conocidas como "oficialistas" y dejaron fuera visiones que hubieran podido aportar riqueza conceptual y de contenidos desde otras sendas del socialismo democrático y la participación popular. Los roces no se hicieron esperar y se cruzó un volumen de fuego, reflejado en las bitácoras de uno y otro espacio.
 
Los agrupados bajo la sombrilla oficialista, de acuerdo con la tradición, siguieron empleando las armas de acusar al resto de adoptar posturas diversionistas y manipulables por un enemigo a cuyos fines se estarían prestando. El único pensamiento pertinente, según este partido, parece ser aquel que siga los canales establecidos, el momento y el lugar adecuados, cuidadosamente cribado de todo cuestionamiento de los "líderes históricos", y que preferiblemente solo reproche a los malos del otro lado del estrecho de la Florida mientras se ensalze todo lo posible la política interna. Por el lado alternativo, se fustigó esta visión maniquea de bien y mal, la doblez de defender incondicionalmente la política que fuere que estuviera en boga, por contradictoria que fuera con ideales sociales sostenidos antaño o incluso, opuesta a políticas defendidas con el mismo acrítico entusiasmo en años anteriores.
 
Un punto tragicómico en esta historia es lo cuestionable de su trascendencia. El insignificante alcance de la Internet en nuestro país excluye a la aplastante mayoría de la población de estos debates, así que su mayor impacto lo producen a través de su divulgación entre élites de intelectuales, su seguimiento por las autoridades gubernamentales y el eco en los círculos internacionales interesados por nuestra tierra, ya sean cubanos emigrados, colectivos solidarios con Cuba… y también las atentas miradas de consorcios turbios poco proclives a desearnos el bien.
 
Los meses del verano trajeron las mayores zozobras. El mismísimo colectivo de La Joven Cuba se tornó excesivamente molesto para el sistema, y sufrieron una flagelación brutal. Nunca han tenido el valor de denunciar claramente los detalles del defenestramiento, pero ha trascendido lo suficiente para permitir hacerse una idea bastante precisa: reuniones con "altas autoridades", puñetazos sobre la mesa, cuestionamientos de su "condición de revolucionarios", acusaciones de "hacerle el juego al enemigo", las obvias amenazas de despedirles del trabajo como profesores de la Universidad de Matanzas, etc.
 
Hay que introducir aquí un par de detalles importantes. El blog La Joven Cuba no surge, a diferenta de otras columnas asalariadas del pensamiento oficial, por una orientación de los niveles superiores, con facilidades otorgadas para el propósito de conexión y navegación, estímulos por metas a cumplir y demás. Estos jóvenes admiradores de Antonio Guiteras se tiraron al agua del Morrillo por su propia cuenta y sin salvavidas, y emplearon para ello las limitadas posibilidades de conectividad con que contaban en su centro. De hecho, el emprendimiento navegó por aguas prohibidas desde un principio, si bien por un tiempo las autoridades, medianamente satisfechas, eligieron hacerse de la vista gorda. Ayudaba el detalle de que LJC manifestara intensamente y con frecuencia toda la afinidad posible por la conducción estatal, pero también parece ser un hecho que partieron de una motivación legítima, auténtica, de preocupación social y nacional. De ahí que produjeran materiales y despertaran debates de mucho interés, de contenido crítico y con exigencias combativas contra lacras burocráticas y autoritarias existentes. Estos dos (o tres) elementos, el proyectarse espontáneamente (con los recursos de la Universidad) y el emitir algunas críticas con seriedad, decretaron el fin de su romance con las autoridades. De nada les ha servido reivindicar sistemáticamente sus simpatías por el sistema; igualmente frustrante debe haberles resultado el virón de espaldas de la mayoría de los invitados a su reunión de "blogueros revolucionarios".
 
Antes de sacar las conclusiones pertinentes, se deben contemplar otros hechos. Elaine Díaz, una de las voces más reconocidas de la blogosfera cubana, anunció de manera igualmente súbita el fin de su actividad para, según una argumentación que no convenció a nadie, "concentrarse en su desarrollo profesional". Los que conocemos a esta valiente persona, apenas podemos imaginar la intensidad de la presión a la que debió ser sometida, las amenazas y reuniones con que la exprimieron, por su voluntad de proteger a su sufrida comunidad contra desmanes burocráticos, de convocar a acciones de defensa de la voluntad y el interés popular, las denuncias contra los acaparadores de las telecomunicaciones en Cuba y demás pecados de similar gravedad. También debe considerarse que Diaz siempre repudió todo intento de manipulación contrarrevolucionaria, y su bitácora intentaba mantener abiertos los "canales establecidos" por el gobierno.
 
El ocaso de Bloggers Cuba se consumó también en el 2012. Los últimos y aislados escritos, subidos al otrora pujante sitio, no hacían sino confirmar su desgracia. Este era otro colectivo que marcó durante varios años un espacio alegre, dinámico, informativo y variado, sin cesiones al oficialismo maniqueo ni escarceos con una disidencia de poco prestigio. Después de permitirle un período de esta suerte de navegación entre dos aguas, las autoridades le asestaron sucesivos golpes, por separado, a varios de sus miembros, y el colectivo no resistió la presión, hasta el punto que se perdió hasta el dominio del blog.
 
Elaine Díaz, justamente, era una de las voces destacadas de BloggersCuba. Sandra Álvarez también, y su bitácora personal porta el provocativo título "Negra Cubana tenía que ser". En este espacio, la autora fustiga las lacras de discriminación contra la mujer, el racismo y la homofobia actuantes en la sociedad y las instituciones cubanas. No es un secreto que Álvarez también ha sufrido presiones y cuestionamientos agudos de agentes del estado, que hasta ahora no han podido acallar esta poderosa y valiente voz.
 
Dejo para último el blog del Observatorio Crítico, del cual me honra formar parte, y que también ha tenido duro bregar bajo las andanadas oficialistas de quienes nos acusan de toda una serie de pecados inicuos. Las consecuencias las han pagado varios integrantes con sus puestos laborales, ya perdidos o en peligro inminente.
 
Terminada esta relación, caben un par de preguntas. ¿Por qué a la juventud, llamada a desempeñar roles protagónicos en todo proceso revolucionario y enaltecida con el llamado guevariano al "Hombre Nuevo", le decapitan todo intento de desbordar el rol asignado de obediencia? ¿Qué mensajes clarísimos emiten estos sucesos? Evidentemente, que el horno no está para galleticas; que toda voz fresca, espontánea, que se atreva a poner en juicio las políticas de la burocracia imperante, está en peligro de ser suprimida en el momento en que así se estime conveniente. No habrá tolerancia al debate abierto, al análisis sincero de ideas diversas, ni siquiera dentro del campo de las corrientes que respeten ideales socialistas desde distintos matices. La unidad monolítica y la obediencia a la clase burocrática imperante seguirá siendo el único estandarte aceptable. El vocerío de Lagarde, de Ubieta, de quien sea que se esconde tras el seudónimo Yohandry, de Jorge Ángel Hernández, Noel Manzanares Blanco y resto de la comparsa se vuelca en primer lugar contra cualquier nota discordante y luego, si el aludido persiste, caerán las represalias en el centro de trabajo, de estudios, el hostigamiento, los cortes de conexión o el despido llano y simple –en un país donde el Estado sigue siendo la única opción laboral para ejercer una labor profesional de calificación universitaria.
 
Con este panorama, mal puede prosperar el propósito del General en Jefe, Raúl Castro, de respeto a las discrepancias y diferencias honestas dentro del mismo fin e ideales sociales. A pesar de todo, siempre existiremos aquellos, quienes creemos que la juventud generará eternamente nuevas voces y proyectos, colectivos y espacios de ideas y debate, con elevadas convicciones sociales y valores revolucionarios y democráticos de la mejor estirpe que, aún cuando sean aplastados una y otra vez, alimentarán continuamente el renacer de la esperanza.

26 de diciembre de 2012

El empeño es noble, la complicación es más que consabida

Tags: activismo, altruismo, autoritarismo, burocracia, Cinco Héroes, Cuba, discriminación, Internet, Intranet, Natacha Santiago
 
He tropezado con un artículo de la periodista Natacha Santiago en el sitio web de RadioCOCO, (emisora a la que admiro y respeto profundamente desde todos los puntos de vista), que me llena de una sensación donde no sé si predomina el estupor, la indignación o algún otro sentimiento relacionado.
 
Sucintamente, el trabajo defiende la convocatoria a la recogida de peticiones para que el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, evalúe intervenir favorablemente en el caso de los cinco cubanos presos en aquel país desde 1998 por cargos de espionaje y otros. Lo que enardece mi sentido común, mi sensibilidad como ser humano y mi patriotismo, es la idea de la autora de que no existe ninguna complicación para participar de esta iniciativa; para lo que "solamente" haría falta la "sencilla" operación de entrar a un sitio de Internet relacionado con peticiones efectuadas al gobierno estadounidense, albergado bajo el espacio https://petitions.whitehouse.gov/petition/. Se aspira a alcanzar una cifra de 25 mil solicitudes.
 
Antes de seguir, y para que quede clara mi posición frente a posibles malintencionados (a las personas de buena fe no tengo necesidad de aclarárselo): apoyo incondicionalmente la liberación para los cinco compatriotas prisioneros, cuanto antes mejor; si bien albergo la impresión de que la táctica empleada por el gobierno cubano en los últimos quince años no ha dado buenos resultados.
 
Ahora continuamos con el articulillo de marras. Cualquiera con un ápice de información sobre la realidad cubana –que una periodista de nuestro país debiera dominar– sabe que el acceso a la Internet, entre nosotros, está restringida a una exigua y privilegiada minoría de personas. Por lo tanto, más de diez millones de cubanos estamos impedidos de participar de la tal convocatoria. Por ejemplo, cuando yo intento activar el vínculo que me están sugiriendo, aparece en mi pantalla la imagen que inserto en este escritillo, con la que el servidor de Infomed me explica que no estoy autorizado a acceder a la página deseada.
 
 
Esta imagen, a pesar de lo que intente discutirnos cualquier vocero del discurso oficial, no la puso el presidente Obama en el monitor de mi computadora. Como conozco que existe un cable óptico, funcional, que une a Cuba a la red mundial, y como mi centro laboral tiene conectividad internacional desde hace bastante tiempo –solo que limitada para temas académicos y clínicos, para lo cual sí la aprovecho con gran satisfacción–, me consta que la responsabilidad de mi incomunicación en el resto de los campos de la Web recae sobre los directivos, la burocracia y los funcionarios que organizan y gozan de esas cosas en nuestro país. Sin forzar demasiado los estimados, se podría decir que no menos de medio millón de profesionales están en una situación parecida a la mía, es decir, con este tipo de acceso restringido a Intranet. Muchos más cubanos y cubanas, millones podríamos decir, tienen a su alcance variantes parecidas de conectivad limitada en centros laborales, educativos y los Joven Club de computación. De tal forma, podemos considerar que las aspiraciones de 25 mil firmas son irrisorias, en comparación con lo que se podría alcanzar, dadas las potencialidades nacionales.
 
Aún cuando estos puntos son del conocimiento común, la periodista se va por una imposible tangente y pretende que "todas las personas decentes", que todo aquel "que tenga idea de lo que representa el sufrimiento innecesario de tantas personas" pueden participar. Esfuerzo que, según ella, nos permitirá "experimentar satisfacción al hacer el balance habitual de nuestra conducta al concluir este año, por haber incorporado a nuestros nobles gestos, el cumplimiento de esta acción de carácter moral, desinteresada y benéfica y sólo con un pequeño esfuerzo". No se encuentra por todo el artículo una salvedad para solicitar la comprensión –y la sugerencia de alguna otra forma de manifestar nuestro apoyo– a los que disponemos solo de variantes limitadas de conectividad, o de ninguna.
 
A veces se hace difícil asimilar el nivel de hipocresía que se puede acumular en un discurso. Natacha Santiago cierra con evocaciones a la esperanza y a la familia, explica que ella ya firmó y que cuenta con todos nosotros para acompañar este fin. Después de recibir tan utópica tunda de intenciones, tan buenas como imposibles de materializar, a uno solo le queda preguntarse si se es una mala persona –por no haber respondido con el fervor esperado– o masticar la sensación de que este es otro material de esos que se estilan para el rastrero objetivo de ganarse el beneplácito de los superiores, al costo de la manipulación de sentimientos tan hondos, sagrados y dolorosos para las familias y el pueblo cubano. Tal vez deberíamos sentir compasión por las conciencias y las vidas de las personas capaces de caer en esas situaciones; además de desear, como es obvio, la liberación de todos nuestros compatriotas que se encuentren injustamente prisioneros en cualquier lugar del mundo.

22 de diciembre de 2012

Mensajes ciertos de una Naturaleza caliente

etiquetas: Nature, Infomed, calentamiento global, medio ambiente, ecología, ecologismo, efecto invernadero, Cumbre de Doha, Protocolo de Kyoto
Esta nota salió en el sitio cubano Cubaliteraria, y quería compartirla con quienes leen el blog del OC. Espero se diviertan en la polémica y les sea de provecho.
 
La celebérrima revista científica Nature despliega, en la portada de su número 7426 –que corresponde a la última semana del mes de noviembre– un mensaje de inconfundible olor a chamusquina: Llegó el calor.
 
Con los materiales disponibles lo mismo en las páginas de la revista que en su sitio web, quedan abundante y nítidamente expuestas las evidencias sobre el fenómeno del calentamiento global, así como la responsabilidad que le corresponde a nuestra civilización, fundamentalmente por las alteraciones que provocan las emisiones de gases de efecto invernadero.
 
Antes de seguir, y para quienes sientan la curiosidad: puedo acceder a Nature desde mi trabajo, a través del portal de la salud cubano, Infomed.
 
Ojalá el mensaje presente en el editorial calara más profundamente en los comportamientos de los seres humanos, deseamos todos los que nos duele ver el deterioro de las condiciones medioambientales. Sin embargo, ante el inminente fin del período cubierto por el Protocolo de Kyoto (el próximo 31 de diciembre) los grandes protagonistas de las políticas mundiales no han podido –o deseado– establecer acuerdos y códigos de conductas más considerados con el planeta que nos sustenta, para remediar la contaminación de sus aguas, de su atmósfera, y detener o mitigar el calentamiento galopante del clima.
 
Este último fenómeno ya constituye parte de la ciencia establecida, como concuerda la abrumadora mayoría de la comunidad científica, y sus evidencias son señaladas por doquier por parte de instituciones académicas, tales como el Panel Internacional del Cambio Climático, establecido a nivel de la Organización de las Naciones Unidas. En el número presente de Nature se aborda, por ejemplo, la situación del deshielo en los polos y en Groenlandia, tal como la expone Olive Heffernan.
 
Por su parte, Quirin Schiermeier introduce algunos análisis respecto a la evolución de las actividades e intereses económicos involucrados detrás de las negociaciones mundiales sobre el clima. Como resultado, pronostica un solo futuro tras el fin del Protocolo de Kyoto: Aire Caliente. En su trabajo, expone las inconsecuencias de varias naciones más desarrolladas, verbigracia, los Estados Unidos, seriamente nocivas para todos los intentos de afrontar el problema de una manera constructiva. De igual forma, extrae algunas moralejas de importancia a partir de la concatenación de acontecimientos resultante de la interacción de los movimientos internacionales envueltos en el tema. El problema, se puede apreciar, se presenta mucho más complicado que la solución al agujero en la capa de ozono o la reducción de arsenales nucleares, pues involucra intereses económicos, las diferencias en desarrollo de las naciones del planeta y cuestiones de justicia social, tanto como tecnológicas y geopolíticas. Para colmo, ante el creciente precio del petróleo, muchas potencias se vuelven hacia el carbón, aún en abundancia relativa y más contaminante todavía que el petróleo o el gas natural. Los criterios de varias autoridades citadas dan fe de las dificultades que se avecinan, que difícilmente puedan ser resueltas exitosamente en el exiguo plazo que le queda a la humanidad para evitar un trastorno irreversible.
 
Con estas perspectivas, no es de extrañar que Heffernan recomiende: Si no hay vuelta atrás, adaptémonos. El autor no hace más que señalar la tiznada realidad que toca nuestras puertas, y la tendencia presente en sociedades y países a aplicar medidas que les permitan lidiar con las consecuencias del cambio. Ya que el tiempo se volverá inestable, con condiciones meteorológicas extremas, lo mejor es estar preparados, piensan muchos sin que les falte razón. También es cierto que la adaptación a los campesinos de un país paupérrimo o los habitantes de un islote coralino será muy diferente a la de los residentes de urbes norteñas de poderosas infraestructuras, como no se deja de contemplar en el este material. Las inundaciones, sequías, olas de calor y otros problemas estarán a la orden del día y exigirán grandes cuotas de sacrificios.
 
Dieter Helm contempla con preocupación la tendencia al incremento en el uso de carbón en las naciones europeas. En naciones como Alemania se están incluso sustituyendo centrales electro nucleares por este otro combustible, con desastrosas consecuencias para los niveles de contaminación esperados. La aplicación urgente de nuevas tecnologías –dentro de las que se incluyen las renovables y las nucleares– así como un accionar más enérgico contra las emisiones de gases de efecto invernadero, impuestos y otras medidas, son imperiosas para conservar un planeta medianamente saludable, recalca, después de que la filosofía aplicada en el Protocolo de Kyoto ha terminado de mostrar su insuficiencia. Jeff Tolleson y Richard Monastersky despliegan varios gráficos que ilustran las preocupantes tendencias hacia la mayor contaminación .
 
Los entresijos de la política del comercio con créditos de carbón son expuestos por Michael Grubb. La diplomacia climática gira intensamente alrededor de estos mecanismos, sugeridos originalmente en los Estados Unidos y que alcanzaron gran auge en la Unión Europea. Esta política está lejos de ser universalmente celebrada, y Grubb expone disímiles ventajas y desventajas que se despliegan en los campos de discusión y análisis.
 
Tollefson retoma la palabra para ofrecer algunas consideraciones sobre lo debatido en la Cumbre de Doha. En la ciudad sudafricana se volvió a discutir el estado de los esfuerzos para conservar el medio ambiente luego del fin del período cubierto por el protocolo anterior, y se desplegaron los últimos intentos por establecer políticas de consenso, en el actual decenio, que eviten lo peor. Como en el caso anterior, las dificultades parten de los diferentes grados de compromiso de naciones desiguales en desarrollo e intereses.

13 de diciembre de 2012

¿Y después de Chávez, qué?

tags: Cuba, economía privada, Hugo Chávez, planificación, Rogelio M. Díaz Moreno, socialismo, Venezuela
 
Ayer pasaba yo por una sala de espera de mi hospital donde hay un televisor, casualmente, a la hora que comienza el espacio noticioso de la una pasado meridiano. El noticiero abrió, entonces, con informaciones sobre el tema del momento en Cuba: el tratamiento contra el cáncer que ha seguido, en nuestro país, el presidente venezolano Hugo Chávez Frías.
 
Normalmente, los pacientes en ese salón no le suelen prestar mucha atención al aparato audiovisual, y menos al noticiero. Yo me acerqué, entonces, con la intención de poder escuchar al locutor por encima del murmullo subyacente, pero me percaté inmediatamente de que mi movimiento había sido innecesario. El local enmudeció; como por encanto, todas las personas se enfocaron en el televisor con una fijeza poco común.
 
Terminado el reportaje, una señora cerca de mí rompió el silencio, diciendo algo así como "pobre hombre", denotando compasión, tristeza, duelo. Yo seguí mi camino mientras le daba vueltas a un par de pensamientos.
 
Me vino a la mente, por ejemplo, la descripción de mi padre sobre cómo se manifestaban las familias pobres del campo, en los tiempos de su infancia, ante la muerte de un familiar, cuando este era el que desempeñaba el papel de trabajador-productor-proveedor: una zozobra tremenda, un llanto desesperante, un luto desmesurado en comparación con el que causaba el fallecimiento de otro ser humano como una mujer o un niño –aunque estos también fueran llorados. Y la amarga desigualdad, aparentemente reprochable, tenía sin embargo un profundo, innegable sentido: cuando el fallecido era el que sostenía económicamente al resto, pésimos tiempos se abrían por delante.
 
Para nadie es un secreto que la supervivencia del sistema cubano, hasta hoy, le debe mucho a la ayuda económica, los acuerdos firmados con la Venezuela chavista, y la posibilidad de adquirir en aquella nación combustibles de primera necesidad a cambio de servicios de nuestros profesionales. Por muy poco cariño que le tengan algunos a los regímenes que enarbolan banderas socialistas, nadie puede ignorar que, en medio de la pobreza y la incertidumbre, muchas personas sencillas se alegran y se aferran al escaso trozo de seguridad, de oxígeno, de sostén vital, que todavía emana de los últimos y menguantes subsidios socioeconómicos administrados por nuestro gobierno, posibles aún –en no pequeña medida– gracias a la ventajosa conexión venezolana. Cuando se considera que el proyecto bolivariano ha descansado en exceso –desde mi humilde punto de vista– sobre el carisma y la personalidad de Hugo Chávez, se comprende entonces que la desgracia que amenaza con ocurrirle a su persona, proyecte negros nubarrones sobre el ánimo de tanta gente.
 
En realidad, no es insensato que elucubremos un poco sobre lo que se puede esperar, la influencia que tendrá este giro en los acontecimientos por venir. Yo, particularmente, espero que ahora las reformas económicas que aplica el gobierno cambien un poco de ritmo. No es que vayan a acelerarse mucho, más bien que se sucedan un poco menos lentamente. Sobre todo, aquellas que abren el espacio a los esquemas de economías de mercado. Igualmente, no me extrañaría que se intentara reforzar el control político y mediático sobre la población, aunque el éxito a largo plazo de este último objetivo sea menos seguro que el anterior.
 
Prácticamente todos los gobiernos cubanos ha sido criticado sobradamente por las dependencias establecidas respecto a poderes extranjeros, ya fuera con los Estados Unidos, la Unión Soviética o, más recientemente, Venezuela. Una vez más, la incertidumbre planea por este campo, ante la posibilidad del fin de la última de estas etapas. Ante el país, se cierne una etapa donde se tendrá que probar la capacidad nacional de caminar autónomamente, por las fuerzas propias de la nación. Los decisores locales, dirigentes y políticos que controlan el poder real, han realizado una labor de resultados escandalosamente pobres, a la hora de convencer al resto de su capacidad para estar a la altura de las circunstancias. Liborio tendrá sobradas razones para desvelarse durante las próximas noches.

8 de diciembre de 2012

Para recuperar un legado trascendente

tags: activismo, afrodescendencia, altruismo, antirracismo, antropología, autogestión, cabildo, Cátedra Haydee Santamaría, Chekendeque, Cofradía de la Negritud, Cuba, derechos humanos, discriminación, educación, explotación, Lázara Menéndez, Maria del Carmen Barcia, Mario Castillo, religióno, religiosidad, Rogelio M. Díaz Moreno, Tato Quiñones
 
En la tarde de este sábado 8 de diciembre, fue realizado un hermoso encuentro en nuestra sufrida Habana. La reunión fue el producto de la labor de la Cofradía de la Negritud, la Cátedra Haydee Santamaría y el grupo Chekendeque, y tuvo como objetivo el compartir valiosos conocimientos relacionados con el desempeño de formas fraternas y de ayuda mutua entre los estratos más humildes del pueblo cubano a lo largo de un prolongado período histórico.
 
Protagonizaron el panel Maria del Carmen Barcia, Lázara Menendez, Tato Quiñones y Mario Castillo, para integrar un equipo que combina experiencia y prestigio académico con empuje, juventud, y entusiasmo en el campo de la defensa de los valores espirituales, las tradiciones y la historia de los cubanos y cubanas del heroísmo anónimo cotidiano. El público había sido citado, y acogió a los ponentes en la Casa de la Cultura de la Habana Vieja, en el barrio de Jesús María.
 
Los organizadores prepararon, con todos los participantes, un círculo horizontal e integrador, en el que fluyeron las intervenciones con una naturalidad y cordialidad que permitió obviar la falta de equipos de audio. La Barcia inició el conversatorio explicando el origen de la institución del Cabildo; introducida en Cuba por los colonizadores españoles, como un método de control socio cultural y político sobre la población de esclavos africanos introducida mediante la cruel y masiva trata negrera. Esta institución –típicamente urbana, dadas las condiciones de vida de los esclavos– derivó sin embargo, lenta pero firmemente, en un espacio que estableció lazos de fraternidad y resistencia entre los esclavos.
 
 
Tato Quiñones retomó la historia en el punto donde la dejó Barcia, para ilustrar el proceso de crecimiento y multiplicación que siguieron los Cabildos o Naciones a medida que se iban extendiendo las posibilidades y conciencia de las personas afectadas por el sistema oprobioso que representó la esclavitud, pero también a partir del fin oficial de aquella, cuando no desaparecieron las lacras del racismo y la opresión racial. Con anécdotas sumamente ilustrativas, testimonios de hechos que tomaron lugar justamente en las cercanías de ese mismo barrio Jesús María, emocionó a los oyentes que allí estábamos. De tal forma, conocimos sobre los empeños de aquellas personas que se propusieron sobreponerse a todas las dificultades, dominar con sus esfuerzos personales herramientas básicas de la cultura y la economía como el leer y escribir, y el montar un sistema de ayuda mutua basado en cotizaciones, celebraciones y otras formas organizativas. De tal suerte, mejoraban sus condiciones tanto para resistir las adversidades como para el establecimiento de formas autónomas de orgullo, de cultura, de sociedad y confraternización.
 
Lázara Menéndez ofreció importantes consideraciones sobre un tema frecuentemente manipulado como arma para demeritar las religiones de origen africano y a las personas que las practican, a saber, el componente de satisfacción personal que las acompaña en términos de bienestar. Ciertos tipos de análisis unilaterales critican a esa postura, sin permitirse reconocer que es totalmente legítima como cosmovisión que pone al individuo, y no a una deidad abstracta, como centro de su mundo. A nadie le extraña, señala, que se inviertan cuantiosos recursos extraídos a los fieles en el mantenimiento de suntuosos templos en otras religiones. Por otra parte, debe comprenderse asimismo que el carácter de resistencia forjado por esta filosofía también se erige contra las fuerzas y hostilidades que han solido pretender que estas personas se mantengan en condiciones de vida inferiores. También es fundamental recordar que en los refranes se recogen enseñanzas de sobrada justicia, como el reconocerles a todos los seres humanos capacidades y derechos semejantes para alcanzar objetivos de bienestar; tanto como reconocer que la solidaridad con el vecino y con el menos favorecido, son pilares vitales y principios éticos fundamentales de estas maneras de ser.
 
La interesante intervención de Menéndez también relacionó los modos de relaciones económicas propios de estas religiones con lo establecido en la sociedad en la que vivimos, marcado por la existencia de doble moneda y otras realidades que permean toda la vida de la ciudadanía. No olvidó recalcar la necesidad de remediar las incomprensiones que abundan en este campo, acompañadas de hostilidades. Para favorecer el entendimiento entre las personas, promover una mejor comprensión de las relaciones entre creyentes de distintas religiones o ateos y entre el ser humano y la naturaleza, enfatizó, debe partirse de la buena voluntad, de mantener la mente abierta, de no discriminar.
 
Mario Castillo, finalmente, recapituló sintéticamente cómo las tradiciones recogidas o formadas en estas organizaciones fraternales se replicaron y alimentaron posteriormente muchas de las experiencias de la clase obrera cubana. Grupos como la Federación Obrera de La Habana –fundada de manera nada casual en el mismo barrio– contaron entre sus combativos miembros con integrantes o descendientes de estas bravas personas, y la fortaleza, elasticidad e ingeniosidad desarrolladas durante siglos de opresión fueron grandes valores en las luchas contra los regímenes corruptos y los empresarios inescrupulosos que se sucederían en el poder.
 
Apurados por el implacable tiempo, se logró apretujar un rápido intercambio donde se añadió un poco a cada tema, evidenciándose el tremendo interés despertado por estos asuntos y, sobre todo, la necesidad de continuar estudiando, intercambiando y divulgando conocimiento alrededor de estas raíces tan importantes y tan poco conocidas de nuestra nacionalidad.

3 de diciembre de 2012

El romance con el capitalismo no nos sacará de la pobreza

Etiquetas: autogestión, autoritarismo, burguesía, burocracia, capitalismo, cooperativismo, Cuba, democracia socialista, economía privada, explotación de trabajo asalariado, Juventud Rebelde, Luis Sexto, marxismo, organizaciones de masas, planificación, privatización, socialismo
El profesor Luis Sexto, en su popular columna del diario Juventud Rebelde, reconviene a ciertos sujetos –sin llamarlos por su nombre – por tomarse libertades muy parecidas a las que este servidor se ha tomado, dígase, divulgar por alguna que otra irregular vía mis opiniones críticas respecto a ciertas medidas aplicadas últimamente por el gobierno cubano. En particular, yo recientemente la tomé contra la decisión –y Sexto la ha defendido– de entregar a inversores extranjeros la administración de centrales azucareros de nuestro país.
 
En primer lugar, quiero dejar establecida mi consideración por la persona y obra del discrepante, cuyo prestigio, amplio y bien merecido, tiene poca necesidad de que yo abunde más en currículos u honores. Su desacuerdo con los argumentos que despliego en estos ruedos –sea yo, o no, la persona cuyas ideas le causan malestar– me conduce a meditar con seriedad. La discrepancia de un sabio – tómese el cumplido con sinceridad, tal como es extendido–, enseña más que la acquiescencia fácil. Aún así, he de persistir en estas ideas, que considero aún no rebatidas, tal vez con mayor grado de detalle y profundización.
 
En primer lugar, permítaseme reivindicar la dosis cierta de indiscreción que incluye la manera de socialización que aplico. Los problemas que discuto con mis amigos, estamos convencidos, son los mismos que afligen a millones de compatriotas en nuestro verde caimán y tienen un reflejo, en las páginas de nuestra prensa, inversamente proporcional a su extensión y gravedad. No tengo que recordarle a Luis Sexto las deficiencias de nuestros diarios, que él ha sufrido mucho más que yo. Si los medios de divulgación regulares no dan cabida a los sentires, debates, críticas y proposiciones de muchas personas, todo ello se desborda inevitablemente hacia los resquicios de la Internet, la blogosfera, el correo electrónico y hasta el grafiti callejero, en dependencia de las oportunidades y aptitudes de las personas. Y cuando algún lector discrepa o pide no ser molestado, se ofrecen las correspondientes respuestas o disculpas y se toman las medidas para no volver a perturbar su espíritu.
 
Ahora, en el tema particular de los convenios con socios extranjeros, es posible que yo deba esclarecer un  poco más mi parecer. Estaría de acuerdo, como es natural, con quien me señale que el estado de la planta agroindustrial cubana se caracteriza pr la descapitalización; que se encuentra arruinado por décadas de malas administraciones, insuficientes y deficientes mantenimientos y, cómo ignorarlo o negarlo, padece también de zancadillas colocadas por el malhadado bloqueo estadounidense. Estaría de acuerdo, en principio, con quien adelante la posibilidad de aprovechar oportunidades, socios y mercados extranjeros con los que pueda establecerse una relación de mutua conveniencia.
 
¿Dónde  está entonces el desacuerdo con Sexto? En quién desempeña el papel del socio cubano. Por  cinco décadas, la dirección de toda la actividad económica ha estado en manos de funcionarios, de burócratas, en una palabra, del Estado. Los trabajadores, como es harto reconocido, nunca desarrollaron el sentido de propiedad de unas empresas para las que laboraban a cambio, básicamente, de un salario. Que aquel mismo Estado ofreciera privilegios ciertos en otros campos como salud y educación no impedía que, en el puesto laboral, la relación establecida fuera la de patrón autoritario versus trabajador enajenado, en la aplastante mayoría de los casos. Quien pretenda defender otra versión, se da de bruces contra las realidades de productividad paupérrima, la sustracción de todo tipo de productos, mercancías y materias primas, la doble moral y la simulación desarrolladas ante cada instrumento de inspección y control aplicados por los "niveles centrales" y la refractariedad cada vez mayor a los llamados de conciencia. La dirección de las empresas, la figura rectora, el "CEO" cubano, no es y no ha sido nunca el cuerpo de trabajadores plantilla de la fábrica, el central, el taller, sino un órgano enajenado de estos, envuelto en brumosas lejanías, poco inclinado a escuchar críticas y más bien dedicado a disciplinar de arriba hacia abajo.
 
Yo no voy a entrar a analizar ahora si es ese cuerpo de dirección el principal culpable de los males de la empresa cubana llamada socialista, o si los males vienen de más arriba, de las estructuras supremas de dirección. Lo que quiero destacar es que, nunca, en ninguna circunstancia, estuvo la dirección y administración en manos de la clase obrera libre y autonómicamente organizada. Siempre se le consideró como "inmadura", "no lista", necesitada de liderazgo y conducción por quienes sabían más. Quienes deseaban revolucionar las cosas eran siempre puestos en su lugar. De esa forma, la única producción eficiente en Cuba terminó siendo la de los pequeños agricultores, dueños particulares, tal vez, de la cuarta parte de las tierras y productores de las tres cuartas partes de la comida.
 
No sé si alguien ha hecho el recuento de la cantidad de experimentos fallidos en la economía cubana. Ya fueran los métodos importados del CAME; la apelación al estímulo moral; la introducción de doble moneda; jabitas de aseo con cuatro jabones, una maquinita de afeitar y un champú que duplicaban el salario efectivo, o la madre de los tomates, el resultado final es siempre el mismo, el irreversible detrimento de la actividad económica y el nivel de desarrollo social. Cada equipo importado, de Oriente u Occidente, del Norte o del Sur, ha terminado subutilizado, deteriorado, oxidado y hasta abandonado por las más disímiles causas... a excepción de los camiones de los transportistas privados, los tractores particulares de los campesinos, los tornos y otras máquinas sencillas de los cuentapropistas actuales o de antes. Siempre había una justificación para mantener, aunque hubiera que maquillarla un  poco, la empresa estatal. Siempre había, y se mantiene, las reservas contra el desempeño de los trabajadores autoorganizados.
 
Yo aceptaría, como posible buena idea, el convenio con el socio extranjero, brasileño, canadiense, ruso o malayo, cuando su contraparte cubana sea un colectivo de personas trabajadoras que administran autonómicamente su centro de trabajo, ya sea central azucarero, mina de níquel, hotel o planta de masa para churros. Un colectivo así, con las potestades necesarias, reconocidas y protegidas por la legislación, con derechos y deberes sobre recursos naturales, maquinarias, actividad comercial y social, etcétera, puede efectuar convenios de este tipo con mucha mayor probabilidad de provecho para sí y para el país, que los mismos funcionarios que cometieron desfalcos masivos en los convenios con empresas de minería, de cruceros, aerolíneas y otras que han sido objeto de fuertes operaciones penales por la Contraloría de la República. Tampoco nos han explicado, en ningún sitio, cómo se ha manejado la cuestión de la opinión de los trabajadores del centro involucrado, cómo se proyectan los cuerpos sindicales al respecto, qué tipo de relaciones tendrán ahora con la nueva administración… La variante que yo defiendo, a mi modesto entender, tiene muchas más posibilidades de trascender la pobreza que hoy padecemos; de conseguir que cada persona esforzada alcance –en esta vida, no en el futuro de las promesas– un estado de bienestar moderado donde se potencien los ideales humanistas de solidaridad, fraternidad, y libre y pleno desenvolvimiento espiritual.
 
Si la burocracia actualmente enquistada se rehúsa a ceder el control y busca –cediendo potestades a administraciones extranjeras– salvar una parte del pastel que no quieren compartir, lo condenaré, lo criticaré, lo compararé con todos los antecedentes que me permitan desnudar la falta de patriotismo que exhiben quienes confían más en el inversionista extranjero que en la ingeniosidad y responsabilidad del compatriota que sí está dispuesto a sudar, pero no por un ideal y un discurso abstracto que lleva cincuenta años, básicamente, exigiendo sacrificios. Tampoco es muy difícil descubrir los trapos sucios del subimperialismo regional brasileño, responsable de bastantes atropellos, denunciados y reconocidos entre sus vecinos menos afortunados del área geográfica, así como de uno de los niveles de desigualdad más marcados en América Latina y el mundo, por más que los recientes gobiernos de Lula y la Roussef hayan aliviado un poco las situaciones más extremas. Nadie debe dejar de tener en cuenta que los monopolios y corporaciones trasnacionales son –como consta en el Manifiesto Comunista, El Capital y unos cuantos más– de raíz capitalista, antes que norteamericana, o alemana, o inglesa, o brasileña. No nos durmamos con el cuento de que hay capitalistas buenos y capitalistas malos, so pena de despertarnos con la desagradable sorpresa de que, para todos ellos, Vale Todo.
 
Le agradezco al maestro Luis Sexto, una vez más, que haya abordado esta cuestión –haya partido de mí o no el impulso que lo movió– pues me condujo, de esta forma, a trabajar y meditar más profundamente sobre este tema.

24 de noviembre de 2012

Periódico oficial cubano (re)marca el camino al capitalismo

Cada día que transcurre permite apreciar evidencias reveladoras de un fenómeno inevitable: la burocracia todo-centralizadora, que intenta dominar y controlar cada aspecto de la vida económica y social del país mediante métodos autoritarios, al comprender que no tiene manera de montar un sistema económico, eficiente y funcional bajo el monopolio estatal, prepara la transición hacia esquemas capitalistas con la aspiración a mantenerse en puestos de privilegio mediante la metamorfosis de funcionarios a empresarios.

 

Hace un par de semanas denunciábamos el inicio de la entrega de centrales azucareros a capitalistas extranjeros, bajo el eufemismo de contratos de administración. Veamos esta vez un par de perlas del diario oficial del Partido-Estado-Gobierno, que ilustran perfectamente más escenas de esta tragicomedia.

 

La incapacidad estatal de asegurar la distribución de toda la producción agropecuaria generada por los campesinos es un mal especialmente doloroso en el contexto nacional de insuficiente producción de alimentos. Quienes siguen la sección "Cartas a la dirección" habrán encontrado en los últimos días un intercambio que desnuda este fenómeno de una manera muy particular. Ayer, veamos, se publicaba una misiva del Director General de la Empresa de Conservas de Vegetales, que explicaba por qué ciertas unidades en Santi Spiritus no podían asimilar toda la producción de guayabas de un campesino que se quejaba, días antes, de contemplar cómo se le echaban a perder en el campo los quintales de la sabrosa y saludable fruta.

 

Esto resulta ya bastante grotesco de por sí, considerando las necesidades no resueltas de la población. Pero lo más patético está por manifestarse en otro mensaje, también acogido días antes, que revelaba la perplejidad e indignación de los trabajadores de un centro elaborador y comercializador de dulces donde podrían haber empleado muy bien las dichosas guayabas y, de tal forma, haber evitado las afectaciones económicas sufridas por falta de abastecimiento. De veras que, si esto es el resultado de la planificación  de la economía que pregona el gobierno cubano, la CIA –que persigue el fin del sistema que tenemos en Cuba– no les está pagando a los que son en realidad sus mejores agentes.

 

La solución de la burocracia

 

Si bien Carlos Marx desnudó la falta de nacionalidad de las burguesías, otro tanto puede hacerse con las burocracias. Esto puede contemplarse cuando, ante situaciones parecidas, aquellas obran a través de los mismos mecanismos, las mismas motivaciones y miedos.

 

Por ejemplo, la repulsión a la idea de dar paso al poder de las personas trabajadoras. No importa cuán grande sea el caos que tienen formado los burócratas: la posibilidad de dejar, a quienes tienen en sus manos o cerebros las responsabilidades por las tareas productivas, dirigir y decidir en la administración de sus asuntos no pasa por la cabeza de la nomenklatura. Los voceros que claman su incondicionalidad al socialismo –sin haberse molestado en elaborar un cuerpo teórico y filosófico que lo respalde, más allá de la necesidad de una obediencia piramidal– prefieren abandonarse al capitalismo, con la esperanza de conservar posiciones de privilegio. La metamorfosis se anuncia mediante un discurso tan superficial y acomodaticio como el de la etapa anterior, que a su vez permite diagnosticar con precisión el fenómeno.

 

Los que primero experimentan la mutación, pueden al menos hacer gala de alguna originalidad. De aquí que el famoso eslogan  "enriquecerse es glorioso", del dirigente chino Deng Xiao Ping, haya resultado hasta pintoresco. Su versión caribeña, la que asoma la oreja en el Granma de ayer viernes, es simplemente patética.

 

En todo caso, se debe reconocer que se apoya en un estado de opinión totalmente preparado, abonado, ansioso, de recibir este tipo de exhortaciones. Ante el descrédito de las variantes anteriores a las que en mala hora se les llamó socialismo, humanamente es natural que a las personas que se les anuncia "la otra variante" como garantía de felicidad y bienestar, piquen el anzuelo. Con un insignificante barniz que no disimula en lo absoluto la loa cantada al empresario capitalista, presenta nuestro inefable Granma el camino de un moderno hacendado cubano, feliz empleador de un buen número de braceros que trabajan para él.

 

El periodista correspondiente no parece encontrar nada extraño en la relación de explotación que describe. El emprendedor patrón dirige "desde bien temprano" las labores de los empleados que obtienen para él, en su finca, abundantes cosechas de viandas y productos como carne y leche. Como la riqueza así generada es "producto del trabajo honrado", no resulta escandaloso que el exitoso hacendado se la apropie en su mayor parte. Después de todo, le paga a sus trabajadores un buen jornal –mejor que el que obtienen médicos, maestros y demás profesionales cubanos, por cierto. Henry Ford movería su cabeza en un gesto aprobador.

 

En vano buscará el lector detalles sobre los derechos laborales de los empleados, pues no se comenta, sino escuetamente, que la contratación de los mismos se efectúa a través de una cooperativa. A fuerza de no mencionados, las prerrogativas de asociación, seguridad social, vacaciones pagadas, licencias de maternidad y otras cuestiones de ese tipo, imagino que estén prontas a pasar a la misma categoría que los conceptos de democracia, sociedad civil, derechos humanos y otros inventos del capitalismo para manipular y perjudicar a nuestro país.

 

La burocracia cubana consiguió primero el dudoso éxito de despoblar las áreas campesinas con su política de restricciones, controles infinitos y acaparamiento de la dirección de la actividad agropecuaria. En estos tiempos no le interesa, evidentemente, el regreso al paradigma de unidades familiares o cooperativas que hagan progresar la actividad económica campesina de manera autónoma, libre, que concierten directamente con los consumidores la comercialización de sus productos y sin explotaciones de por medio. Al menos, en este reportaje que nos ocupa, se proclama abiertamente que ojalá hubiera más empresarios como el descrito. Puerilmente se intenta obviar el hecho que el sudor que produce su riqueza es mayoritariamente ajeno y que, para que haya un hombre que acumula fortuna así, tiene que haber un buen número de otros que no puedan hacer otra cosa sino subordinársele. Otro clavo para el ataúd del precepto de la Constitución cubana que proscribe la explotación.

 

Con tal de que haya alimentos, todo es aceptable, se indica sin ninguna clase de rubor. Entonces, para arreglar las cosas que han funcionado mal todos estos años, ¿lo correcto es entregarlos al sector privado? Con tal de que retornar hospitales y escuelas, hoy en mala situación, a un estado funcional, ¿deberíamos privatizarlos? ¿Podríamos fomentar contratistas de seguridad privados, bancos, aerolíneas, maquiladoras, siderúrgicas, todas basadas en la propiedad privada y la contratación de trabajo asalariado? Con base a los materiales que he leído en el Granma, aprecio que el periódico del Partido-Estado-Gobierno, en estos tiempos, se inclina hacia la respuesta afirmativa.

11 de noviembre de 2012

Capitalistas brasileños pasan factura, gobierno cubano paga con centrales azucareros

Etiquetas: Economía, Política, autoorganización, autoritarismo, burocracia, capitalismo, control obrero, cooperativización, Cuba, explotación, industria azucarera, privatización, propiedad, Rogelio M. Díaz Moreno, sindicato, socialismo
 
El gobierno cubano acaba de establecer una empresa mixta con la trasnacional brasileña Odebrecht para la administración del central azucarero 5 de septiembre, en la provincia cubana de Cienfuegos. De esta forma se avanza un tramo más en la instauración de relaciones capitalistas en nuestro país, y se profundiza en la entrega de espacios soberanos de la nación a capitalistas extranjeros. Todo ello, por parte del mismo gobierno que pregona a grito pelado su adhesión a la causa del socialismo y a la defensa del nacionalismo. El hecho nos lo presentan, oficialmente, como un avance para modernizar la industria azucarera y otros muchos bellos objetivos. El ciudadano, no obstante, puede elaborar sus propias consideraciones.
 
Como es sabido, los empresarios brasileños han aprovechado a Cuba como una plaza donde invertir sus capitales. El bajo precio de una mano de obra altamente calificada; condiciones climáticas generalmente benignas; buena ubicación en las rutas de comercio y gobernabilidad y estabilidad social garantizadas se unen a la necesidad desesperada de apoyo financiero del gobierno cubano para convertir nuestro espacio en plaza favorecida por inversores avispados. Las aventuras más conocidas del gigante sudamericano en la isla antillana son, seguramente, los sembradíos de soya en las provincias centrales y la plaza portuario industrial que se encuentra en construcción, en el municipio de Mariel, un poco al oeste de La Habana.
 
Por la necesidad que tiene el capital, y que todo economista conoce, de buscar y explotar continuamente nuevos sitios de reproducción, no es extraño que Odebrecht haya explorado una de las industrias cubanas más famosas y con mayor potencial, la de producción de azúcar de caña. Esta última, véase, estaba en condiciones ideales para acoger cariñosamente al monopolio sudamericano.
 
La antaño locomotora económica cubana permanece actualmente a unos niveles productivos semejantes a los de hace un siglo. El que constituyera principal producto de exportación cubano se ha vuelto una rareza. La vida y la cultura de los trabajadores azucareros cubanos y sus familias ha sufrido un trastorno monumental. La actividad productiva padece de una crónica descapitalización, desórdenes tras decenios de mala administración, insuficiente inversión, desmotivación por parte de obreros y técnicos con ínfima remuneración, degradación de suelos por deficientes políticas agrícolas y una larga lista de calamidades, que permiten mantenerse en zafra a una minoría escandalosa de los centrales azucareros.
 
¿Qué opciones se le pueden ocurrir, en estas condiciones, a una dirigencia burocrática y basada en el autoritarismo, para remediar el desastre? Al cerrarse el grifo de los subsidios soviéticos, al evidenciarse durante un par de décadas la inefectividad de los vacuos llamados a la conciencia y al reducirse inexorablemente el rendimiento de cada unidad productiva, los que cortan el bacalao empezaron simplemente a cerrar centrales. El Ministerio del Azúcar fue disuelto y todas sus funciones sociales pasaron a ministerios más afines, mientras que un órgano estatal más compacto, el Grupo Azcuba, se estableció para dirigir lo que quedara en el ámbito exclusivamente productivo. Pero esto solo no basta para reanimar la deprimida industria.
 
Gran parte de lo sucedido resulta consecuencia de la enajenación de los trabajadores azucareros. Sujetos a mecanismos bloqueadores de toda iniciativa, de toda motivación y de cualquier posibilidad de mejoría y bienestar material a partir de su trabajo, pocas posibilidades podían tener técnicos y obreros de revertir la situación. El Estado era el dueño y mandaba: lo hacía mal, las cosas se iban a pique y lo único permisible era mostrar obediencia. La situación, insostenible, exigía un cambio revolucionario.
 
La solución socialista que era y que se mantiene imperativa, consiste en reconocer a los trabajadores la participación que nunca debió negárseles: respetar su capacidad para establecer y dirigir sus propios mecanismos productivos, administrativos, de gestión de recursos, finanzas, materias primas y mercancías obtenidas. ¿Quién puede dudar de la capacidad de quienes han hecho su vida en los bateyes, de conocer su trabajo y saber lo que les es útil, prometedor, distinguirlo de lo que no lo es, y sacar el mejor provecho de los medios de producción que, teóricamente, les pertenecen como trabajadores de este país? La situación exige entregar a los trabajadores los derechos de gerencia y administración sobre su actividad, incluyendo la capacidad para negociar la comercialización de su producción y la importación de materias primas, insumos y maquinarias, como el único camino socialista posible hacia la solución de la crisis que agobia al sistema.
 
No sería, por cierto, un camino inédito, si bien lo más sorprendente es que es un camino que ya ha sido explorado con éxito… por varias mega corporaciones capitalistas al borde de la quiebra. Las juntas directivas, accionistas, etc., de poderosas empresas de la producción y los servicios, aerolíneas, automovilísticas, finanzas, etc., han probado a compartir con sus asalariados las responsabilidades, derechos y deberes de la cogestión, el trabajo en equipo, la participación en las ganancias, etc., y han rescatado estos grupos económicos de la debacle a la que se precipitaban. Antes de perderlo todo, los duros capitalistas de Europa y Norteamérica han escogido, sugestivamente, el camino de compartir oportunidades con los proletarios, sin inhibirse por temores o recelos contra la clase históricamente antagonista del capitalismo
 
Ah, pero el gobierno cubano no puede confiar en sus trabajadores de la misma manera que lo hace un capitalista de Norteamérica o Europa. "No están preparados todavía", dicen los políticos de aquí, en el mejor de los casos. Con mucha renuencia, han entendido la necesidad de entregar a sus trabajadores, si acaso, los timbiriches más pequeños, de servicios, minicafeterías, etc. De fábricas, talleres, centros industriales, ni hablar. Es preferible cerrar el lugar, despedir a las personas y mandarlos a casa, con uno o dos meses de salario como compensación, y que luego se las arreglen por cuenta propia. O, como ahora se empieza a ver, ofrecer a Odebrecht el central y los derechos que les niegan a los trabajadores.
 
Ahora vendrán a hacer el cuento que la propiedad sigue en manos del Estado y que el socialismo está protegido, que uno es un manipulador o un equivocado y que le hace el juego al enemigo. La manera de enfocar el asunto revelará, como siempre, el lado y las motivaciones de cada cual: del lado de los trabajadores, por el socialismo; o del lado de la burocracia estatal, que recompensa con cuatro privilegios espúreos a todo el que la acompaña en su viaje hacia el capitalismo, en los brazos de las burguesías brasileña, china, etc.
 
La tozuda realidad será que directivos brasileños dirigirán el proceso productivo y se llevarán muchas ganancias a casa. A nadie le caben dudas de que lo harán mejor que la anterior dirección; incluso puede que los obreros ganen más, estén más motivados, sean más eficientes y productivos. Pero ¿cómo detener la ira generada por el hecho de que con el trabajo, la responsabilidad, la autonomía, de los trabajadores cubanos se podía haber logrado lo mismo, o mejor, ya que no íbamos a tener que tratar con un capitalista extranjero que, al final, se guarda en su extranjero bolsillo el lucro proveniente del sudor de nuestros y nuestras compatriotas? ¿Acaso Odebrecht no es un monopolio, tal vez de la periferia pero igualmente imperialista; un gigante agro-industrial que explota a sus trabajadores en todas las partes del mundo donde le dan la oportunidad, de la misma forma que lo hacían las Cuban-American-Sugar-Companies a las que se les nacionalizaron todos estos centrales en los años 1960, 1961?
 
Los trabajadores cubanos, cuando sean libres para organizar y disponer de los medios de producción que constitucionalmente le pertenecen, no tendrán necesidad de que venga un capitalista brasileño ni de ninguna otra parte, a decirles lo que tienen que hacer y quitarles la plusvalía. Cuba no necesita a estas compañías para asegurar mercados para su azúcar, de fácil e inmediata venta en Canadá, China, Vietnam, en otros varios países asiáticos, europeos, africanos, latinoamericanos y caribeños. Pero lo cierto es que el gobierno cubano tiene que pagar los créditos brasileños y las masivas inversiones que estos hacen de alguna manera. Abrirles el mercado del dulce es una manera de pagar tan buena como cualquier otra.
 
Por cierto, casi a punto de colgar este material en la red, me viene a la mente otro par de preguntas capciosas. Para tomar esta determinación, ¿fueron consultados los obreros del central 5 de septiembre? ¿Se le solicitó al sindicato de los azucareros una opinión al respecto? No es que el sindicato vaya ahora a contrariar la decisión del Gobierno-Partido, al que le debe obediencia según lo plasmado en los reglamentos de la central obrera, pero la ausencia de este paso manifiesta hasta qué punto está inerme el pueblo cubano ante un rumbo capitalista impuesto desde arriba.
 
Si se quiere contemplar hasta qué ultrajantes absurdos puede llevarnos esta situación, piénsese qué perspectivas veríamos si el gobierno estadounidense hiciera excepciones de táctica maquiavélica en su política de bloqueo. Como la legislatura cubana, tan nacionalista en su discurso, tan inconsecuente en su aplicación, no lo impide, no se pronuncia, no aplica políticas de preferencias hacia las personas trabajadoras de nuestro propio país, fácilmente hubiéramos podido ver comprado el central cienfueguero, en vez de por Odebrecht, por la famosa United Fruit Company. Tal vez, por la misma compañía estadounidense a la que se le nacionalizó en la década de 1960. Por suerte, la mafia cubano-miamense es lo suficientemente obtusa como para ahorrarles esta última humillación a nuestros padres y abuelos, que se alimentan de los cuentos del Granma para seguir aferrados a esa creencia de que la causa, por la que dieron su vida, no está de nuevo en venta al mejor postor.

1 de noviembre de 2012

Tiempos de ciclón

Eiquetas: alimentación, autoorganización, bloqueo, burocracia, cooperativismo, corrupción, Cuba, ecología, impuestos, meterorología, Rogelio M. Díaz Moreno
 
Todavía nuestro machacado país va a permanecer un buen tiempo conmocionado por las secuelas del huracán Sandy. El siniestro evento ensombreció las vidas de muchos cubanos de muy mala manera. Las personas que piensan en restañar heridas, reconstruir vidas y seguir adelante no dejarán de unir, al trabajo de recuperación, las interrogantes y los anhelos relacionados con las formas de enfrentar las amenazas, disminuir sus efectos y superar luego las afectaciones reversibles –las vidas perdidas, lamentablemente, ya no son recuperables.
 
Se puede decir que no se esperaba la magnitud de daño que se constató después del paso de Sandy. Uno guarda la impresión de que las instituciones involucradas en la Defensa Civil han trabajado con mayor eficacia en eventos anteriores, cuando se han presentado huracanes de mayor intensidad y que han recorrido mayores trayectos por el territorio nacional. Se cuenta con una historia muy meritoria en esta esfera, y nuestro país ha sido paradigma de organismos internacionales en el enfrentamiento de estas catástrofes naturales así que, aún cuando los fallecidos en nuestra patria por Sandy hayan sido poco numerosos en comparación con otras naciones –incluso otras de mucho mayor desarrollo– fueron más que en otras ocasiones, y queda la rabia y la frustración de que se podía haber hecho una mejor prevención.
Por ejemplo, se puede constatar que cuando la llegada del meteoro era inminente, tan solo se declaró la Fase Informativa, como consta en la página de noticias nacionales del diario Granma del día 24 de octubre. Como sabrá el lector cubano, tenemos una fase de mayor nivel de acción, la de Alerta Ciclónica, que no llegó a establecerse. Al día siguiente, 25 de octubre, ya el huracán había pasado y se declaraba la Fase de Recuperación. Lo que pasó no puede remediarse, pero sí servir de experiencias para el futuro, para el que esperamos que los esfuerzos de prevención estén a la altura que se extrañó en esta última ocasión.
 
No es ocioso remarcar que las alteraciones climáticas que ha provocado la acción humana, con la emisión de gases de efecto invernadero, han hecho más probable la aparición de fenómenos meteorológicos más salvajes y amenazadores. Ojalá se pueda avanzar en la conciencia de este fenómeno y la necesidad de revertirlo sin lecciones tan amargas como la de estos huracanes.
 
Ahora cabría añadir un par de consideraciones sobre las condiciones de recuperación. En condiciones excepcionales se hace más urgente avanzar "sin pausas", pero también con algo más de prisa, en la implementación de políticas que alivien las situaciones de penuria. Luego de restablecidas las condiciones básicas –agua corriente, electricidad, transporte, etc.– la población va a enfrentar las mismas carencias previas al huracán –alimentación, vivienda–, con el añadido de las afectaciones de Sandy. Se pueden transformar varias condiciones que no ayudan en la solución a los problemas de estas esferas.
 
Por ejemplo, todo el que ha leido los periódicos oficialistas ha encontrado cómo se pierde, año tras año, cosechas de varios tipos ya obtenidas en los campos, sin culpa de ciclón alguno. Los mecanismos de Acopio son peores que los ciclones, en ese sentido. Ninguna de las reformas, ensayadas en sus estructuras en los últimos años, ha sido capaz de evitar esto. Y si dejar perder alimentos en tiempos sin ciclón es una acción –para mí– criminal, equivalente a cualquier acto contrarrevolucionario, ahora, después de lo que ha pasado, ya no creo que se encuentren palabras que lo describan correctamente. Yo recuerdo como el vicepresidente cubano Marino Murillo soltó en una sesión de la Asamblea Nacional que a Acopio había que "volarlo en pedazos". ¿Qué tal si empezamos ahora? Reconózcase la necesidad de respetar la libertad para todas las cooperativas y pequeños agricultores, de comercializar libremente toda aquella parte de su producción que el Estado no sea capaz de recoger a tiempo. Impórtese de forma expedita la maquinaria necesaria para recoger productos como el arroz, y déjese en manos de productores u otros agentes interesados en hacerlas producir sin tanto trámite burocrático.
 
En el orden urbano, acábese de reconocer la necesidad de surgimiento y foméntese las cooperativas de producción y servicios como las de albañiles y otras de apoyo a la familia y la vivienda. Foméntese la creación, asimismo, de cooperativas de consumidores, que pueden relacionarse de manera simbiótica con las de productores. Por ejemplo, tres familias que no puedan costearse viviendas por separado, podrían tal vez costearse una construcción de tres pisos. Si este ejemplo no es feliz, estoy seguro que podrán encontrarse muchos más que sí lo sean.
 
Otra cosa que se puede hacer, y que muchos claman, es la restauración de la exención de impuestos aduanales para los productos alimenticios. Esto se implementó ya una vez en ocasión, justamente, del paso de otros ciclones. Aquí vale la pena entroncar con la política de hostigamiento del bloqueo estadounidense, que dificulta las relaciones comerciales de nuestro país con el mayor mercado del mundo, lo que objetivamente constituye también un obstáculo para las labores de recuperación. Tanto la política de impuestos aduanales como la del bloqueo son inmorales en estas circunstancias, y ambas deben ser repudiadas. Claro que, al gobierno estadounidense, me es un poco más difícil pedirle explicaciones o reclamarle obediencia, porque no soy ciudadano de ese país ni voto en sus elecciones, pero a mi gobierno sí le puedo exigir que  escuche y acate la voluntad de su pueblo.
 
En realidad, las personas en la región afectada son las que mejor saben cómo se les puede ofrecer un mejor apoyo, así que déjeseles expresar sus criterios y oigamos sus voces con la mayor atención y respeto. No se trate de poner camisas de fuerza a iniciativas de solidaridad que surjan espontáneamente en el resto del territorio nacional. Más bien respétense y facilítense donde quiera que nazcan, por parte de quien sea que diga estar dispuesto a dar una mano sin quebrantamiento de la ley.
 
Finalmente, hay una manera de garantizar la distribución cabal y honesta de los recursos asignados centralmente para las zonas afectadas, que es mejor que la de poner a cualquier cantidad y variedad de agentes inspectores, fiscales, contralores o los que sean. Si se conoce de manera pública y transparente cuánto se destina a cada objetivo, por las manos de quiénes pasa cada bien y a quién está destinado, difícilmente pueda darse ninguna de las desviaciones que, tristemente, conocemos que se producen por parte de muchos corruptos que medran en las cadenas verticales y secretistas de administración de las cosas. No hay mejor inspector que el pueblo, pero para que este tenga éxito, tiene que tener esa información. Si esto no se concreta, ya veremos la repetición de viejos capítulos de fraudes y aprovechadores de la desgracia ajena.
 
Sirva el mínimo esfuerzo que representa este escrito, para solidarizarnos con el heroico y generoso pueblo de las provincias orientales cubanas, así como el del resto de las provincias que fueron también duramente azotadas por los flagelos de los ciclones tropicales, la burocracia nacional y el enemigo imperialista.

26 de octubre de 2012

Lo más importante es que sintamos respetada nuestra libertad

Un intercambio fogoso y, por momentos, áspero, se extiende en estas semanas por los círculos de la izquierda alternativa cubana. Pudiera señalarse razonablemente la aparición del documento "Llamamiento por una Cuba mejor y posible" como su detonante.
 
Para no desgastarnos de nuevo con razones ya recorridas, simplemente recordemos que aquel texto hacía un reclamo de apertura hacia condiciones que debían conducir la sociedad cubana a un estado más avanzado, según las líneas generales del documento, siguiendo ciertos principios que suelen identificarse con corrientes políticas liberales. Es una enorme verdad que la aparición de este tipo de filosofías condujo a la Humanidad a etapas superiores de desarrollo social y económico, por lo que no son para nada desdeñables. Obviamente, despreciar o condenar con ligereza aquellos preceptos, puede hacer retroceder a una sociedad con facilidad a problemas típicos del páramo despótico que antecedió al auge de las corrientes liberales. Es también verdad que la promesa fue mayor que las realidades resultantes de la cristalización de la mayoría de las modernas sociedades capitalistas, en las que se enquistan un buen número de lacras que el actual sistema es incapaz de erradicar. Esta segunda verdad influyó en la decisión de algunos miembros del OC de no ofrecer pleno respaldo al documento, aunque no se le  dejó de encomiar por aquella parte de sus aspectos que todos encontraron positivos y capaces de ofrecer un verdadero avance para nuestra sociedad.
 
La discusión se ha encendido entonces alrededor de este vaso medio lleno y medio vacío, con unos bríos ¿dignos de mejor causa? Al menos eso piensa Dilla, que comenta que el documento "no es la última Coca Cola del desierto" y que habrá mejores momentos de encuentro en el futuro. Con esa parte, estoy de acuerdo. Sin embargo, aquel analista critica a la izquierda alternativa cubana porque su "purismo" la lleve a quedarse "sola, solita", lo que causó no pocas molestias entre personas que discreparon de esa opinión. Otras personas han creído encontrar, como causa de nuestras respuestas, desinformación o poco hábito para el debate.
 
Para ser razonablemente sinceros, no me cuesta trabajo reconocer que el muy particular contexto de la sociedad cubana en que nos hemos desarrollado –políticamente poco dado a prácticas de libre discusión, debate, expresión y competencia de ideologías– tiene el potencial de ejercer una influencia sensible en nuestras mentalidades. Eso no quiere decir que, como seres humanos conscientes, no podamos percatarnos de las limitaciones de un estado particular de nuestras conciencias y trabajar sobre ellas para superarlo, alimentando los motores para superar la dialéctica contradicción con los mejores recursos de la cultura, la filosofía y la ciencia de que logremos echar mano.
 
De tal suerte, no hay que adelantarse a descalificar todos los escrúpulos que este servidor haya expresado. Se corre el riesgo, si ello ocurriera, de incurrir en lo mismo que se le critica: intolerancia, incapacidad de escuchar al otro, menosprecio del pedacito de verdad que el otro pueda haber concebido... Por mi parte, no me voy a cansar de reiterar la disposición que creo correcta, que consiste en defender, no el programa de otras personas, sino el derecho de esas otras personas a elaborar y trabajar por su propio programa, siempre que se respeten principios básicos como la no discriminación, la no incitación al odio y alguno más que se pueda consensuar entre todas aquellas personas que sean honestas y que no lleven cualquier tipo de totalitarismo en sus cabezas. Pienso que no es descabellado esperar cierta reciprocidad por parte de aquellos que no se muestren convencidos del modo particular en que yo creo que las cosas irían mejor.
 
Tal como estamos ahora, yo veo varias posibilidades para aprovechar el corriente debate, aprender todos de lo que estamos viviendo y mejorar nuestro trabajo e ideas. Deberíamos descartar todo aquello que nos aleja, como las descalificaciones y reproches, y concentrarnos en lo que nos podemos aportar mutuamente para hacernos crecer. Por ejemplo, podemos aprender a percibir mejor cuáles son los objetivos que compartimos todos, o la mayoría, y aprender a aportar colectivamente a su avance, sin pretender imponer aquellas ideas de los distintos subconjuntos que no gozan de la aprobación del resto.
 
En mi opinión, podemos perfilar otra área importante de avance. Yo aprecio que existen demasiados conceptos que se dan por sobrentendidos en estos temas. Cuando se dice democracia, libertad de expresión, libre mercado, libertad de asociación, no me deja de parecer que el ponente da por sentado que todos sabemos a qué se refiere. Y la mayor desazón se me despierta, cuando se pretende que estos y otros derechos humanos tienen una única y sublimada acepción.
 
A mí, por el contrario, me parece de la mayor importancia que todos concordáramos previamente a qué le llamamos una cosa y a qué le llamamos otra, con la mayor parte de los detalles definidos o por lo menos, la dirección que debe conducir a su definición. Yo no dejo de pensar que cada tipo de sociedad tiene concepciones distintas de estos temas. Me gustan más las que se estilan en unas sociedades, y menos las que se estilan en otras. Y también he visto que, en muchas de las sociedades que no me gustan, se vocifera que en ellas se cumplen esos ideales en sus formas más puras y verdaderas para el progreso de las naciones, y se suele censurar o reprimir los análisis críticos y mesurados que discrepan de tales visiones.
 
Ahí tenemos un área tremenda para avanzar. Porque con décadas de existencia bajo un sistema monopartidista "de unidad monolítica" y tras medio siglo en el que muchos de estos conceptos fueron demonizados frecuentemente como "armas del imperialismo", resulta innegable que existe un aterrador vacío en la cultura y hasta el interés cotidiano de las personas en Cuba, en el tratamiento de muchos de aquellos ideales, excepto los que más directamente le atañen tal vez por razones individualistas. La dirección del país ha terminado por inocular, en el "Hombre Nuevo", un virus de enajenación política más insidioso que todo lo que hubiera podido lograr la CIA. Esto último –claro, que sin reconocer las causas– lo han reconocido hasta figuras políticas del sistema, como se constata en publicaciones oficiales, así que no es un invento del <Miami Herald>.
 
Este vacío se puede intentar llenar con preceptos superficiales, consignas estrepitosas de derecha o izquierda y otras lucecitas colgadas para escena, o se puede intentar sembrar con inquietudes, espíritu crítico e interés por aprender y participar en la elaboración de las teorías y prácticas. La gente sabionda, en el buen sentido de la palabra, puede resultar de mucha ayuda para los que tenemos menos acervo. Pero sin desprecios para nuestra lucidez. Lo poquito que conocemos es suficiente para percatarnos de los peligros que se pueden correr al seguir cándidamente al primer profeta. Los ideales proclamados, en abstracto, apenas pueden asegurar que las cosas van a ir bien bajo la condición de que todas las personas actúen en base a decisiones racionales, informadas y de buena fe. Pero con esas condicionantes utópicas, funciona bien lo mismo el capitalismo, que el comunismo, que cualquier otra cosa. Y nunca es así.
 
Nuestra desconfianza con la implementación de mecanismos cuyas entrañas permanecen opacas, no se debe a que tengamos un empacho por indigestión de Randy Alonso mezclado con Daisy Gómez, sino al testimonio del movimiento anticapitalista mundial, protagonizado actualmente por los Zapatistas y otros movimientos populares en Latinoamérica, los movimientos de Indignados en Europa, los Occupy de Norteamérica, las RAWA de Afganistán y otras fuentes semejantes de coraje y meditación. Se debe a ver el principio de libertad de expresión manipulado por todo el stablishment –y no solo la FOX– para vender a los estadounidenses las guerras de sus gobiernos; pasa por contemplar el principio de libre comercio manipulado para distorsionar el mercado hipotecario, bancario y no sé cuántas cosas más que no comprendo, pero que veo que termina con las personas despojadas de sus trabajos y sus viviendas. Y se debe a escuchar el llanto inconsolable de la naturaleza ante la destrucción de sus bosques, océanos y demás ecosistemas.
 
Por esas razones insistimos e insistiremos en que se discuta y clarifique bien qué quiere decirse con cada concepto que se adelanta. Nos dicen que cualquier cosa será un avance en comparación con lo que tenemos ahora. Pero si uno pregunta por Haití, nos dicen que no miremos hacia allá, sino hacia los países escandinavos. El problema sigue cuando no aceptamos como terminante la presentación de los países nórdicos como la demostración irrefutable de que "eso" funciona. Para empezar, una de las principales exportaciones de Suecia son las armas; la principal de Noruega, el petróleo. Así que puede aparecer un contacto inesperado cuando nos fijemos en un tanque de guerra sueco, alimentado con petróleo noruego, patrullando un campamento de refugiados en Haití: es un mal agüero. Pero esto es solo un detalle: el quid está en que, sí, pueden haber paraísos de la socialdemocracia, pero ¿quién nos quita esta sensación de que son la puntica del iceberg, un mínimo porcentaje sostenido sobre una masa abrumadora que se encuentra bajo el agua? ¿En qué parte del iceberg nos tocará entrar a nosotros, en el piquito de arriba o en el masacote sumergido? De hecho, ¿será solidario o siquiera ético aspirar a acomodarse en ese piquito?
 
Sí, salir del estancamiento –o estado de franco retroceso en que nos hallamos– es necesario. Agradecemos el apoyo y el ánimo que se nos brinda. En la intervención de Dilla me llamó la atención algo interesante, y aprovecho para traerlo a colación. Se refirió aquel a las prácticas de trabajo comunitario protagonizadas por su colectivo en la década de 1990, tristemente decapitadas por la reacción estatal. Pienso que sería excelente la divulgación y socialización de aquellas historias, para provecho de los que éramos muy jóvenes y estábamos en otra parte y que no las conocimos, pero parece que nos mueven ideas parecidas; le ruego al autor que nos ofrezca sus experiencias. Sin pretender que tenemos las mismas capacidades, fuerzas o virtudes, sí creo que lo que hacemos tiene un valor. De otra cosa estoy convencido: aquellos que frustraron la experiencia de aquel grupo, tampoco tienen hoy las mismas fuerzas. Eso, si no se han ido ellos mismos del país, a bogar en la corriente capitalista que decían combatir. Así que, una vez más, pervivirá la semilla de los ideales de participación ciudadana; empoderamiento democrático de las comunidades; libertades para las personas pero no para la explotación; libre expresión del amor y bozales para el odio.
 
Transformemos esta discusión, que puede derivar en un fin estéril y abrasivo, en un foro de enseñanzas donde todos aprendemos y todos enseñamos lo poquito que tenemos. Avancemos en una cultura donde quede claro qué entendemos por cada uno de los derechos humanos de la Declaración esa de la Organización de las Naciones Unidas; estudiemos cómo pueden implementarse en un país rico –y en un país pobre–; aprendamos de las experiencias de organización de pequeñas y medianas empresas por parte de los trabajadores –sujetas por las comunidades a intereses sociales y ecológicos–; eduquémonos en la conjugación de la libertad de expresión con la responsabilidad social. Teniendo más clara la teoría, seremos más capaces en la práctica, estaremos todos más dispuestos a distinguir cuáles son las direcciones más prometedoras y podremos rectificar mejor cualesquiera errores del camino. Podrá considerarse, como señal de la más alta importancia del buen rumbo, que cada ser humano sienta respetada su libertad –que también es libertad para aprender, equivocarse y rectificar–, y defendidos sus derechos como el caudal más importante de la nación.
 
Eduquemos nuestros egos en el aprecio a las sugerencias que nos hagan los demás para tomar en cuenta argumentos que antes no hayamos vislumbrado, y reprimamos la tentación de expresar condescendencia. Respétese la labor de quienes, si bien no corren los riesgos de los periodistas asesinados –como en Colombia, como en Honduras–, sí arriesgan sus precarios medios de subsistencia dentro de este país, y ven amenazadas la supervivencia económica y la tranquilidad de sus familias por persistir en defender principios de izquierda y justicia social cada vez más incómodos para los círculos del poder. Puede que hayamos asumido una responsabilidad de gran valor. Trataremos de estar a la altura que esto requiere.

20 de octubre de 2012

Si no hubiera que sacarle presión a la caldera

Tags: Asamblea Nacional del Poder Popular, Cuba, debate social, democracia, derechos ciudadanos, esfera pública, participación, reforma migratoria, Rogelio M. Díaz Moreno, socialismo, viajes
Todo el mundo anda de lo más contento con la largamente esperada Reforma Migratoria. La implementación, a partir del próximo mes de enero, despejará algunas de las incógnitas que todavía quedan y que dan pie a amargas desconfianzas, no carentes de algún sentido.
 
En cuanto a las divisiones que introduce la famosa ley, este servidor espera caer en el grupo de los que necesitan autorización, por el tema de la protección del recurso humano profesional que trabaja en salud. Parece coherente, desde mi punto de vista, pedir un número de años de trabajo en pago por la formación académica. El hecho de que debamos empezar desde cero, incluso los que ya hemos trabajado un poquito, tal vez sirva de enseñanza a los más jóvenes para que pidan su "autorizo", justo desde el primer día en que se gradúen, aunque no tengan planes inmediatos. Lo que me gustaría pedir, de todas formas, es algo probablemente imposible: sinceridad. Yo recibí los recursos para mi formación académica, muy bien, pero no se diga más que fue gratis, sino a retribuir, con esos años de trabajo, a la sociedad por la inversión realizada. No al Estado, que lo único que hace es mal-redistribuir el producto del trabajo del pueblo. Si fuera creyente, diría que esto es una señal divina para que me dedique a hacer mi doctorado en lo que va pasando el tiempo.
 
Tampoco me parece descabellado un tratamiento diferenciado a los que tienen asuntos legales pendientes, pero estos asuntos deberían ventilarse en los tribunales adecuados y no a través de medidas extrajudiciales que cercenen derechos de las personas.
 
Ahora, hay un par de mosquitos que me zumban en la cabeza alrededor de esta ley, tan inquietantes como los que trasmiten el dengue. ¡Qué trabajo les ha dado a las autoridades, y cuánta demora en aceptar la necesidad de cambios y de respeto a las personas de este pueblo! Cuando entre en vigor la ley, y descubramos que el cielo no se cae sobre nuestras cabezas, que las líneas aéreas no colapsan y ni siquiera se abarrotan, nos preguntaremos, ¿qué daño hacía aprobarla dos años antes, tres, cinco, diez? ¿Cuánto daño innecesario, cuánto dolor y sufrimiento a la familia cubana, por el que nadie responderá?
 
La forma de proclamación de la ley descubre también el estado inerme en que permanece sumida la mayoría de la población cubana. Si alguna de las últimas modificaciones en la manera de administrar los asuntos públicos cubanos ameritaba arribar a consensos a través de la discusión popular, era esta. No sería un proceder tan extraordinario pues, al menos en teoría, algunas de las leyes que se crean son objeto de un ejercicio de participación popular. Pero solo aquellas que el gobierno estima pertinentes. Ni siquiera en la Asamblea Nacional del Poder Popular, esa reunión patética de asentidores, fue la reforma migratoria analizada o presentada para la ceremonia formal de aprobación. Esto no quiere decir que todo sea mérito o responsabilidad del gobierno: muchos activistas, blogueros, escritores, trabajadores de todos los sectores, militantes y demás interesados, mucho han pataleado, expuesto, criticado y combatido, en la medida de las posibilidades de cada uno, contra lo inicuo de la vieja situación. Esta actualización es también un triunfo para todas esas personas. Como mismo hubo también quienes se opusieron y vociferaron en contra del principio de libertad que la ley ahora reconoce, hasta día anterior al cambio de orientación de los niveles superiores.
 
Ahora, nos agobia otra inquietud. ¿Cuánta presión habrán estimado, aquellos que acá cortan el bacalao, que hay acumulada en la caldera que se hace necesario aliviar del único modo que les quedaba? Yo me sospecho que dentro de poco, van a arreciar todas aquellas reformas relacionadas con la liquidación de lo que queda de subsidios a los consumidores, los reajustes masivos de plantillas y demás. Y por eso habrían dado este airecito de esperanza a las personas primero, para ganar tiempo y cuotas de tolerancia de la población ante las próximas zozobras. Preparémonos para lo que viene ahora.
 
También es significativa la fecha de mañana, domingo 21 de octubre, en la que se celebrarán las elecciones cubanas. Este ejercicio es, en Cuba, una especie de referendo de aceptación del gobierno. Nada habría que la predispusiera más favorablemente, que este soplo de libertad conquistada.
 
Finalmente, pudiera haber otra causa que inclinara al gobierno a suministrar a la población un tema en el que concentrarse. Al dar la noticia de una ley que no va a entrar en vigencia hasta dentro de tres meses, se pudiera estar intentando que las personas se distraigan un poco de los rumores que corren insistentemente en estos días, sobre la salud de cierta persona. Los intentos de desmentido por parte del gobierno y sus blogueros asalariados –¿de dónde sacan la información que dicen tener, en todo caso?– no hacen más que confirmar la impresión que se arraiga en las calles. Yo soy de los que no sabemos nada, excepto que un país no debe depender de la voluntad o existencia o sentimientos de una persona, lo que no es más que la manifestación del culto a la personalidad. También opino que las intimidades deben respetarse. Por estas y otras razones, no voy a decir el nombre de la persona a la que nos estamos refiriendo. Pero lo que sí sé, es en quién los lectores están pensando.

14 de octubre de 2012

Educación en Cuba ¿Peligran subsidios?

tags: Cuba, debate social, economía, educación,  Granma, gratuidad, socialismo
 
El pasado viernes 21 de septiembre, la sección semanal "Cartas a la Dirección", del diario Granma, publicaba una misiva que muchos encontramos inquietante. Firmaba la carta un tal N. Páez del Amo, quien planteó la posibilidad de que el Estado cubano retire un número de subsidios que hasta ahora disfrutan los niños y jóvenes en las etapas escolares.
 
La nacionalización de la totalidad del sistema educativo es presentada como una de las conquistas de la Revolución después de su triunfo en 1959. Hasta entonces, la gran mayoría de los cubanos no podían completar niveles educativos avanzados por el alto costo que implicaban. Las nuevas concepciones implicaron la total gratuidad de toda la formación educativa, desde las guarderías hasta los estudios universitarios; el préstamo anual, sin costo, de la bibliografía necesaria para cada año lectivo; la entrega gratuita de cuadernos, libretas y materiales complementarios; almuerzos, meriendas y comidas en los centros de educación que lo requirieran, así como la entrega o venta de uniformes a precios muy subsidiados. Medidas como éstas permitieron avances nunca antes vistos en un país del tercer mundo.
 
Ante la crisis económica, aplatanada hoy día en nuestro país, todos los sectores socioeconómicos han conocido severos ajustes presupuestarios. El ministerio de educación ha conocido la racionalización de sus plantillas y establecimientos. Páez del Amo, en la misiva que nos preocupa, plantea entonces extender esta política mediante el traslado, al bolsillo de los padres, del precio del mercado de los materiales escolares, uniformes, etc., que se emplean en las distintas etapas.
 
Las semanas siguientes vieron aparecer, en la misma sección, respuestas indignadas de ciudadanos en total desacuerdo con las propuestas de Páez. Los discrepantes señalan que así se perjudicaría profundamente las posibilidades de las personas de insuficientes ingresos –la mayoría de los cubanos– de acceder, en plenitud de condiciones, a las oportunidades que permite la educación hasta sus máximos niveles. Ayer viernes 12 de octubre regresó Páez del Amo a la palestra para repetir los argumentos por los que cree conveniente su propuesta, díganse la economía para el Estado; la creación de una mayor conciencia sobre el valor y el cuidado a los materiales escolares, etc. También comenta que su propuesta debe venir acompañada del aumento correspondiente de los salarios de los trabajadores para que puedan enfrentar el incremento de los gastos. Aquellas personas que no puedan alcanzar la capacidad adquisitiva necesaria podrían ser objeto de un subsidio excepcional, añade.
 
La mayoría de los simples mortales no tenemos idea de cómo funcionan los entresijos de la sección "Cartas a la dirección", los criterios de selección de aquellas que aparecen publicadas, ni siquiera si son reales las personas que allí se exponen. Sin embargo, tenemos la amarga experiencia de que, cada vez que en los medios oficiales comienza una especie de debate alrededor de estos temas, no pasa mucho tiempo sin que el Gobierno termina por implementar la variante más perjudicial para Liborio. Así ha ocurrido con la reducción de una sustancial parte de la cuota de alimentos normados y subsidiados mediante el sistema de racionamiento, conocido como la libreta de abastecimiento; el acceso y apoyo a actividades artísticas y deportivas, entre otras. Ah, y nunca vemos llegar la parte de los subsidios personalizados ni aumentar nuestros menguados ingresos.
 
Grandes ausentes en la polémica y nuestra posición
 
En Cuba existen varias asociaciones que tienen teóricamente la tarea de representar los intereses de los estudiantes en las distintas etapas. Ni en la sección "Cartas...", ni en el resto del diario Granma o sus similares, ni en los medios propios de estas organizaciones hemos visto aparecer ningún pronunciamiento al respecto. Esta actitud nos resulta contrastante con las de otras agrupaciones de estudiantes en otros países, las que parecen un poco más activas en la defensa de los intereses de sus miembros, según reflejan las noticias que sí podemos leer en la prensa nacional de aquí.
 
No conocemos del pronunciamiento de ninguna figura oficial del gobierno en este punto en particular. Puede deberse a desinformación de este humilde servidor. Por supuesto, ya no confiaríamos del todo en que una figura ministerial, ni otra de mayor rango, que aparezca y prometa que el apoyo comprometido por el gobierno a la educación se va a mantener, con subsidios y todo lo demás. Promesas parecidas se hicieron, que luego no resistieron la cruda realidad con despidos masivos de trabajadores y racionalizaciones de centros de educación y salud, como ha reconocido el gobierno. No obstante, se reconocería el gesto, que reflejaría un poquito de esa conciencia que exigimos,  de los gobernantes, de deberse al pueblo e informarle de su gestión.
 
Finalmente, nuestra crónica desconexión de Internet nos impide buscar en los blogs oficialistas, a ver si se han hecho eco de estas preocupaciones, y ver de qué lado se ponen.
 
A este servidor le preocupa que el debate, reflejado en la sección del Granma, sea el preludio de la implementación de recetas neoliberales y capitalistas en nuestro sistema educativo. Mi padre es hijo de una familia campesina humildísima, de aquellas donde las personas morían, antes de 1959, a causa de enfermedades triviales, por no poder pagar un médico. Ni hablar entonces de formación educativa, cuando sus padres –mis abuelos– cubrieron apenas niveles elementales de enseñanza. Sin embargo, el triunfo de la Revolución le abrió a mi padre las puertas del progreso y obtuvo un brillante título de ingeniero, gracias a las preocupaciones sociales abordadas y resueltas por el intento de construcción socialista llevado a cabo. En estos años, millones de cubanos han alcanzado asimismo una formación profesional avanzada, puesta luego al servicio de la sociedad, pero no hubieran podido llegar a ese punto sin la solidaridad que practica justamente esa sociedad, que aporta las riquezas necesarias para garantizarle, a todos, todas las condiciones para sus estudios.
 
De tal forma, haré uso de este y todos los medios que se pongan a mi alcance, para denunciar con la mayor energía que sea capaz, aquellas intenciones que contemplo de negar los valores más profundos de nuestra sociedad que aspira a construir el socialismo. En lo que mi esposa llama al ministerio de educación para averiguar si tenemos que empezar a ahorrar para, de aquí a dos años, comprarle los libros de primaria a Rogelito, intentaré contribuir al trabajo de muchas personas de buena voluntad, que permita asegurar que esos valores no serán revertidos como en el tiempo de mis abuelos.