¿Hay o no novelas para niños? La pregunta entronca con la definición de novela y de niño.
Si usted cree que un niño es un casi- humano sin más capacidad que la imitación y una novela un largo y complicado relato con fragmentos ensayísticos y ochocientas páginas: pues no hay novelas para niños.
Mas si usted piensa que un niño es una persona que, a pesar de sus pocas experiencias vitales, posee mucha curiosidad y persistencia, y una novela es un relato que construye un universo propio, que justifica sus peripecias, personajes e ideologías de manera explícita: pues entonces un niño puede leerla, e incluso habrá historias que parezcan escritas para ellos, y a partir de ahí los adultos tendrán que leerlas a escondidas o por estricta prescripción profesional. Eso ha ocurrido con Astrid Lindgren, Christine Nöstlinger, Ligia Bojunga Nunes y otros autores, ellos empezaron narrando y luego los editores les etiquetaron.
A lo que voy es que la literatura es una, y su percepción cuestión de sensibilidades, no de edad. Debe ser por ello que me alegra la reedición de Los chichiricú del charco de la jícara, volumen de Julia Calzadilla Núñez que, en 1987, llevara a imprenta Casa de las Américas. Los chichiricú regresan ahora con el sello Gente Nueva, editados por Norma Padilla Ceballos e ilustrados por Yoel Moreno y Aurioles Pupo.
La leyenda de los chichiricú, como las de los güijes y otras criaturas del imaginario rural cubano, pueden ser rastreadas en el pasado, hasta remontarse a las regiones africanas e ibéricas de donde provienen los actuales habitantes de nuestra isla, pero esa es labor para los antropólogos, historiadores y similares. Lo importante es que Julia Calzadilla aprovecha el cuento de la pareja de duendes negritos llegados desde la Costa de Guinea para viajar por una tierra maravillosa llamada Cuba.
En esta novela, estructurada sobre cortas peripecias aventureras, conoceremos a los chichiricú, por supuesto, la forma en que viven y se ríen, la forma en que se les debe llamar y de cómo sacan cuentas, donde se embrollan letras y números. Pero en el camino de esa pareja bullanguera se cruzan (y no por casualidad) con los pájaros, ríos, peces frutos y flores de Cuba, llamados por sus nombres y ubicados, como al descuido, en la geografía nacional.
Del Toa al Cuyaguateje van andando los duendes, y en su cruce con los humanos priman alegría y solidaridad. Las tradiciones que Cuba tomó de sus ancestros como la rumba y los papalotes, se insertan ágilmente en esta historia de magia y fantasía, llegan con metáforas sencillas, casi siempre relacionadas con los elementos de la naturaleza, lo que da a los cortos de corazón una pista para etiquetar el libro.
En realidad sabemos que Julia escribió el libro para todos los que aún podemos ver a los chichiricú.
Publicado por primera vez en Cubalitraria (http://www.cubaliteraria.com) en el invierno de 2003.
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