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17 de noviembre de 2016

Soluciones creativas




La solución
"Tras la sublevación del 17 de Junio
la Secretaria de la Unión de Escritores
Hizo repartir folletos en el Stalinallee
indicando que el pueblo
había perdido la confianza del gobierno
Y podía ganarla de nuevo solamente
Con esfuerzos redoblados. ¿No sería más simple
En ese caso para el gobierno
disolver el pueblo
Y elegir otro?"
Bertold Brecht

A raíz del episodio ese de la contratación de los trabajadores indios por empresas del turismo en Cuba, me entraron serios temores. Ah, pero después le vi el lado de las oportunidades, y se los voy a explicar.

Primero entré en pánico, no lo voy a negar. De vez en cuando, en mi hospital se quejan también de que somos indisciplinados y no trabajamos todo lo que las autoridades quieren. ¿Pueden imaginarse? Un día de estos, pensé, prescinden de nosotros y contratan físicos y físicas por alguna parte del mundo. Es verdad que tales profesionales cobran de cinco mil dólares para arriba y nosotros, unos cuarenta. A pesar de ello, seguro hay alguien en nuestro gobierno que considera que la diferencia vale la pena y periodistas que los apoyen. [1]

Estaba yo todo triste. Cualquier dia de estos, pensaba, se libran de nosotros. Si no lo han hecho, puede ser porque les cueste mucho trabajo. Les dará escrúpulos pasarnos por la comisión que nos declara no idóneos o idóneas. Pensaba, ¿por qué no tendré yo un sindicato poco revolucionario, como el de los extranjeros esos? ¡Por eso es que tantos cubanos y cubanas se van! Y ahí mismo vi la oportunidad.

Si, de pronto, hacemos así y estamos todos fuera del país, el gobierno se verá libre de nosotros. De los holgazanes, los que tenemos síndrome del pichón, etcétera. No tendrá que realizar la embarazosa maniobra de botarnos. Tendrá las manos libres para salir al extranjero a alquilar físicos a los precios del mercado. ¡Y allí estaremos nosotros!

Desde los tiempos del ensayo martiano Vindicación de Cuba, se ha demostrado que las personas de este país brillan en el extranjero. Que sobresalimos por nuestras capacidades, nuestra tenacidad, nuestro empeño en forjar vidas dignas para nuestras familias, y aportamos grandes valores a las sociedades donde residimos. No le será difícil, al funcionario cubano, percibir que allí afuera demostramos ese rendimiento tan elevado con el que nuestras autoridades sueñan. Las razones de la diferencia… diremos entonces que no vienen al caso. Y regresaremos triunfales, en un trato de ganar-ganar.

Pensándolo bien, esta maniobra no será exclusiva de un gremio o actividad específica. Se puede repetir, empresa por empresa, municipio por municipio. La ciudadanía cubana se da un brinquito, digamos, a la India; a la República Dominicana, que está más cerca; a México; en fin, a cualquier parte. Lo importante es estar a la viva y cazar al representante del gobierno cubano que vaya por fuerza de trabajo. A lo mejor hace falta cuadrar con un inversionista o benefactor extranjero que aporte el capital para que todos y todas podamos hacer lo de la salidita. Al regreso, con los salarios mejorados, le devolvemos su dinero prestado más una ganancia decorosa.

Después lo pensé mejor, y se me ocurrió otra variante mejor. Más eficiente: por lo menos, se tendrían que mover menos personas. Pero era tan subversiva, que la borré del artículo que pensaba enviarle a mi editor para no meterme en problemas. Pero por cosas de la vida, confundí los archivos y le envié el que contenía esa variante. Por eso la están leyendo ustedes ahora, pero no digan nada.

Después de todo, los funcionarios y funcionarias del gobierno también son empleados de la sociedad. Y también tienen que demostrar su buen rendimiento, ¿no es así? Y su sueldo oficial se corresponde con los nuestros; por lo menos, eso nos dicen a veces para demostrarnos el gran sacrificio que hacen. Deberíamos, entonces, amenazarlos con despedirlos y contratar ministros, ministras y demás funcionariado de Escandinavia, de Corea (¡del Sur!), de Singapur y de aquellos lugares donde las cosas parezcan funcionar bien. Y les ofrecemos pagar un buen sueldo, a la altura de los estándares internacionales. A nuestros dirigentes sindicales actuales también les enseñamos la cuchilla. Hasta desde el punto de vista de arriba, se puede ver que no cumplen bien la función asignada de hacernos trabajar más. Así que los sindicatos de los indios serán obviamente mejores.

Digamos que entonces, los dirigentes son los que se dan la escapadita. Y por allá afuera, logran demostrar que trabajan cuatro o cinco veces mejor que acá en Cuba. El representante de la sociedad cubana que salga entonces a buscar cuadros, los contacta y les ofrece de nuevo la oportunidad. Y si hay unos cuantos o unas cuantas que no pasan el examen, pues nos libramos de esa carga. Los reemplazamos por Bernie Sanders o por quien se nos ocurra. O por otras personas trabajadoras de este país, con inteligencia y capacidad, que bastantes que hay. O por el consenso horizontal y la dirección democrática.
Y todos llegamos a vivir en el mejor de los mundos.

1-    http://www.juventudrebelde.cu/cuba/2016-10-15/sacudir-la-palanca-de-las-inversiones-turisticas/

7 de noviembre de 2016

¿Hay una crisis de valores en Cuba?

Con frecuencia escucho o leo sobre una presunta crisis de valores de nuestra Cuba contemporánea, y generalmente me producen las mismas náuseas. Repasemos algunos hechos bobos que meritan, por lo menos, repensar un poco las alternativas.

En el Archivo Histórico de la ciudad de Trinidad, el documento más antiguo que se conserva es el de un proceso penal. En las primeras décadas tras la colonización de Cuba por España, cierta autoridad fue acusada de corrupción, contrabando y ese tipo de actividades sin autorización del Rey, que nos resultan tan familiares.

Una serie de personajes célebres de la época de la Colonia, que han sido llamados patricios, prohombres y fundadores de la Patria, eran connotados dueños de esclavos. En este saco caen Francisco de Arango y Parreño, Domingo del Monte y unos cuantos notables más. Según algunos estudiosos, esos personajes pudieran haberse inventado la famosa obra fundacional de la literatura cubana, el Espejo de Paciencia. Con toda tranquilidad, la epopeya narrada en este Espejo soslaya cuidadosamente los reflejos de relajito y contrabandeo que se gastaban los vecinos de Bayamo –otra de las primeras Villas del país.

Una de esas Católicas Majestades calculaba, al contar los dineros gastados para elevar las fortificaciones habaneras, que tan onerosos edificios debían verse desde su balcón, en el palacio en Madrid. Administradores, ingenieros, constructores, se conchababan alegremente para engordar los bolsillos. Otra vez sucedió que un rey de aquellos envió a un hombre de su confianza para poner orden. El serio personaje llegó, y los súbditos fieles  le regalaron –o sea, los más potentados que hicieron la ponina– un ingenio azucarero con toda su dotación de esclavos, con el nombre propicio de Amistad.

Memoria de la Vagancia en la isla de Cuba se titulaba una obra destacada de aquellos tiempos. José Antonio Saco sugería en ella, remedio para las “enfermedades morales” como el juego y el alcoholismo. De paso, el ilustrado criollo llamaba a poner coto a la “desgracia” que le suponía que creciera una clase de personas de piel negra, con cierta prosperidad por sus emprendimientos en artes y oficios.

En fin, en eso pasaron las guerras de independencia, la intervención, y se fundó una República, con sus avances… y sus “problemitas”. El segundo presidente, el general José Miguel Gómez, era conocido con el sobrenombre de Tiburón. Se baña, decían sus muchos admiradores, pero salpica. Así daban a entender que el popular caudillo le permitía a sus seguidores que imitaran, a menor escala, sus trapacerías con el dinero público.

Poco después de que el edificio del Capitolio fuera terminado, una mano misteriosa robó el diamante que marcaba el kilómetro cero de los caminos del país. La identidad del ladrón nunca fue descubierta, pero la célebre joya “apareció”, solita, en un despacho de un funcionario.

Un proxeneta se convirtió, durante varios años, en un personaje de gran popularidad de aquella sociedad. Alberto Yarini encarnaba los ideales del macho, del próspero emprendedor, de la fama y el glamour, con sus dominios -para nada subterráneo- sobre prostitutas y otros negocios turbios. Tras resultar asesinado por un rival, recibió honras fúnebres multitudinarias.

El Partido Comunista en aquella época era –como tantos de Latinoamérica– socio fuerte del Comintern. Y tuvo unas ideas antológicas. Por ejemplo, el más famoso y aborrecible de los dictadores que habíamos tenido hasta el momento fue derribado por una huelga general. El Partido no la había convocado ni dirigía su mayor parte. Sin embargo, durante el apogeo de dicho levantamiento le ofreció, al tal dictador, aplacar el proceso, a cambio de la legalización y el reconocimiento político.

En cuanto a los prejuicios sociales, los avances no ocurrían sino muy lentamente. Entre las personas se establecían injustas diferencias, a partir de factores como el género, el color de la piel, la orientación sexual y la religión que se practicaba, entre otras. Tales discriminaciones eran aceptadas ampliamente por aquella sociedad que tan frecuentemente se nos quiere poner como una referencia a rescatar. Pero yo no le acepto lecciones de moral a nadie que entienda como correcto y justo que, en las áreas públicas, las personas tengan áreas separadas según su color de piel.

Los hombres de negocios estadounidenses mejor recibidos eran los Santos Trafficante, Mayer Lanski y sus colegas mafiosos, con sus ofertas de prosperidad e inversiones en garitos de lujo. El último partido político de aquella época en ganar cierto prestigio, el Partido Ortodoxo, tenía como emblema una escoba. Con ella, evocaba la idea de barrer con todo el desprestigio del resto del cuerpo político.

La Revolución de 1959 generó muchas novedades. Y entonces encontramos otros fenómenos. Demasiadas familias permitieron que la política –más bien, la conveniencia– rompiera lazos que hubieron de valorarse mejor. El miedo en algunos casos, pero también el oportunismo en otros muchos, llevó a numerosos creyentes a disimular espiritualidades compartidas por Frank País y José Antonio Echeverría [1].

Al pasar algunos años llegó otra época, recordada con nostalgia hoy en día, por cierta prosperidad material que llegó a insinuarse en la sociedad cubana, y relativamente mejor repartida que en tiempos anteriores. Aquella abundancia estaba basada en los pilares, totalmente endebles, de los masivos subsidios soviéticos. Lo de ser reacio o reacia a trabajar y producir tampoco ocurrió tan recientemente como dicen: en aquel entonces, se inventó lo de traer tomates de Bulgaria y cosas parecidas.

Por disfrutar de las partes más gordas de aquellas vacas, se alimentaban instintos sumamente bajos. Con verdaderas cacerías de brujas a lo McCarthy, pero contra el lado contrario. ¿Se acuerdan, de cómo se denunciaba la “debilidad ideológica”? La imagen de la corrección político-social era prácticamente la misma que la de los burguesitos pacatos de occidente, temerosos de los hippies y aborrecedores de la música rock. De esa misma época fueron ciertos sonados escándalos de fraude masivo en importantes universidades, con ribetes de películas de artes marciales. Eso, si no consideramos que el fraude mayor era el promocionismo practicado masivamente, por indicaciones superiores y subordinados acomodaticios. Si esos fueran los valores que hemos perdido, pues vayan con viento fresco.

En aquella época también se robaban los recursos del Estado, pero se controlaba muy poco y siempre los rusos mandaban más. Así que pasaba inadvertido y, además, ¿para qué arriesgarse a algo ilegal? Simplemente, muchas veces se coordinaba con el jefe correspondiente adecuado y este mismo los regalaba a sus conocidos. Por cierto, en cuanto a artículos de uso y consumo, tampoco había tanto que robar, y se podía adquirir con cualquier salario que te dieran por hacer como que trabajabas.

En fin, que hoy la ciudadanía humilde cubana hace lo que ha podido hacer siempre, sobrevivir y tratar de pasarla bien, de las pocas maneras que ha aprendido a hacerlo o están a su alcance. Sin preocuparse mucho de la moral de las élites, desde que aquellas solo se preocupan de que dicha moral se les aplique a los demás, como mismo han hecho siempre.

—–
[1] Líderes del movimiento revolucionario, caídos durante la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista.

28 de octubre de 2016

Salarios congelados para maestros del Estado

Las autoridades cubanas y los medios de prensa ya lo informaron oficialmente. El aumento salarial para el sector pedagógico, esperado para el segundo semestre de este año 2016, no se producirá. No hay condiciones económicas en el país, dicen.

Las últimas semanas previas al inicio del nuevo curso escolar, la prensa reflejó el recorrido de la ministra de Educación, Ena E. Velázquez, por el territorio nacional. Con los acostumbrados bombos y platillos se ensalzaron las maravillosas condiciones que tendría el estudiantado para entrar a las aulas en septiembre. Un elemento era reconocido, a medias oculto entre la letra pequeña, prácticamente todas las regiones presentaban, en mayor o menor medida, déficit de personal pedagógico.

El sector de la Educación es uno de los estandartes emblemáticos del modelo cubano. Su inexorable deterioro contribuye a la erosión del prestigio y aceptación del gobierno. Desde finales del siglo pasado arrastra el mencionado problema, desde que la depreciación de los salarios estatales arrojó a maestros y maestras al fondo de la pirámide socio laboral del país. Desde hace más de veinte años no aparecen luces al final del túnel para un sector que, paradójicamente, todos consideran esencial.
La economía cubana, tercermundista y subdesarrollada, se vio privada en aquel entonces de los masivos subsidios de la era del campo socialista. Desde entonces, no ha salido nunca verdaderamente del bache, pues ligeros alivios se ven sucedidos por nuevos períodos de recesión. En tales condiciones, no ha recuperado la capacidad de reflotar a un sector costoso y masivo como el educativo.

El éxodo de profesionales hacia otras actividades más lucrativas se ha convertido en un mal crónico. Se hace difícil reprocharles algo a esas personas. Su sacrificada labor apenas les garantiza exiguos sueldos, con los que se torna prácticamente imposible mantener un nivel de vida mínimamente decoroso.

En este panorama se han acrecentado, además, las políticas gubernamentales de racionalización de gastos sociales, subsidios y toda otra serie de estímulos concretos que podían ofrecerse a quien trabaje en Educación.

Los llamados a la conciencia y las promesas de mejores mañanas abundaron, los homenajes y las medallas se propulsan, pero no permiten mantener hogares, menores de edad, personas de la tercera edad, etcétera.

En los penúltimos meses había llegado a insinuarse la promesa concreta de una subida de los salarios. Esta ya se había producido en el sector de la Salud -y esto es algo sobre lo que valdrá la pena regresar. En el lenguaje oficial se volvía recurrente el lema de socialismo con desarrollo próspero y sustentable. Se calculaban tasas de crecimiento de tantos por ciento del Producto Interno Bruto. Se proclamaba un plan de desarrollo con vistas al 2030 -y sobre esto otro también valdría la pena regresar.

El proceso de normalización de relaciones con Estados Unidos parecía justificar mayores esperanzas de bienestar. Y de súbito, cayó un cubo de agua fría con el anuncio de la imposibilidad de mantener crecimientos este año. Esta situación se confesó en la sesión veraniega de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Desde entonces, el incremento de los salarios en Educación podía darse por perdido, aunque se demoraran varias semanas en confirmarlo.

Lo que sí se implementó fue la extensión de impuestos sobre los ingresos a sectores más amplios de trabajadores del sector estatal, con exenciones para los que reciban menos de 500 pesos cubanos –unos veinte dólares.

El fenómeno producido engendra serias reflexiones. Una vez más, las esperanzas de la ciudadanía en general, y de educadores y educadoras en particular, se ven defraudadas. El fatalismo al respecto acopia otra fría y desagradable confirmación.

Si ya antes de esto las escuelas andaban cortitas de personal docente, imagínense cómo seguirá la tendencia. Y si les cuesta algún trabajo, auxilíense con otras noticias, confesadas en voz igualmente baja, sobre la muy pobre demanda de las carreras pedagógicas en todo el país -a pesar de que prácticamente las regalan en las universidades correspondientes.

Ahora cabría añadir otras inquietantes aristas relativas al tema. Se conoce que, bajo la licencia de repasador/repasadora por cuenta propia, se extiende el negocio de maestros/as particulares. ¿Qué tipo de giros introduce este sector?

Es evidente que el fenómeno de diferenciación social se refuerza con el deterioro de la educación pública y el florecimiento de establecimientos de educación privados. Estos últimos presentan una gran diversidad.

Muchos los constituyen solamente pedagogos o pedagogas que trabajan en sus viviendas, a nivel individual, que atienden a unos pocos jóvenes cada vez, en una o dos materias de un nivel escolar más o menos específico.

Otros constituyen verdaderos conjuntos, organizados con sistematicidad y complejidad, que agrupan varias personas en calidad de repasadores y atienden a decenas de adolescentes para impartirles conocimientos de todas las asignaturas, de varios grados, y en locales especialmente acondicionados. Los hay para cubrir todo el rango académico local, desde la educación preescolar hasta la universitaria.

A cualquiera de esos establecimientos particulares acuden los retoños de las familias suficientemente solventes, en el horario posterior al de las deprimidas escuelas del Estado. Con estas clases privadas, reciben una formación tan completa, que lo único que les falta es la potestad de títulos oficialmente validados, para lo que todavía los o las jóvenes tienen que acudir a la escuela oficial y rendir los exámenes correspondientes.

Esto explica algo, en mi opinión, del porqué el sector de Educación (público) continúa en las condiciones precarias en las que está. La élite tiene asegurada la educación de su descendencia, y no ejerce tanta presión para poner remedio a un problema que poco la afecta.

Con el paso de los años, las desigualdades se naturalizan en nuestras calles. Al “pobretariado” le toca la escuela estatal, y que se las arregle. Quienes tienen más recursos, quienes ya se distinguen del resto por sus condiciones de vida, solvencia, vivienda, etcétera, ahora se distinguirán cada vez más por la mejor formación e instrucción.

Esto se traducirá indefectiblemente en menores oportunidades para “la plebe” de superación, de acceso a entornos profesionales con buenas oportunidades. A los de abajo, se les estrechan otros caminos para sobresalir, como no sean los de algunas actividades turbias o resaltar como artista o deportista y servir al entretenimiento de masas.

Simplemente, el sistema burocrático estatal actual se confirma como incapaz de resolver el problema de la Educación pública. Lleva más de veinte años en las mismas, y cada atisbo de esperanza se desvanece con nuevos y más tristes tropiezos. Se necesita una sociedad dinamizada, con todo el potencial de sus fuerzas productivas en florecimiento, libre de ataduras, para poder generar cambios radicales en tal situación.

Por su parte, el sector pedagógico necesitaría urgentemente de una cohesión gremial efectiva, con representantes sindicales legítimos y comprometidos, capaces de dialogar directamente con el resto de los actores sociales y políticos del país.

Solo así podría alcanzarse un consenso sobre las inyecciones de recursos imprescindibles para mantener un sistema educativo universal, de calidad, que promueva la superación de todos y todas, con inclusión y justicia social, y un nivel de vida para sus gestores, maestros y maestras, a la altura de la dignidad del trabajo que desempeñan.

20 de octubre de 2016

Una vez más por Periodismo de Barrio



El colectivo Periodismo de Barrio ha publicado una denuncia seria, sobre las dificultades encontradas en el intento de realizar cobertura noticiosa en las provincias afectadas por el reciente huracán Mathew. [1]

Periodismo de Barrio es una flor sobre el actual lodazal del periodismo cubano. Si Jehová no perdonó a Sodoma porque no se encontraron los suficientes justos, perdonaría al gremio noticioso antillano al ver a este lindo, valiente y maravilloso grupo.

Elaine, Julio, Geysi, Mónica, me encantan los artículos de ustedes, el humanismo, la sensibilidad. Gracias a ustedes me acerco a seres humanos y realidades de mi país que, a pocos pasos de mi universo cotidiano, no conocía. Me río e impresiono con la chispa de un agricultor orgánico; descubro que Francisca se escapó del cuento de Onelio Jorge Cardoso; repaso los pro y los contra en el conflicto de los alimentos transgénicos; aprecio uno de los atolladeros del bloqueo estadounidense en la adquisición de alimentos por parte de nuestro país y me sensibilizo con un vecindario resistente a las agresiones del mar y la burocracia.

Por tan hermoso bregar, sabemos que les tocará recibir su mala cuota de flagelaciones. Cometen una y otra vez el pecado de vivir sus vocaciones a plenitud, sin permitir cortapisas a su libertad ni al servicio que nos rinden con su labor.

Recientemente, pasamos unos días de espanto; particularmente, los habitantes del extremo oriental de Cuba. Un terrible meteoro se ensañó con esa región. Y ustedes fueron a donde yo quisiera estar ahora, porque así somos en este país: vamos a donde las personas más necesitan ayuda, consuelo, amor.

Las sospechas e incomprensiones, el autoritarismo y la burocracia de siempre se les atraviesan en el camino. Afortunadamente, no estamos en esas sufridas tierras hermanas de Latinoamérica, Rusia y algunos otros lugares, donde el periodista que cae en las manos de fuerzas de seguridad y paramilitares encomienda alma, integridad física y hasta la vida a la deidad que pueda protegerle. Aún así, duele bastante que hayan sido retenidos, cuestionados, zarandeados por compatriotas incapaces de comprenderlos.

Las envidias y abyecciones del pantano colindante no se hacen esperar. Los niveles superiores emiten la orden, y los sumisos escupen contra una luz que les ciega. La voz de ustedes no es bienvenida entre los guardianes de la Fe.

El medio oficial del país desborda imputaciones inicuas. Les reprochan que llegaran después que pasara lo peor; que no estuvieran en el ojo del monstruo. Que no hacen falta más periodistas nacionales que los designados por las autoridades. Y que para extras, ya están los extranjeros.
Tales imputaciones solo revelan la pequeñez de alma del heraldo que las trasmite. Los medios oficiales nacionales y los extranjeros acreditados, contaban con los vehículos, los alojamientos y todo el apoyo necesario para garantizar su seguridad, como detalla minuciosamente el mismo autor de Granma.[2] Acercarse temerariamente al fenómeno, sin tales condiciones, solo pondría en riesgo las vidas de quien perpetrara imprudencia tan capital y, probablemente, también las de otras personas.
Ahora los medios nacionales –oficiales– nos darán la misma cara que ya conocemos. Personas, víctimas en verdad, que solo parecen sentir como emoción la necesidad de vocear vivas y hurras. Los medios extranjeros, tan ensalzados por el colonizado periodista de Granma, reportaron unos pasajes de efímera trascendencia y ya partieron tras el próximo evento noticioso. Por otro lado, también podemos esperar la otra hornada, el reportaje de sesgo contrario: los que buscarán medrar en la desgracia y el sufrimiento como buitres en la carroña, para volver a presentar a este país como el infierno sobre la tierra; porque eso les rinde algún dividendo.

Por eso ustedes, que hacen verdadero periodismo, Periodismo de Barrio, han sido ya una parte imprescindible de lo que sucede allá. Lo que hayan logrado hacer hasta ahora, por poco que les parezca, tiene el mayor valor. Porque trataron de ponernos en contacto íntimo con aquellas personas, porque trataron de trasmitido la sensibilidad, el temblor, el dolor y la esperanza que allá se mezclan. Porque por ustedes habríamos conocido, tanto la lágrima de quienes vio volar por los aires todo lo conseguido en una larga vida de duros sacrificios, como el carácter, la solidaridad de esas mismas personas. La sensación de que el mundo te ha caído arriba y la resiliencia de quienes van a salir a resembrar los árboles caídos, compartir unos pescados con algún vecino y echar una mano para ayudar a otras personas más necesitadas. La entereza de los recuperadores de los servicios básicos y de las escuelas, de los cocineros y médicos, ahora dedicados a aliviar las secuelas del espanto.
Pueden ustedes conservar la frente en alto, una vez más. Han vuelto a honrar los valores de la juventud y el periodismo cubano. Han vuelto a favorecer acercamientos de corazones y lo volverán a hacer. Desde Observatorio Crítico y Bubusopía, nos sentimos honrados de apoyarlos. Ustedes no han sido silenciados, ni nadie los podrá silenciar.

1-      http://www.periodismodebarrio.org/2016/10/16/quienes-tienen-derecho-a-contar-un-pais/