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1 de octubre de 2014




Esta imagen fue publicada en el sitio WEB de la emisora Radio COCO. Fue capturada por el fotógrafo Reinier Batista e ilustra una noticia sobre el buen desempeño del equipo de béisbol de Industriales en el torneo auspiciado por la empresa siderúrgica Antillana de Acero. En ella hay algunos detalles sobre los que convendría detenernos un poco.

Con camisetas como esta que porta el bateador Stayler Hernández, el equipo de la capital parece haberse convertido en una valla anunciadora de la cerveza Bucanero. Y esto tiene unas repercusiones que no son para tomar a la ligera.

Nuestros periodistas oficialistas, tan preocupados con la generalización del modo de vida basado en el consumismo y la frivolidad, podrían hacer un interesante ejercicio reflexivo en este punto. Para mí, lo que vemos es una manifestación natural de las empresas capitalistas, no importa si el capitalista es un particular o la clase de funcionarios que controla el Estado. Estas empresas tratan de promover la venta de la mercancía producida para incrementar la ganancia. Aquí no existen otras preocupaciones acerca de la repercusión integral de estos modelos y exhortaciones al consumo, o las ansias inducidas en las personas –sobre todo, las más jóvenes.

La presencia de propaganda comercial en los espectáculos deportivos es un símbolo bien determinante del sentido y carácter de la actividad. Por el extremo en el que se movió el sistema cubano durante varias décadas, este tipo de publicidad estuvo totalmente proscrita de los estadios cubanos y trasmisiones televisivas del Instituto Cubano de Radio y Televisión, ICRT. Únicamente podía presentarse alguna flexibilidad en el caso de equipos dotados con trajes de Adidas u otras marcas, con los diseños y logotipos correspondientes. Los políticos, los periodistas y otros intelectuales del oficialismo mencionaban, con no poca frecuencia, esta “limpieza” del deporte cubano como uno de sus valores.

La Tierra dio algunas vueltas alrededor del Sol, al Muro de Berlín lo tumbaron y, aunque con cierto retraso, nosotros también empezamos a cambiar. La inserción de propaganda comercial en los espectáculos deportivos es una fuerza económica poderosa. Las reformas de mercado que se aplican en nuestro país permiten acogerla como una consecuencia natural. A la luz de las leyes económicas del materialismo y el marxismo, se puede comprender fácilmente como se impone en los espacios a su alcance.

No se puede dejar de tomar en cuenta que el gobierno cada vez cuenta con menos recursos para presupuestos sociales y financiar actividades como el deporte. De hecho, podríamos preguntarnos si la celebración de la copa Antillana de Acero no habrá dependido, para sus últimas ediciones, del aporte de este tipo de patrocinadores. Y esas serían razones de no poco peso a favor de volvernos un poco liberales en este respecto.

Por otra parte, podemos retomar la discusión sobre si es conveniente que el Estado, en un país subdesarrollado aporte, en exclusiva o no, financiación para el deporte de alto rendimiento. Se puede discutir que la prioridad la debe tener el desarrollo de la educación física y el deporte popular de base, y que ahí deben priorizarse los pocos recursos que se dispongan. Esto tampoco contradice la posibilidad de que el deporte de alto rendimiento se desarrolle, entonces, sobre otras bases lucrativas que incluyen la propaganda, los patrocinadores, los intercambios de deportistas entre clubes, etcétera.

Todas estas son cuestiones que se deberían discutir abierta y sinceramente, en el seno de la sociedad civil. No son como para que los tecnócratas de siempre regulen, y experimenten, y usen una provincia, una competencia deportiva, un oficio, y “hasta etcétera”, como conejillos de indias, a su antojo y sin necesidad de responder al control popular.

Las decisiones finales que se acepten, deben ser consensuadas democráticamente y, por obligación, portar matices que tomen en cuenta elementos económicos, pero también culturales, cívicos y de otro tipo. Por ejemplo, se puede estar de acuerdo con la propaganda pero no de bebidas alcohólicas, como es el caso ahora con la dichosa cerveza Bucanero. De hecho, está prohibido –sabiamente, en mi opinión– entrar a los estadios con ese tipo de insumos, por las alteraciones que pueden producirse por la combinación de personas bebidas y pasiones desatadas. Imagínense que los vendedores de cigarros pudieran poner también propaganda por la libre. O que la comida chatarra tampoco recibiera ningún tipo de regulaciones. Los mecanismos capitalistas de lucro en el deporte potencian, de paso, la desigualdad social y territorial entre regiones que ya arrastren desigualdades de base.

El socialismo pudiera asimilar, en alguna instancia, la inserción de propaganda comercial en el deporte. La gestión popular democrática puede convertirla en una herramienta de financiación de la actividad física y la salud y el bienestar popular, así como establecer mecanismos compensatorios. Pero para esto, para esto y mucho más, habrá que ejercitar ese poder democrático y popular, para discutir y dirigir conscientemente estas fuerzas bajo su control.

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