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2 de diciembre de 2014

El Titán era de bronce, y era negro


Ya son dos veces la que he oído esta inconsistencia en los medios masivos de divulgación de nuestro país. La primera vez fue por la radio, en un espacio de corte educativo infantil. La segunda, en un breve programa de la televisión.

Las dos veces se referían al mayor general Antonio Maceo y Grajales, y a su título de Titán de Bronce. Quien conozca solamente un tilín de historia de Cuba, ya sabrá algo de la relevancia histórica de esta figura. Pocos cubanos reciben un reconocimiento tan profundo y genuino como este, protagonista de las mayores épicas de las luchas anticoloniales cubanas. En los programas de marras, explicaban que el epíteto de Titán de Bronce se lo había ganado por su heroicidad, sus campañas militares, y nada más.

Pero una parte importante de la trascendencia del hijo de Marcos Maceo y Mariana Grajales, del carisma que lo acompaña, es su origen. Antonio provenía de una familia negra, de la región oriental. No podemos olvidar que la primera guerra de independencia fue iniciada y dirigida, fundamentalmente, por personas de cierto rango, hacendados, abogados, etcétera… mayormente blancos. Fue muy respetable el sacrificio que hicieron todos, sin dudas, incluso aquellos que se alzaron sin convencerse primero de liberar sus propios esclavos. Pero no caben dudas de que, en este medio, para que un hombre como Maceo descollara, tenía que tratarse de un ser excepcional. Y, naturalmente, se ganaría una popularidad sin par entre los mambises “de a pie” que se trasmitiría naturalmente a todo el pueblo cubano digno.

El sobrenombre de “Titán de Bronce” se lo ganó con cada jornada heroica, de inspiración para sus hombres y pasmo de sus enemigos. El título se hizo popular por reflejar el carácter inquebrantable, magno, de sus acciones y su vida. Pero también por el color natural de la aleación referida, usada en muchas estatuas, y oscura como la piel de hombres como el propio Maceo y sus hermanos. Negra, también, como la piel de muchos otros héroes gloriosos de origen igualmente humilde, como Guillermo Moncada y Quintín Banderas, y otros tal vez menos conocidos.

Si Antonio Maceo hubiera sido un héroe blanco, su sobrenombre se hubiera quedado solo en la parte de Titán. No se hubiera añadido “de Plata”, o “de Alabastro”, ni nada parecido. Como el de Ignacio Agramante fue, simplemente, El Mayor; Máximo Gómez, el Generalísimo; José Martí, el Maestro o el Apóstol. Todos ellos figuras excelsas, admirables, y admiradas. Pero que al ser blancos, sus sobrenombres como héroes, no incluyeron algo que era dado como cosa natural.

En el caso de Maceo tenía que ser distinto por su condición en una sociedad donde la esclavitud enquistó el mal de la discriminación. Por supuesto, el racismo pertinaz no ha podido resistir la necesidad de arañar un poco una imagen tan contundente de un hombre negro. De tal forma, se narra que, en cierto momento, algunos falsos eruditos buscaron blanquear la persona de Maceo, porque no podía ser que un negro, bueno, ustedes ya saben. De todas maneras, más de un libro de historia anda por ahí con imágenes del Titán de Bronce bastante pasadas por lejía. Se puede hasta pensar que, si Mariana Grajales hubiera sido blanca, ya la habrían proclamado Madre de la Patria. Porque conste, que ninguna otra mujer ha merecido más el título.

Así que, en mi humilde pero rotunda opinión, es necesario no desconocer este elemento trascendental de la cultura y el sentimiento populares. Es verdad que en la sociedad a la que aspiramos, la ciudadanía de Cuba y la integridad del carácter serán lo único importante, desaparecida las artificiales diferenciaciones entre negro, blanco, mestizo. Aún así, deben respetarse hoy los sentimientos de orgullo y satisfacción que despierta un héroe de esa talla, también por el motivo del color de su piel; el motivo de orgullo e inspiración que significa entre los normalmente excluidos, los relegados, los discriminados de siempre. Incluso si se supera algún día para siempre el flagelo del racismo, las personas y las luchas que contribuyeron en su momento histórico con tal fin, merecerán eternamente nuestro respeto.

Así que quisiera enviar mi exhortación, para los que preparan los guiones de los medios masivos de divulgación. Y consiste en un llamado al respeto por los valores históricos, culturales y sociales, que no se deben tratar a la ligera. La próxima vez que vayan a explicar por qué a Maceo le llamamos “Titán de Bronce”, tengan esto más en cuenta.

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