Creo que los títulos hablan por sí mismos de la similitud: desde la investigación historiográfica (González Pagés), el ensayo político social (Astelarra) o el testimonio (Álvarez Morán) buscan un reflejo exacto de la presencia femenina en diversas etapas de la historia del siglo XX.
En busca de un espacio. Historias de mujeres, contó con los comentarios de Fernando Carr y Mariela Castro Espín en ésta, su segunda edición. En la Feria Internacional del Libro del 2004 los ejemplares literalmente volaron de las librerías. Eso, y el valor del tema –poco frecuente en los catálogos editoriales de Cuba– decidieron a Ciencias Sociales y el sello del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) para embarcarse en esta reedición. El volumen es, en parte, el trabajo de investigación con que González Pagés obtuviera su doctorado en Historia. A ese inesperado relato de las luchas de, por y para las mujeres –incómodo para muchos, movilizador para otros y otras– sumó luego un capítulo sobre la lucha femenina entre 1940 y 1958, cuando ya había voto y aborto, pero también violencia doméstica y salarios menores que los de los hombres.
Precisamente, una de las personas a las que más cita y admira ese profesor de la Universidad de La Habana es a la argentino–chilena–española Judith Astelarra, autora de ¿Libres o iguales? Sociedad y política desde el feminismo. Seguro por ello accedió Pagés a presentar esta primera edición cubana de la pedagoga de la Universidad Autónoma de Barcelona. ¿Libres o iguales?... es una recopilación de sus artículos más significativos, escritos entre comienzos de los ochenta y el año 2000. La relación que establece la autora entre el feminismo, la política, el Estado, y los movimientos de izquierda, esclarece, en muchos momentos, la situación actual de las féminas. Como intelectual consecuente, la Astelarra está abierta al debate, pero responde de modo contundente a quienes (amparados en torcidas lecturas de quién sabe qué oscuros manuales de revoluciones falocráticas) acusan al feminismo de idea europea, y por tanto inservible para América Latina. A ellos responde en la “Presentación a la edición cubana”:
“¿Es que Marx había nacido en una comunidad indígena y nadie se había enterado? ¿Es que en lugar de haber escrito desde la Inglaterra que hacía su revolución capitalista, en realidad enviaba sus escritos desde algún lugar de los Andes? Porque, para ellos [los seudorrevolucionarios falocráticos que ya mencioné], la pertenencia europea de Marx nunca había invalidado su pensamiento intelectual ni sus propuestas ideológicas.” p. X
En medio de este panorama de doctores y académicos en Ciencias Históricas, Política y Sociología, el testimonio de Isabel Argentina Álvarez Morán podría parecer la sugerencia menos brillante de la jornada. Nada más errado.
El pedazo de historia que llega a nuestros lectores con Memorias de una niña de la guerra, tiene su carta de triunfo en la densidad dramática de un relato que no es más que la vida misma. La vida larga, dura y valerosa de un niñita asturiana que perdió a sus padres en la Guerra Civil española, fue evacuada a la URSS, luchó en el cerco de Leningrado, conoció la inmensa pena de perder a su única hija, y, ya adulta, viajó a Cuba, donde halló, finalmente, la alegría de una familia feliz.
Memorias... recupera para los cubanos un pedazo de la historia de España del que poco se habla en escuelas, debates políticos o ensayos: el drama de los “Niños de la Guerra”, condenados por la dictadura franquista a abandonar su patria ante el terror que los ejércitos de “El Generalísimo” mostraban en su avance –recordar la masacre de Guernica–, condenados luego a la vida en tierras lejanas (México, Francia, URSS) por el calificativo de “rojos” que les endilgara el gobierno del dictador. Esta historia tiene su precedente para nosotros: la novela Luna Lunera, de Rosa Regás. Ella y sus hermanos fueron primero evacuados a Francia y Holanda, luego devueltos a la sombría España de la posguerra, representada a nivel doméstico por el abuelo déspota.
Isabel Argentina nunca regresó. España se convirtió en un pedazo de ella, y su memoria fue la patria. Cruzó un océano, halló y perdió personas, pero no olvidó. Ahora decide poner su granito de arena en memoria de la trágica historia de aquellos niños, víctimas de dos guerras. Razona en la introducción: “Si quienes vivimos la historia no la contamos tal como fue, si no sacamos a la luz la verdad, para que las presentes y futuras generaciones conozcan por nosotros mismos los hechos, nuestro paso por la vida habrá sido como una estela en el mar, no quedarán huellas. Al callar, nos hacemos, sin quererlo, cómplices de la mentira.”
Fue un movimiento acertado el de Ciencias Sociales al reunir estos relatos acerca de mujeres en una tarde de la Feria del Libro. Separados, lo más probable es que sus vínculos pasaran desapercibidos a esta redactora y a tantos otros. En cambio, ahora sabemos que tres autores han escrito del mismo eterno tema: el de la mujer que se alza por sobre la ruina una y otra vez, segura de su igualdad, dispuesta a defender desde el más humilde sitio su derecho a la libertad y la justicia.
Y es en el mundo real.
Publicado por primera vez en el sitio de la Feria Internacional del Libro de Cuba (XV edición, 4 de febrero de 2006 (http://www.cubaliteraria.cu/evento/filh/2006/
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