Usted es boliviana, pero terminó su formación profesional en México, hizo su primer libro sobre Guatemala y actualmente radica en Cuba. Entonces, ¿es boliviana, latinoamericana, ciudadana del mundo, o pasa de las etiquetas geográficas?
Todavía mi nacionalidad es más complicada, mi padre fue un prestigioso médico boliviano, mi madre era chilena, me eduqué en Buenos Aires, me casé allí con un guatemalteco. Hice mi vida, mi familia y mi lucha en Guatemala. Tengo un maravilloso hijo de nacionalidad guatemalteca, Sandino Asturias Valenzuela. Debido a la represión y persecución, tuvimos que refugiarnos en México, donde hago mi carrera de economista en la UNAM. Después de mucho trabajo, avatares, persecuciones y cuando peligraba la vida de mi hijo, nos refugiamos en Cuba, que nos da su apoyo solidario. Desde entonces digo que Cuba, cura mis heridas. Así que podrías darme la nacionalidad de latinoamericana, o boliviano-guatemalteca. Pero, te digo, desde lo más hondo de mi ser, no me importan las etiquetas geográficas.
Todo escritor tiene sus fetiches, libros y autores que le acompañan, aunque no tengan mucho que ver con sus propios temas de escritura. Si no le parece demasiado indiscreto, ¿podemos echar un vistazo al librero íntimo y hasta esperar comentarios sobre el valor de tales lecturas?
Tengo tantos libros, estoy rodeada de ellos, realmente he leído desde muy niña. No sé por qué lo hice en orden, por países, épocas, aunque no tenía ninguna persona que me orientara en mis lecturas, porque mi padre había muerto muy joven; pienso que fue por una enorme inquietud personal, siempre leí y oía música clásica. Me decían que andaba buscando a un dios. Provengo de una familia pequeño-burguesa y estudiaba en un colegio de monjas francesas Sacre Couer. Mi padre era un hombre culto anticlerical, un librepensador, adelantado para su época. Como inquirí su biblioteca, hasta ahí llegué. Pero la lectura me dio cultura y me despertó inquietudes, dudas y curiosidad. Hasta que llegué a la verdad y me metí a la lucha por la transformación de la sociedad. No tengo libros ni autores fetiches. Leo sobre diversos temas para mi trabajo actual, investigo, estudio, porque ahora estoy dedicada a escribir. Pero siempre tengo a la mano una novela, un libro de poesía, para no dejar de volar y de soñar.
Dedicarse al tema de la discriminación es, de entrada, una toma de partido en contra de estas actitudes. ¿Cómo llegó usted a la decisión de investigar ese tópico, siendo la deformada estructura económica de nuestro continente un tema también amplio y fascinante?
Me gusta mucho tu pregunta. En la ciencia social que es tan vasta —en general— se escribe, se investiga, se analiza sobre las deformadas estructuras desde posiciones diversas. Pero realmente muy pocos hablan del racismo, tan ligado a la explotación, porque actúa como elemento sustancial y coadyuvante en la estructura económica de la sociedad. Pienso que es una debilidad teórica, una notable carencia y desfase, por su pertinencia, generalización y actualización. No hay mucha fundamentación científica, siendo un tema tan importante e imprescindible conocer.
La necesidad y el requerimiento me llevaron a estudiar sobre el racismo, pues en el movimiento revolucionario guatemalteco, país con el 70 % o más de población maya, no se podía plantear, ni remotamente, su incorporación a la lucha, por todos los prejuicios, estereotipos, mentalidades, ortodoxias.
Claro que estoy en contra de toda clase de discriminación, la combato, desde el punto de vista personal, así como teórico. Como dice José Martí: “No hay raza... Todo lo que divide a los hombres, aparta o acorrala, es un pecado contra la Humanidad”.
Durante un tiempo, usted fue parte de la industria editorial, desde las oficinas de la Editorial Siglo XXI, en México. ¿Puede darnos su opinión sobre el panorama de este ramo en nuestro continente y la creciente penetración de los capitales transnacionales? ¿Se puede resistir el fenómeno o hay que aprender a sacarle el mejor partido posible?
Realmente estuve algunos años muy cerca de la industria editorial en México. Pude comprobar el esfuerzo y lo difícil que significa batallar, sin apoyo gubernamental —todo lo contrario si eres progresista— con una editorial como Siglo XXI, que se constituyó por la contribución de dinero que pusieron los intelectuales más consecuentes, en contra de una medida represiva del gobierno. El objetivo de su director el Dr. Arnaldo Orfila Reynal y sus colaboradores, fue publicar buenos libros, para que el lector encuentre y descubra corrientes de pensamientos revolucionarios, científicos, avanzados, críticos, contribuyendo así a la lucha ideológica, política y de liberación de entonces.
En contraste a este esfuerzo, se lee poco. En el Distrito Federal de México las ediciones no pasaban de 3 000 ejemplares. Aunque había determinados libros que sí tenían mayor demanda. En Guatemala las ediciones no pasan de 1 000 ejemplares. “En España una tirada media de ensayos ronda los 3 000 ejemplares”, afirma el director de la Editorial Debate. Las razones principales son el alto costo del libro y la situación económica en general (falta de escuelas, difícil acceso a las universidades, no hay hábito de lectura, carencia de incentivos, en fin, la pobreza).
Realmente la penetración de los capitales transnacionales ha inundado no solo América Latina, sino todos los continentes. Lo más grave es que están insertos en las editoriales, en las universidades, en las escuelas, en los medios, lo que incide en la formación académica y en el pensamiento. Este no es un fenómeno nuevo. ¿Qué hacer?
Pienso que debemos buscar alternativas a través de libros, información, medios que nos ayuden a esclarecernos, a llegar a la verdad, tarea muy difícil por cierto. El libro es un arma muy poderosa. No es posible resignarse a estar bombardeados por las ideas del imperio —el pensamiento único— en medio de un mundo tan caótico y complejo. Con la fuerza de la batalla de ideas, podremos encontrar también las herramientas necesarias para que, en cualquier forma y lugar, busquemos las pautas, los caminos, la lucha por la verdad, atravesando el engaño y desenmascarando la mentira.
Su formación como economista le debe dar una perspectiva muy interesante para valorar la producción de las ciencias sociales contemporáneas. ¿Cree usted que el peso de la realidad económica es bien valorado en la mayoría de los análisis sobre el fenómeno de la discriminación?
No, esa es mi crítica más aguda, pues las ciencias sociales (que nunca son neutrales) en general, no la tocan, no la aluden. Hay muchos estudios sobre la realidad económica en América Latina, con diferentes posiciones y con excelentes fundamentos. En la conceptuación del racismo —porque lo llamo así y no discriminación— que es un elemento importante y necesario conocer, para poder hacer una interpretación más integral de la sociedad, está silenciado. Implementado desde la conquista y colonización, permanece hasta nuestros días en todas las estructuras socioeconómicas y políticas, siendo un elemento fundamental para justificar y llevar a cabo la explotación, el saqueo y la opresión. Como dice Franz Fanon: “la inmensa mayoría de los explotados son discriminados”.
Se han escrito libros y elaborado investigaciones sobre las causas de la explotación con un enfoque de clase, sus contradicciones e importancia para la transformación social, pero casi siempre desconociendo la existencia y efectos del racismo en esa realidad, en la que efectivamente actúa como un elemento sustancial y coadyuvante, tanto en lo económico, en lo ideológico, desde su formación, hasta su proyección actual.
Ahora me pregunto, ¿cómo un tema tan grave, profundo, cruel que afecta a poblaciones enteras, a comunidades, así como al propio individuo, es poco abordado por las ciencias sociales en general? Sobre todo con las inminencias del fascismo —basado en la supuesta supremacía de la llamada raza aria— que tantas vidas, sufrimiento y destrucción ha costado al mundo en el pasado y que por las amenazas que se ciernen, puede volver.
Hay muchos tipos de discriminación, por raza, por cultura, por sexo, por orientación sexual. ¿El caso de los “cruces discriminatorios” —sujetos que experimentan en sí el peso de discriminaciones simultáneas— ha sido suficientemente explorado en los análisis sobre esa ideología específica?
Definitivamente no está explorado suficientemente. Hay varios tipos de discriminación en la piel del planeta. Ya te hablé de la discriminación por “razas”, concepto que no se acepta como categoría científica. Te abordaré el de la cultura. La mayoría de nuestras naciones están constituidas sobre criterios y mentalidades eurocentristas, en las que se considera la cultura universal como sinónimo de los valores e historia de las sociedades occidentales, dominantes, cultura impuesta a través de la conquista y no como el legado histórico de todos los grupos humanos en su devenir. Por eso, debemos ir en la búsqueda apasionada de una identidad nacional que vaya más allá de la mentalidad colonialista y que aporte valores éticos, artísticos y científicos a la cultura universal, es una lucha legítima e imprescindible.
La discriminación por sexo, real y dolorosamente cierto, es la herencia de la sociedad patriarcal. Donde la mujer —por toda una compleja situación histórica— deja de participar en la producción y queda relegada a ser madre y al cuidado de la casa, valorada desde entonces como objeto en la sociedad.
Escribí el libro Mujer y Género en Guatemala: Magia y Realidad, publicado en Cuba y Guatemala, donde profundizo la temática de la subordinación de la mujer, su sensibilidad e intuición, la autoestima, la violencia, la comunicación de género y su lucha, con una mirada no feminista, más bien una reflexión profunda, para lograr construir sociedades más justas para hombres y mujeres con equidad de género.
Mis valoraciones sobre las diferentes orientaciones sexuales se basan en el respeto a la individualidad y a la diferencia. La diversidad es también el reconocimiento de las particularidades y especificidades que se manifiestan en hombres y mujeres, que pueden aportar elementos integradores profundos de unidad-diversidad-pluralismo, sin exclusión, ni discriminación.
Pienso que no hay todavía elaboraciones científicas accesibles que aborden temas tan hondos como particulares. Se han hecho análisis sobre la triple discriminación por ser indígena o negra, por ser mujer y ser explotada. Sobre lo que llamas “cruces discriminatorios”, pienso que faltan valoraciones ponderadas, serias, posiciones ideológicas, para ir haciendo conciencia de la irracionalidad de toda clase de discriminación.
En Latinoamérica, el poder está pasando a manos de la izquierda (Chávez, Lula, Evo Morales) y el centro (Tabaré Vásquez, Michelle Bachelet). Llama la atención que ya no son los partidos tradicionales de “izquierda”, sino alianzas integradas por movimientos políticos y de masas diversos, signados por la inconformidad ante el orden económico vigente. En medio de todo esto, se habla de revoluciones pacíficas, devolver los recursos a los pueblos y hacer efectivos los derechos de todos. ¿Cree que el tema mujer está tratado de manera coherente en las agendas de estas agrupaciones políticas? ¿Cuáles son, en su opinión, los ejemplos más alentadores?
El fenómeno de toma de conciencia de sectores cada vez más amplios y más lúcidos de la sociedad —principalmente en América Latina— es irreversible. A corto, mediano o largo plazo, llegarán los cambios necesarios para trasformar la injusta situación política, económica, moral y social actual. La subordinación y dependencia a los EE.UU., el saqueo de las transnacionales, las oligarquías nativas y la globalización neoliberal, han llevado a los más amplios sectores de nuestros pueblos a la desesperación, la humillación, la miseria y la desesperanza. Por lo que los sectores más comprometidos con el auténtico cambio social, junto a sus líderes más consecuentes, han decidido buscar su propio destino, con soluciones que, en una forma u otra, cambiarán el sistema injusto y violento que impera hoy, en busca de sociedades más humanas, solidarias y justas.
Considero que los que están totalmente desprestigiados son los partidos políticos tradicionales, pues el sistema no ha permito la existencia de grandes partidos políticos de “izquierda” en América Latina. Los que se han ido formando —en las últimas décadas— son movimientos que han caminado desde las armas hasta las urnas, que han llenado los espacios políticos como el Movimiento al socialismo, el Frente Amplio, el FSLN, la URNG, el FMLN, 5ta. República, el PT, para ponerte algunos ejemplos. Ellos han sido las expresiones de ese descontento popular, unos más exitosos que otros, pero ahí están. Con la esperanza de los tiempos nuevos.
También se habla de soluciones pacíficas, desarrollo, progreso, elecciones, integración, nacionalizaciones, derechos, participación popular, que se van convirtiendo poco a poco, en realidad. Hay toda una revolución en el propio discurso, en el lenguaje, en la consigna. Vuelve a incorporarse la palabra socialismo, después de un largo silencio, con todo lo que ello implica. Y como un nuevo fantasma, se oyen por todas partes señales de una hermosa rebeldía.
Respecto a las mujeres conocedoras de su realidad, trabajan para impulsarse como protagonistas dentro de la dinámica del cambio social, como sujetos sociales, con definiciones históricas y políticas, necesidades, intereses, aspiraciones y particularidades muy propias.
Independientemente de los procesos cubano, venezolano y ahora el boliviano, el tema sobre la mujer está en la agenda, aunque todavía está muy lejos de constituir una práctica, al no ser asumida efectivamente ni por los gobiernos, ni por las instituciones.
El siglo XXI es para algunos el siglo de Internet, de las nuevas tecnologías, de la información, para otros sigue siendo el siglo del hambre y la guerra, como siempre. ¿Cree que, en verdad, la acelerada circulación de las ideas apresure el cambio para las grandes masas explotadas del planeta?
Tu pregunta tiene dos aristas interesantes y cada una tiene su propia respuesta. Para algunos sectores Internet y las nuevas tecnologías de la información, constituyen la revolución del siglo XXI. Realmente es una verdad indiscutible. Pero para la mayoría de las poblaciones, principalmente del llamado Tercer Mundo, sigue siendo el siglo del hambre y de la guerra.
Es hoy un mundo difícil y caótico, en que vivimos amenazados con peligros reales como el hegemonismo, el expansionismo, el fascismo, el militarismo, las guerras, la ambición. Como dice el libro de los libros del Chilam Balam: “la codicia es el antiCristo de la humanidad”.
Entonces, si sabemos —los que podemos— aprovechar las nuevas tecnologías de la información y la acelerada circulación de las ideas, con claridad y estrategia, podemos pelear por la verdad, esclarecer la distorsión, evidenciar la mentira, desenmascarando la seducción y el espejismo, dando información efectiva, accesible, atractiva y novedosa, no densa ni ortodoxa. Así podemos articular los medios para que sirvan a la causa de la transformación social y ayudar a construir un mundo mejor, que es posible.
El Premio Contracorriente es, sospecho, solo un alto en el camino, ¿qué planea escribir ahora?
Ante todo el Premio Contracorriente ha sido muy importante para mí, considero que es una alta valoración sobre mi trabajo y los temas que abordo —que casi siempre son a contracorriente—. Tengo orgullo y satisfacción, pues considero que es un reconocimiento a la lucha del pueblo guatemalteco, sus planteamientos teóricos, su hondura, que lamentablemente nadie conoce, ni la academia ni el mundo político en general. Así que mil gracias a los organizadores, al jurado y a los coordinadores por abrir este espacio a las ideas innovadoras y críticas.
Tengo planes muy concretos para escribir dos o tres libros sobre el movimiento revolucionario guatemalteco, que lamentablemente es tan desconocido. Silencio impuesto por EE.UU. con todo su poder mediático, después de su intervención en Guatemala contra el gobierno progresista de Jacobo Árbenz.
El primer libro, con título provisional “¿Por qué las Armas?”, está terminado y próximo a publicar. Donde intento mostrar, analizar y escribir sobre el porqué de la guerra revolucionaria, así como las condiciones de desigualdad e injusticia que provocaron que parte del país se levantara en armas. Muchas de las antiguas certezas pueden ser cuestionadas, pero la necesidad de la lucha y de su conocimiento son incuestionables.
Intenté fundamentar y demostrar cómo está conformado el país, buscando reconstruir las sociedades del pasado y sus estructuras socioeconómicas y políticas, desde sus primeros pobladores: los mayas; su crecimiento, sus realidades, su esplendor. Su desarrollo que pudo haber sido normal, pero que fue interrumpido por la invasión española. Sus luchas y resistencia, los graves problemas de la tierra, la conformación de la dependencia, la independencia, la revolución democrática de Arévalo y Árbenz y la contrarrevolución; tratando de contestar, con hechos y realidades, porqué sucedió en Guatemala el desafío histórico más importante que ha acontecido en los últimos tiempos: el movimiento armado.
Ahora estoy escribiendo mi tercer libro sobre la contrainsurgencia en Guatemala. Sin darme cuenta, entré de lleno en la coyuntura actual del debate tanto nacional e internacional, sobre el andamiaje montado por EE.UU. y sus aliados: la Operación Cóndor. Escribiré sobre el Capítulo Guatemala, que, según datos de Naciones Unidas, para frenar el movimiento revolucionario —a través de la guerra sucia—, costó 200 000 asesinados y desaparecidos. Así que te imaginarás la responsabilidad y objetividad que debo asumir para escribir y analizar las atrocidades que pasaron en Guatemala.
Me gusta escribir, pienso que mi vocación es ser útil, enseñar, denunciar y también recrear con la belleza de la palabra. Creo que tengo plena conciencia del valor y de la fuerza de la verdad.
Tomado del sitio de la Feria Internacional del Libro de Cuba (XVI edición, 12 de febrero de 2007 (http://www.cubaliteraria.com/evento/filh/2007/)
No hay comentarios:
Publicar un comentario