Las palabras de presentación estuvieron a cargo del joven profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana, Julio A. Fernández Estrada. Él se refirió al hecho de que Lizárraga, con mucho cuidado metodológico, expone en el libro su evolución profesional e investigativa, lo que impregna al texto de una actitud honesta que se agradece. Es profundamente satisfactorio, afirmó, poder leer un trababajo con semejante seriedad y alcance filosófico, que enfrente sin miedo temas poco visitados del pensamiento de Guevara, a menudo visto solo como un hombre de acción por los más jóvenes de la izquierda. Sin embargo, este libro, que pone a dialogar a John Rawls (un desconocido en Cuba) y su teoría de la justicia, con Guevara, es profundamente revolucionario.
Entonces le correspondió hablar a Lizárraga, que se confesó feliz de que la primera edición de su tesis de doctorado se hiciera en Cuba, donde la editora Sarahy González trabajó a lo largo de un año en ajustar las normas editoriales, pulir el estilo, recopilar la bibliografía y otros pequeños detalles que transforman una simple tesis de grado en un ensayo histórico–filosófico.
Hubo otros dos saludos. Para Atilio Borón, su tutor de investigación, quien le apoyó en el trabajo de crear un marco teórico con la obra de Rawls, aunque en lo personal impugnara sus teorías. Y para Néstor Kohan, guía imprescindible en Argentina para comprender el pensamiento de Guevara.
Tras estas salvedades, el autor dio una pequeña panorámica sobre las razones de tipo teórico que, en la obra de Marx, Rawls y Guevara, lo decidieron a emprender la investigación que ahora pueden leer los cubanos.
Todo comienza con Una teoría de la justicia, libro que en 1971 –justo cuando la Thatcher tomaba el poder en Gran Bretaña y los militarotes de América observaban cautelosos a Allende– asustó a los neoliberales norteamericanos al negar la desaparición de la sociedad y, ¡peor aún!, la necesidad de distribuir las cargas y los beneficios de la sociedad de manera “racional”. John Rawls, el atildado profesor de Harvard que proclama semejantes ideas, no es izquierdista ni por asomo, pero no cree en el poder absoluto del mercado para definir la sociedad, es incluso revolucionario, a su pesar.
Armado con la definición de “justicia social” de este liberal, Lizárraga decidió repasar los textos de Guevara entre 1959 y 1965, justo cuando el argentino enfrentaba los retos de la construcción de la nueva sociedad a través de la Revolución. Pocos imaginan lo frecuente que era la pregunta relativa a la distribución de las cargas y los beneficios sociales en su batalla diaria, pero Lizárraga afirma que sus respuestas –asombrosamente– coinciden en cierta medida con las de Rawls.
No, Ernesto Guevara no era un reformista, sino que resulta que Rawls era un revolucionario inconsciente. ¿Cómo si no afirmaría que la capacidad natural y azarosa del individuo es parte del acervo común y no puede ser beneficio único de su poseedor? Si alguien recuerda ahora el viejo credo de las escuelas primarias cubanas “de cada quien según su capacidad, a cada cual según su necesidad” no se asombre, es que tal idea nos lleva, inmediatamente, al polémico concepto del “hombre nuevo”.
Para terminar su intervención, Lizárraga declaró que él no cree que el “hombre nuevo” de Guevara sea una utopía, al contrario, es simplemente alguien a la altura de los retos de la sociedad. Alguien consciente de que sus ventajas “naturales”, ya sean físicas o intelectuales, las debe a la sociedad y, por tanto, a ella debe servir. Donde los caminos teóricos de ambos hombres dejan de coincidir es en los mecanismos que permitirán alcanzar lo que los politólogos y economistas llaman “sociedad constitutivamente justa”. Por un lado, el norteamericano cree que las instituciones justas llevan a los hombres a actuar de manera justa, mientras que el argentino creía que las instituciones justas deben ser manejadas por hombres justos – ¿nuevos?, ¿superhombres?-.
Todo lo que narré es altamente polémico, lo sé. Sin embargo, este desmontaje del pensamiento del Che acerca de cómo hacer la justicia social de manera revolucionaria nos pondrá a pensar, nos permitirá admirar más a Guevara y, lo más importante, nos llevará a mirar con otra actitud nuestra vida cotidiana.
El catálogo editorial del sello Ciencias Sociales –que cumple cuarenta años en estos meses– tiene varios títulos sobre Ernesto Guevara de la Serna, hombre imprescindible de la historia de Cuba y el continente todo: Che, recuerdos en ráfaga, Rumbo al socialismo y El pensamiento económico de Ernesto Che Guevara son algunos de ellos. Sin embargo, Lizárraga es el primero, en Cuba, en dedicar todo un volumen al concepto de justicia social y los mecanismos para alcanzarla, uno de los temas más álgidos en los primeros años de la Revolución cubana.
Sin dudas, para las personas de todas las generaciones que tienen a Che como un ejemplo ético y político, esta lectura significará un tremendo enriquecimiento.
Publicado por primera vez en el sitio de la Feria Internacional del Libro de Cuba (XVI edición, 13 de febrero de 2007 (http://www.cubaliteraria.com/evento/filh/2007/
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