Ponencia presentada en el Coloquio "Sara Gómez: Imagen Múltiple"
Por Mabel Llevat
Recuento histórico
El discurso artístico femenino se enfrenta con un presupuesto emancipatorio que se ha mezclado con la forma de banalización que tiene la creación contemporánea al despojarse de todo sentido trascendente para optar por la inclusividad y la relatividad de los esquemas de representación. Todo el humanismo del que hablara Gloria Steinem pierde mucho de su carga trascendental, a la vez que es reciclado en la moda que lo vacía de toda sombra subversiva y lo mezcla, en las revoluciones “inocentes” de la estética.
Las artistas mujeres en Cuba han rehusado en muchas ocasiones toda militancia con respecto a determinadas problemáticas de género. Esta postura anula de antemano la validez de estos presupuestos y se suma al temor de una acusación o relegación sectaria que en su opinión iría en detrimento de la condición de artistas más allá de su sexo.
Los referentes en nuestro país acumulan intentos tempranos y aislados de mujeres que desde el campo literario o periodístico lograron tener voz y espacio en la vida cultural cubana. Pero en todos los ejemplos existentes no vemos una cohesión como grupo que demuestre una participación activa de la mujer en la lucha por sus derechos: los espacios de reivindicación se desarrollan en un ámbito muy elitista, para mujeres cultas, participantes de la vida literaria, en la que se rebelaban contra las injusticias sociales a través de la imagen de heroínas románticas. El espacio de referencias y relativo poder dentro del drama se desarrolla siempre en los confines de la casa y el matrimonio, y las temáticas se circunscribían a las amorosas y a problemas de la pareja. De esta manera ya se fueron sentando las reglas o normas de escritura femenina que se contraponían a preocupaciones filosóficas, sociales y políticas.
Los cambios históricos en nuestro país que suponían algún tipo de mejoras verdaderas para la mujer, casi siempre estaban vinculados a transformaciones generales y a una apertura en la mentalidad y en las costumbres de la época que sucedían de forma colectiva. Las primeras décadas del siglo XX en Cuba son usualmente mencionadas como momento de cambios y reivindicación del papel de la mujer, traídas por una mayor influencia de patrones internacionales —mayormente norteamericanos— y un intento de acceso a la modernidad y vanguardia internacional. Sin embargo, algunos investigadores explican que “no se reconoce el hecho de que en esta redefinición intervienen decisivamente las mujeres; y que esa mujer que la prensa codifica en las portadas de revistas[1], no pasa de ser un icono tan decorativo e intrascendente como la antigua reina del hogar.”[2]
Según esta afirmación la liberación de la mujer sería como un estar a tono con el mundo, que se preocupa por su inclusión en la misma sociedad que empieza a liberarse de los prejuicios en temas como la moda, el desnudo, las costumbres o que se interesa por la introducción de los avances tecnológicos y los asomos de modernidad. Aunque hay mujeres que sí realizaron una interesante labor periodística, política y literaria en estos años, vinculándose a organizaciones de gran avanzada social como el célebre Movimiento Minorista, y que muchas veces quedan relegadas a un segundo plano y sus nombres olvidados. Solo ahora es que algunos estudios empiezan a rescatarlas en su papel de activistas por los derechos de la mujer y su importancia dentro de un movimiento feminista bastante activo.[3] La posibilidad de independencia económica se trataba de un asunto ampliamente mencionado por ellas, porque significaba el respaldo de la mujer en la vida pública, así como su participación en organizaciones que le garantizaran una voz dentro del campo de fuerzas políticas existente.
Sobre esta actividad de principios de siglo nos encontramos con un Primer Congreso Nacional de Mujeres en 1923 que presentaba demandas enfocadas en su mayoría hacia el derecho al voto, las leyes de matrimonio, las concernientes a propiedad y divorcio, la protección para hijos concebidos fuera del matrimonio y la legislación laboral. Sin embargo, luego de que las mujeres obtuvieron el sufragio en 1934 y se incorporaron la mayoría de los reclamos femeninos a la Constitución del 40, el movimiento feminista parece diluirse, con la excepción de un Congreso de mujeres que se celebró en 1954 y que se centró en los problemas económicos de la familia cubana.
Mujer y Revolución
Con el triunfo de la Revolución comenzó otra historia donde es interesante contraponer el todo social al terreno de lo individual y privado. Con la movilidad de todas las estructuras sociales que se plantea la Revolución, se abrieron nuevas perspectivas para las nociones de género, para las divisiones existentes entre vida doméstica y laboral y para la institución de una serie de mecanismos que posibilitaban mejoras de los estándares de vida. Si antes los paradigmas sociales encerraban a la mujer en el marco limitado del matrimonio y de todas las represiones sexuales que existían, en el año 1959 se tomaron al momento una serie de medidas que suponían su emancipación. Las reformas para liberar a la mujer de “los rezagos del pasado” se traducían también en la eliminación de la prostitución, y todo vestigio de objetualizar el sexo como mercancía, lo que se aviene a la adopción de una moralidad y eticidad reformadora, interesada en eliminar los eslabones de la cadena de comercio capitalistas. A la par, se produjo la creación de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) como organización para representar los derechos de la mujer y la amplia tarea educativa de la Revolución se apreció a través de las campañas de los medios de difusión que imponían nuevos patrones sociales e incluían a las mujeres teniendo en cuenta su incorporación al estudio, al mercado laboral, a las distintas tareas y programas sociales y al propagar el modelo de mujer militante y “activa” políticamente, que tanto difería del ama de casa pasiva y apolítica que predominaba en nuestras sociedades latinoamericanas de esquema paternalista.
Resulta de gran interés cómo las metas de esta organización creada por la revolución experimentan una evolución desde un inicio a menudo en contraposición con el discurso femenino del mundo occidental [4] y de una idea de una lucha de mujeres separada, hacia posiciones más radicales que incorporan perspectivas del feminismo internacional. El proyecto de emancipación de la mujer en Cuba se encontraba dentro de un proyecto mayor de construcción de la nación. Y esta es una idea clave al entender un feminismo reinventado y reorientado hacia realidades específicas cubanas que creaban su propio cuerpo de valores, donde la idea de la liberación de la mujer era imposible de separar de otros problemas sociales. Entre las reformas se trató de darle igualdad de condiciones a la mujer en el estudio y en el trabajo, dándose la posibilidad a muchas mujeres de tener una vida fuera del hogar. Sin embargo, en el Congreso de 1974, Fidel expresaría sucintamente que “la igualdad de la mujer aún no existe.” A mediados de la década del 70, según estudios realizados por el Partido Comunista de Cuba muy pocas mujeres habían sido elegidas como delegadas al Poder Popular Local, puesto que eran relegadas a las tareas de cuidar la casa, a los niños y al esposo.
Medios de difusión
Por otra parte tenemos que los medios de comunicación en esta época, se plantearon una manera de incentivar la incorporación de la mujer al ámbito laboral, retratar su presencia en la vida pública y su participación en disímiles tareas. En la industria fílmica se estimuló la aparición de nuevos modelos de mujer que rompían con el clásico perfil repetido por el cine anterior a la Revolución. El crítico José Alberto Lezcano menciona a los tradicionales roles de la mujer fatal, la heroína romántica, la burguesa en conflicto y la madre sufrida. Con la creación del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, se intentó cambiar este enfoque e incentivar nuevas visiones, a partir de lo cual se desarrolló toda una extensa filmografía que recurría a mujeres de todos los estratos sociales y épocas históricas como protagonistas. En estas también se reflexionó sobre problemas que impedían la igualdad de la mujer, a la vez que denunciaban los obstáculos impuestos por una larga tradición de sociedad paternalista.
Sin embargo, en muchas telenovelas, el retrato de la mujer tendía a idealizarse, como si estas no bregaran con obstáculos prácticos (que no solo se limitaban al cuidado de los niños) y que restringían su vida pública. Ya las feministas cubanas de principios del siglo 20, habían reflexionado sobre la necesidad de lograr una independencia económica como base para el logro de una verdadera igualdad. Y la liberación de la mujer cubana siempre se vio ligada a la posibilidad real de contar con una infraestructura que le permitiera su desarrollo laboral. Estas demandas se trataban de satisfacer a través de las mejoras en el acceso a los bienes que significaran ventajas en su vida privada, o las expectativas reales de tener ascensos en el trabajo y todo lo que esto implicara.
Por lo general las limitaciones de todos estos materiales audiovisuales es posible resumirlos en dos elementos: O bien se abordaban los problemas tradicionales de la mujer, la doble carga de trabajo en la calle y trabajo en la casa, la atención de los niños, la discriminación laboral, pero muchas veces con tonos educativos que llegaban a ser panfletarios. O el retrato era de mujeres que contaban con un mundo de bienestar económico irreal o poco representativo en el que sobraba el tiempo para dedicarle al trabajo, a los niños y a la casa.
Por otro lado tenemos un ejemplo que interpreta acertadamente desde el terreno del arte, muchos conflictos sociales de la década del 70, y es el filme titulado De cierta manera, de la realizadora Sara Gómez, primera película hecha por una mujer en Cuba. En ella se contraponen los paradigmas de una sociedad que condena las desigualdades de sexo y clase y el desenvolvimiento de la esfera individual y privada, creando lo que se daría en llamar las contradicciones sociales aun existentes como remanentes del antiguo régimen. Uno de los mayores valores del filme reside en su capacidad de diseccionar procesos correlativos a la discriminación de la mujer y que se dan a través de un enfoque que incluye criterios de raza y grupo social. Por una parte la película expone lo que la oficialidad opinaba de la marginalidad y por otro lado como se desenvuelven los que realmente la padecían; se contraponen las conversaciones en reuniones y consejos y lo que la gente hablaba íntimamente en los ambientes donde el Estado no podía intervenir.[5]
No solo en este filme, sino en gran parte de la producción fílmica cubana, aparece el rostro del machismo encarnado en la “fidelidad o cofradía” que le otorga una gran importancia a la relación afectiva masculina para rebasar las contradicciones que se presentan entre sus aspiraciones individuales y las sociales.[6] No nos sorprende entonces que en muchos productos culturales la realidad se pinte como eminentemente masculina y que los problemas femeninos sean discutidos a través de una interpretación hecha por hombres.
Ante los problemas planteados por la crisis económica de los 90, en el llamado Período Especial, ocurre la pérdida considerable de espacios y posibilidades para la lucha por la emancipación. El aumento de la prostitución o de las mujeres que organizaron sus relaciones de pareja sobre la base al interés económico son retratadas por letras de canciones populares o algunos audiovisuales como es el caso de Sucedió en La Habana, del artista Henry Eric. Pero rara vez aparece como problema mencionado en los medios masivos de comunicación, y cuando se hace alguna mención a esto son enfrentados como elecciones personales más que como necesidades. La importancia de una escalada en el reflejo de estas situaciones se fue haciendo más evidente, y esto dio lugar a que comenzaran a mencionarse tímidamente en espacios públicos, pero que no siempre lograron salirse de determinada carga moralizante.
Mientras tanto, en la vida “real”, empezó a hacerse más explícita aun la separación entre lo público y lo privado que ya había anunciado premonitoriamente Sara Gómez en su filmografía. Como conviven en la vida diaria diferentes prototipos de verbalidad, la oficial, la ilustrada y el “chisme”, el “chanchullo”; diferentes tipos de procederes; el que se desenvuelve “normalmente” a través de canales institucionales y el de los mecanismos aleatorios que se presentan a través de los negocios, los contactos, los arreglos, las relaciones informales. En el período especial se observa un reinado de la búsqueda de soluciones alternativas para la vida cotidiana, la necesidad de supervivencia y de “flexibilizar” ciertos paradigmas que obligan a tentar los límites, a bajar ciertos standards morales y a convivir con toda una serie de individuos estigmatizados, desclasados y heréticos. Surge un nuevo hombre acostumbrado a vivir en los márgenes y que está más tentado a reproducir las actitudes de machismo o racismo: un sujeto que ha perdido cierta dignidad, que ha perdido una parte de su humanidad en el proceso.
En todo este paisaje de aspiraciones individuales y colectivas, continuar con una reflexión que active problemáticas culturales centradas en este campo del discurso de género ha sido una tarea compleja. Buena parte de los medios masivos experimentan una popularización del audiovisual encaminado a la promoción turística o al video clip que va en consonancia con la producción musical popular de la Isla. En el terreno de las artes visuales ha habido otros obstáculos. En la actualidad muchas artistas siguen manteniendo una mirada muy conservadora hacia el tema que o bien desdeña cualquier intento de hacer un discurso femenino o reproduce un esquema conservador de lirismo, represión o sufrimiento contenido. En estas reflexiones también se pretende indagar sobre auténticos espacios de reivindicación, de manera que se activen importantes reflexiones culturales no solo sobre la sociedad cubana sino también sobre otros países del Tercer Mundo.
Notas
[1] Revistas como Social y Carteles
[2]Campuzano, Luisa: "Quedaron casi fuera de la foto: vanguardia y mujeres en Cuba" en Revolución y Cultura.
[3] Dos ejemplos los tenemos en la labor de las escritoras y periodistas Mariblanca Sabas Aloma y Ofelia Rodríguez Acosta
[4] Sheril L. Lutjens: "Reading between the lines, women, the state and rectification in Cuba" en Latin American Perspectives. Vol.22 No.2. Women in Latin America, Spring 1995.
[5] Julia Lesage: "De cierta manera, de Sarah Gómez: película dialéctica, revolucionaria y feminista" en Discurso femenino actual. Colección Mujeres de palabra, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1995.
[6] Ibídem.
Tomado de "Negra (cubana) tenía que ser" (http://negracubana.nireblog.com/)
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