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14 de febrero de 2010

Feria Intensa


En el primer día de actividades de la Feria, pagué el precio de querer estar en demasiadas partes y hacer demasiadas cosas. Había marcado en mi programa casi todos los paneles y presentaciones de libros. No se puede ser tan pretencioso. A media tarde, agotado y malhumorado, con muy poco concreto terminado, me daba cuenta que el síndrome de abstinencia del último año sin feria me había conducido a un exceso. Me di cuenta de que era hora de relajar un poco. Entre las cosas agradables, el ruso más loco de la delegación, un poeta que se inflamaba con la lectura de sus versos. Estaba de lo más contento, el ruso, y yo también porque iban a regalar sus libros, única manera que me quedaba ayer de recabar algo. El hombre se quejaba en tono de jarana de que el último poema se lo habían traducido hacía una hora, y el traductor aducía que el poeta lo había escrito hace dos días, llegando a La Habana.Avalanchas de personas en todas partes. Par de artículos, finalmente, me le hacen unos cambiecitos menores –en ciertas ocasiones hay que hablar con más seriedad que otras– muchas fotos. Los pasillos de comunicación entre los grandes espacios, semibloqueados para causar esos encantadores cuellos de botella. Dificultades con las computadoras y la conexión, nada extraordinario.En la noche se puso malo el tiempo. Llegué a la guagua en el parqueo bajo la lluvia, pero una vez dentro, tenían un reguetón tan desagradable que daban ganas de salir a mojarse otra vez. Un energúmeno con micrófono se proclamaba la mafia musical, tal vez tuviera conciencia de que estaba perpetrando un crimen. Al fin en casa, agotado, tranquilo.

1 comentario:

Boris dijo...

Te vi cruzar por detrás de las cámaras de la TVC. Me sentí orgulloso de tener un amigo reportero en la Feria. Lástima, entre la nostalgia soviética, la profusión árida de libros ilegibles y la vejez de aquellos muros, aquel parezca un evento cada día más decrépito.