Intervención en los debates sobre el Informe Cultura y Sociedad, VII Congreso de la UNEAC. 3 de abril de 2008. Palacio de las Convenciones, La Habana.
Por Víctor Fowler
Me crié con una frase que explica la nueva vida del siguiente modo: “un socialismo con pachanga”. Dicen que la pronunció Roa, pero importa menos el nombre de que el deseo de especificidad, de colocar una marca propiamente cubana (de carácter) dentro de la opción ideológica.
Hace unas semanas, entre un grupo de escritores, expresé que — a mi juicio— cualquier posibilidad futura para el socialismo pasa antes por la obligación de tener “swing”. Apelo a un término tomado de la música y agrego que solo recibí veladas sonrisas cómplices a cambio de lo que me parece el desafío cultural más serio que enfrenta el socialismo como sistema y modo de vida.
Al Estado, al Partido, a la UNEAC misma en sus diversos niveles (entre otros estamentos de la administración y planificación de nuestras vidas) corresponde igualmente generar, organizar y alimentar esos valores impalpables que son la alegría, la sabrosura, el “swing”. Si esto es cierto, entonces toca profundizar y debatir no solo lo que el socialismo significa, sino —lo principal— en cómo tornarlo un destino atractivo culturalmente deseable, una opción de vida grata en un amplísimo abanico que abarca estilos de vida, identidades sexuales, entretenimiento, prácticas populares, modos de religiosidad, habilitación de espacios, nuevas vías de comunicación interpersonal y presencia pública del Yo, entre otros.
Sin embargo, no se trata de fabricar imágenes de multitudes permanentemente alegres, sino de conocer la verdad, cosa esta última que no puede ser alcanzada sin voluntad política y sin deseo. Hablamos de marginalidad, pero apenas es posible saber nada de ello por nuestros medios de comunicación. Ni de racismo, ni de pobreza, ni de homofobia, corrupción, violencia callejera, espacios de burocratización, ausencia de debate y muchos otros aspectos de lo que realmente importa de la vida.
Un proceso social que ya cumple medio siglo (en este caso una revolución socialista) tiene, además de enemigos externos, las contradicciones que el proceso mismo al avanzar genera y ese formidable devorador de toda fuerza que es el desgaste. Pertenecemos a una parte de la historia del mundo donde los más diversos espacios de trasmisión de ideas (medios masivos, escuelas, literatura y arte a nivel internacional) nos piden que identifiquemos con el fracaso. No importa si de modo frontal o desde tangentes, pero en sustancia. Somos unos sobrevivientes.
En esta circunstancia tener “swing”, ser atractivo, es casi un imperativo categórico. Y, junto con ellos, la búsqueda, encuentro, re-conocimiento y discusión pública de la verdad como garantía mínima de que todavía son posibles el humanismo, la transparencia y la esperanza.
Tomado de Cubaliteraria
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