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7 de abril de 2008

Mercado, Estado y socialismo

Homogeneización capitalista y guerra cultural

Intervención en la plenaria sobre Cultura y Sociedad, VII Congreso de la UNEAC. 1ro de abril de 2008. Palacio de las Convenciones, La Habana.


Por Fernando Martínez Heredia

En los países que hemos emprendido el camino socialista, el Estado debe ser decisivo para la conversión de los objetivos en realidades, pero como un instrumento principal del proyecto de liberación, no como un fin en sí mismo. Y el mercado es una realidad negativa, que debe ser controlada, y ser debilitada en la medida en que se vayan desarrollando las relaciones sociales y las instituciones de una nueva sociedad, no basada en el egoísmo, el poder del dinero, el afán de lucro y la dominación.

En Cuba actual coexisten los avances de una sociedad solidaria, de justicia en la distribución de la riqueza y las oportunidades, de altruismo y de internacionalismo, con las permanencias de rasgos del modo capitalista de vida y de pensamiento, e incluso con retrocesos en algunos de aquellos avances, a partir de la estrategia que fue necesario seguir por la gran crisis de la década pasada. Esta realidad debe ser enfrentada en todos los terrenos, no solo para constatar que existe, sino para actuar en consecuencia a favor del avance de la sociedad solidaria. Los escritores y artistas, como los demás cubanos, también vivimos esas coexistencias físicas y espirituales, económicas y morales, ese mundo unas veces unido y claro, otras contradictorio y escindido. Pero como los demás, no solo lo enfrentamos en general, sino en nuestro terreno particular. Sintetizo mi opinión sobre:

a) considerar a la UNEAC como una organización profesional selectiva de la Revolución, no como una corporación o cooperativa para poder operar en el mercado sin sufrir ataques del Estado, o logrando entendimientos con él;

b) la necesidad de que el Estado siga manteniendo y desarrolle una política de protección a las actividades artísticas e intelectuales que tengan calidad, consideradas como un valioso bien social, una política que no sea medida ni negada por el mercado. Esa política debe incluir: asignaciones de recursos en la medida que sea posible, como acciones socialistas expresas; participación en su implementación de profesionales que sean prestigiosos como tales y comprometidos con la Revolución;

c) la participación de la UNEAC en una lucha cultural contra el mercado capitalista que sea realmente cultural, profunda y organizada. Ante todo, en el seno mismo de la UNEAC, pero también en todos los ámbitos sociales que sea posible, ayudados por el alcance y la influencia que tiene nuestra actividad en la sociedad cubana. En esta lucha deben estar excluidos la superficialidad, la mala calidad, los lugares comunes y el extremismo;

d) atender a la especificidad constituida por los jóvenes. Para este punto es obvio el hecho de que en su formación y sus vivencias la presencia del mercado ha sido sumamente importante, mientras que las jornadas heroicas y el proceso de las luchas decisivas en que se formaron las generaciones anteriores son para ellos más bien materia de historia.

La mundialización capitalista en su etapa actual prioriza la guerra cultural. La homogeneización de conductas, necesidades y gustos forma parte importante de esa guerra. Si se consume sobre todo lo que provee el capitalismo en cultura ideal y en deseos de gozar la cultura material, no importará al final la diversidad de posiciones que crean tener los implicados, incluso si se llaman socialistas, porque entonces la vida cotidiana solo será concebible como lo dispone el capitalismo, y se tenderá a creer cada vez más necesario que la vida ciudadana y el orden también sean como en el capitalismo.

No existe entre nosotros un trabajo ideológico y cultural suficiente que ayude a distinguir entre los avances técnicos y materiales en general y las ideas y sentimientos que el capitalismo promueve en íntima conexión con ellos. Para un pueblo tan occidental como el cubano, que con razón tiene además extraordinarias expectativas, esta es una cuestión de crucial importancia. Sería muy perjudicial que en el terreno de las ideas predominen las oposiciones ingenuas o superficiales, como la antinomia entre lo “autóctono” y lo “extranjero”, la apelación verbal a “nuestra diversidad” o formas de patriotismo simplón, y en el terreno de las medidas prácticas se den palos de ciego o se alterne entre posiciones “duras” y “blandas”.

Me uno a las propuestas del Informe Central y de la comisión Cultura y sociedad, de discutir un plan de acciones en estos terrenos, a partir de debatir seriamente y alcanzar consensos al menos en los puntos esenciales, porque estos problemas están ligados a algo más profundo y más antiguo: la colonización mental implicada en la formación escolar e intelectual, que conserva un peso enorme.

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