Hasta hace pocos años nuestra prensa estaba orgullosa de esos centros, y publicaba crónicas emotivas al respecto ("Un delfín en la montaña"). Con ellos era posible que los padres no tuvieran que atravesar con la descendencia unos cuantos kilómetros de difícil terreno, hasta el núcleo poblado más cercano, para que el chico o chica recibiera el pan de la enseñanza. Estas escuelitas estaban presentes en medio de esos paisajes recónditos en cuyas cercanías hubiera 7, 3 y hasta un solo infante al que atender. Pues ahora parece que la economía nuestra ya no da para mantener esta conquista de la Revolución.
Qué lástima. Tampoco eran lo que se dice un centro super-gastador. Tenían un maestro, que tal vez ganaba 400 pesos cubanos al mes –más los regalos de alimentos y otras consideraciones que tuvieran los campesinos de la zona– que iba a pie o a lomo de burro a cumplir su sagrada misión. Últimamente las habían dotado con un televisor, un panel solar ("Contar con la luz del sol"); los vecinos se aprovechaban también de esta instalación, si no había otra por los parajes cercanos. En otros reportes periodísticos recientes, que no recuerdo con tanta precisión, han remarcado que el MINED tenía más personal en oficinas, funcionarios, metodólogos y un largo etcétera, que maestros. Un funcionario de estos tal vez gane 500 o 600 pesos, tal vez implique una secretaria, un vehículo estatal con asignación de combustible, una oficina con varios equipos eléctricos. Este funcionario tal vez va una vez al mes, o en las fechas patrias (en jeep) a una de esas escuelitas, pronuncia un solemne discurso… Nadie duda que haya que racionalizar gastos, pero no todos están claros de que la cadena siempre se parte por el eslabón más débil, y algunos cometen la ingenuidad de creer que la burocracia se va a racionalizar a sí misma.
Y liquidar esa escuelita en el paraje remoto va a tener las consecuencias que cualquiera puede prever. Va a aumentar el ausentismo de los estudiantes que tendrán que recorrer cinco, diez o más kilómetros de monte hasta el poblado más cercano, por caminos en pésimo estado y sin más medios de transporte que sus pies o animales de monta, en los mejores casos. Cuando haya mal tiempo, esto será prohibitivo. El aprovechamiento escolar de estudiantes cansados será menor. No será nada fácil que, al regresar cansados a su casa, ayuden en las labores del hogar. Aumentará la deserción. Frente a todas estas sombras, los decisores aplican el TINA (There Is No Alternative = No hay otra alternativa). Y no vale la pena molestarse, si total, antes de que triunfara la Revolución hace 50 años tampoco había escuelitas en las lomas.
En el universo paralelo al que me referí alguna vez antes, tal vez sí habría alternativa: Si racionalizaran a Pepín del nivel central, tal vez en la base se podría quedar trabajando Pillo. Allá donde los presupuestos fueran transparentes, de verdad comprobaríamos si era obligatorio o no dejar sin una escuela cercana a su hogar en la montaña a Juanita, a Yunisey, a Marquitos. Y en el caso extremísimo (valga el neologismo) de que ni racionalizando a Pepín diera la cuenta, tal vez valdría la pena retomar ciertas ideas que expresó hace un tiempo esa persona cuyas consideraciones son las que mejor se pueden enarbolar por acá para reforzar una posición. En sus conversaciones con Frei Betto, recogidas en el volumen Fidel y la religión (Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 1985), se recogieron estas variantes que sin duda son mejores que cerrar la escuelita, que sin dudas son mejores que seguir renunciando a las conquistas de la Revolución:
... tal vez existirían esas escuelas (las privadas). (…) no promuevo que necesariamente tengan que nacionalizarse las escuelas privadas si no hay conflicto contra la Revolución (...). En condiciones realmente de relaciones armoniosas dentro de la sociedad, tú pudieras decir, desde el punto de vista económico: si yo tengo 300 millones de pesos para educación, voy a dedicar 200 millones a los sectores que no pueden pagar la escuela y me ahorro 100 millones (...); no sería necesario dedicarlos a los sectores que puedan pagar la escuela. Porque, aun hoy, hay familias en Cuba que podrían pagar la escuela privada. (...)
Incluso hasta el Estado socialista podría tener escuelas pagadas, si lo considera conveniente, con tal de que no falten ni sean peores las escuelas para los demás niños. Si hubieran escuelas privadas (...) se pudiera considerar que están prestando un servicio a la educación del país y que están ayudando a costear los gastos de la educación. (...) los países por desarrollar que no tienen mucho dinero y que tienen otras necesidades, pueden decir: estos 100 millones los voy a dedicar a otros fines.
De manera que lejos de ver dogmáticamente como una necesidad la nacionalización de la escuela privada, puedo verla, incluso, como un aporte de ciertos sectores a la economía del país y como una ayuda (...).
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