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7 de abril de 2015

Qué sociedad tan social, la que llevamos a Panamá

Altos niveles de bombo y platillos acompañan a la corriente celebración de la Cumbre de las Américas, en la República de Panamá. Tal pareciera que se gesta algún tipo de movimiento trascendental, que no hace sino aguardar la foto tradicional de los mandatarios para desatar sus fuerzas, ya sea hacia adelante o hacia atrás.
 
 
Más sensato sería, tal vez, no esperar tanto de estos grandes eventos. La parte de las reuniones de los presidentes, típicamente, solo ratifica procesos que se han gestado entretanto. Tal vez resulten muy mediáticos los pescozones que se esperan entre el presidente Barack Obama, de los Estados Unidos y Nicolás Maduro, de Venezuela. El primero decretó una reprobable medida injerencista, en cuyo rechazo se han unido la mayoría de las naciones latinoamericanas. El señor Obama tiene garantizados, además, iguales o mayores titulares cuando se encuentre con su par cubano, Raúl Castro. No obstante, pasados unos días, la noticia se gastará. Entonces todo regresa a la lucha cotidiana por la prosperidad, para algunos, y la mera supervivencia para no pocos. También, enseguida, se sucederán un Mundial de Fútbol, la próxima Cumbre Planetaria de los Grandes Jefes del Mundo Preocupados, el estreno de la octava parte de "Titanic" y el alumbramiento del bebé de la última pareja súper-famosa de Hollywood, para mantenernos a todos entretenidos.
 
En paralelo con las grandes ceremonias, se producirán también un número de actividades y foros que despiertan otros tipos de interés. Estas otras arenas ven la acción de un número mayor de actores, movimientos sociales, con niveles de etiqueta menos rígidos, mayor diversidad y más vitalidad puesta en juego. Muy tranquilamente, reconozco mi falta total de  experiencia en esos asuntos y mi disposición para aprender todo lo que esté a mi alcance y valga la pena.
 
Probablemente, muchas fuerzas progresistas aprovechen la ocasión para conectar entre sí, intercambiar experiencias, divulgar las realidades que enfrentan en sus sociedades y extender lazos de solidaridad. Leí por ahí que compañeros nicaragüenses van a denunciar la salvajada que van a cometer con el canal interoceánico a través de su país, por ejemplo. También pudiera ser que los compas venezolanos encuentren eco en su demanda de justicia para el desaparecido Alcedo Mora. Que las víctimas de la guerra en Colombia presionen más a favor de la paz. Que comunidades afrodescendientes de todo el continente consoliden frentes comunes contra la discriminación. Y veinte cosas más de las que me gustaría saber. Esto no quiere decir que estos eventos paralelos estén exentos, por supuesto, de sus propios niveles de manipulación por los intereses conservadores.
 
El caso cubano es sumamente ilustrativo. Para allá para Panamá, sacaron pasaje actores como para representar media docena de sociedades civiles a nuestro nombre, pocas de ellas coincidentes en alguna medida.
 
Lo más obvio es dudar de la representatividad de los delegados enviados por el gobierno cubano. Si el poder estatal elige y paga al supuesto representante, queda en duda la legitimidad de este para asumir el papel de otro tipo de corriente. Esta discapacidad se acentúa cuando los candidatos provienen de estructuras que reconocen explícitamente, por sus estatutos propios, obediencia a las jerarquías del Partido-Gobierno, como es el caso de la central sindical cubana y las organizaciones estudiantiles oficialmente reconocidas.
 
No es nuestro propósito cuestionar, en este momento, ese acatamiento. Cada grupo social es libre de escoger sus caminos, alianzas, paradigmas –y convertirse en un aliado político de quien sea legal. Pero si alguien usa su potestad de asociarse con un grupo de crianza de gatos, no tiene sentido que quiera entrar luego en una reunión de curieles, en igual calidad de delegado a los demás "curierólogos". El evento suyo es en el salón nuevo que abrieron allá a la derecha, por favor, lea el cartel en la puerta. Naturalmente, el poder oficial en Cuba es incapaz de reconocer cualquier vida, derecho, iniciativa, más allá de sí, e independiente de sus designios. Esto no quiere decir que los demás lo tengamos que creer.
 
Lo más patético del caso es que los mismísimos dirigentes y órganos de prensa oficialistas han reconocido la inoperancia de estos actores. La central sindical y las organizaciones estudiantiles oficiales no convencen ni motivan a las mismas personas que deberían representar, y esta verdad ha terminado por confesarse en el propio discurso y los periódicos nacionales. Vergonzoso papel, en realidad, el que les toca asumir.
 
Simétricamente, otros sujetos que reclaman la representatividad de la sociedad civil cubana y embarcaron para Panamá, están igualmente incapacitados para representarnos. Si a los primeros los invalida su calidad de servidores sumisos del poder estatal, a los contrarios los desacredita su carácter igualmente político y su misión de cambiar ese poder hacia otras manos. Si se añade que, con frecuencia, estos últimos reciben financiamiento dirección de potencias extranjeras –la USAID, la NED, el imperialismo norteamericano, para dejar las cosas claras–, menos todavía pueden hablar en nombre de las personas trabajadoras cubanas. La reunión para tumbar al gobierno actual y repartir los medios de producción entre un grupo de capitalistas diferente, es en otro salón, también a la derecha pero más viejo, relativamente cerca del que dijimos ahorita y capaz que hasta tengan una comunicación rara entre sí.
 
¿Podemos, en Cuba, percibir de manera clara una sociedad civil legítima, convincente, representativa de lo que convencionalmente se entiende como tal, y así generar representantes auténticos para este tipo de eventos? Porque el hecho de que se necesite ser independiente del Estado-Gobierno-Poder local para constituir sociedad civil, no quiere decir que pueda ser tal, el sujeto que viva de la oposición política al mismo y, menos, a cuenta de otro Estado-Gobierno-Poder extranjero, adversario del primero. Se puede ser independiente y convivir bajo relaciones normales de respeto. De cooperación, incluso, cuando sea mutuamente beneficioso; de debate y consulta de diferentes temas y diversos puntos de vista, y sin escatimar las críticas mutuas que se crean adecuadas. Yo he visto en los medios oficiales, posicionamientos que me han parecido sinceros, valientes y valiosos, de representantes de la organización de los campesinos, por ejemplo, que tal vez sea un ejemplo adelantado de sociedad civil en Cuba, pero soy un bichito urbano y no puedo dar opinión de especialista.
 
Yo personalmente creo que todavía estas cuestiones no se han desarrollado mucho nacionalmente, madurado y asentado en la mayoría de la sociedad nuestra. Quizá despertamos a ese tipo de realidades hace muy poco tiempo, quizás no antes de la caída del llamado Campo Socialista. Antes de eso, la concepción monolítica del país era una camisa de fuerza que se llevaba puesta, de buena o mala gana, hasta para dormir. Y el proceso de consolidación de una cultura alternativa puede llevar muchos años, decenios incluso. Aún hoy, desde el poder estatal, no se ha dejado de mirar con suspicacia y obstaculizar el trabajo de quienes desean establecer asociaciones espontáneamente, involucrarse en sus comunidades con fines sociales, artísticos, los que sean, de manera independiente de las instituciones oficiales. Por si fuera poco, la necesaria independencia económica del Estado que necesita cualquier sociedad civil, está muy lejos de quedar establecida; no solo en el punto de recibir ingresos por conceptos distintos de los salarios de trabajar para el Estado, sino por las complicaciones que se suscitan después, a la hora de efectuar recaudaciones, financiamientos, etcétera.
 
La poca intención del gobierno y la oposición para reconocer el desarrollo y autonomía de alguna sociedad civil y llevarla a Panamá se percibe, finalmente, en que ninguno de ellos se interesó por divulgar popularmente las posibilidades de participación, mecanismos de inscripción, fuentes de financiamiento, etcétera. Cada uno llamó a "los suyos" y trató de imponerlos, con más o menos fortuna. No se percibió  –o yo no percibí – en los medios de ninguno de los bandos, convocatorias a elaborar mensajes colectivos, a coordinar libremente por barrios, gremios, tipos de activismos u otros rasgos comunes que parecieran oportunos, ideas y posiciones que se considerara relevante para llevar allá por personas que gozaran de la confianza de sus compañeras y compañeros.
 
Algún o alguna compatriota, aisladamente, con mejor información e interés, puede haber gestionado de modo independiente, invitaciones para trasmitir un mensaje personal o de la colectividad a la que sea afín. Tal vez, incluso, haya llegado a Panamá y desempeñe un papel decoroso allá, no se puede descartar. Sería hermoso, y que pudiera luego regresar y compartir sus experiencias lo más ampliamente posible.
 
Ojalá esta sociedad nuestra continúe su proceso de aprendizaje y maduración. Quién sabe si en la próxima cumbre nos esperen mejores emociones.

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