Cada día que pasa desde el terremoto de Japón, las noticias desde ese país mantienen a la humanidad informada conmocionada por la magnitud de la tragedia experimentada por aquellas personas, a la vez que inquieta por los sucesos de la planta atómica accidentada en Fukushima. Continuemos nuestros comentarios de lo acaecido a partir del día 20.
Se recordará que los recuperadores estaban haciendo grandes esfuerzos desde el día mismo del sismo y posterior tsunami, para mantener refrigerados a los reactores y a las piscinas de combustible usados. Las mayores dificultades estaban dadas por la falta de suministro eléctrico estable e incendios y estallidos de gases inflamables que se producían esporádicamente, lo que obligaba a evacuaciones de personal por motivos de seguridad. Como consecuencia, además de reportarse algunos heridos, empezaban a detectarse niveles de radiactividad por las regiones cercanas.
En los días siguientes se vivió aproximadamente una continuación de esta situación. Se continuaron los esfuerzos por enfriar con agua bombeada desde tierra y mar, y se extendieron los monitoreos de la radiactividad por las regiones aledañas, encontrándose niveles superiores a lo permisible en plantíos de vegetales y muestras del agua de mar. Estos hallazgos refuerzan las preocupaciones sobre el estado técnico de alguno de los reactores, posiblemente afectados por las explosiones y el intenso calor del combustible atómico insuficientemente refrigerado. Se trabajaba intensamente por reponer el suministro de energía eléctrica desde el exterior a los sistemas ingenieros de la planta, lo que no era nada sencillo por el panorama de desolación dejado en toda la región por el terremoto y el tsunami.
En los monitoreos periódicos de radiactividad, las dosis detectadas demostraban por momentos tendencias decrecientes. Esto indica que se habrían escapado cantidades limitadas de radioisótopos desde los reactores, que forzosamente irían agotando su actividad a medida que se desintegran. El hecho de que se fueran diluyendo en el medio ambiente también amortigua considerablemente su peligrosidad. Téngase en cuenta que en el entorno natural existen también fuentes radiactivas de baja intensidad. Esto no quiere decir que se deban dejar de tomar todas las medidas que la prudencia aconseje para aumentar la protección pública, como bien saben los japoneses que siguieron en alerta.
Aunque algunos estaban confiados en exceso. Unos obreros de la recuperación ignoraron en un momento dado las alertas de los detectores que portaban de altos niveles de radiactividad en los charcos de agua que atravesaban y, como consecuencia, tuvieron que ser atendidos y tratados por quemaduras por radiación. Las autoridades, compréndase la Agencia de seguridad industrial y nuclear japonesa y los directivos de la compañía, orientaron extremar precauciones y se monitoreó más estrechamente la radiación recibida por el personal en labores. Según estas, unas 20 personas habrian recibido una dosis de 100 milisieverts, lo que es una dosis notable en términos relativos, pero sin consecuencias determinísticas para la salud. Esto de determinístico quiere decir que, con una dosis así, no se corre un riesgo inmediato de sufrir ningún problema, pero a largo plazo, pasados un número de años, aumentan algo las probabilidades de sufrir algún tipo de afectación a la salud. La noticia tranquilizadora era que, en los exámenes conducidos en el centro de salud de Kawamata a los niños de la zona de evacuación, no se encontraron señales de sobreirradiación.
Del 24 al 25 de marzo la radiación depositada en las prefecturas japonesas cercanas a Fukushima continuaba disminuyendo. Los trabajos de técnicos y obreros lograban hacer llegar la electricidad a más y más sistemas ingenieros de la planta y aumentaban el control sobre la misma. En el agua de mar se encontraban eventualmente altos picos de radiación, particularmente de los isótopos Yodo-131 y Cesio-137. Este último es el más peligroso, porque se desintegra más lentamente y por lo tanto dura más tiempo irradiando. En el agua de beber los niveles detectados eran casi siempre dentro de los límites permisibles, y ligeramente por encima de lo recomendable para niños en alguna ocasión aislada. En el suelo y los vegetales también se dieron hallazgos importantes de contaminación radiactiva.
Para el 27 de marzo ya se bombeaba mayormente agua fresca dentro de reactores y piscinas de combustible, en vez del agua de mar usada en los primeros días. Esto indica mejor dominio de la situación. La presión y temperatura dentro de los reactores permanecía controlada y en ligero descenso a niveles más seguros También progresaba la restauración de los sistemas eléctricos. La contaminación radiactiva descendía en todos los frentes, aunque se mantenía la recomendación de evitar beber el agua superficial en siete localidades. Se recordará que varios países dictaron medidas contra la importación de alimentos y vegetales de origen japonés por temores relacionados con la contaminación.
El día siguiente, 28, una poderosa réplica sísmica en las cercanías de la electronuclear de Onagawa aceleró los corazones de muchas personas, pero el temblor de 6,5 grados en la escala de Richter no afectó los sistemas de la central. Se pudo modelar con mayor precisión la dirección de las corrientes de contaminación más significativas vía marina.
Este día, en una comunicación del director general del OIEA, éste destacó la importancia de mantener la comunicación clara, abierta y precisa en una crisis de esta naturaleza. Enfatizó la estreches en que trabajaron la Agencia japonesa y la mundial en el enfrentamiento al problema, así como agradeció la asistencia de otros organismos. En el marco de la conmoción, conminó a empezar a pensar en el futuro, en el fortalecimiento de los mecanismos de seguridad para el uso de la energía atómica, incorporando las lecciones aprendidas en Fukushima.
Poco después, ese día, se detectaron trazas de plutonio en el suelo cerca de la planta, pero no estaba claro si provenía de la planta o su origen venía de antes –en los suelos de todo el mundo existen naturalmente pequeñas cantidades de este elemento, más lo que se depositó como resultado de las pruebas de armas nucleares– y las cantidades encontradas no eran mayores de lo normal.
Al día de hoy, 29 de marzo, los niveles de radiación en todas las formas de monitoreo indicaban una sostenida reducción hasta límites cada vez más reducidos. Los dos obreros que sufrieron las quemaduras por radiación en la planta, habían sido dados de alta del hospital. El laboreo de los incansables y afanados trabajadores japoneses mete en cintura poco a poco a la descarrilada planta, aunque todavía queda mucho trabajo por hacer. En nuestro próximo post, trataremos de hacer un resumen y recoger nuestras reflexiones relacionadas con todo esto.
Continuará...
Para poner en perspectiva todo lo que está sobre el tapete en el tema de la energía nuclear, incluyendo las recientes causas de apasionamiento alrededor de los sucesos de Fukushima, es preciso manejar la información desde todas sus facetas.
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