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28 de marzo de 2011

Una visión sobre esas cosas espantosas que dicen están pasando en Fukushima (II)

Pues bien, continuamos viendo qué más pasó en Fukushima, donde el terremoto del pasado 11 de marzo y el tsunami subsiguiente provocaron uno de los incidentes más graves en la historia de la energía nuclear. Unas cuantas cosas impactantes han pasado en estos días y es conveniente estar familiarizado con los hechos más representativos.

A la altura del día 12, muchos residentes y personas de todo el mundo no se habían podido recuperar del shock inicial, pero de todas maneras urgía atender la situación de la central electronuclear. Varios organismos internacionales estaban ofreciendo y concretando ayuda de diversas maneras, entre ellos el Organismo Internacional de la Energía Atómica. Dentro del reactor 1, el afectado más de cerca por la explosión del día anterior, empezó a bombearse agua de mar mezclada con boro, que es un elemento capaz de inhibir las reacciones del combustible nuclear. Se confirmaron además 4 trabajadores lesionados por esta explosión. Dos productos radiactivos resultado de las reacciones atómicas típicas en estos reactores, Cesio-137 y Yodo-131, , empezaron a encontrarse en las cercanías de la planta, obviamente con ciertos aumentos de la radiactividad local. La evacuación de personas en los alrededores ya alcanzaba a decenas de miles.

El accidente había sido calificado inicialmente como de nivel 4 en una escala donde el máximo, 7, había ocurrido solo una vez, en el fatídico Chernobil. El accidente de la Isla de las Tres Millas, en los Estados Unidos, había alcanzado la categoría 5. Después se vería que los japoneses estaban siendo un poco optimistas. En el reactor 3 hubo necesidad de liberar un poco de vapor de manera similar a la del reactor 1, y se le inyectó agua y agua de mar. En este edificio se empezó a acumular hidrógeno, que es un gas altamente combustible. Aunque se trató de disiparlo a la atmósfera, no se pudo evitar una explosión el día 14, con el coste de seis trabajadores heridos.

Una medida de precaución que se recomienda en estos casos es la ingestión de yodo por parte de la población en riesgo. De esta manera, los órganos del cuerpo propensos a acumular esta sustancia, lo hacen con una de origen confiable y no con la que pudiera haberse liberado del lugar del siniestro que emite radiactividad. Los japoneses, por tanto, empezaron la distribución masiva de este fármaco.

Los días siguientes verían la sucesión de esfuerzos por inyectar agua en los reactores con combustible y mantener niveles adecuados del refrigerante. Altos directivos de la Agencia nuclear japonesa y de la compañía ofrecían al público la información disponible con las recomendaciones adecuadas, aunque a los últimos la prensa y demás sectores sociales empezaron a presionarlos, ante la posibilidad de que hubieran ocurrido negligencias en la explotación de la planta. En el resto del mundo se producía un esfuerzo comunicativo similar a los más altos niveles. El día 15 trajo una complicación adicional.

No solo los reactores en funcionamiento se cubren con agua. El combustible nuclear utilizado y considerado como agotado se guarda en piscinas que también deben ocuparse de refrescarlo, pues todavía contienen mucha energía en reacciones que emiten cantidades considerables de calor y radiactividad. Se detectaron llamas alrededor de las piscinas del reactor número 4, con radiación emitida directamente a la atmósfera. Las explosiones de hidrógeno continuaban en uno u otro reactor, tal vez causando este incendio, que fue controlado en un par de horas. Los niveles de radiactividad se elevaron en la planta a niveles serios durante este período, y fue bajando paulatinamente, pero se evacuó a todo el personal no imprescindible. Todos los reactores se reportaban, oficialmente, como estables, apagados y fríos, y se continuaba rociando agua desde helicópteros, con cañones, desde el mar y, en general, como fuera que se pudiera.

Ahora bien, las réplicas al terremoto continuaban en otras zonas de Japón, algunas con tanta fuerza como 6 grados en la escala de Richter. Las plantas nucleares más cercanas a los nuevos epicentros resistían sin novedad. Entre fuegos, explosiones y dificultades con la refrigeración del agua, las piscinas del combustible utilizado en Fukushima en sus varios reactores se calentaban peligrosamente. Las complicaciones de todo tipo hicieron subir la calificación del accidente hasta el quinto nivel de la escala, ya similar al de la Isla de las Tres Millas. Llegado el día 20, seguían operando con generadores eléctricos de emergencia ante las dificultades del suministro de electricidad desde el exterior. Empezó a detectarse radiactividad por encima de lo normal en zonas alejadas decenas de kilómetros, en el agua, en la leche de las vacas, y en algunos vegetales de cultivo, la mayoría de las veces por niveles inferiores a los máximos permisibles establecidos por las autoridades como seguros, pero algunos traspasando estos límites.

Las unidades 1, 2 y 3 eran las que estaban en peores condiciones en este momento, y se creyó que los núcleos de sus reactores pueden haber sufrido algún tipo de daño. Las piscinas seguían preocupando a los recuperadores.

Continuará...

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