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4 de junio de 2009

www.revolución-multicolor-2009.cu: CUBA VS HOMOFOBIA. Lo que sube, lo que hay y lo que falta

Por Norge Espinosa Mendoza

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Hace un año justamente estábamos aquí, ocupando un espacio que por largo tiempo pareció imposible, infranqueable, inhabitable. El 17 de mayo del 2008, la espera, y las estrategias de confrontación hasta ese momento sostenidas como maniobras básicamente persuasivas, se quebrantaron en los cientos de rostros que inundaron el Pabellón Cuba y el Cine Teatro Astral para dar perfiles y no máscaras a ese frío por ciento de la población cubana que dejaba de ser una vaga estadística para transformarse en personas reales, genuinas, dignas de un respeto que no cabe en una simple campaña de salud o en la conmiseración mal escondida de la palabra tolerancia. Hace un año, repito, comenzaba una oleada de fervores y pasiones diversas a replantearse quién era quién, y cómo asumía una nación siempre en juego de valores el dilema de la sexualidad. Del cuerpo como síntoma y como signo. De las leyes de ese cuerpo, y de la reescritura, piel sobre piel, de toda libertad individual.

2

El 16 de mayo de 2009 es cosa diferente. A doce meses de aquel impacto, que desató criterios, debates, alcanzó a la pantalla televisiva y la prensa escrita de la Nación como antes no había ocurrido, el Día Mundial de Lucha contra la Homofobia en Cuba se ha celebrado para dar fe de lo avanzado, de lo que emerge, de lo que tenemos para sostener ese discurso como uno más entre todos los que deben incluirse en un concepto auténtico de Patria, y de lo mucho que falta por hacer. O más bien, por dejar hacer.

El equipo de trabajo encabezado por Mariela Castro Espín desde el Cenesex vino organizando los acontecimientos del 16 de mayo con varios meses de antelación. En un diálogo que asumía los resultados en pro y en contra de la inesperada visibilización de un asunto tratado por lo general a sotto voce, se enlazaron especialistas, promotores de salud, artistas, funcionarios, entidades y voces que acabaron decantando un programa múltiple, que ganaría en simultaneidad durante las 24 horas que a lo largo del país, en la capital y varias provincias, tratarían de reavivar lo conseguido un año atrás.

Por ello, en La Habana, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba asumió una jornada de lecturas, paneles, presentaciones, que concentraron la discusión sobre diversidades sexuales y respeto a las mismas desde conceptos artísticos. El Cine Club Diferente, proyectado por Frank Padrón en el cine 23 y 12 cumplía un aniversario en estas fechas. En varias sedes universitarias se promovían debates y se movilizaban ideas como adelanto de este día, desde inicios del año. El Pabellón Cuba acogió las acciones de convocatoria masiva, presentando las campañas que el Centro Nacional de Prevención y otras instituciones vienen encaminando, al tiempo que colocando allí a representantes de grupos como Oremi, HSH y transgéneros que podían interactuar con el público de modo abierto, tras la apertura del día con un pasacalle del grupo Gigantería. El Cine Astral, nuevamente, presentaba en la noche a transformistas, unidos esta vez a figuras tan notables como Rosa Fornés y una agrupación tan destacada como el Ballet Lizt Alfonso. Un concierto del grupo Aceituna sin Hueso, en el próximo cine La Rampa, cerraba un día de alta temperatura, en el cual La Habana misma se diversificó en espacios para que el público interesado fluyera con entera libertad de un sitio a otro: desde una función a cargo de Teatro de las Estaciones en la sala Hubert de Blanck a la sala Villena de la UNEAC y de ahí al Pabellón, o viceversa.

Todo ello ocurrió el 16 de mayo, como víspera del 17, fecha oficial de este acontecimiento en otras naciones del mundo. El corrimiento del día, como señal que quiso no robar publicidad a los festejos por los 50 años de la Reforma Agraria en Cuba, no bastó para que se diera suficiente información sobre el intenso programa. Detrás de ese silencio pueden oírse otras voces, quizás mucho más sordas.

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Es indudable que la ampliación del programa exige nuevas estructuras internas a todos los implicados en lo que ya va significando en Cuba el Día Mundial de Lucha contra la Homofobia. La incorporación de acciones inéditas, de artistas y personalidades que van acercándose de manera voluntaria al proyecto y proponen un saludable crecimiento del mismo, demanda capacidades que rebasan ya la simple coordinación de una serie de actividades. La respuesta del público, a pesar incluso de la fallida campaña promocional que dejó saber poco de qué ocurriría en cada sede, declara que la ansiedad y necesidad auténtica de este momento en la cartelera anual de eventos no es una frivolidad pasajera, morbosidad sobre un tema siempre delicado o mera diversión de “raros” que genere un caos o preguntas improductivas. El paso dado en el 2008 no debe convertirse en actitud estática, sino en un continuo quehacer que vaya dibujando el terreno según se avance, puesto que resulta claro que el discurso de salud no basta para dar seguridades a un grupo social que quiere lo que todos: garantías, legalidades, voz propia y capacidad de diálogo con las otras voces que hacen la textura de una Nación.

No comprender ello es obrar en el vacío, alimentar una ingenuidad que no va con este tiempo, o con los ejemplos que en este tiempo, incluso en países donde la postura hacia la diversidad sexual es más retrógrada que en Cuba no puede impedir la visibilidad de esas nuevas fuerzas. La contradicción evidente entre un proyecto que este año asumió mayores fórmulas de convocatoria y la escasa aparición de las mismas en la prensa y medios de difusión es un síntoma claro de las fisuras entre la idea y la idea de la Vida que sostienen unos y otros. Si el país ha sido capaz de asumir el concepto inclusivo que se advierte en este proyecto, ha de ser también capaz de conectarlo a todos los otros índices de publicidad y responsabilidad con la cual debe tratarse a lo que, ahora mismo, responde a una necesidad auténtica de sí mismo.

El Cenesex y sus colaboradores han enfrentado, durante el proceso de creación de esta jornada, las preguntas lógicas de una plataforma que se dilata. Las carencias y soluciones económicas, pragmáticas, que deben apuntalar cada proyecto, han ido haciéndose visibles e imprescindibles en la marcha, en el día a día de esta reelaboración de lo que el año pasado dio sus primeras señales. La próxima convocatoria del Día Mundial de Lucha contra la Homofobia en Cuba tendrá que defenderse en un trabajo interno de producción más sólido, en la veracidad de las capacidades organizativas de sus integrantes e implicados directos, y en la ineludible elaboración de un discurso que pueda llegar a todos sin la necesidad de discutir sus esencias para ganar el espacio de promoción que a toda verdad le resulta impostergable.

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Lo que sube y lo que hay es un público directo al cual hablar: una generación de muchas edades que es, más allá de gays y lesbianas, gente común y dispuesta a mostrarse sin tapujos en un espacio público para autorreconocerse y dejarse ver. Desde esa primera expresión es que debe defenderse la autenticidad de este acontecimiento, porque el país, si bien alzado sobre ideas (o ideales) descansa en las personas que convierten esas ideas en fórmulas flexibles de vida y coexistencia. La mayor raíz de lo que puede leerse en la celebración de este día brota de ahí, del profundo sustrato en el cual la Nación debe reformularse dialécticamente a partir de todo lo que la compone, sin prerrogativas que accionen como obstáculos en la ganancia real de lo que somos.

También de ahí brota una dificultad mayúscula, porque ampliar la galería de representación hacia límites que no hace muchos se decían negados, pasar de considerar al margen solo como margen a colocarlo en un mayor punto de visibilidad, exige otras discusiones. Tras el 17 de mayo del 2008, numerosas cartas se dirigieron a las máximas instancias del país, no precisamente para elogiar la iniciativa de un Día como este en nuestro homofóbico y muy convencional calendario. La Iglesia católica, a través de su revista Palabra Nueva, distribuyó un largo texto en el cual no se ocultaba un escozor de muy turbias consonancias. La homofobia es miedo, terror a que el otro, siempre marginado o burlado, tenga de pronto voz y rostro de persona, ocupe nuestro lugar, nos exija una estatura y un trato que pensábamos ahorrarnos. En Cuba mucha gente sigue pensando con el sexo antes que con el cerebro. Es algo, que, cómo no, también puede aplicarse a muchos homosexuales. Y es que el llamado a un crecimiento, a una nueva madurez, es para todos. No solo para el que discrimina sino también para el discriminado, o el que se autodiscrimina, o discrimina a sus propios iguales. El eco de este día es un reclamo verdaderamente grande. Demasiado grande, para algunos. Incluso puede serlo para las capacidades de quienes impulsan un nuevo estado de cambio al respecto. De ahí que el reto sea tan alto. E imprescindible.

Lo que sube y lo que hay es que tomarle el pulso al país para decidir cuándo obrar y cómo exponer ciertos conflictos no debe retardar determinadas aperturas. Si bien es cierto que la diversidad sexual no es cosa que se airea con igual comodidad en un ambiente metropolitano que en otros de voluntad más reacia, que no ubicados únicamente en provincias alejadas de la capital; el paso dado impone ahora un concepto más cuidadoso en el manejo de términos, y partir de la familia como núcleo a analizar y multiplicar es una necesidad sin la cual no se ganarán otros debates. La calle, la escuela, el espacio de convivencia y aprendizaje deben funcionar como catalizadores de actitudes concretas, que aún recelan ante estos temas y se abroquelan antes que filtrarlos. Es así que un número alto de la población puede sentirse invadido cuando se repite un mensaje hasta la saturación, induciéndolo a incluir en su hoja de vida un respeto hacia algo de lo cual apenas se le ha hablado. Para muchos, la homosexualidad sigue siendo un delito penado por la Constitución, que hace ya tanto dejó de considerarla como tal. Hacer viable un mismo aire, una misma respiración entre todos los canales que conducen el oxígeno sobre la Isla para abordar estos dilemas, requerirá de mucha paciencia y obra. Hacia arriba, hacia abajo. Hacia muchos puntos cardinales.

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No pude estar en todo a la vez; y mis responsabilidades como coordinador de las actividades de la UNEAC en este 17 de mayo me robaron ciertas cosas que envidio sanamente a quienes las vivieron. Con todo, estuve en el pasacalle de Gigantería que supo robarse la calle desde 23 y L hasta el Pabellón Cuba, bajando en zancos y golpes de color un espacio público que logró movilizar al público enterado y no enterado hasta la sede central. En 17 y H, los artistas cubanos demostraron que la cultura es un territorio ganado hace mucho para dialogar sobre temas escabrosos que siguen eludiendo con una terquedad francamente incomprensible una parte de nuestra prensa y otras zonas del dejar ver cubano.

Víctor Fowler discutió, más que los números de la revista de Sexología que presentaba, el proyecto mismo del Cenesex en atención a sus retos. Los poetas y narradores convocados confirmaron que la calidad es imprescindible para la defensa de asuntos que no bastan, solo, como consigna. Varios de ellos vinieron desde provincias, reconociéndose en sus presencias las de otros que, poco a poco, han ido abriendo este panorama desde un silencio cada vez más quebrantado. El tratamiento de la homofobia en la visualidad de las artes cubanas contemporáneas introdujo provechosas ideas en el diálogo con Danáe Diéguez, Píter Ortega y Eduardo Hernández: uno de los tres fotógrafos que, junto a Juana Mora y Alejandro González, colmó las paredes de la sala Villena en la que se desarrollaron estos encuentros. Lástima que el tiempo no alcanzó para prolongar el debate que se avizoraba en esos criterios: una deuda para el próximo año en el que, al parecer, sería útil no hacer coincidir en el mismo día el programa de la UNEAC y el del Pabellón, para permitir a todos una participación más amplia. La presentación del CD Fátima, reina de la noche, que contiene el relato homónimo de Miguel Barnet producido por Habana Radio, fue el preámbulo de la sorprendente visita de travestis y transformistas a esa sala, que se vio invadida por el cuerpo otro, deseable y deseante.

En la sala Hubert de Blanck, gentilmente prestada por sus responsables, Teatro de las Estaciones alzaba su homenaje al poeta de Granada: en Federico de noche espectadores de cualquier edad reconocían al autor de Romancero gitano y El público.

En el Pabellón Cuba, no dejaron de fotografiarse personas que se veían a sí mismas como parte de una idea que adelantaba saludos y calor. Roxy Rojo, la maestra de ceremonias de las noches del Mejunje, tomó por asalto el escenario para contar su descacharrante biografía cubano-rusa y ganarse aplausos infinitos.

En la noche, Rosa Fornés demostró lo que ya no necesita comprobarse: que es una mujer incombustible, cantando en vivo ese himno suyo y de todos que es Sin un reproche. Y dejó el escenario del Astral para que Paloma, Samantha, Mimí, Chaveli, Orianna y tantas otras apariciones se confundieran con las batas rojas de las bailarinas de Lizt Alfonso, hasta que Estrellita se convirtió en Edith Piaf y paró al público con un Milord inolvidable. Afuera, mientras el espectáculo dirigido por Carlos Díaz se desarrollaba (esta vez más breve y no por ello menos emotivo que el del pasado año) quedaba una cantidad de personas que hace pensar en la necesidad de un teatro mayor para la gala venidera.

La medianoche estuvo a cargo de Aceituna sin Hueso. Noches antes, la peña de la cantante Rochy estuvo dedicada a este día. La Fundación Ludwig anuncia otra exposición conectada al acontecimiento. En el cine 23 y 12 apenas cupo la gente cuando se llegó al aniversario del Cine Club Diferente.

Más que un día, fue un estado de ánimo. El agotamiento, el estrés, los disgustos, el esfuerzo físico y síquico… todo eso se convirtió en mí en otras emociones, cuando, al concluir la gala del Astral vi a tantos, tantas, tanto, saliendo del teatro. Para esas personas, a las que no conozco, a las que no pregunto sexo, ni preferencia, ni edad, ni otras cosas, estamos trabajando. Todas esas personas son una Cuba que se refracta y se multiplica. Trabajar para ellos no será nunca suficiente.

6

Por supuesto, estas líneas finales quiero dedicarlas a lo que falta. No porque en las anteriores no haya mencionado carencias internas y logísticas, salvadas en buena medida por el apoyo infinito de la UNEAC, el MINCULT y la UJC de las cuales no hay que abusar, sino aprender en alternativas de producción. Lo que falta es, quizás, coraje.

Coraje y sentido cívico, para que todo el mundo sepa que esto se hace en pro no solo de gays y lesbianas, sino de un país que no es solo geografía, estadística o masa abroquelada. La vergonzante ola de silencio que nuestros periódicos y nuestra televisión han arrojado sobre el hecho que comentan los medios de prensa internacionales con una insistencia cercana al estruendo, es uno de esos elementos que nos hace pensar cuánto nos falta. Se me dirá que en Juventud Rebelde apareció una breve nota, que varios sitios webs informan de algún modo, dan cobertura sobre algunos de los acontecimientos: recuérdese cuán limitado es en Cuba el acceso a esos espacios.

Con todo respeto: no es suficiente. El efecto negativo del pasado año opera en este como un muro que impidió que la televisión diera siquiera una entrevista a la directora del Cenesex, y el spot que apareció en la “pequeña (pero tan influyente) pantalla” era tan neutro que pecaba de inocuo. La programación de las diversas sedes no fue informada a cabalidad (solo el Hurón Azul dio cuenta de lo que ocurriría en la UNEAC). Lo triste es que sí hubo una campaña promocional que se elevó a las instancias que debían difundirla, y eso quedó paralizado, o demediado, bajo los efectos de temor de lo que aún algunos rumian sobre el inesperado impacto de la edición pasada de esta fecha en Cuba.

El año pasado me quejaba de la aparente ineditez de ciertos acontecimientos, de cómo, de la noche a la mañana, parecía surgir una acción que no tomaba en cuenta antecedentes de valía. En este, se ha trabajado para ampliar el diapasón, incluir muchas de esas voces, tomar en cuenta esas experiencias. Y es el aparato promocional del país el que se repliega para no acoger estas propuestas de intercambio. Para colmo, la cercanía con la fecha del Día del Campesino, el Cubadisco, el ejercicio Meteoro y tantas otras cosas, no ayuda a comprender que el mismo respeto que puede merecer todo ello, no debe faltar a una pieza más de lo que el país también asume.

En su edición vespertina del pasado domingo, el Noticiero Nacional de Televisión repasó el acontecer de la semana en Cuba y nada se dijo de lo sucedido, a solo una cuadra del mismo estudio en el que se genera el programa, a favor de la diversidad sexual en Cuba. En ese mismo espacio ignorado, uno de nuestros más influyentes nombres de la política advirtió que el socialismo era por esencia un proyecto inclusivo. Ojalá muchas de esas mismas voces de tanta influencia enseñaran a algunos no menos influyentes cómo demostrarlo. El silencio es también un síntoma de la homofobia.

Todo recomienza en el día de mañana. El festejo del pasado año no fue idéntico a este, que tuvo su color propio, sus propios errores y hallazgos. En el 2010 otros se sumarán y también otros añadirán su propia cuota de conflictos. El Día Mundial de Lucha contra La Homofobia es una hora particular en la voluntad con la cual la Nación se pregunta cosas a sí misma. Nosotros somos la voz de esa Nación: una voz múltiple y coral, pero no monocorde o indiferenciada. Que quien quiera oírnos, pueda reconocernos en esa línea múltiple de voces: eso es lo que falta. Aprender a coexistir no debiera ser tan arduo. Pero lo es: aquí y fuera de aquí, tampoco nos engañemos. Que nos acompañe, en este esfuerzo, la seguridad de saber que en tantos lugares otros se atreven a dar el mismo paso.

Tomado de NotiG 112, La Habana, 19 de mayo de 2009.

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