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19 de enero de 2009

León Trotsky y el proceso de legitimación del movimiento revolucionario

El 17 de diciembre de 1925, en Moscú, el dirigente bolchevique León Trotsky se dirigió a los participantes en la Tercera Conferencia de todos los Sindicatos sobre la protección de la maternidad y la niñez. Aunque, en su alocución, disertaba fundamentalmente sobre el tema que daba título a la conferencia, hubo otra particularidad importante en su discurso que me llamó especialmente la atención.

El proceso de legitimación del movimiento revolucionario ruso –y esto es extrapolable a otras latitudes- pasaba necesariamente por la evaluación de las posibles conquistas ganadas por el nuevo régimen. Esto hacía inevitable el uso de comparaciones, establecidas entre el nuevo estado de las cosas y… bueno, con lo que sea que aquellos revolucionarios lo quisieran comparar. En esta ocasión, Trotsky analiza también los pro y los contra de distintos paradigmas de comparación, y esto es lo que me fascinó poderosamente.

A mí, y tengo percepción de que también a much@s compañer@s, nos parece acomodaticia la actitud –para usar un eufemismo- de comparar estándares del presente con los existentes en el pasado lejano, más allá de ciertos límites. Generaciones completas buscan otros arquetipos de realización social, ejemplos y modelos en sociedades que se encuentran en el presente, en estadios considerablemente mucho más evolucionados, incluyendo los de nuestro propio patio. Si se ignora esta realidad, la legitimación de un proyecto social basada en comparaciones insatisfactorias sufrirá irremediablemente de falta de efectividad. De ahí mi interés en este texto, la utilidad que le adjudico a su divulgación y conocimiento, y la invitación que extiendo a todos a echarle un buen vistazo.

Fragmento del discurso pronunciado por León Trotsky, en la celebración de la Tercera Conferencia de todos los Sindicatos sobre la protección de la maternidad y la niñez, el 7 de diciembre de 1925, en Moscú.

Publicado en Pravda e Izvestia el 17 de diciembre de 1925. Tomado de la traducción al inglés de Fairlie, John, en: Trotsky, Leon, Women and the familie, Pathfinder, 10ma edición, 2007. Traducido al español por Rogelio M. Díaz Moreno.

Camaradas, la conferencia de ustedes sobre la protección de las madres y los niños es encomiable, pues demuestra con el peso de sus actividades, que el trabajo en la construcción de la nueva cultura socialista se lleva a cabo desde varios ángulos, simultáneamente y de manera paralela.

Únicamente ayer tuve la oportunidad de familiarizarme con las tesis presentadas en esta conferencia, en el plegable –aunque no he tenido tiempo de analizarlas detenidamente. Y en estas tesis, lo más sorprendente para alguien que observa más o menos desde afuera (aunque en esencia, nadie tiene el derecho de permanecer al margen del trabajo de ustedes) es el hecho de que el trabajo de ustedes ha adquirido una concreción y profundidad extraordinarias; desde aquellos brumosos problemas que nosotros planteamos en los años 1918-19 en todos los campos de nuestra cultura y nuestras vidas, hemos arribado ya a un pensamiento concreto y a un trabajo sistemático sobre estos problemas, sobre la base de nuestra común experiencia, sin perder la necesaria perspectiva y sin pecar por excesivamente quisquillosos. Y esto es un gran resultado de nosotros, en todos los campos de nuestro trabajo, y está expresado total y abarcadoramente en las tesis sobre la protección de las madres y los niños.

Camaradas, lo que más atrajo la atención (al menos, la mía –y pienso que esto se puede aplicar muy bien a todo lector de estas tesis) lo que más atrajo la atención fue la tabla incluida en la tesis de la camarada Lebedeva sobre mortalidad infantil. Esto me asombró. Probablemente ustedes ya han discutido aquí esta cuestión más concretamente, pero a riesgo de repetir lo que ya ha sido dicho, debo hacer hincapié en este punto. Aquí tenemos una tabla comparando la mortalidad de los niños de hasta un año de edad, para 1913 y 1923. ¿Es cierta esta tabla? Esta es la primera pregunta que me debo hacer, y hacer a otros. ¿Es cierta? En todo caso, será sujeta a comprobación pública. Pienso que esta tabla debe ser extraída de estas tesis, las que solo están disponibles para ustedes, como trabajadores especializados en este campo, y convertirse en un arma de combate de nuestra prensa en general –soviética y partidista. Debe ser sujeta a clarificación estadística y comprobación cruzada, y de ser cierta, entonces deberá ser registrada como un valiosísimo resultado de nuestro inventario cultural socialista.

Se evidencia a partir de esta tabla que en 1913, cuando Rusia era considerablemente más rica que lo que somos ahora –sí, Rusia, como un estado, como una nación, o como una colección de naciones, era considerablemente más rica de lo que somos ahora (ahora nos estamos aproximando al año 1913 en producción, pero no todavía en acumulación, e incluso cuando hallamos igualado por completo el nivel de producción industrial y agrícola de 1913, todavía quedará un largo tiempo antes de que tengamos la acumulación de riqueza nacional que existía en 1913)- a pesar de esto, resulta que en 1913 la mortalidad infantil de niños de hasta un año de edad era del 29 por ciento en la provincia de Vladimir; ahora es de 17.5 por ciento. Y para la provincia de Moscú era casi 28 por ciento; ahora es aproximadamente 14 por ciento.

¿Es esto cierto o falso? (Voz: ¡Cierto!) No me atreveré a discutir esto. Solamente digo: ustedes lo saben; todo el país debe aprenderlo. El contraste entre estos números debe ser comprobado cuidadosamente frente a la vista de todos. Es sorprendente –tal descenso de la mortalidad con un nivel tan bajo de fuerzas productivas y acumulación en el país. Si esto es n hecho, entonces este es el resultado más indiscutible de nuestra cultura cotidiana y, sobre todo, de los esfuerzos de ustedes como una organización. Si esto es cierto, entonces debe ser proclamado no solo dentro de la Unión, sino también a escala mundial. Y si, después de comprobarse, este hecho se torna indisputable, para la opinión pública como un todo, entonces ustedes deben solemnemente proclamar que, de ahora en adelante, nosotros dejaremos de realizar comparaciones con respecto al nivel de preguerra.

La tabla muestra que en la provincia de Moscú, los niños de hasta un año de edad mueren a razón de la mitad de lo que morían antes de la guerra. Pero nuestra cultura y condiciones cotidianas antes de la guerra eran condiciones de señoríos y siervos rústicos, o sea, las condiciones más deplorables, las más terribles. El éxito respecto a estas condiciones es muy gratificante, pero las condiciones de preguerra no pueden continuar siendo nuestro criterio. Debemos buscar algún otro criterio, y por el momento debemos todavía buscar este criterio en el mundo capitalista civilizado -¿cuáles son los índices de fallecimiento en las capitalistas Alemania, Francia, Inglaterra, América?

Y aquí de nuevo encuentro un paralelismo de métodos y una similitud en el acercamiento a la cuestión –en el trabajo de ustedes y en el de cualquier otro. Si ustedes siguen el trabajo de nuestra industria y nuestra agricultura, el mismo proceso puede ser apreciado: hasta ayer, hasta hoy trabajamos y estamos trabajando con la vista en el nivel de preguerra. Decimos: nuestra industria en el pasado año alcanzó el 75 por ciento del nivel de preguerra; este año, comenzando el 1ro de Octubre, alcanzará, digamos, el 95 por ciento, y si las cosas van bien, incluso hasta el 100 por ciento. Pero ipso facto, cesamos de comparar nuestros éxitos con el nivel de preguerra. No tenemos que estar a la altura de un nivel de preguerra que se está tornando parte de la historia de nuestro barbarismo, sino que tenemos que igualar la presión –económica, militar, cultural –que se ejerce sobre nosotros desde el exterior. Los sujetos capitalistas son más cultos que nosotros, más poderosos que nosotros; su industria es superior a la nuestra, y es posible que a pesar de la estructura capitalista que prevalece allá, la mortalidad infantil de algunos de ellos es aún menor que aquí.

Por lo tanto me parece que esta tabla debe convertirse en un hito, marcar un punto de giro en el trabajo de ustedes. Al efectuar la verificación de esta tabla, al fijarla en la conciencia general, decimos: a partir de ahora, nos debemos comparar no con el nivel de preguerra, sino con aquellos estados de los más altos estándares respecto a la cultura.

El destino de la madre y el niño, hablando esquemáticamente, o sea, con los puntos más básicos, depende en primer lugar del desarrollo de las fuerzas productivas de una sociedad dada, de la cuantía de su riqueza, y en segundo lugar, de la distribución de esta riqueza entre los miembros de la sociedad, o sea, de la estructura social. El estado puede ser capitalista por su estructura, o sea, estar a un nivel social inferior que el socialista, pero puede ser sin embargo más rico. Este es precisamente el caso que la historia ahora nos presenta: los países capitalistas líderes son incomparablemente más ricos de lo que somos nosotros, pero el sistema de distribución y consumo de esta riqueza pertenece allá al período precedente de la historia, el capitalismo. Nuestra estructura social, por las posibilidades contenidas en ella, debe buscar por sí misma criterios, modelos, metas y tareas incomparablemente superiores a aquellas que puede proveer el capitalismo. Pero puesto que el capitalismo es aún incomparablemente más rico que nosotros en fuerzas productivas, debemos tomar como nuestra tarea inmediata el alcanzarlo, para luego aventajarlo. Esto significa que después de haber vencido una barrera –el nivel de preguerra- debemos asignarnos una segunda tarea –el igualar tan pronto como sea posible los mejores resultados de los países más avanzados, donde la cuestión de las madres y niños de los trabajadores recibe, por parte de la burguesía, la atención dictada por los intereses clasistas propios de esta.

Podría decirse que si la posición de la madre y el niño depende, en primera instancia, del desarrollo de las fuerzas productivas, del nivel general de la economía en un país dado y, en segundo lugar, de la estructura social, de la forma de consumo y distribución de la riqueza en un país dado, entonces ¿qué significación, podrían ustedes preguntar, tendría el trabajo de la organización especial de ustedes? Planteo esta pregunta retóricamente. Cualquier estructura social, incluyendo una socialista, puede encontrarse a sí misma enfrentado el fenómeno de que las posibilidades materiales para un perfeccionamiento específico, un cambio en la vida, están presentes, pero la indolencia, hábitos perezosos de pensamiento, tradiciones serviles y estupidez conservadora pueden encontrarse incluso en la estructura socialista, como un vínculo con el pasado, como una ausencia de iniciativa y audacia al destruir las viejas formas de vida. Y la tarea de nuestro partido y la serie de organizaciones sociales dirigidas por éste, como la de ustedes, consiste en compulsar costumbres de avanzada, hábitos cotidianos, y psicología, y prevenir el retardo de las condiciones de vida diaria respecto a las posibilidades socioeconómicas.

En lo que a la tecnología se refiere, existe aquí un gran látigo: la presión del Oeste. Hemos entrado al mercado europeo; estamos vendiendo y comprando. Como hombres de negocios, nosotros, es decir el estado, estamos interesados en vender caro y comprar barato, pero si usted quiere comprar y vender bien, usted debe tener buena tecnología y un alto nivel de organización. Esto significa que al salir al mercado mundial, nos hemos colocado nosotros mismos bajo el látigo de la tecnología europea y americana. Aquí, lo querramos nosotros o no, tenemos que ir adelante. Todos los problemas de nuestra estructura social, y esto también implica el destino de las madres y los niños, dependen del éxito con que nosotros sostengamos esta competición mundial. Está claro para todos ahora que hemos ajustado cuentas con la burguesía en nuestro país, que sobre las bases de la NEP nuestra industria estatal florece y se desarrolla y que no hay peligro de que los industriales privados venzan nuestra industria en el mercado –estadísticas indisputables confirman esto. Pero una vez que hemos salido al mercado internacional, el competidor aquí es más fuerte, más poderoso, más educado. Aquí tenemos un nuevo estándar en el campo económico –emparejarnos con la tecnología europea y americana, para aventajarla a continuación.

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