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25 de septiembre de 2012

Observatorio bajo fuego -pero a nosotros nos protege Changó

tags: actualización del modelo económico, anticapitalismo, autonomía, burocracia, capitalismo, censura, crítica, Cuba, debate, democracia, democracia socialista, derecha, derechos ciudadanos, diálogo, Enrique Ubieta, filosofía, información, Isbel Díaz Torres, izquierda, Jorge Ángel Hernández, manipulación, marxismo, periodismo, polémica, reformas
 
En estos días nos han renovado el dudoso honor de convertirnos en blanco de las diatribas feroces de algunas personas descontentas con la labor del Observatorio Crítico (OC). De la animadversión de Enrique Ubieta ya conocíamos, por intercambios anteriores parecidos, y ahora se le une la artillería epistolar de Jorge Ángel Hernández.
 
Jorge Ángel Hernández (JAH), usual animador de la bitácora Oggunguerrero, dispara despiadadamente contra nuestro espacio a través del texto enviado a su colega Ubieta. A este último, lo felicita por "arrostrar valientemente feroces batallas ideológicas, contra enemigos inicuos" (nosotr@s). De tal forma, nos toca el turno de replicar. Como, a decir verdad, la carta de JAH no contiene ningún argumento nuevo, cabe hacer poco más que refrescar nuestras acostumbradas posiciones en el actual contexto.
 
Lo primero que tengo que expresar es la indignación que me producen estos autotitulados Defensores de la Fe y la Verdad Revolucionarias. Esta época debería estar signada, en teoría, por la batalla contra los sujetos que constituyen, según la tajante definición del Presidente Raúl Castro, los principales enemigos del proceso revolucionario, a saber, la mentalidad burocrática, el autoritarismo, el secretismo y demás lacras que desde el Observatorio nos hemos dedicado a fustigar. Se supondría que personas que presumen de tan raigal "revolucionareidad" fueran nuestros estrechos aliados para el fin principal, aún cuando se divergiera en cuestiones de formas y tácticas. En lugar de esto, los adalides de la voz oficial mantienen la misma mentalidad que el Primer Secretario del Partido llamó a cambiar, celebrando cuanta disposición se efectúa desde el poder (con minúscula, como le gusta a Ubieta) gubernamental a todos sus niveles y en todos sus aspectos, como si fuera la última proclamación del Evangelio, y procurando atajar a cuanto infante descarriado procura sacar el piececito de la cuna, que es donde único podría estar "a salvo" bajo la mirada severa del Papá.
 
Antes de enfilar sus cañones contra nosotros con tanta saña, JAH debería meditar en que los Orishas detestan la mentira y la doble moral, por lo que ciertos empeños harían mejor en no invocar su protección. El texto que perpetra no es otra cosa que un muestrario de tergiversaciones, acusaciones y ofensas vacías, falto de otras ideas, que no hace sino concedernos más aún el crédito y la razón. Por lo menos, Ubieta tuvo el mérito de aportar un punto importante al reconocer que "la izquierda revolucionaria todavía no acaba de superar la parálisis teórica en torno a sus errores y desvíos históricos". Nada más que por eso, ya no me cae tan mal. Aunque yo hice la salvedad de que debía referirse a la izquierda tradicional, enquistada en mecanismos autoritarios de dirección y comando, esta confesión pudiera servir de base al debate y consenso requeridos para rectificar errores y retomar empeños con ideas renovadas. Por su parte, JAH no percibe o parece muy contento de permanecer en la tal parálisis.
 
La mejor arma que se le ocurre a JAH para flagelarnos es el considerarnos unos críos incapaces de percibir la compleja realidad, esa misma que él obviamente entiende tan bien. De ahí deriva varias metáforas que nos aplica, pretendiendo descalificar así la mayor parte de nuestros argumentos. Esta imagen, sin embargo, es poco congruente con la realidad: Los miembros del OC son trabajadores responsables de este país, con bien ganado prestigio como profesionales en sus centros de trabajo; miembros del OC han ganado cuatro, de los últimos ocho, concursos Pinos Nuevos, en distintas modalidades de la literatura, el ensayo y la divulgación; han ofrecido conferencias y han fungido satisfactoriamente como panelistas en congresos y otros eventos auspiciados por la Asociación Hermanos Saíz, la Latin American Studies Asociation (LASA), la revista Temas y el Centro Teórico-Cultural Criterios. Naturalmente, esto no debe considerarse tan importante al lado del aspecto humano al que prestamos la mayor prioridad, con toda la humildad y sinceridad que seamos capaces de sostener, de forma tal que nuestro mayor orgullo es participar en los empeños de la nación por construir un futuro más luminoso, a través de la lucha contra las discriminaciones, por la creación de una conciencia ecológica, y del arraigamiento social de los ideales y prácticas más auténticamente socialistas de libertad y democracia por, de, y para las personas trabajadoras.
 
Con toda su sapiencia, JAH todavía no es capaz de explicar –ni lo será, mientras siga empecinado en enterrarse en las obsoletas pero lacerantes trincheras del neoestalinismo– cómo es que en cada rincón de la sociedad cubana estallan esos problemas que deberían estar resueltos hace más de cuarenta años. Desde esa limitada perspectiva no se puede comprender por qué muchos chicos, si bien van a una escuela gratis por el día, juegan descalzos en calles llenas de huecos por la tarde; no se entiende cómo han proliferado los ancianos que encuentran su sostén en lo que recogen de los latones de basura; no se le encuentra una explicación lógica a los problemas crónicos de viviendas, a la escasez de comida, a la falta de transporte, todo ello en un país donde la prensa ventea el éxito de un modelo –el mismo que recién nos enteramos que "nadie sabe cómo construir"–; ni se puede hallar una forma de atraer a las jóvenes generaciones que ponen en la emigración sus mejores esperanzas, mientras el país envejece aceleradamente.
 
Recomiendo a JAH la lectura de la "Carta Abierta del Servicio de Cirugía del Hospital Calixto García al compañero Raúl Castro", para que aprecie el deterioro de esa otra conquista blasonada que es la Salud Pública, y el precio personal del sacrificio que deben hacer las personas que sostienen en sus hombros, desde la base, la pesada carga que ello significa, sin una recompensa o remuneración personal realista. ¿Leyó JAH, por cierto, lo que pensaba el Ché sobre el estímulo moral al trabajador que no puede mantener decentemente a su familia con el fruto de su trabajo? Que me perdone JAH, pero yo no creo en esas protestas que me hace de pobreza e igualdad suya y de su colega con los seres más humildes del pueblo, cuando Santiago Alba Rico cuenta, en el tabloide que dirige Ubieta, cómo este invita a sus amigos extranjeros a pasear en su automóvil a Viñales (¿o fue a Soroa? da igual); o se refiere igualmente en público a tanto viaje que hace por el mundo, sin temor al parecer a congestionar las vías aéreas.
 
En esta desgastante defensa, todavía tenemos que hacer notar cómo hemos retado repetidamente a JAH y sus semejantes a responder a las urgencias más apremiantes del momento y la sociedad actuales, sin recibir nunca respuesta. Enarbolando su incondicionalidad como la suprema virtud, aquellos no encuentran contradicción alguna entre el discurso ofrecido de socialismo e independencia, y la política seguida de recortes sociales, despidos, cesiones de derechos nacionales a capitalistas no estadounidenses (y no a los mismos estadounidenses, por razones que tienen que ver con el bloqueo, no por cuestiones de principios, como se le ha escapado a varios funcionarios).
 
Nosotros podemos reconocer que la necesidad obliga a tomar medidas dolorosas, pero esa misma contradicción debe constituir ipso facto el campo más acuciante para el intelectual comprometido, que debe profundizar en causales y consecuencias, en variantes e implementaciones, y no olvidar nunca que no es alguien por encima o superior a "la plebe", sino una persona más, con alguna educación que lo favorece en ese aspecto. Y que esto último lo obliga más aún, si cabe, a cerrar filas con los menos favorecidos, con las familias a las que les retiran los subsidios sin subirles el salario; con los despedidos después de trabajar veinte o treinta años en el mismo centro y no saben ahora qué hacer; con los azucareros a los que les cerraron el central; con los ciudadanos carentes de acceso a los medios informáticos –80% de la población cubana, según la Oficina Nacional de Estadísticas– ; con aquellos a los que les alejan a varios kilómetros las escuelas y el policlínico por las racionalizaciones de turno –y que los que le tocan, no son los de buenas condiciones–; con los que no tienen auto y gasolina para pasear por Pinar del Río. El compromiso del OC estará perennemente con estos sectores a contrapelo de las falsedades de JAH, de quien cabe pensar que se uniría, sin chistar, a los mismos intereses proanexionistas de los que ahora nos acusa, en el momento en que así se lo indiquen los "niveles superiores".
 
Y todo esto, sin olvidar los "espurios mecanismos seudorrepublicanos" (como los considera JAH) de libertades ciudadanas de expresión, asociación, movimiento, sobre los que Cuba afirmó en Ginebra, al unirse al Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos en el 2008, que la Revolución triunfante en 1959 los había recuperado para el pueblo y que nuestra Constitución los acoge y protege en su articulado.
 
Enfrentar estos problemas significaría encarar verdaderos desafíos, y enemistarse posiblemente con autócratas adictos a las mieles del poder, mucho más amenazadores que los descamisados del OC. En comparación con aquellos, los compañeros del OC no tenemos otro respaldo que nuestra personal honradez y vivimos la precariedad material de cada cubano, aunada a la posibilidad de perder nuestros trabajos debido a la incomodidad de nuestras expresiones. Sin embargo, en el enfrentamiento con nosotros es donde JAH encuentra una actitud de gallardía y coraje digna de celebrar. De tal suerte, nuestros adversarios encuentran el mayor provecho en intentar agotarnos con estas estériles acusaciones y dejan escapar cada oportunidad de proponer sus visiones de consenso social, de libertades, derechos y democracias en el socialismo; a no ser para negar lo que hasta los niños deben saber, esto es: que el sistema socialista, para justificar su superioridad sobre el régimen anterior, debe recoger todas las conquistas alcanzadas en aquel por las luchas de las clases progresistas –dígase la clase obrera, los movimientos campesinos, los feministas– y elevarlas a un plano superior, completándolas en vez de rechazarlas de plano, como hace JAH cuando las tacha de "ilocuciones", "semántica vacía", y "esquemas de opinión de la ya experimentada guerra cultural".
 
Con estos propagandistas, bien lejanos del paradigma de periodista revolucionario que ha reclamado inútilmente Raúl Castro en varias ocasiones, mañana podrían anunciar el fin de  gratuidades en salud y educación (ya el Granma está preparando el terreno, al hablar de lo mucho que "le cuestan" al sacrificado Estado cubano) y JAH y compañía acordarían de inmediato que es una medida ejemplar y socialista. Le pueden vender otro par de provincias a Brasil para que instale maquilas y haciendas soyeras –¡reconociendo abiertamente que se aprovechan las ventajas de nuestra infraremunerada fuerza laboral! – y lo mismo. Y nosotr@s –el OC– podremos protestar nuestro desacuerdo para ser tachad@s, por ellos, de apátridas y antisocialistas.
 
Que te perdonen, JAH, los orishas, que saben que la mentira puede correr mucho tiempo, pero la verdad la alcanza en un día.

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