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27 de marzo de 2012

Para ayudar a cambiar la Constitución (II)

Tags: Cuba, constitución, actualización del modelo económico, comunismo, capitalismo, economía privada

Un comentario de una amistad contiene una duda razonable, esto es, por qué concentrarnos en introducir modificaciones a la Constitución en vez de hacer respetar la actual. No cabe duda que un gran problema, de los muchos que hemos arrastrado, consiste en el desacato eventual de los preceptos del gran documento, pero todavía creo que el esfuerzo por reforzar su preeminencia no debe excluir su actualización.

En breve, pienso que no es posible ni deseable lograr que la Constitución en su forma actual, pueda ser seguida al pie de la letra, dadas las nuevas realidades que enfrentamos. Especialmente se puede evidenciar en el asunto de la necesidad de expandir el espacio a la iniciativa privada, que implica el reconocimiento a relaciones de producción de patrón-asalariado con una dosis inevitable de explotación de la fuerza de trabajo; ello es incompatible con más de un par de artículos, pero por un largo rato no se podrán revertir estas áreas de economía capitalista, así que lo mejor es reconocerlas y tratar de integrarlas lo mejor posible al proyecto general. Y para que todo cuadre bien, lo mejor es que la Constitución lo recoja y cuadre con ella, para no partir de una imposibilidad de base que ya lastre toda ulterior posibilidad de encajar lo que va y lo que no va. En otro orden de cosas, como se sabe, se pueden aprovechar los avances en las teorías y prácticas sociales y políticas, relacionados con los derechos de las personas y el modelo de nación a que se aspira, permiten redefinir y perfeccionar conceptos para progresar en esos campos.

Entremos en el meollo, entonces. Por acá tengo el volumen de la Constitución editada y vendida en el 2010. La he llenado de marcadores; aunque no pienso ir detallando o siguiendo excesivas formalidades, que para eso me falta, además, una formación en Derecho. Uno expone sus modestas ideas en la forma sencilla en que lo sepa hacer.

El artículo 3 del Capítulo 1, para empezar, tiene la famosa acotación producto de la reforma del 2002 o 2003; esa que afirma que el socialismo que ha resistido toda la maldad del mundo y ha demostrado que es lo más justo, novedoso y transformador que hay, por lo tanto se torna un sistema político y social y revolucionario irrevocable y que no volverá al capitalismo. La aplastante mayoría de los cubanos firmamos la llamada Iniciativa de modificación constitucional que dio pie para introducir este precepto, ante una convocatoria urgente efectuada a nombre de las organizaciones de masas. Ya regresaremos luego sobre este punto.

Es que esto del socialismo está muy relacionado con el tema de la propiedad de los medios de producción y no permitir la explotación del hombre por el hombre, cosa que está plasmada en el artículo 14. Dice este que todo el pueblo tiene la propiedad socialista sobre los medios de producción y se suprime la explotación del hombre por el hombre. El punto candente está en la mencionada ampliación, en Cuba, del sector de la economía privada, que introduce inevitablemente esta explotación con el apropiamiento de la plusvalía del empleado por parte del patrón. Hasta hace poco, se podía señalar tal vez que la apropiación de la plusvalía ocurría en las corporaciones con capital extranjero, pero ahora ya entra de lleno el capitalista nacional. Y si hay, al menos, cierta medida de capitalismo y de explotación, entonces se destruyen los cimientos de este artículo 14 y, de paso, aquello del carácter irreversible en el 3. En fin, un lío.

Para no resignarnos a hacer de la Constitución una declaración bonita pero intrascendente, no queda más remedio que ajustarla, porque la realidad no admite virar para atrás, a corto plazo, el papel del pequeño empresario capitalista cubano y explotador. Entonces, pienso que se debe reformular a tono con un sentimiento, que emane obviamente del consenso popular. En mi muy particular caso yo establecería en el artículo 14, algo así como que el sistema de economía socialista, al que se aspira, se basa en la propiedad socialista de los trabajadores sobre los medios de producción. De los trabajadores, no de todo el pueblo, porque no me interesa que los vagos sean codueños. Además, cuando digo que los trabajadores son dueños de una empresa, me refiero a los trabajadores de esa empresa –y sus jubilados–, no a los del trabajadores del otro lado del país que no tienen nada que ver, ni los funcionarios burócratas en una lejana oficina ministerial. El dueño de una finca es el campesino que la trabaja, y eso es socialismo y es bueno. Los dueños de las tierras y equipos de una cooperativa de producción agropecuaria en Mayabeque son los socios de esa cooperativa y no los campesinos de Camajuaní. Los dueños de la fábrica de sombreros de Guamuta, que sean los sombrereros de Guamuta.

El detalle de decir que ese es el sistema al que se aspira es para dar pie a reconocer que, dado el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, no se puede aún excluir la existencia de relaciones de producción no socialistas, esto es, el que haya empresas privadas. Así sean pequeñas, son privadas y son capitalistas y se basan en la explotación de la plusvalía. Bueno, pues existen, y no podemos prohibirlas ni enterrar la cabeza como el avestruz. Entonces el artículo habrá de reconocer esta necesidad, y dejar claro que el ideal de la nación es que aumente paulatinamente la preponderancia del sector socialista y a ello el gobierno le dedicará sus esfuerzos, celosamente. El sector privado, cumplirá las funciones que se conciban compatibles con los principios económicos generales: generar algunos empleos, productos o servicios sujetos al plan general; estarán obligados a ofrecer a sus empleados derechos laborales plenos; cumplir las leyes, ofrecer garantías suficientes a los consumidores y ese tipo de cosas; se le respetarán la propiedad, la libertad de empresa dentro de esos límites y así por el estilo. Al que no le guste, que no se meta a empresario privado sino que funde, en su lugar, una cooperativa.

Los tozudos hechos, hemos visto, son entonces los que han dado al traste con la famosa irrevocabilidad del sistema socialista del artículo 3. El sector de la economía privada, según lo programado en los planes del Gobierno, va a continuar su sustancial crecimiento durante los próximos años. En el mejor de los casos, tendremos un sistema mixto donde se mezclarán las formas de propiedad socialistas, estatalistas y privadas. Así que sin renunciar a la expresión de los deseos en el texto de la Carta Magna, hay que atemperarlos con la realidad.

Yo pondría en este lugar, para aportar mi humilde opinión, algo así como que la aprobación de la nueva Constitución, demostrará que el pueblo Soberano tiene la voluntad de construir un sistema socialista; que se adaptan las modalidades y ritmos de construcción de ese sistema a las condiciones objetivas del momento y, a la vez, se trabaja para transformar revolucionaria y dialécticamente esas mismas condiciones objetivas, para acelerar positivamente el proceso, con métodos y principios científicos que no violan las leyes sociales del desarrollo de las naciones o, en última instancia, que permiten corregir rápidamente los errores detectados.

En este o en algún otro lugar valdría la pena explicitar lo siguiente, aunque para muchos resulte obvio; esto es, que cada Constitución aprobada es producto de unas circunstancias históricas y unas generaciones específicas. Por lo tanto, en el futuro aparecerá la necesidad inexorable de transformarla. Desde el presente, es punto menos que imposible prever en qué dirección desearán o necesitarán efectuar tales transformaciones –aunque yo tengo un angelito marxista que me susurra al oído que sí es posible, pero solo le hago caso parcialmente. En todo caso podemos plasmar, en cada versión, recomendaciones para nuestros descendientes. Las recomendaciones, a mi modesto entender, contendrían estos principios de sentido común, derechos humanos y democráticos tales como hoy los entendemos: no demorarse más de lo necesario en entender la necesidad de los futuros cambios, más la necesidad de que toda decisión que se tome, que afecte a la nación, se efectúe por consenso de la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas, y que nunca resulte en el perjuicio de los seres humanos de los grupos menos favorecidos.

Y para cerrar una entrega ya demasiado larga y mantener el suspense hasta la próxima, acabo aquí esta parte. Quedan montones de ideas por desarrollar en esto de actualizar la Constitución –el papel de las organizaciones políticas, la sociedad civil, los temas de género, los aspectos ecológicos, las relaciones del Estado con las religiones, etc.; ya veremos para cuánto me alcanzan las energías.

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