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21 de agosto de 2010

Haciendo la sinforma

Recordaba yo cuando, hace un tiempo, se hizo el último cambio al texto de nuestra Constitución, pensé que la declaración de “carácter irrevocable” no iba a convertirse nunca en un verdadero obstáculo cuando ellos quisieran hacer, je je, no “reformas”, que la palabrita tiene mala fama, sino “actualizaciones”, “flexibilizaciones”, “reestructuración”. Años después de aquel cambio mucha gente ha empezado a discutir mucho, los más audaces decían que las formas de propiedad cooperativa urbana no constituían problemas para el socialismo, los recalcitrantes se encasillaban en la pureza del estatismo, la conciencia y la disciplina y el acatamiento de la dirección del líder supremo –ver el Granma de los viernes– y el jefe en funciones no adelantaba un chícharo a nadie del potaje que estaba cocinando, que al fin reveló sorpresivamente en la última sesión regular de la Asamblea Nacional, lamentablemente trasmitida solo a pedazos por la televisión.

Como para demostrar que él también le sabe a eso de tácticas guerrilleras, se apeó con que dos semanas antes se habían aprobado “flexibilizaciones” más radicales que las que podía esperar el más lanzado; para más, en ese tiempo se había dejado que un subordinado trasmitiera un mensaje absolutamente conservador en el discurso a la nación del 26 de julio. No solo se había aprobado la ampliación del trabajo por cuenta propia, sino que hasta fuerza de trabajo asalariada se puede contratar ya. Autorización pura de la micro y miniempresas. Un chorro considerable de pequeños capitalistas, aunque sin mucho capital. Bueno, a primera vista, porque quién sabe. Y se deja de nuevo que los extranjeros compren casas de lujo anexas a bellos campos de golf.

A diferencia de cierta intelectual (una que hace una defensa muy rara de Esteban Morales) a la que le molesta mucho esto de los campos de golf, yo los veo como un negocio como los hoteles, donde hay que hacer un balance del costo-beneficio. Excepto que yo no sé lo que opina el resto del pueblo. Sobre las casas, me pregunto 1) si se prevé que los cubanos las puedan adquirir, dado que tengan el dinero (y de que los hay que tienen el dinero, los hay), y 2) si no se preve, cuánto tiempo va a demorar que el primer tramposo lo haga “por la izquierda”. Y si un extranjero va a tener ciertos derechos sobre una vivienda en nuestro país… no deberían ser más que los que tiene un nacional, que no son muchos.

Tal vez queda por esperar que los altos niveles concedan la limosna de informarnos los detalles de las decisiones, cómo se pusieron en la balanza los distintos criterios. A partir de qué fecha rigen esas flexibilizaciones, a qué sectores (¿entrará la actividad de alquiler de habitaciones? ¿corredor de permutas? ¿comerciante de productos agrìcolas?) podemos dedicar nuestros esfuerzos “cuentapropistas” que ya no son pequeño-burgueses (qué suerte que siempre hay un dirigente que explica cómo se aplican las leyes, vea a Expósito en Santiago cómo valida cosas imposibles en Guantánamo o Matanzas o La Habana, perdón, Mayabeque y Artemisa) si todos las podemos asumir como “segundo trabajo” (como autorizó hace poco otro Decreto-Ley), o solo los que no trabajan para ministerios seleccionados como Educación y Salud Pública. A ver si vemos bien por dónde viene la reestructuración, o las sinformas, o la actualización, o como le llamen.

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