A mi hijo le regalaron un juguete de lo más pintoresco. Un gato plástico, similar al muñequito japonés Doraemón (para pláceme de Yasmín), que se mueve mediante unas rueditas y un motorcito de baterías AA. Mientras se mueve, el gato va tocando un tambor situado delante de sus piernas. Cuando choca con un obstáculo (no tiene una dirección de movimiento muy definida) permanece unos instantes detenido y luego torna en otra dirección. Eventualmente, dos placas plásticas que conforman la cara se abren hacia los lados, convirtiéndose en orejas de un elefante cuya conversión se completa con la aparición de una trompa desde dentro de la cabeza.
Cuando Auril está protestando porque lo ponen dentro del corral cuando él lo que quiere es actividad, uno de los recursos para atraer su atención y calmarlo es echar a andar el gato-elefante frente a él. Me alegra mucho que nos hayan regalado este juguete, tan fuera de nuestro alcance mientras la mitad de mi sueldo se nos va en comprar jabones de lavar.
En nuestro hospital han invertido bastante en equipamiento médico, y una de las colaterales es que el embalaje está tirado por doquier. He recogido cierta cantidad de material semejante a la poliespuma, pero con más consistencia – no se desmorona como aquella – y de colores pasteles, y lo he picado formando cubitos, prismas, triángulos y otros poliedros. Para Auril tenga algo colorido dentro del corral o a su alrededor en el piso que le de variedad a su entorno, funciona, sobre todo con un adulto que se ponga a jugar con los cuerpecitos, poniendo unos sobre otros, tirándolos de aquí para allá y cosas así, porque Auril mismo está todavía muy chico para coordinar algo más que sacudirlos, morderlos y tirarlos.
El domingo de las madres pasado, en casa de mi abuela, una primita de Auril de unos cuatro años se puso a jugar entusiasmada con aquellos cuerpecitos, haciendo casitas, torres, disfrutando a partir de aquellos bloquecitos tan simples, a pesar de no ser una niña a la que le falten los juguetes.
Tal vez debería sentirme complacido de haber conformado estos juguetes sencillos pero efectivos. Sin embargo, no puedo dejar de compararme con aquellos personajes pobres de solemnidad de las historias de nuestros libros escolares que, naturalmente a causa de los males de la sociedad capitalista, improvisaban juguetes para sus hijos con materiales de desecho.
3 comentarios:
Rogelio, siempre es un agrado leer lo que escribes.
Aunque no lo creas, no son solo los pobres quienes hacen juguetes con material reciclado.
Ejemplo, a mi hijo le encantaba un cordel ensartado con carreteles de hilo, sin hilo.
Y él mismo me enseñó cómo hacer una pelota a partir de una media y una casita con una caja grande de cartón a la cual le hicimos ventanas, puertas y techo y le duró mucho tiempo en el apartamento donde vivíamos...
Más adelante, tu hijo necesitará poner en funcionamiento la motricidad fina y encontrarás que es muy útil esa poliespuma que se desbarata en bolitas y el nylon ese que viene con bolitas de aire como pastillas. Yazmín podrá poner a prueba su aptitud para barrer bolitas de poliespuma.
Con cartón de huevo se hacen camiones o muñecos.
Estoy segura que te las ingeniarás para hacerle el caballito de madera.
Si quieres gastar dinero en un juguete útil, comprale unos LEGO (o similares).
Con los Lego, mi hijo y yo hacíamos a los Transformers, a Wall.e, a Ironman y a cada superhéroe de moda; porque es mentira que uno va a correr a comprar el juguete de moda todos los meses.
Rogelio, realmente un placer leer tus posts. Lo de los juguetes es todo un tema. Mientras mas elaborados mas dejan al niño en Babia. Mi hija tenia un carrito de madera que lleva adentro piezas de diferentes formas y habia que acoplarlas para que entren. Horas en eso. Mientras mas lejos estes de las baterias mejor...
Aunque tuve juguetes chinos de la era soviética (vaya paradoja), me tocó también inventarme juguetes de materiales tan diversos como alambres o cajas de fósforos. Por suerte me encantaba la plastilina, tan libre para crear.
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