La Feria. No tenemos que especificar cuál. En el círculo de los aficionados de la lectura, escritores, periodistas, editores, de todos los trabajadores del universo del libro cubano, hay un solo y único, inconfundible evento, conocido como La Feria.
Este 12 de febrero comienza: ya, ahora, regresa la Feria del Libro, edición XVIII. Con frecuencia La Feria es saludada por un frente frío; este año nos perdonó, el evento meteorológico de turno es débil y pasará de largo, más al norte, y disperso. Él se lo pierde.
En los últimos años, este físico médico sufría en esta época del año una bizarra mutación. Abandonaba ecuaciones y olvidaba radiaciones, para fundirse en la jocunda algarabía que palpitará en la habanera fortaleza de La Cabaña –fundamentalmente, pero también en otras librerías de la capital y luego del resto del país. Mi personalidad secreta tomaba la batuta; me incorporaba a los equipos periodísticos de El Cañonazo, diario de La Feria, y del portal digital Cubaliteraria.cu. Y disfrutaba como en ningún momento del año, corriendo de conferencia en presentación, y de ahí a una premiación, a una actividad infantil, a cubrirlo todo, fotografiarlo, a tomar notas para luego elaborar febrilmente los artículos que luego publicaba en aquellos medios.
Mis colegas temporales me suelen miran con indulgencia, ellos participan también de esta efervescencia, pero con más calma. Bueno, es que hacen todo el año y como parte de su trabajo habitual lo que yo emprendo como vocación en esos días. ¡Y los días de La Feria!, que son un reto a la resistencia, las energías, la vitalidad de todos nosotros. Cosa común es que nos encontremos resfriados en masa a los 3-4 jornadas del inicio, por el ritmo de vida totalmente alterado, la inusitada exposición a la intemperie, el sol y la humedad, el frío y el calor; la alimentación irregular; los extenuantes pero apasionados intercambios y lecturas; la persecución de la farándula literaria, muchos escritores entrañables, otros no tan entrañables pero igual de sensacionales, la consecución de la firma ilustre en el volumen que será atesorado…
Entre mis experiencias más sentidas están estas que he vivido en las Ferias. No tengo que abrir el prolijo fichero de fotografías en que las he recogido, ni repasar las aceleradas notas que preocupados editores han hecho luego publicables, para sentir el agolpamiento de mil recuerdos, pensamientos, sensaciones.
Para dar un poco de sustancia informativa, son cientos de miles de libros los que se venden; cientos de miles los visitantes en poco más de una semana; tres librerías enormes y decenas de puestecitos menores en moneda nacional; otras decenas de puestos para editoriales extranjeras, en la moneda convertible que llamé un día papelitos de colores. Pero ahora no tengo ganas de lamentarme por ello. Ahora me consumiría la excitación, se me estaría haciendo la boca agua. Se me suele ir más que el salario de un mes sacando libros de las primeras –y nunca en todo el año gasto un dinero más a gusto; vivo el sueño del mirón en las últimas. Los unos me los llevo a casa, los otros los huelo, los leo de pie frente a los polícromos anaqueles, los acaricio, hablo con ellos. De cierta forma, ¡ay, no más que simbólica!, también me los llevo a casa.
Este año, dolor de mi alma, no voy a trabajar en La Feria. Salgo de viaje, por el trabajo. No deseo hacerlo, pero necesito el dinero que este viaje me va a reportar, y que no ganaría ni en… no merece hablar de ello. Simplemente necesito el dinero. Adiós, Feria. Te traiciono por el vil metal.
Los libros que leen en mi mente tanto como yo en sus renglones saben por qué, y ellos, que son tan sabios, ya me han asegurado su perdón. Al que yo contribuyo un poco, pues no voy a dejar de pasar al menos un día por el enorme templo literario ferial. Conseguí una relación con los títulos de las editoriales cubanas. De hecho, ya voy por más de medio salario gastado en los adelantos que hacen los puestos habaneros cercanos a mi trabajo, partícipes de esta fiesta. Me faltan muchos libros todavía, me recuerda la lista que elaboré.
¡Y ya les comentaré unos cuantos!
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