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23 de mayo de 2011

Días de excursión

Hace un par de semanas, habíamos llevado a Rogelito a la costa de nuestro municipio, Playa, en La Habana. El plan era ir al Círculo Social del que mi padre es socio, pero el Funcionariato tiene el criterio de que el verano empieza el 3 de junio, así que la población llana que no tenga reservaciones gestionadas vía su burocracia, solo puede acceder a los CS a partir de esa fecha. Entonces, rechazados en la puerta del CS Otto Parellada  (¿o era el José Luis Tassende?, ahora no recuerdo) derivamos al litoral inmediato, allá entre estos CS y el Fontán, donde el mar hace una ensenadita de bajísima profundidad, el diente de perro está encendido, y algún artista puso una escultura consistente en una cola de sirena que se zambulle.
 
Hay que entender también a estos funcionarios de medio palo. No tienen las capacidades de sus superiores, de mandarse para Varadero u otros balnearios a su antojo, así que con algo tienen que consolarse. De todos modos Rogelito, felizmente ajeno todavía a las preocupaciones cívicas y metatrancosas, disfrutó muchísimo su baño, tanto, que nos embullamos para repetir el fin de semana siguiente, pero esta vez con una excursión más ambiciosa.
 
De esta manera, el sábado siguiente sacamos el carro de la familia, ese que costó tantas tribulaciones que se contarán un día como algo inverosímil. Echamos para alante entre todos un mes de salario para el combustible y nos dio, no para muchos litros de gasolina, pero sí para los necesarios para el paseo. El plan era ir a Santa María, lo suficientemente grande como para permanecer democráticamente abierta a todos, todo el año, y luego a casa de unos parientes en Jaruco. Lo de democráticamente es un casi casi, porque por las cercanías de los mejores parajes de esta playa hace décadas que no pasa transporte público, desde que el deterioro del conocido como Puente de Madera provocó el desvío de los ómnibus y demás tráfico pesado que antes podía entrar por el sector del hotel Marazul-Boca Ciega.
 
En Guanabo, según el plan, los excursionistas nos dividimos entre los que tomaron de inmediato la guagua para el pueblo de los parientes, y los que retrocederíamos unos centenares de metros para la playa. Pero la mala suerte quiso que el buen Lada se plantara allí y no arrancara para atrás ni para alante. Frustración y decepciones mediante, nos tocó también una parte buena que se puede ver bastante por acá, en el sentido de que los conocedores de mecánica y electricidad automotriz nos prestaron la tan necesitada ayuda de manera desinteresada. La playa se quedó para el mes que viene, pero al menos pudimos seguir para completar la visita.
 
Estos familiares son gente cálida y muy hospitalaria. Allá siempre la pasamos bien. La comida es exquisita.
 
La carretera, tan mala que a veces se prefiere salirse por los costados que enfrentar las furnias del camino. A ambos lados del camino, extensiones antaño de marabú, hoy con otro aspecto luego del Decreto Ley 259, ese que las concedió a personas interesadas en hacerlas producir. Nos quedó la duda de si los vecinos del pueblo de Campo Florido lograron quedarse dentro de La Habana, o si fueron expulsados contra su voluntad hacia el mucho más humilde Mayabeque. Mi padre, consecuente, acredita a la Revolución por haber llevado el teléfono a la comunidad a donde nos dirigimos. Yo medito que estamos a la cola de América Latina en el tema de las telecomunicaciones, pero estamos de paseo.
 
De regreso, Rogelito dormido en las piernas de su abuela. El cansancio relajado de todos. Mangos, plátanos y  puré de tomate en el maletero -adquiridos legítimamente a los campesinos, eh. Ya en la ciudad, en un margen de la Vía Blanca, llegando a la calenturienta Ciudad Deportiva, me llama la atención un pulcro cartel donde todavía se coloca a la Batalla de Ideas como uno de los cinco pilares del trabajo Político Ideológico, cuando a estas alturas del cuento parece más factible encontrarle cinco patas al gato.
 
Esa noche analizamos el hecho de que el bodeguero no le quiso pesar los panes a mi padre, que los apreciaba en falta. No te va a apoyar a tí en contra de su gremio, que conste. Hay una clara conciencia de clase ahí, solo que no la que nos gustaría a los demás.
 
En fin, a ahorrar para ver si en junio, nos vamos de nuevo a la playa y logramos la felicidad completa, sin sobresaltos regulatorios o mecánicos.
 
TAGS: excursión, Cuba costumbrista, familia, turismo nacional, solidaridad entre choferes

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