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19 de enero de 2014

Más sobre asociacionismo irregular: un caso de buena salud

Poco después de publicar mi último libelo sobre asociaciones adelantadas en nuestro patio, me percaté que había pasado por alto la que más de cerca me toca. Enseguida le encontré un nombre adecuadísimo, fíjense: Asociación de Trabajadores (Paupérrimos) de la Medicina, o la ATRAPAME.
 
Enseguida se entiende de qué va el asunto. Somos el personal que labora en la atención médica, ya sean médicos, técnicos u otros profesionales. Como regla general, no poseemos ingresos regulares en moneda convertible y nuestros "salarios" en moneda nacional son un decir, en un país cada vez más caro y con menos subsidios; de ahí lo de paupérrimos. El esperado aumento de salario que se nos anunció, según mi cálculo, será apenas un ajuste de inflación según los precios al inicio de este milenio y los de ahora. Como en aquellos años ya estábamos bastante cerca del fondo de la pirámide socio-económica cubana, no se puede decir que hayamos progresado mucho.
 
En fin, que cualquiera entiende lo de paupérrimos. Y otra parte del asunto es cómo nuestro ministerio considera que somos de su propiedad. Así se interpreta por la manera en que dispone que vayamos para acá, para allá; o que no podemos irnos de aquí ni de allí sin su demorado o negado permiso. La explotación del personal de salud en las misiones en el extranjero será cosa que se cuente en el futuro y no se creerá. Vaya, que nos tienen atrapados.
 
Por otra parte, no faltan veces que un paciente siente que tiene que volverse un águila para atrapar, a su vez, a un médico, un turno para consultarse adecuadamente, un tratamiento específico que le orientaron; sobre todo ciertas en especialidades insatisfactoriamente cubiertas, por muchas razones que pueden detallarse en otros textos.
 
El accionar de esta asociación particular está bastante dirigido a la solidaridad gremial. Ya que no tenemos las prerrogativas de los maleteros de los hoteles, de los dependientes de las TRDs o los choferes de taxis, lo menos que podemos hacer los unos por los otros es apoyarnos en nuestro campo. De tal suerte, a cualquier médico, o alguno de sus familiares, recibe un apoyo prácticamente incondicional de parte de sus colegas, cuando se le presenta un problema de salud. Ciertos reactivos, medicamentos, terapias, etc., que resultan difíciles para las población general, aparecen un poco más fácilmente –en la medida de lo posible– cuando se conoce que uno "es el doctor del policlínico tal"; "la cirujana de aquel hospital", o un pariente/amigo/recomendado de cualquiera de nosotros. La gran mayoría, por no decir la totalidad del gremio, está dispuesta a dar el extra por apoyar al colega cercano.
 
Pudiera haber un problema, pues esto deja fuera al paciente que no tiene ni conoce a nadie, ni tiene recursos para abrirse el camino a golpe de regalos, ni es un funcionario importante de los que llegan "por arriba". Nada más que hay que ver, por ejemplo, las caras largas de las personas en una cola de análisis de sangre, cuando uno de nosotros llega y pasa al laboratorio donde ya nos esperan para sacarnos sangre.
 
Y es que este gremio oficioso, al igual que los que ya reseñé anteriormente, se ha desarrollado básicamente como mecanismo de autoayuda dirigida "hacia adentro". A resolvernos los problemas mutuamente, dentro del círculo de los entendidos y, por tanto, empoderados. Es un mecanismo también de defensa, dado que los profesionales sobrecargados de trabajo lidian con personas con problemas serios, que lo mismo se muestran agradecidos que plantan una queja y la cosa termina (para los médicos) como la fiesta del Guatao.
 
Este mecanismo de ATRÁPAME tiene, por tanto, enormes limitaciones. Lo único que nos permite, a sus miembros, es disponer de una atención médica un poquito mejor que al resto de la población no privilegiada. Esto no es poco, pero también deja bastante que desear cuando se desea mirar desde una perspectiva más amplia.
 
La ATRAPAME, por su evolución, no está preparada para defender a los trabajadores de la salud en el campo de reivindicaciones laborales, salariales, etcétera. En un país normal, eso lo debería hacer el sindicato. En este nuestro la ATRAPAME sirve, de vez en cuando, para defender a los trabajadores contra el sindicato, convertido este último en uno más de los mecanismos que aprietan al trabajador. La ATRAPAME ha sido capaz de generar mecanismos de resistencia pasiva, lanzamientos efectivos de toallas entre los potenciales afectados, consolidación de excusas plausibles para salir de los distintos rollos y esas cosas.
 
Y la otra limitación mayor de la ATRAPAME es que, al no estar estructurada consciente o públicamente, y no digamos ya legalmente, no puede servir de vehículo que facilite, encamine y fomente las preocupaciones que tenemos los profesionales del ramo, en cuanto a mejorar los resultados de nuestro trabajo. De esos estudios y políticas se encargan los mecanismos que tiene montados el Ministerio, y solo esos mecanismos pueden hacerlo. Eso de dar camino a ideas e iniciativas de profesionales desde la base se aviene pero que muy mal entre las oficinas de la burocracia. Y, si por el aborrecible trabajo de esta se pierden o demoran para los enfermos los instrumentos, suministros; se desbarata la atención médica en una localidad por mala administración de los recursos materiales y humanos, etc., que a nadie se le ocurra protestar públicamente o convocar a la prensa. Valga que Fernando Ravsberg se enteró de lo de la pieza del acelerador del hospital Hermanos Ameijeiras y lo publicó, y los pacientes de cáncer que llevaban meses esperando pueden retomar sus tratamientos. Pero el Ravsberg es de la BBC y vive de hacer buen periodismo; en cambio, la ATRAPAME no le puede ofrecer ni un ápice de ayuda al cubanito que sufra la ira de la burocracia ofendida.
 
Y ahí está, a gruesos rasgos, la ATRAPAME, en sus oportunidades y flaquezas, mucho más sincera que eso que llaman sindicato, mucho menos efectiva de lo que podría llegar a ser un instrumento genuino de organización democrática y horizontal de los trabajadores de la salud. Eso sí, una escuela, y una demostración de lo que podría llegar a ser y, esperamos, constituirá en un futuro. Allí donde supere sus limitaciones y contribuya tanto a trabajar por aumentar la dignidad y condiciones de los trabajadores de la salud, como a entregar al resto de la población con mucha mayor eficacia y calidad, toda la abnegación que portamos, que no es poca.

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