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Por Rogelio Manuel Díaz Moreno
Se terminó la sesión de mediados del
año del Parlamento cubano, y las fanfarrias tocan estrepitosas por
lo éxitos macroeconómicos. Esos que nadie, abajo, percibe. Los
medios oficiales se regocijan con crecimientos proclamados del
Producto Interno Bruto, y olvidan masivamente las críticas a este
indicador, como pésimo medidor de progreso social.
Un participante tan comprometido como
Francisco Rodríguez Cruz observa, impaciente, cómo transcurre más
y más tiempo y no se concretan proyectos legislativos de verdadera
significación. “Paquito el de Cuba” pasa revista a los temas
pendientes desde hace años: Código de Familia, Código Penal, una
nueva Ley Electoral, una Ley de funciones policiales, otra de
empresas, de cooperativas, del Agua, de Cine, de Identidad de Género,
entre otras. Algunos de estos proyectos llevan años acumulando
polvo, otros ni siquiera parecen tener perspectivas definidas.
La inflación es baja, la producción
crece, se regocijan los economistas. Los modestos asalariados del
Estado se desesperan, sin embargo, por la subida incontenible de los
precios de los alimentos. Las promesas de que estos bajarían con
aquel crecimiento, no se cumplen. Simplemente, los análisis
unilaterales dejan de lado el hecho de que entra y se mueve más
dinero en ciertos sectores. Las desigualdades sociales aumentan... y
esto no tiene un milímetro de espacio en las deliberaciones de los
parlamentarios.
Las decisiones empresariales en Cuba se
mueven: como indican las buenas y conocidas costumbres del mundo
“normal”. Empresa que no puede tener ganancia bajo el sistema de
dirección actual... a la quiebra, al cierre. Varias decenas de
empresas, se anunció, serán liquidadas, y hay más en remojo.
Seguro al gobierno le hubiera gustado que un capitalista externo se
la rescatara, pero esos no quieren ese tipo de complicaciones. No se
encuentra una palabra respecto a cómo quedarán los colectivos de
trabajadores, ¿disponibles?, ¿desempleados?. No se observó a
nadie, plantear la opción verdaderamente revolucionaria: reconocer,
a tales personas, la potestad de auto organizarse con los medios de
producción en sus manos, conformar un colectivo autónomo, con la
oportunidad de salir adelante. De establecer sus propios mecanismos
de producción y distribución, y alianzas y relaciones con otros
colectivos productivos y las comunidades. Como lo han hecho, ya,
colectivos en países capitalistas como Argentina, ante situaciones
similares de cierres de sus empresas por parte de sus anteriores
dueños.
Una de las señales más elocuentes del
cambio de épocas la dio el dirigente Ramiro Valdés. Estaban en una
comisión que trataba el tema de la construcción y las viviendas.
Pues bien, como reconoció Valdés, “el fondo habitacional cada vez
se deteriora más y el plan de construcción es aun bajo”. ¿Y cuál
es la solución que ven allá arriba en el gobierno? “La solución
está en el esfuerzo propio” (sic).
Yo oí hace poco, al locutor Serrano,
del Noticiero Nacional de Televisión, declarar que “la iniciativa
privada mejora la calidad de los servicios”. Pero palabras dichas
al aire, ya no son tan fáciles de recuperar. Pero ahora, ahora está
ahí, en las páginas de Cubadebate, para que no me dejen mentir. No
aspiren a políticas de soluciones colectivas.
El gobierno continúa la senda de “cada
cual se las arregle como pueda”, hasta para problemas tan hondos
como el de la vivienda. Si usted es un modesto empleado del Estado,
como la mayoría de la ciudadanía local, tiene un salario de 20 a 30
dólares, cuando el costo de una vivienda modesta no baja de 15 mil.
Apenas puede mal alimentarse usted y su familia, con el salario que
reciben y, detrás, vendrá el ministro de economía, Marino Murillo,
a repetirnos que debemos olvidarnos de aumentos de salarios.
¿Cuál es el mensaje que trasmiten?
Tristemente, muchos percibirán que ese “esfuerzo propio” solo
les permitirá encontrar soluciones en otros países. Y, en general,
“esfuerzo propio”, “iniciativa privada”, siguen como las
palabras claves para estimular las reformas capitalistas en curso.
Es evidente, una vez más, que el
Estado acude, hoy, a los mecanismos e ideologías comunes de la
manera capitalista de hacer las cosas. Por eso, allá arriba, están
tan felices con esos crecimientos de PIB, por eso no se sienten que
los precios suban, por eso mandan al despido a la fuerza laboral que
sobra, y por eso mandan a la gente a que se las arreglen “con su
propio esfuerzo”.
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