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21 de febrero de 2010

Colorín colorado, esta feria se ha acabado


Hoy se acaba la Feria del Libro, al menos su parte habanera, inevitablemente la más trascendente, pintoresca y farandulera. Mal que bien, lidiando con limitaciones económicas, con trastornos y regueros desequilibrantes de todo orden, con la apatía de quienes agonizan cuando se les pide que echen una mano -aún cuando se trate de su trabajo- esto llegó al último día.
Como de las informaciones oficiales y generales estuvo llena la prensa grande, quise dejar eventualmente pinceladas personales. Creo que de eso es de lo que se trata un blog. Sufrimos las limitaciones de equipos, conectividad, y así y todo seguimos. Acumulamos un montón de libros que nos durará todo el año, nuestros bolsillos tocaron fondo y se hundieron en él, escuchamos charlas interesantes y muelas aburridas. Rogelito conoció una primera Feria de la que no se acordará, pero como niño al fin, buenas cosas le esperan seguro en las próximas, como siempre ha sido. Practicamos lo de la nostalgia de/con los rusos. Supimos de gente que se enfrenta al racismo, a la discriminación por género, tratamos de acrecentar su mensaje. Apreciamos más una forma distinta de aportar arte. Le dimos coba a nuestros amigos y compañeros que se sientieron de lo más contentos al verse en la prensa de uno u otro modo. Nos quedamos con fotos con panoramas muy dignos de contemplar. Me traté con gente maravillosa, al menos en la apariencia de estos días, veremos qué dice el futuro. Casi no sufrí persiguiendo las guaguas que nos aseguraban cómodo y puntual transporte. Me sorprendí con la visión de un malecón matutinamente limpio, que hace pensar en la pincha tremenda que tienen que hacer los de comunales por la noche y madrugada. Algunos premios otorgados -me cuesta trabajo todavía diferenciar una de esas multisilábicas charlas de elogio/presentación de un premiado, de la del siguiente- me ratificaban que eso de la literatura moderna no rueda conmigo, y otras cosas me hicieron guardar ciertas esperanzas. Encontré a Tamara Roselló, una vieja deuda, una nueva amiga, y me tirá una foto con ella. Pero deudas es lo que se me sobran, y la vida es una, breve, tan desesperadamente fugaz. Me despedí de varios expositores con el propósito de volvernos a encontrar el año que viene, si estamos enteros. Mañana regreso a la rutina del trabajo de físico médico.

18 de febrero de 2010

Cubriendo, abarcando y degustando

Los regresos a casa tras cada día de feria pasan por la azarosa localización de una guagua que siempre es distinta, lo bueno es que ya no nos volvió a tocar el chofer reguetonero. En la noche se ven una hilera de puntos luminosos en el mar, pescadores supongo, pero parecen la iluminación de toda una avenida transacuática. En la fortaleza, el manejador de la Radio Base es fanático a Buena Fe. El servicio de traducción de la sala Guillén ha dejado bastante que desear. En el pabellón infantil, tienen un leoncito y varios reptiles, y los niños se alborotan cantidad.
Las cajeras comentan qué fácil es adivinar quién es qué por los libros que compra. Aquí me ha pasado lo nunca visto, tengo Internet y no intranet. Los fotógrafos estamos pasando nuestros sustos con las baterías.
Ver minilibros es algo ya común, aunque siempre se puede más (¿menos?) y algunos son rechiquiticos, pero ayer vi ya algo nuevo para mí, el macrolibro. Y tambien vi algo con lo que no me siento nada cómodo, que va mucho más allá de las ya acostumbradas ofertas gastronómicas en CUC.
He estado pensando en organizar un concurso al mejor blog respecto a la cobertura de la feria, y otorgarme imparcialmente el premio a “mimismo”.Estas Ferias le remotivan a uno los aletargados propósitos literarios, aunque para cumplir con todos los míos necesitaría un año sabático.

16 de febrero de 2010

Oportunidades para ensalzar amigos

Tengo la dicha de considerarme amigo del poeta Roberto Manzano, y por lo general no tengo todas las oportunidades que quisiera de dedicarle espacios en la prensa oficial de la feria, bueno, aquí en Bubusopía haré constar mi afecto. Aprovecho y presento al poeta estadounidense Steven Reese, que escribiera con su esposa Nelly Bancroft el volumen Andando bajo el rumbo de la luz, publicado en edición de Arte y Literatura.
El síndrome de la paranoia me quiso atacar en la librería principal de La Cabaña, cuando un señor ya mayor me cuestionó severamente al verme fotografiando cubiertas de libros y quiso saber si yo contaba con las autorizaciones necesarias. Dios de los incrédulos, qué lento cambian ciertas cosas.
Los socios de la Ciencia Ficción estarán de lo más contentos, ellos que se la pasan con el complejo de Cenicienta en la literatura cubana, y resulta que los pude sacar en buenos espacios del Cañonazo y seguro estarán también por Cubaliteraria.
Tiro alguna foto regodeándome en la felicidad de este oficio donde está uno tan rodeado de colegas chicas guapas, y después de escuchar el panel de racismo me percato que volví a sacar el mismo boniato.
Me ha encantado en esta feria ver a más niños con aventuras de Guaso y Carburo y muñequitos de Elpidio Valdés y menos con la Sirenita, que en otras ocasiones. No es que odie la sirenita, pero si los tiburones se la comen –con la compañía Disney incluida–, bueno, allá ellos.Como no les cumplimos hoy una promesa de publicar una actividad de los alemanes, me voy a andar con cuidado, no vaya yo a terminar esta jornada kaput. Finalmente, esta tarde se lanza el libro de Moreno Fraginals, que fue un importantísimo historiador de este país y además el libro está muy bueno y tiene muchos materiales interesantes. (Casualmente) Moreno es mi abuelo, pero como se sabe, los elogios entre abuelos y nietos son estrictamente imparciales.

15 de febrero de 2010

Literatura a todo tren

Este domingo vinimos los tres a la Feria, Yasmín, Rogelito y yo. Por cierto, Rogelito logró que la homenajeada María del Carmen Barcia apareciera en una de mis fotografías con la sonrisa más luminosa que le he podido captar. Fue tras el acto de celebración de la escritora, justamente, del cual colé una notica en El Cañonazo. Por cierto, me quedé con ganas de criticar más el que se manifieste naturalidad con el hecho de que la mujer, no importa cuán trascendente sea su trabajo académico, siga cargando con el trabajo doméstico y se le evalúe su desempeño en la maternidad como parte del aporte que “debe” realizar a la sociedad. Nada, que hay que seguir captando gente para el Feminismo.Cantidades de gente por todas partes, multitudes “multitudinarias”. La electricidad tiene breves interrupciones, y por aquí y allá alguna maldición anuncia la pérdida del trabajo tecleado por uno que no lo salvó a tiempo.Otro encuentro de escritores lamentaban, en mi opinión excesivamente, que Bush les apretara las tuercas del bloqueo y les cortara X posibilidades y contactos con las instituciones estadounidenses. Pero parecía impropio intervenir y exhortar a dejar tanta lacrimonia por perder el Norte, y aprovechar y virarse mejor hacia el Sur.Un ex - colega de la Facultad de Física Nuclear, que lo pensó mejor, ganó el Tercer Premio en el concurso de Ensayo Contracorriente, con un varito nada despreciable. Felicidades, Ernesto.En el pabellón ruso al que por fin entré, está lo esperable. Exhibiciones de lujosos volúmenes que recogen historia e imágenes de tecnología industrial, militar y espacial, historia de Rusia, especialmente la 2da Guerra Mundial, secciones de literatura infantil y best sellers de lo más espectaculares.Los alemanes tienen buen nivel de actividad. Hicieron una actividad con público fundamentalmente de maestros de la lengua acá, donde estuvo también este servidor, que se llevó un folletito de los que repartieron con una historia sencilla para aprendizaje. Esta tarde les cubro otro evento. Estamos acabando, desde El Cañonazo, en el sentido de que estamos cayendo de lo más bien “en las altas esferas”. Vamos a ver si aprovechamos y conseguimos que las próximas ediciones sean de papel cromado y no menos de 40 páginas, je, je.

14 de febrero de 2010

Feria Intensa


En el primer día de actividades de la Feria, pagué el precio de querer estar en demasiadas partes y hacer demasiadas cosas. Había marcado en mi programa casi todos los paneles y presentaciones de libros. No se puede ser tan pretencioso. A media tarde, agotado y malhumorado, con muy poco concreto terminado, me daba cuenta que el síndrome de abstinencia del último año sin feria me había conducido a un exceso. Me di cuenta de que era hora de relajar un poco. Entre las cosas agradables, el ruso más loco de la delegación, un poeta que se inflamaba con la lectura de sus versos. Estaba de lo más contento, el ruso, y yo también porque iban a regalar sus libros, única manera que me quedaba ayer de recabar algo. El hombre se quejaba en tono de jarana de que el último poema se lo habían traducido hacía una hora, y el traductor aducía que el poeta lo había escrito hace dos días, llegando a La Habana.Avalanchas de personas en todas partes. Par de artículos, finalmente, me le hacen unos cambiecitos menores –en ciertas ocasiones hay que hablar con más seriedad que otras– muchas fotos. Los pasillos de comunicación entre los grandes espacios, semibloqueados para causar esos encantadores cuellos de botella. Dificultades con las computadoras y la conexión, nada extraordinario.En la noche se puso malo el tiempo. Llegué a la guagua en el parqueo bajo la lluvia, pero una vez dentro, tenían un reguetón tan desagradable que daban ganas de salir a mojarse otra vez. Un energúmeno con micrófono se proclamaba la mafia musical, tal vez tuviera conciencia de que estaba perpetrando un crimen. Al fin en casa, agotado, tranquilo.

12 de febrero de 2010

Hoy empezó la fiesta del físico que sueña con ser literato

Ya estamos instalados en el local de El Cañonazo. Mi credencial y yo nos encontramos finalmente. Y disparé la primera andanada de fotos previa a la Inauguración de la XIX Feria Internacional del Libro de La Habana –esta tarde.

Acaban de traer el almuerzo, lo que incrementa considerablemente el confort. La ración doble ha disipado la angustia de no disponer de llaves y, por lo tanto, estar atados a que siempre alguien se quede de guardia aquí adentro. Arroz amarillo, papitas fritas, una lasquita de jamón, y refresco tukola.

Ya compré el tercer bulto de libros de la temporada; el primero dentro de la fortaleza. Me quedé una vez más en bancarrota y eso que tuve que renunciar a buena parte de los que me llamaron la atención. Para seguir acumulando aquí hechos a lo loco, tenemos cambios mayúsculos que introducir al programa –cambios que solo terminan, en realidad, con el último día de feria. Así que si van a venir por acá –lo recomiendo enfáticamente– traten de actualizarse en el día.

Si Internet se estabiliza, leerás esto pronto en mi blog. Si no, será un comentario en retrospectiva. Ven a La Cabaña, y lo verás todo mejor y en vivo.

Más tarde, este mismo día

Manuscribí en la tarde –¡horror, sobre papel! par de reseñas que en instantes transcribiré para ganarme unos pesitos en Cubaliteraria. Luego nos preparamos para el acto inaugural.

En esto de la Feria no se sabe bien cómo el Caos, que amenaza continuamente con engullirnos a todos, logra ser mantenido a raya. A golpe de tenacidad y suerte, el Cañonazo seguirá saliendo para informar de las últimas novedades. De las fotografías que tiré en la inauguración, de lejos y en la oscuridad del atardecer-anochecer en que ocurre todo, ninguna habrá de servir, por deficiencias de mi equipo de aficionado. Y eso, a pesar del delicioso ofrecimiento de una colega pizpireta de utilizar su cabeza como trípode.

Personalmente tuve un tremendo regocijo. Resulta que un señor mayor muy amable se dirige a mí y me pregunta si soy “Rogelio, el científico que tiene el blog”. Aunque el traje de científico “hecho y derecho”, estrictamente hablando me queda un poco grande, mi modestia trabaja más bien despacio y cuando el buen hombre se me presenta como Fernando Ravsberg, ya solo me quedé alucinando, ah, oh, soy su admirador. Resulta que el corresponsal visitó Bubusopía, ¡y le cuadró!

La retirada tras el fin de la actividad; la confirmación de lo que sospechaba: en ninguna instantánea capté a la alta presidencia en una imagen que valiera la pena –afortunadamente un colega corrió mejor suerte–; la guagua que nos cruzó la bahía y una combinación fantástica de ómnibus urbano que me trajo a casa. Y mañana que sigua la Fiesta, o sea la Feria.

9 de febrero de 2010

Homeopatía, falacia pública (II parte)

Para terminar el cuento del llamado “complejo homeopático NoDEGRIP”.

Como dije en la primera parte de este post, la homeopatía es un sistema creado por el médico alemán Samuel Hanehman (1755-1843), quien basó este sistema en dos “leyes” reveladas por él mismo. Por la “Ley de los Similares”, se explicaría que las sustancias que causaran síntomas similares a los de cierta enfermedad, tendrían cierto valor medicinal contra este mal; la “Ley de los Infinitesimales” establecería que mientras más veces se diluyera un medicamento, mayor sería su potencia curativa, merced a la liberación de los poderes inmateriales y espirituales del compuesto.

Podríamos construir un par de ejemplos muy sencillos para ilustrar estos absurdos. Supóngase que un vaso de cocimiento de cierta hierba produzca dolor de cabeza: según los homeópatas, este vaso diluido en una pipa de agua sería un remedio seguro contra el dengue, la neuropatía, la epilepsia y otras enfermedades que afectan esa parte del cuerpo; dado que el mango en cantidades excesivas afloja la barriga, una lasquita disuelta en el embalse Zaza curaría el cólera, la disentería y todo cuanto produzca enfermedades diarreicas.

En la época de Hanehman, no se puede negar, la homeopatía tenía sus ventajas. En aquellos días los médicos aplicaban a las personas sanguijuelas, purgas, vomitivos y variopintos mejunjes, nada aconsejables por los estándares actuales. Desde ese punto de vista, era preferible que le dieran a uno una agüita hervida en espera de que el organismo, por sus propios mecanismos homeostáticos, recuperara el equilibrio y sanara por sí solo. Pero hoy en día, la inocuidad de un compuesto ya no es suficiente para convertirlo en un remedio recomendable.

Para valorar una propuesta científica, se requiere disponer de un marco teórico potente que permita distinguir entre ciencia y seudociencia, como [explica el Dr.C. Luis Carlos Silva Aycaguer, del ISCM de La Habana] (Editorial, Revista Cubana de Investigación Biomédica 1997;16(2):78-82. Disponible en http://bvs.sld.cu/revistas/ibi/vol16_2_97/ibi01297.htm). En una ciencia particular, se dirigirán los esfuerzos a establecer rigurosamente las leyes que rigen los fenómenos que constituyen su objeto de estudio. Se buscará conformar teorías que expliquen los acontecimientos conocidos y predigan los que posiblemente ocurrirán en el futuro, en el mundo exterior o generados en los laboratorios. Todo esto, con la perspectiva de alcanzar posteriormente un control tecnológico provechoso sobre el fenómeno en cuestión. Y esto no es un proceso sencillo:

Es bien conocido que el proceso de conformación de dichas leyes y teorías exige la aplicación de un método riguroso, que muchas veces es arduo y árido, complejo y lento, a diferencia de la especulación no científica, que resulta más fácil y en principio más interesante que la paciente colección de datos objetivos en un marco teórico previo y el proceso subsiguiente de desentrañarlos y organizarlos dentro de estructuras teóricas que sean interna y externamente coherentes.

Una explicación científica profundizaría mucho más detalladamente el proceso esbozado a continuación y a manera de ejemplo: Mantener un nivel adecuado de la hormona insulina en el organismo, le permite a nuestro cuerpo degradar la glucosa, produciendo el trifosfato de adenosina empleado en las células como fuente de energía química presente en los enlaces de sus moléculas. Este es un fenómeno concreto, reproducible, cuantificable y verificable experimentalmente.

Ante el tamiz riguroso del análisis científico en la medicina moderna, las bases de los homeópatas lucen sumamente endebles, tanto aquella de que lo semejante cura lo semejante, como la de que las sucesivas diluciones de cierto compuesto incrementan su efectividad a través de la liberación de sus “poderes inmateriales y espirituales” –o, como suelen afirmar otros, a través de cierta impronta en el solvente de la “memoria” de la presencia de la sustancia inicial, que “potencia” la capacidad del organismo para producir una respuesta de inmunidad ante las enfermedades.

Concediendo a las teorías homeopáticas el inmerecido beneficio de la duda, quedaría por observar que no ha sido posible demostrar nunca, en experimentos que hayan seguido la metodología exigida para la validación de compuestos farmacéuticos, la efectividad de sus preceptos en términos de [mejoría objetiva de la salud de los pacientes tratados] (Scofield. 1984. The Brit Homeo J. 73: 161-226, citado en Skeptic vol. 3, no. 1, 1994, pp. 50-57. No está de más recordar que para este fin, se necesita un largo proceso, uno de cuyos últimos pasos consiste en conformar grupos numerosos de voluntarios, comparables entre sí por edad, sexo, estado previo de salud, entre otras variables, y suministrarles a unos el medicamento en prueba, a otros una sustancia inocua conocida como placebo –ningún voluntario sabe si está tomando en realidad el medicamento o el placebo.

Una exigencia científica y ética de alta severidad es que se conozca, al menos teóricamente y de acuerdo a lo confirmado en pruebas in vitro, el principio activo y el mecanismo de acción del medicamento bajo prueba. Las condiciones de los pacientes son rigurosamente controladas, de manera que no existan otras diferencias significativas que no sean la del compuesto que se está incorporando. La evolución de los pacientes debe ser evaluada por especialistas que tampoco dispondrán de esa información. De acuerdo al estado final de los voluntarios se pueden entonces establecer los valores del compuesto en examen. Miles de sustancias con propiedades prometedoras deben iniciar este camino, para que una de ellas llegue al exitoso final de tornarse en un fármaco reconocido por las autoridades regulatorias médicas de cualquier país. Nuestros trabajadores de los polos científicos, de los centros de biotecnología y productores de vacunas y otros fármacos, tienen sobrada experiencia en estos temas.

Naturalmente, las personas no familiarizadas con esta rigurosa metodología pueden ser inducidas a confusión por anécdotas de casos particulares de curaciones, en historias impresionantes pero de escasa o nula significación en términos reales, al carecer de peso estadístico, no tener el control de otras condiciones externas (por ejemplo, que la persona en cuestión haya seguido simultáneamente otro tratamiento) y, sobre todo, por ignorarse u olvidarse cantidades de casos donde el proceder intentado no tuvo resultados efectivos.

No es ocioso tampoco mencionar aquí que más de una institución opuesta a la pseudociencia ha ofrecido jugosas sumas en efectivo a quien pueda demostrar la validez de la homeopatía –entre otras falacias que no han podido nunca reclamar el premio.

En nuestro patio se han publicado varios materiales, por parte de fuentes confiables, que deberían poner en guardia a las personas contra estas peligrosas iniciativas. El 25 de agosto del pasado 2009 y a partir de un despacho de la agencia EFE, Infomed divulgó detalles de la reacción de científicos jóvenes del Reino Unido y varios países africanos, comprometidos con la salud de los habitantes de este continente, contra intentos de dedicar recursos a campañas homeopáticas contra el sida, la tuberculosis y la gripe, entre otras enfermedades:

“La homeopatía no protege a los pacientes de esas enfermedades. Quienes trabajamos con las personas más pobres del mundo rural nos las vemos y deseamos para suministrar la ayuda médica necesaria. Y cuando se interpone además la homeopatía, peligran las vidas", señalaron los médicos de la Red de Jóvenes Científicos.
Según el doctor Robert Hagan, investigador de ciencia biomolecular de la Universidad de St. Andrews, en Escocia, y miembro de la citada red científica, "los gobiernos de todo el mundo han de reconocer los peligros de promover la homeopatía para el tratamiento de enfermedades mortales".

Con informaciones de este tipo empieza a entenderse, además, que ni siquiera las supuestas inocuidad y baratura de la homeopatía constituyen una disculpa para sus promulgadores. Cualquier campaña de este tipo exige la dedicación de recursos humanos y materiales, tiempo precioso de personas como nuestra amable, agobiada y confundida enfermera del consultorio; un esfuerzo para la producción del compuesto a escala industrial, su transporte, distribución y administración por las redes comunitarias, malgastado tal vez con las mejores  intenciones pero que estaría mucho mejor empleado en otros fines. La población sin conocimientos científicos es inducida al error, brindándosele una falsa sensación de seguridad (por suerte se divulgaron declaraciones de un funcionario del MINSAP llamando a no bajar la guardia).

Y si algo quedara por señalar que resulta aún más indignante, es que los promotores de este esfuerzo anuncian su propósito de evaluar –mediante estimaciones con enormes incertidumbres de por medio– el famoso “NoDEGRIP” después de que se le haya suministrado al pueblo, ¡tomando a toda la población como sujeto de experimentación con un compuesto de dudosa procedencia, sin explicaciones acerca de los presuntos principios activos, y apenas comprometiéndose a no producir efectos secundarios! Esto último es lo más probable, afortunadamente, aunque nunca del todo seguro; pero resulta definitivamente escandaloso que se le brinde a la población, a manera de medicamento preventivo y recomendado, un mejunje intrigante con el que no se han hecho siquiera pruebas de campo para comprobar su efectividad –que ya podemos prever cuál será.

En resumen, que apreciamos una mayúscula metedura de pata por parte de nuestras autoridades y estructuras de salud pública, y confiamos en que, con el aporte y el asesoramiento del personal científico formado en nuestras Universidades y centros de investigación gracias a la Revolución, esto sea rápidamente corregido y nunca más cometido.

7 de febrero de 2010

Gastronómicos

Por las tardes, al salir del trabajo y cuando bajo por la calle G hacia la escuela donde curso el idioma alemán, suelo detenerme en la cafetería del Castillo de Jagua, en busca de un revitalizador café que me permita mantenerme despejado en ese exigente final de la jornada. No siempre encuentro la criolla infusión y, cuando la hay, me lleva unos minutos alcanzarla. Los colegas del departamento me indicaron que, allí mismo, podría conseguir muy fácilmente el paquete de polvo de café “por la izqiuerda”.

No pasa un viernes sin que el Granma publique al menos una opinión, a favor o en contra, de la flexibilización para el establecimiento de micro o mini empresas privadas en la gastronomía. Los defensores de la reforma señalan las realidades que ven hasta los ciegos, díganse el robo incontrolable en los establecimientos estatales, el mal servicio y la escasa eficiencia general. Los opositores, sostienen que con el buen trabajo de los buenos revolucionarios se puede mejorar la situación, y que la tal privatización se constituiría en una perniciosa semilla de capitalismo.

Como nota interesante, recuerdo que se reflejan opiniones de ingenieros, tuerquistas, abogados, químicos y vecinos sencillos, pero no recuerdo opiniones de empleados del sector mismo de la gastronomía. Tal vez sea que simplemente no me he fijado o recuerdo bien. En todo caso, es un tema que a ellos les afectará de lleno y con ellos, protagonizados por ellos, se deberán sostener los análisis más serios.

Hace más de 40 años que se estatalizaron hasta los más diminutos timbiriches de churros. En esa etapa se han sucedido cambios en la cadena que va desde los ministerios hacia abajo, viceministerios, empresas, hasta los establecimientos estatales. Se aprobó una Constitución en el 76, se le realizaron una serie de modernizaciones a principios de los 90 y una última reforma en el 2002 o 2003. Hemos tenido varios códigos del trabajo, leyes y decretos – leyes al respecto de la jornada laboral, la forma de retribución del trabajo y el estímulo, la edad de jubilación y los tipos de seguridad social. En unas etapas se ha invertido bastante en las cafeterías y restaurantes y en otras ha habido tan poco, que los empleados terminaron encargándose de proveer ellos mismos de vasos y medios de limpieza a los establecimientos del Estado. Pero no se han resuelto los problemas de la gastronomía estatal.

Después del obligado señalamiento de que el bloqueo es malo y tiene parte de la responsabilidad, llegamos a que los salarios nominales que ganen estos empleados no alcanza para satisfacer las necesidades de las personas –como reconoció el Segundo Secretario del Partido. Como ganan mucho menos que un constructor o un policía u otros empleados del sector del turismo, se complementan sus ingresos muy desenfadadamente, sustrayendo lo que tienen a mano que es bastante apetecido: alimentos; diluyendo a continuación el delito entre las acciones rutinarias del servicio. Los inspectores tienen las mismas necesidades materiales y son, por lo tanto, sobornables, contribuyendo a cambio a diluir más aún el delito. Los inspectores de los inspectores podrían escarbar aún y encontrar el delito, pero también son sobornables y, mientras más arriba se encuentra la figura en las escalas jerárquicas, más prebendas se obtienen con pretender que las cosas están bien como están.

Adiós café.

La locura, definen algunos, es la manía de realizar las mismas acciones y esperar resultados diferentes. Los opositores de la cooperativización de los servicios gastronómicos apenas logran articular los mismos eslóganes y consignas con que llevamos arrastrando el problema durante decenios.

Para cambiar radicalmente el estado de las cosas, hay que cambiar los fundamentos. Está claro que estoy a favor de la cooperativización de los servicios gastronómicos. ¿Por qué va a ser malo en la ciudad, lo que ha demostrado ser en el campo una forma económica muy superior a la empresa estatal? Las tierras en manos del estado, más del 60% de las del país y por lo general las de mejores condiciones, con más del 80% de los recursos en maquinaria, combustible, abonos… producían menos del 40% del total de todos los alimentos. Por el estado generalizado de urgencia, se empezaron a entregar en usufructo los terrenos baldíos a los interesados, y la producción ha subido notablemente. En la gastronomía, me atrevo a decir, con la cooperativización tendríamos un salto semejante en extensión y calidad de los servicios. Nótese que dije cooperativización, no privatización. ¿Qué “medios de producción” importantes pasarían a manos de los particulares? ¿Cuatro hornos, dos refrigeradores, tres estantes? El inmueble puede ser arrendado a la microempresa que se forme a partir de los trabajadores interesados, que pagarían alquiler, agua, gas, lo normal. El estado les puede vender al por mayor los mismos alimentos e insumos que hoy le son impunemente robados. En la confección de los platos finales, podemos estar seguros, la eficiencia subirá exponencialmente, desaparecerá el faltante –¡nadie se roba a sí mismo!

En todo caso me parece más peligroso para el socialismo esos huecos negros de la calidad, donde desaparecen impunemente los recursos de Liborio, que la cooperativa organizada según ley, que paga sus insumos –primera ganancia para el Estado, para mantener el abastecimiento al merendero y los servicios básicos de gas, agua, electricidad–, y sus impuestos –segunda ganancia, que puede ir a los no menos importantes servicios de educación y salud.

Cuarenta años son suficientes para evaluar la viabilidad de ciertos sistemas. Si los ejemplos de buenos resultados que invocan los defensores de la actividad gastronómica estatal tuvieran duración, al ritmo de inauguración anual de servicios de ese tipo, tendríamos dos restaurantes y una cafetería per cápita peleándose por atraer nuestra atención. En la agricultura se pusieron serios y están obteniendo resultados.

¿Qué queda entonces por analizar?

6 de febrero de 2010

Homeopatía, falacia pública (I parte)

El pasado 20 de enero pasó por nuestra casa la preocupada y ajetreada enfermera del consultorio del médico de la familia, para hacernos llegar una Nota informativa a la población, con una convocatoria de parte del Viceministerio de Asistencia Médica y Social. La convocatoria es para hacer que la población mayor de 1 año asista a los Consultorios o Policlínicos, donde se les administraría el llamado “complejo homeopático NoDEGRIP”.

Se describe todo el proceso de administración del compuesto: cantidad de gotas disueltas en cierta cantidad de agua, número y ritmo de dosis a administrar y se efectúan recomendaciones sobre cómo prepararse antes y después de recibir el agregado, pasos que deben seguirse, según el documento, rigurosamente.

El NoDEGRIP, según la Nota, puede ofrecer ventajas como la estimulación de la respuesta inmune para la prevención de enfermedades infecciosas del sistema respiratorio; se presenta como un producto eficaz y seguro y sobre el cual no se han recogido contraindicaciones.

En la segunda página del documento que gentilmente me entregó la enfermera, con la indicación de circularlo por la cuadra con auxilio de los mecanismos del CDR, hay una ampliación de esta nota por parte del Centro Nacional de Medicina Natural y Tradicional. En esta se realiza una somera exposición de los “principios” de la homeopatía, dígase sobre todo el “principio de la semejanza”, con el cual se estimularían presuntamente reacciones defensivas del organismo. Se señala su baratura como una ventaja y se afirma que ha sido empleada con buenos resultados en el tratamiento de patologías en el mundo. A partir de estos considerandos, se deciden desarrollar una serie de acciones que se relacionan a continuación, como son aplicar el NoDEGRIP a toda la población cubana, organizando el proceso a través de las estructuras del MINSAP y el Gobierno en distintas instancias, que además vigilarán la aparición de reacciones adversas. En último lugar, se esboza una propuesta de evaluación del impacto del dichoso compuesto.

Veamos, después de una somera exposición de ciertos conocimientos y principios científicos básicos, cómo se puede recibir esta situación. Se puede adelantar que pocas veces las autoridades cubanas, casi siempre ejemplares en lo concerniente a la protección de la salud del pueblo cubano, han tomado una decisión tan poco atinada.

Para los no enterados, la homeopatía es un sistema creado por el médico alemán Samuel Hanehman (1755-1843), quien basó este sistema en dos “leyes” reveladas por él mismo. Por la “Ley de los Similares”, se explicaría que las sustancias que causaran síntomas similares a los de cierta enfermedad, tendrían cierto valor medicinal contra este mal; la “Ley de los Infinitesimales” establecería que mientras más veces se diluyera un medicamento, mayor sería su potencia curativa, merced a la liberación de los poderes inmateriales y espirituales del compuesto.

Por increíble que parezca, en el siglo XXI todavía resulta necesario denunciar el raquitismo de un sistema que se base en tales principios. Ante todo, la “ley de los similares” no es más que una extensión en lenguaje pseudocientífico de los principios filosóficos monistas, que justificaron muchas prácticas de civilizaciones primitivas, tales como comer el corazón de un león para adquirir su valor, el polvo de cuerno de rinoceronte para ganar encantos sexuales, etc. La “ley de los infinitesimales” conduce a aberraciones físicas y químicas evidentes a simple vista para el observador imparcial, pues tras suficientes etapas de dilución, por ejemplo en agua, quedarían en cada frasco de “medicamento” menos moléculas del compuesto activo inicial que las sales minerales comunes presentes en el agua, si es que queda alguna.

Podríamos construir un par de ejemplos muy sencillos para ilustrar estos absurdos. Supóngase que un vaso de cocimiento de cierta hierba produzca dolor de cabeza: según los homeópatas, este vaso diluido en una pipa de agua sería un remedio seguro contra el dengue, la neuropatía, la epilepsia y otras enfermedades que afectan esa parte del cuerpo; dado que el mango en cantidades excesivas afloja la barriga, una lasquita disuelta en el embalse Zaza curaría el cólera, la disentería y todo cuanto produzca enfermedades diarreicas.

En la época de Hanehman, no se puede negar, la homeopatía tenía sus ventajas. En aquellos días los médicos aplicaban a las personas sanguijuelas, purgas, vomitivos y variopintos mejunjes, nada aconsejables por los estándares actuales. Desde ese punto de vista, era preferible que le dieran a uno una agüita hervida en espera de que el organismo, por sus propios mecanismos homeostáticos, recuperara el equilibrio y sanara por sí solo. Pero hoy en día, la inocuidad de un compuesto ya no es suficiente para convertirlo en un remedio recomendable.