La huelga en el sector de Correos, en
el municipio holguinero de Banes, terminó en una rotunda victoria de
la clase asalariada. Como referimos
hace un tiempo, el conflicto laboral estalló por el
desacuerdo de los carteros con la aplicación de sistemas de
remuneración que percibían como injustos. Los niveles superiores
prestaron oídos sordos a las comunicaciones de las personas
agraviadas, tramitadas “por los canales correspondientes”. Ante
esta situación, se produjo el abandono masivo del trabajo, con las
consiguientes afectaciones a la distribución de la correspondencia y
la prensa en el territorio.
Pues bien, el viernes pasado, el
oficialísimo diario Granma informó de los últimos
acontecimientos de esta saga. La ingeniera Zoraya Bravo Fuentes,
vicepresidenta del Grupo Empresarial Correos de Cuba, informó al
diario de las
últimas medidas implementadas por la empresa.
Resulta que una Comisión de Trabajo
fue creada para analizar las reclamaciones del colectivo de
trabajadores y de los clientes afectados. Y concluyeron que unos y
otros tenían razón, puesto que la causa primaria del disgusto fue
identificada en el cambio en el sistema de pago a los carteros.
De las explicaciones de la
vicepresidenta, se trasluce que, en todas las oficinas de correos de
la provincia, se aplicaron las modificaciones necesarias en los
sistemas de pago para satisfacer las demandas del díscolo personal.
En el mes de septiembre, abundó, se verificó el positivo impacto de
tales medidas y la regularización paulatina de los servicios.
Además, se aplicaron sanciones disciplinarias a varios directivos de
la empresa en dicho territorio.
Yo no estoy seguro si en el diario
Granma se dieron cuenta del significado de estos
acontecimientos. Casi todo el mundo está al tanto de que en Cuba,
hablar de huelga es un tabú peligroso, para la vida profesional de
cualquiera. El dominio del aparato burocrático estatal sobre la vida
económica, política y social, es tal, que penaliza el ejercicio de
derechos elementales de la sociedad civil.
A pesar de lo anterior, estos carteros,
probablemente sin una formación filosófica o académica
sofisticada, comprendieron que fueron presa de una injusticia.
Primeramente intentaron cumplir con las exhortaciones de tratar sus
inquietudes “en el momento y el lugar adecuado”. Como sucede con
tanta frecuencia, esto no les funcionó. Luego, identificaron
correctamente la única forma eficaz de contrarrestar el agravio y la
pusieron en práctica. Lograron llevar su situación al conocimiento
público, y despertaron la simpatía de la ciudadanía que tuvo
noticia de la misma. Y obtuvieron la victoria.
Acciones similares a la de los carteros
de Banes se producen con frecuencia creciente en todos los ámbitos
laborales del país. Padecen de un alto nivel de informalidad,
espontaneidad y falta formal de organización. Tienen además en su
contra, al único sindicato legal de por acá, que es apéndice y
cómplice de las administraciones, por lo que obstaculiza la mayoría
de las reivindicaciones obreras significativas, en lugar de
apoyarlas.
La victoria de estas personas demuestra
que la resistencia al autoritarismo tiene sentido, que puede producir
resultados positivos. Se une a las experiencias de otras concesiones
parecidas, arrancadas al Estado cubano, como han sido las subidas de
salario del sector de la construcción y la salud, amenazados por el
mismo fenómeno de abandono del trabajo. Poco a poco, la clase
trabajadora cubana despierta su conciencia, explora sus fuerzas. El
mensaje de estos carteros tiene mucho camino por recorrer todavía, y
un prometedor final.