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Algunas fuentes reportan la
conformación de una plataforma (otra más), que integran algunos
sectores de la llamada disidencia cubana tradicional. Esta empresa
llevaría el nombre de Mesa de Unidad de Acción Democrática o algo
así.
Alguien ha notado la semejanza del
nombre de esta estructura, con una similar en Venezuela, donde los
antiguos partidos políticos rumian sus agravios contra el partido
chavista. La coincidencia, nos tratan de tranquilizar, es solo una
coincidencia desafortunada.
A grupos activistas de izquierda, que
integro o conozco, se nos hacen llegar sugerencias de integración a
tal engendro. Específicamente, se acercan al grupo Socialismo
Participativo y Democrático (SPD) y al Observatorio Crítico (OC).
Parece que les atraen nuestras posturas críticas ante los problemas
de corrupción y burocratismo en el gobierno cubano.
Unas buenas relaciones con estos
grupos, le otorgarían a la Mesa cierto aval de integralidad, de unir
hasta elementos marxistas en el empeño común que se proponga. Y nos
insisten en la conveniencia de dejar de definirnos como “anti-”
algo, porque lo que está de moda, lo que es cool, lo que
permite el diálogo y el entendimiento y la felicidad, es ser “pro”,
estar “a favor”.
Conozco a miembros de SPD, con los que
intercambio fraternalmente y comparto ideas, pero obviamente no puedo
hablar a nombre de ellos. Por lo tanto, me limito a expresar las
posiciones que defiendo, dentro y fuera del OC.
Para empezar, la tal Mesa parece que
viene conformada del extranjero, lo que ya induce cierta
desconfianza. Se podría replicar que muchas experiencias históricas
cubanas loables se fraguaron en distintos escenarios de la
emigración, pero no me parece aplicable el símil. Puras impresiones
mías, puede ser.
Lo que sí no me parece ninguna
“coincidencia desafortunada” es la semejanza de nomenclatura a la
que nos referimos antes. Creo que la Mesa de marras tiene sobre sí
unas cartas muy claras, de unos jugadores muy bien definidos, con
unos objetivos muy precisos. No faltará quien me llame jurásico y
me amenace con el ostracismo, un poco por lo que he expuesto y mucho
por lo que me falta por decir. Por mí, como si me dicen trilobite.
Considero un reverendo disparate
considerar siquiera el prospecto de unidad, de quienes nos
consideramos defensores de posturas revolucionarias y marxistas, con
estos sectores de la disidencia de derecha. Veo que una cosa es
simplemente incompatible con la otra.
Los defensores de las ideologías
liberales y neoliberales, para la política y la economía, se
reconocen históricamente como enemigos de las clases trabajadoras.
Es el caso de los adecos y copeyanos en la Venezuela pre-chavista y
en la actual oposición que practican desde su propia Mesa. Es el
caso de un Antonio Rodiles o todo aquel que pregone para Cuba las
supuestas ventajas del abrazo con el capitalismo. Porque es el
espacio del capitalismo, aquel donde está servida esta mesa. Los
platos que en ella invitan, tienen como ingredientes el libre
mercado, la llamada democracia basada en el multipartidismo y la
empresa privada.
Por supuesto que intentan endulzar el
gusto de los invitados con palabras bonitas como Democracia, Derechos
Humanos, Libertad. Oponerse a tales conceptos deja a uno muy mal
parado. El problema no son esas ideas en abstracto, sino sus sentidos
e implementación.
Por enésima vez, hay que insistir que
no existen tales entelequias separadas de condiciones materiales y
sociales realmente existentes. No me tiendan palabritas tiernas para
ruborizarme. No me vengan a proponer alianzas espúreas con quienes
identifico con discursos de capitalismo para Cuba.
Democracia han dicho poseer las
ciudades esclavistas griegas, el Sur del Jim Crow, el país de Atenco
y Ayotzinapa, la República Democrática y Popular de Corea y algunos
otros feos ejemplos que andan por ahí. Los Derechos Humanos y la
Libertad se proclaman por el país que torturó en Abu Ghraib y
mantiene la prisión de Guantánamo, y cuyo Presidente afirma que le
cabe el derecho de mandar a matar mediante un Dron, sin juicio
previo, a cualquier sospechoso o sospechosa de terrorismo.
La Democracia, los Derechos Humanos y
la Libertad son bienes preciosos, sí, y por eso no se les puede
tratar tan a la ligera. El análisis serio de sus facetas demuestra
indefectiblemente su carácter clasista, su dependencia de la
posición desde la cual se defienden. La “libertad” de un
banquero puede ser dejar sin sus ahorros a diez mil jubilados, a cien
mil, a un millón de trabajadores... El “derecho” al sobreconsumo
del 10% más rico del planeta implica una catástrofe ecológica para
sufrir por parte del otro 90%.
Las libertades y derechos que defiende
la burguesía consisten, como se conoce cualquiera que haya pasado el
ABC del marxismo, en la libertad de expropiar a la clase trabajadora
de los pocos recursos que le queden. En la libertad de confabularse
para mellar los derechos laborales en todo el mundo, mediante los
movimientos de empresas, capitales, tratados de “libre” comercio,
etcétera.
Quien desee hablarme de libertad, no
olvide que el imperialismo es un sistema mundial. Que las fronteras
nacionales se desvanecen ante el capital, que domina todos los
espacios y no tiene nacionalidad. No se puede soñar con ser
simplemente libre de la opresión que el capitalismo impone, con
desarrollarse en una nación de productores libres asociados, si no
se levantan vigorosas defensas contra la penetración de ese poder
económico... sin mantener una atenta guardia anticapitalista y
antimperialista.
Quien desee entusiasmarme con
democracia, pase por defender la autogestión de la clase
trabajadora, dueña de los medios de producción y libre, sí, de
relaciones de opresión por parte de los explotadores de cualquier
país. Que se estudie a la ciudadanía de la mayor potencia del
mundo, con el derecho de estar “a favor” de algo en elecciones de
los poderes políticos, y cómo es que no puede acabar de
materializarlo en un resultado concreto que responda a los intereses
de la mayoría de esa ciudadanía, como denuncian tantos activistas y
académicos de izquierda en esa nación. O se aprenda de las
lecciones de ese otro pueblo que votó “a favor” de unos
políticos que dijeron proteger la política de bienestar, que luego
confirmó en un Referendo masivo que rechazaba más ajustes fiscales
que los que ya había sufrido, y luego el poderío imperialista
mundial le demostró lo poco que valían sus derechos y su
democracia.
Yo trabajo, también, por la
democracia. Pero espero una Democracia de trabajadores, donde
realmente una persona valga por su humanidad y no por su dinero.
Donde las decisiones políticas reflejen consensos populares sobre el
bienestar común y donde quienes, aparentemente, dirijan, en realidad
obedezcan este sentir; en vez de destacarse como expertos
manipuladores y enajenadores de voluntades de masas.
A quien me venga a hablar de Derechos
Humanos, yo también estaré de acuerdo. Pero no si su versión
incluye islotes protegidos, de gente rica, rodeadas de océanos de
villas miseria; con fuerzas policiales represivas que asesinan una
persona inerme –preferiblemente un negro– a la semana; asediados
por olas de inmigrantes y cadáveres de niños del Tercer Mundo
recalando sobre sus playas.
Sería simplemente un suicidio, para el
Observatorio Crítico y colectivos semejantes, para todos nosotros
como Nueva izquierda cubana, aceptar este convite. De sentarnos a
esta Mesa, no sacaremos sino comején. La historia de los movimientos
revolucionarios y obreros demuestra, exhaustivamente, que las fuerzas
progresistas que se alían a sectores cualesquiera de la burguesía,
pierden aceleradamente su orientación; los programas revolucionarios
que alguna vez pudieran haber abrazado, se les disuelven
indefectiblemente. Se tornan un instrumento más de la derecha, con
la función del “policía bueno”, para apaciguar las conciencias
y la intranquilidad de la clase trabajadora.
Así que, el que quiera, que acuda a
esa Mesa; pero le recomiendo que no pierda su tiempo invitándome.