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14 de mayo de 2011

Con el alma en cueros

A una amistad nuestra, ciertos funcionarios lo trataron como a un tunante porque, le dijeron, tiene manifestaciones impropias -ese es mi eufemismo, no es necesario profundizar. Es un amigo de los que tiene una intensa actividad intelectual, filosofa y comparte con nosotros sus ideas, en nuestro bregar analizando y proponiendo y exhortando a encarar los defectos de nuestra sociedad para construir un socialismo cada día mejor, más pleno y democrático. Eso, a veces, resulta ser más azaroso de lo que pudiera parecer, especialmente cuando se choca y critica inevitablemente a la burocracia y la corrupción. Aunque no se haga sino seguir la convocatoria del general en jefe, Raúl Castro.

Poco tiempo después, a otra persona que conocimos brevemente, la trataron con similar desconsideración. Este es un académico estadounidense que estaba en sus investigaciones sobre ciertos fenómenos de la internet, y que vino a Cuba para entrevistarse con los blogueros que pudiera encontrar, fueran de derecha, izquierda, de alante o de atrás. Lo recriminaron particularmente por venir como turista en vez de pedir permiso como investigador. A mí me parece hasta irónico, teniendo en cuenta la cantidad de extranjeros que vienen como científicos a eventos, cursos, conferencias y esas cosas, y dedican mucho tiempo a investigar las propiedades gustativas de nuestro ron -muy buenas, sin duda-; la meteorología y el clima en Varadero, Cayo Coco y otros balnearios; y la antropología en nuestros y nuestras compatriotas dotados por la naturaleza con generosas condiciones físicas para mostrar la más íntima hospitalidad al visitante extranjero. Me recuerda también un estandarte que se ha enarbolado mucho, que es que cuando vengan muchos turistas, especialmente norteamericanos, ello es muy bueno y maravilloso, incluso mientras más en contacto entren con nuestro pueblo para que vean cómo somos y cuán plenamente vivimos la libertad de construir nuestra sociedad de manera independiente y soberana. Y que en el carril 2 de la Ley Torricelli, el de favorecer los contactos pueblo a pueblo, iba a salirles el tiro por la culata a los imperialistas, porque se iba a revelar allá esta realidad que hoy pueden darse el lujo de distorsionar mediante el monopolio de los medios de información. Bueno, para este compañero estadounidense que trajo una grabadora como herramienta básica de trabajo, eso no se cumplió, y ahora las va a tener difícil para regresar a nuestro hermoso archipiélago.

Una cosa que tuvo en común ambos incidentes, es que las personas que intentaron proyectarse intimidatoriamente sobre nuestros compañeros, parecían muy orgullosos de saber detalles muy precisos de lo que decimos y pensamos. Y según parece, nosotros debíamos sentirnos preocupados porque ellos “tienen ojos y oídos en todas partes”.

Pero señor.

Es mi sentir, y creo también que el de la mayoría de mis compañeros, que no tenemos nada que ocultar. Divulgamos todo lo que se produce en nuestros encuentros. Si hay alguien con complejo de Gran Hermano, tal vez lo más cómodo para esa persona sería mandarnos una dirección de correos, y tendríamos mucho gusto en enviarle las minutas -aunque seamos un poco descuidados al facturarlas, eso sí. Si quiere, que venga abiertamente cuando tengamos una reunión -tampoco son secretas. Nos alegrará que participe en nuestros debates, escuchar sus criterios y que, por su parte, escuche los nuestros. Con seguridad, ellos son de los que más se beneficiarán de participar en estas elucubraciones.

Qué diferencia con otras situaciones, ¿eh?

Ya es evidente, por ejemplo, que nunca nos enteraremos oficialmente de quiénes fueron los que se sentaron a cocinar la propuesta de Lineamientos para el Congreso del Partido. Que nunca sabremos la composición final de los delegados a dicho cónclave. Que nunca sabremos los resultados generales de las campañas que efectúa la Contraloría General de la República -conste, que somos fans de esta última. Que parece que solo nos enteraremos fragmentariamente del sentido y los componentes de un cierto plan quinquenal en el que está insertado el gobierno o el Estado cubano -o el Partido, o cualquier combinación de los tres- para llevar los asuntos públicos de nuestro país, plan que empezó en este 2011 según anuncios del General en Jefe. Que no nos enteraremos que van a cerrar o a abrir más centrales azucareros hasta el día que baje la orden terminante. Que nunca nos enteraremos de cómo se evalúa la actuación de cada ministro, excepto en los casos muy sonados en que estallan escándalos de corrupción que terminan con el sujeto en la cárcel. Que no sabremos cómo se toman las decisiones de cuáles trabajadores o deportistas pueden ser autorizados a trabajar afuera y cuáles no, entre otros muchos ejemplos de cuestiones que un ciudadano o ciudadana, elemento celular del organismo social, podría sentirse empoderado para conocer.

Qué bonito sería que todos los componentes de este conjunto pudiéramos enarbolar el orgullo de andar “con el alma en cueros”.

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