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29 de octubre de 2015

El ciclo progresista latinoamericano y la baza marxista (I)


En un punto de la discusión sobre si ocurre o no el fin del ciclo progresista de América Latina, yo me puse a especular sobre las posibles consecuencias de tal fenómeno para nosotros, desde el punto de vista económico. Yo pensaba darle unas vueltas a la noria política pero, francamente, me sentía inferior al propósito.

La segunda intervención de Ángel Guerra Cabrera está dedicada, como la primera de ese autor, a negar el posible retroceso de la izquierda latinoamericana. No quería yo entrar en contradicción directa con aquel ponente, pero sí tomo ese pie para exponer algunos criterios que me parecen oportunos.

Y es que, en el texto aludido, se encuentran expuestos varios puntos que parecieran reunidos ex – profeso para ilustrar lo que los revolucionarios marxistas han explicado y criticado insaciablemente, como los flancos débiles de las políticas de izquierda al centro y sur del continente. Guerra Cabrera solo encuentra, en la crítica socialista marxista, “incapacidad y rígidos esquemas”. Sin embargo, al intentar dar sus argumentos, no se percata que simplemente refuerza la razón de cada una de tales críticas.

La desaparición de Hugo Chávez, lamentable sin duda alguna, puso en evidencia aquella debilidad del movimiento bolivariano de la dependencia de una figura carismática. No cuajó en Venezuela un poder organizado desde las bases, donde la clase trabajadora y los vecindarios rigieran democráticamente la nación en busca del socialismo. En lugar de ello el sistema verticalista, ahora con Nicolás Maduro al frente, lidia dificultosamente con todas las maniobras de la oposición de derecha, más las manifestaciones de corrupción y burocracia internas que eran de esperar. En la obra póstuma de Chávez, El golpe de timón, tal vez se hubieran encontrado algunas directivas claves de giro sobre el tema pero, desgraciadamente, no llegaron o no se han tomado en cuenta a tiempo.

La carencia de una organización del poder económico y político desde las bases, democrática y autogestionada, fue característica no solo de Venezuela, sino también de las otras naciones que participaron de este tipo de gobierno. Ni en Brasil, ni en Argentina, ni en Ecuador, por poner algunos ejemplos, se transformó la estructura de propiedad de los medios de producción. Las nacionalizaciones efectuadas dejaron recursos bajo el control de los Estados, pero no de las clases proletarias organizadas. Pudieron efectuarse, de tal suerte, algunas políticas redistributivas que aliviaron la pobreza, pero no resolvieron sus causas sistémicas. Luego, con la crisis y la contracción económica mundial, no pocos de tales avances han de retroceder frente a políticas de ajuste fiscal implementadas por los mismos movimientos políticos que las combatieran no hace mucho.

Guerra Cabrera refiere también que los esfuerzos de estos gobiernos ahora se desvían por la necesidad de enfrentar al enemigo interno. A las fuerzas de derecha, en ofensiva en cada una de estas naciones. ¡Naturalmente! El analista acumula, sin percatarse, más elementos todavía para evidenciar las limitaciones de sus favoritos.

Como es sabido, las fuerzas que revirtieron parcialmente el neoliberalismo en Latinoamérica, no fueron los clásicos movimientos de masas de personas trabajadoras, orientadas por las teorías revolucionarias marxistas. Eran más bien movimientos mixtos, poli clasistas, con grandes capas de la mediana y pequeña burguesía afectadas por el dominio de los grandes capitales financieros y especulativos mundiales. Les afectaba y se oponían, por lo tanto, al neoliberalismo, pero no al capitalismo propiamente dicho. El proletariado podía ser, en todo caso, un invitado con poca voz, y aspiraciones limitadas en tales convites. Pudo obtener mejoras salariales, algunas concesiones laborales, pero los derechos primeros y últimos sobre los medios de producción siguieron siendo burgueses.

Se evidencia cómo hay que tomar en cuenta, obligatoriamente, los aspectos de la globalización. Y es que esta, inaugurada por el mundo moderno desde hace mucho más tiempo del que se piensa, no es casualidad. El avance de las fuerzas productivas bajo el estímulo del capitalismo rebasó las fronteras de los Estados nacionales y empezó a empujar las relaciones del mercado a niveles internacionales, fácilmente, desde la época de los viajes de Cristóbal Colón. La organización económica contemporánea del mundo ha sido obra de pujas entre imperialismos, y nuestro subcontinente ha recibido el rol subordinado de mercado de consumo de sus mercancías y suministrador de materias primas.

Para lograr avances sociales y económicos permanentes, no cabía sino aplicar métodos revolucionarios. Eso implicaba romper con el rol secundón, y desarrollar fuerzas productivas capaces de competir y vencer a la de las potencias tradicionales. Estas fuerzas podrían encontrar vías libres de las crisis periódicas de la economía mundial, pero solo si se basaran en principios socialistas. Y nacionalizar formalmente una industria o una fuente de recursos naturales no era suficiente si, bajo la forma estatal, permanecía de todas maneras bajo el control de un estamento burocrático estatal, una burguesía en parte nueva y en parte la misma de antes. La socialización real, bajo el control democrático de las fuerzas trabajadoras, de la economía, industria, servicios, finanzas, hubieran sido el objetivo y garantía últimos de estos avances.

Solo así se lograría la necesaria independencia y soberanía, para contrarrestar los efectos de depreciones económicas mundiales y no retroceder drásticamente en los avances alcanzados como ocurre en estos momentos en Venezuela, Brasil, Ecuador, etcétera. La extensión de los movimientos de izquierda por varios países del continente hubiera podido crear los lazos y los reforzamientos mutuos necesarios, de haberse aceptado los principios del internacionalismo. Estos no son tampoco ningún invento reciente, pues se supieron desarrollar desde los tiempos de las Internacionales Comunistas; aunque algunas de estas tuvieron también sus períodos de pobre consecuencia política, dejaron la teoría bien abonada.

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