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26 de febrero de 2008

MEMORIAS 2008: La literatura escrita por mujeres apasiona en la Feria

Hoy asistí, en el marco de la XVII Feria internacional del Libro en La Habana, a una actividad que había marcado con antelación. Escritoras de la hermana delegación gallega dieron una conferencia sobre el tema del papel de la mujer en la literatura de aquella región. La poeta Antía Otero moderó la mesa, en la que se presentaron otras tres mujeres de brillante intelecto y fecunda obra escrita.
Rosa Aneiros anunció una intervención beligerante, pues las intervenciones sensacionalistas y superficiales de ciertos periodistas la han colmado en los últimos tiempos. Su intervención, explicó, recogía su experiencia en los últimos años, sobre la relación del género y las publicaciones, el género en la literatura y su tratamiento por los medios de comunicación. Se cierne siempre sobre las escritoras la sombría sospecha de que, si escriben, lo hacen por su condición de mujeres; si se les publica, se debe a que son mujeres y que, la manera en que escriben, les viene dada por su condición de mujeres.
Ante estos estereotipos, Rosa Aneiros reivindica con firmeza su condición de mujer y de escritora. Sí asume un punto de vista subjetivo: es una creadora. Escribe así porque le da la gana, como quiere y cuando quiere hacerlo. Rechaza la etiqueta de escritura femenina, pues es un marcador típico de la sociedad patriarcal. No obstante, transige con el término, pues se ha vuelto un distintivo necesario para la promoción y venta de las obras que ellas escriben. Lo que estas contienen no cabe dentro de esa simple clasificación; desde ellas se emiten poderosas voces que hablan de identidad; que abordan los temas de la lengua; que subvierten los discursos del poder. La literatura refleja, concede, las condicionantes adquiridas en una sociedad muy disciplinante, pero también presenta, y ahí está el gran empeño, la actitud que asume el autor ante ese mundo. Sus personajes protagónicos son predominantemente mujeres por la misma razón por la que los personajes protagónicos de los escritores masculinos son hombres. Ni siquiera puede hablarse, recalcó, de un bloque homogéneo de escritoras “cargando contra las barricadas del sistema de patriarcado”. Como es de suponer para cualquier mente sensata, existen escritoras extraordinarias, simplemente buenas, innovadoras y conflictivas, políticamente correctas, domesticadas y mediocres. La realidad es mucho más rica y matizada que el conflicto maniqueo de apocalípticas versus integradas. Su realidad, como persona, es mucho más que la de una anatomía femenina; se enraíza en el seno de la familia en la que creció, con ciertas características y distinta de las características de otras familias; absorbió un conjunto de experiencias vitales mientras estudiaba su carrera universitaria; en resumen, responde a un conjunto de circunstancias entre las que no se debe obviar la de ser blanca, en un país del primer mundo, y la mentalidad del racismo la favorece sin méritos de su parte: son realidades que no desconoce y las hace blanco de las correspondientes condenas.
Marta Dacosta prefiere el término de literatura escrita por mujeres, que el de literatura femenina. A pesar del auge de los últimos años, reflexiona, las escritoras aún están lejos de alcanzar la paridad con sus colegas varones en cuanto a espacios ocupados en todos los ámbitos, en un fenómeno similar al que le ocurre a los escritores jóvenes, de cualquier sexo. Hablar de literatura femenina puede servir como herramienta táctica, en pro del fin necesario de alcanzar la igualdad, momento en el que el dichoso término se puede echar a un lado. Estas mismas razones son válidas para la preparación de antologías femeninas.
A la vista de todos se encuentra la trascendencia de la literatura escrita por ellas. Un aporte relevante es el hecho de enriquecer el panorama narrativo, con temas y escenas desdeñados por la filosofía machista. “Cosas de mujeres”, el espacio doméstico y el cuerpo femenino reivindicaron su presencia como preocupaciones genuinas del 50 % de la humanidad. Incuestionable tradición histórica apoya este sentir: la reverenciada Rosalía de Castro defendió con la misma firmeza su dignidad de mujer y escritora, como el orgullo por su nacionalidad.
Si Marta Dacosta escribe de su familia, si se detiene en los detalles cotidianos de la vida de su bisabuela, es porque esa es su historia, la de seres humanos que sufrieron y sintieron esperanzas y amor, y porque si ella no los aborda, nadie más se ocupará de ellos. Bastante misoginia se revela en el pretendido auge de la literatura femenina gallega a partir de los años ´90 del siglo pasado, cuando escritoras de gran calidad vivieron y produjeron copiosamente antes de esta época. Este período, no obstante, tiene el mérito de producir una loable renovación de los temas y los desafíos a muchos mitos consolidados en el panorama imperante.
Teresa Moure pagó el precio de ser la última en exponer y se vería obligada a volver sobre algunos tópicos tocados por las que le antecedieron. Expresó que sería menester la extensión y profundización de más lazos con el pueblo de Cuba, y nos deseó prosperidad y suerte.
En su plática, refirió los disímiles enfoques con que han sido discriminadas las mujeres por parte de científicos, filósofos, políticos y demás personalidades del mundo patriarcal. Coincidió con sus colegas en que la dedicación de un espacio al feminismo en una actividad como esta feria del libro, puede ser una engañosa forma más de paternalismo y de marginalización, especie de concesión políticamente correcta para complacer con una mísera dádiva. No obstante, anunció, que las mujeres puedan leer y tengan un micrófono para hablar, es una oportunidad que nunca va a desperdiciar.
Las mujeres tienen que resignarse a las ambigüedades de una conflictiva inclusión en documentos como los Derechos del Hombre, y una explícita exclusión de productos tipo colonias para hombres. Las han encajonado en espacios como los de literatura feminista, y de ahí no les quisieran dejar salir. No se trata de desdeñar la grata compañía de las colegas ponentes, pero es sintomática la ausencia de hombres en estos espacios. La simplificación y superficialidad en el tratamiento de la noción de género y feminismo degenera en fracaso cierto.
La historia ha enseñado a su pueblo los valores nacionalistas, y el ser feminista se debe tornar ética, apuesta libertaria y urgente que no debe asimilarse en un modo políticamente correcto por las instituciones del patriarcado. El derecho a la igualdad no es tan significativo, alegó, como el derecho a ser diferente.
Estas ideas no calan con facilidad en un inconsciente colectivo modelado por siglos de adoctrinamiento. Se describen en la literatura, por ejemplo, muchos más asesinatos que partos. Y no todas las personas son asesinadas, pero todas tienen que nacer. El pensar machista acorrala esferas completas de las vidas de las personas fuera de los escenarios artístico-literarios. Frente a esta realidad, no se trata de defender meramente una identidad basada en la anatomía, sino de subvertir, rescatar los temas y sentires de los personajes tradicionalmente marginados.
Las abuelas de nosotras, contó, nos consideran afortunadas por vivir en esta época. En efecto, hoy la mujer dispone de muchos más espacios, en el plano material, en su educación, en el campo legal, en el de su sexualidad. Las mujeres del pasado, discriminadas con crueldad mucho mayor, fueron capaces de escribir en aquellas calamitosas condiciones, y animaron tanto a sus hermanas como a su nación, a seguir esforzándose por realizar sus valores y esperanzas.
Terminadas las exposiciones, las escritoras y el público intercambiaron apasionadas opiniones. El tema está lejos de agotarse; allende y aquende el Atlántico hay mucho camino por recorrer juntos, mujeres y hombres, en pro de que en materia de literatura, de derechos, de dignidad, no existan nunca sectores ultrajados. Gracias, amigas escritoras, por la lección que ustedes significan.
Publicado por primera vez el 23 de febrero de 2008, en el sitio de la Feria Internacional del Libro de Cuba: http://www.cubaliteraria.com/feria/index.php?comp=cobertura&id=154

3 comentarios:

Angie Simonis dijo...

Muy interesante esta entrada en cuanto a la reflexión que suponen las etiquetas lingüísticas como literatura femenina o escrita por mujeres. Yo prefiero la segunda (aunque sea más larga), por poseer una carga semántica más contundente: "mujeres", mejor que "femenina"...
Una vez reflexioné sobre ello y propuse el término "mujerista". Creo que tanto fonética como semánticamente connota más identificación con las mujeres de hoy. Las mujeres deberíamos animarnos a inventar constantemente nuevos términos porque haciendo lengua hacemos realidad; nos contiene la mesura, el exceso de prudencia, y un cierto temor ancestral a contravenir la norma que nos ha educado, aunque sea la ortográfica.
También creo que los términos que en un momento fueron válidos y mostraban nuestra realidad han ido evolucionando con el tiempo, y muchos de ellos han pasado a disposición del patriarcado.
No soporto, por ejemplo, el de "estudios de género"... ¿por qué decir "de género" cuando se quiere decir "de mujeres"? Hay muy poca investigación realmente de género (y lo sé bien, que investigo el tema del lesbianismo) y creo que son dos cosas diferentes, aun con su complementariedad inevitable.
Me lo confesó una profesora de la universidad: decimos "de género" para no decir "feministas" porque suena muy agresivo... Hay que pedir permiso para entrar en la universidad y empezar por una palabra amable, que suene inofensiva..."de género".
Me encantan las instituciones y estamentos que abrazan con entusiasmo la veracidad de las palabras en cuanto a lo que representan: "Instituto de la Mujer", "Concejalía de la Mujer", "Centro de Estudios de la Mujer"
Que las mujeres somos más numerosas estudiando el género, incuestionable...
Pero no somos "el Género"... Hay varios estadios de género y algunas modalidades, que yo sepa...
Como tampoco, hilando fino, debería ser "de la Mujer", sino "de las Mujeres" (y sí, con mayúscula)...

Anónimo dijo...

Opino que el gran desafío para la mujer que escribe se centra en estos últimos años en el género teatral.Existen en la literatura española muchas buenas escritoras que cultivan este difícil género y que se topan con cientos de dificultades para ver publicados sus textos y especialmente para ser representados en escena. Esto debe solucionarse cuanto antes.

Angie Simonis dijo...

además, el teatro, a pesar de los esfuerzos evidentes de algunos sectores, está en declive si lo comparamos con su repercusión en otros siglos. Se están haciendo más cosas en este sentido en el terreno cinematográfico, aunque siempre abruma la mayoría masculina, y, más concretamente, en la parcela del cortometraje (con menos difusión,por desgracia) donde la mujer está consiguiendo verdaderas joyas.