NOTA DEL EDITOR
El siguiente artículo NO REPRESENTA el criterio del colectivo
Observatorio Crítico. Pero apareció como respuesta a un material de un
miembro de nuestro colectivo (Rogelio Díaz), publicado con anterioridad,
planteando el debate correspondiente. Luego Díaz (o sea, yo) trabajó
(trabajé) en un nuevo artículo en respuesta a la respuesta de Farber.
Para que se pueda entender todo el asunto, consideramos que hacía falta
publicar lo dicho por el señor Samuel Farber. Después de todo, en Cuba
ha salido hasta por la televisión nacional, la intervención del ex
presidente de los EE.UU, James Carter, en la Universidad de La Habana
recomendando “lo bueno” del capitalismo. En fin, éste es el material de
Farber. Las críticas o los elogios que estimen convenientes los
lectores, se los dedican a él.
El artículo respuesta de Rogelio Díaz (el mío) saldrá en breve en este mismo sitio.
Sobre el Unipartidismo. Un comentario acerca de las tesis de Rogelio M. Díaz Moreno
Por Samuel Farber*
I
En Cuba el multipartidismo es un tema muy controvertido con el que muy
pocos críticos de izquierda del régimen cubano han querido lidiar. Es
por eso que le agradezco a Rogelio M. Díaz Moreno su artículo “La izquierda y el multipartidismo en Cuba. Una mirada clasista”
que apareció recientemente (en dos partes) en la Red Observatorio
Crítico. Es para profundizar en ese tema que aquí expongo los siguientes
comentarios a dicho artículo.
Vayamos por partes: En primer lugar, la
abolición del unipartidismo cubano no es la misma cuestión que el
sistema político que lo reemplazaría, tenga este muchos o ningún partido
político. En realidad el PCC no es un partido -lo que implicaría la
existencia de otros partidos- sino un monopolio político, social y
económico de la sociedad cubana. Este monopolio -refrendado por la
Constitución del país- se basa, entre otros mecanismos autoritarios, en
el control de la sociedad cubana a través de las así llamadas
organizaciones de masas que funcionan como correas de transmisión de las
decisiones tomadas por el PCC. La CTC, por ejemplo, es la correa de
transmisión que le permite al estado cubano mantener su monopolio de la
organización de los obreros cubanos. Creo que Rogelio y yo estamos de
acuerdo que los obreros (y el resto de los cubanos) deben tener el
derecho de organizarse independientemente del PCC para así poder luchar p
or sus intereses lo que necesariamente implica la abolición del sistema
de partido único y de las organizaciones de masas como las correas de
transmisión de ese partido.
El sistema imperante en Cuba parece ir en vías de una transformación,
que probablemente se va a acelerar después que los lideres históricos
de la revolución hayan fallecido, al modelo de capitalismo de estado de
estilo sino-vietnamita bajo la dirección del PCC. Por lo tanto, aunque
las circunstancias históricas cambien significativamente, la necesidad
de que el sistema de monopolio de partido único con sus correas de
transmisión sea abolido continuará en vigor.
Los partidos politicos modernos comenzaron en el siglo diecinueve a
medida que se expandió el sufragio y que sectores de la clase
gobernante, al sentirse amenazados, se organizaron políticamente para
defender sus intereses de clase, típicamente en partidos liberales,
conservadores y a veces cristianos. Han habido ocasiones en que los
partidos gobernantes representaron a una sola y a toda una clase social,
como sucedió en various períodos con los Tories en Inglaterra. Pero lo
que históricamente ha sido mas frecuente es que diferentes partidos
representen a diferentes sectores de la clase gobernante. Liberales y
conservadores no solo representaron conflictos materiales dentro de las
clases gobernantes, como por ejemplo los intereses de los grandes
terratenientes contra los de los nuevos capitalistas industriales, sino
también conflictos ideológicos de origen pre-capitalista sobre el rol y
poder de la Iglesia Católica en la sociedad.
Aparte de representar intereses de sectores de las clases
gobernantes, estos partidos también incorporaron a sectores intermedios
de la sociedad, como profesionales independientes y pequeños
comerciantes, y trataron de cooptar anhelos y luchas populares de manera
que no amenazaran los intereses fundamentales de los poderosos. En
muchas ocasiones, los llamadas estratos y clases medias también
organizaron sus propios partidos políticos especialmente en sistemas
parlamentarios con representación proporcional que históricamente han
propiciado la creación de numerosos partidos. En la historia política de
Cuba, tenemos el caso del Partido Ortodoxo fundado por Eduardo Chibás,
un partido basado principalmente en las clases medias pero con un
creciente apoyo multiclasista. El hecho que este partido aceptara
implícita o explícitamente al capitalismo cubano, no quiere decir que
era una expresión o tenía una relación orgánica con las clases gobernant
es.
O sea que históricamente hablando la relación entre clase y partido
no ha sido unívoca; la clase gobernante no es un monolito y generalmente
no ha sido representada por un solo partido. Ciertamente, este tambié
ha sido el caso con la clase obrera, cuya representación ha sido asumida
por partidos tan diversos como los social demócratas, los comunistas y
los social cristianos. En el caso de la social democracia en su etapa
clásica cuando representaba a la clase obrera a través de sus estrechos
lazos con los sindicatos, sus crecientes tendencias conservadoras no
eran de índole meramente ideológicas sino representaban también el
desarrollo de la burocracia sindical cuando esta, basada en el poder que
habían adquirido los sindicatos, tuvo la posibilidad de extraer
concesiones, a veces significativas, de las clases gobernantes. Estas
concesiones ayudaron a desmobilizar a los obreros y de esta manera
solidificaron a una burocracia más preocupada p or proteger sus copiosas
inversiones en la infraestructura sindical que en arriesgarlo todo en
pos de un rompimiento de tipo revolucionario (como en la Europa de la
primera postguerra) o en resistir al belicismo imperialista (1914). Esta
fue la historia de la muy poderosa y supuestamente marxista y
revolucionaria (puesto en duda por Max Weber antes que Lenin se diera
cuenta) Social Democracia alemana cuyo modelo burocrático-oligárquico
fue retratado por el sociólogo italo-alemán Roberto Michels en su
clásico Partidos Políticos.
Con respecto al partido bolchevique de Rusia: aunque tanto el
estalinismo como los apologistas de la guerra fria en el mundo
occidental mantuvieron el mito de que no hubo diferencia alguna entre
los Bolcheviques y los estalinistas, muchísimos historiadores (Stephen
Cohen, Alexander Rabinowitch y William Rosenberg entre otros) han
demostrado que ese partido revolucionario en realidad fue, antes del
proceso de degeneración burocrática que comenzó con la guerra civil de
1918-1920, bastante pluralista y democrático. Entre muchísimos ejemplos,
puedo citar el hecho que aunque líderes bolcheviques como Kamenev y
Zinoviev se opusieron a la revolución de octubre, continuaron siendo
importantes líderes del partido después de la revolución, y que aunque
Bukharin públicamente adoptó y agitó por una línea radicalmente opuesta a
la de Lenin con respecto a la paz de Brest-Litovsk en 1918, permaneció
como dirigente del partido por muchos años después. Lejos de la “unidad
monolítica” defendida por los hermanos Castro, los Bolsheviques se
caracterizaron no solo por la pluraridad de posiciones, sino por una
tendencia crónica al faccionalismo que generalmente no obstaculizó la
“unidad en la acción”. Es por todas estas razones que hace casi 80 años
León Trotsky en La Revolución Traicionada criticó duramente la teoría estalinista sobre los partidos y las clases sociales que trataba de justificar el unipartidismo:
En la realidad las clases son heterogéneas; se desgarran por
antagonismos internos, y obtienen la solución de sus problemas communes
solamente a través de la lucha interna de tendencias, grupos y partidos.
Es posible, con ciertas reservas, admitir que un partido es parte de
una clase. Pero -dado que las clases tienen muchas partes-, algunas
miran al futuro y otras al pasado, una misma clase puede crear varios
partidos. Por la misma razón un partido puede estar basado en partes de
clases diferentes. En todo el curso de la historia política no se puede
encontrar un solo ejemplo de un partido correspondiendo a una sola clase
-desde luego, provisto que uno no tome la apariencia políciaca como si
esta fuera la realidad.
Con respecto al pluripartidismo de las sociedades capitalistas, no
cabe duda que ha habido un serio deterioro de la demócracia política a
través del mundo, lo que se refleja en el hecho que los partidos
políticos tienen menos y menos contenido substantivo y están sujetos a
las exigencias de las formas más superficiales de mercadotecnia
política, una tendencia que ha sido agravada por el costo
extraordinario, especialmente en los Estados Unidos, del uso de los
medios masivos de comunicación en las campañas políticas, a los cuales
los nuevos movimientos sociales y los candidatos que se oponen al
sistema no tienen acceso. Al mismo tiempo, las instituciones
parlamentarias han declinado, con el poder ejecutivo asumiendo muchos de
las funciones parlamentarias, utilizando la doctrina de secretos de
estado para ampliar y proteger su poder. Dada esa situación, no
sorprende que la apatía e ignorancia política y la abstención se han
convertido en car acterísticas importantes de la democracia política
capitalista. Mientras que estas son fatales para cualquier concepción de
la democracia basada en la participación y control de una ciudadanía
activa e informada, son definitivamente convenientes y muy funcionales
para un sistema capitalista que estructuralmente privilegia al poder
económico y corporativo a expensas de la regulación pública y del
control democrático desde abajo.
Pero supongamos por el momento que el sistema unipartidista en Cuba
acabe por abolirse. Querámoslo o no, surgirán nuevos partidos una vez
que la represión y los obstáculos legales y constitucionales hayan
cesado. ¿Vamos a pedir que se supriman esos nuevos partidos por la
fuerza o vamos en vez de éso, entrar con la manga al codo en la lucha,
propaganda y agitación política e ideológica contra la inevitable ola
reaccionaria y neoliberal que generalmente ha sucedido al comunismo
burocrático a través del mundo? Dadas esas circunstancias, pudiéramos
luchar, por ejemplo, por una nueva Convención Constituyente para debatir
públicamente la cuestion crítica de lo que deber ser la sociedad que
reemplace al comunismo burócratico, debates que incluirían, por
supuesto, nuestros argumentos a favor de la construcción de un
socialismo basado en la democracia y la libertad. Ese debate además
sería una estrategia para evitar que inmediatamente se proc eda a
campañas electorales y sus mercadotecnias enfocadas no en programas
políticos sino en individuos, muchos de ellos financiados, entre otros,
por los cubano-americanos ricos de Miami. Dada esta posibilidad
plutocrática, habría también que luchar por el financiamiento
exclusivamente público de toda actividad electoral, incluyendo el libre
acceso a los medios masivos de comunicación y distribución de fondos
públicos de acuerdo al respaldo popular de cada grupo político.
Pero supongamos el caso óptimo -y desafortunadamente poco probable
bajo las circustancias existentes- de un amplio movimiento de masas
reemplazando al unipartidismo burocrático con un socialismo
revolucionario y democrático basado en las mas amplias libertades y en
la autogestión obrera, campesina y popular. En ese caso, que
significaría la unidad por la cual Rogelio aboga? Al grado que existan
intereses comunes tanto materiales como ideológicos y políticos, se
debería tratar de lograr la unidad a través de actividades políticas
conjuntas y negociaciones con el fin de realizar alianzas basadas en
principios e intereses políticos compartidos. Pero esta no tiene por qué
ser la “unidad monolítica” propagada por Raúl Castro y otros líderes
revolucionarios que ha significado la censura y la supresión de puntos
de vistas diferentes aún dentro de las filas del gobierno
revolucionario. Como bien dijo Rosa Luxemburgo, la libertad es para
aquellos que piensan diferente. Es equivocado y peligroso asumir que no
habrá divisiones importantes tanto de intereses como de puntos de vista
entre las clases populares bajo un socialismo revolucionario y
demócratico.
No hay motivo para pensar que los conflictos de clase agotan los
posibles conflictos sociales, incluyendo aquellos basados en cuestiones
estrictamente materiales. Por ejemplo, una de las cuestiones
fundamentales de cualquier sociedad, sea esta capitalista o socialista,
es la tasa de acumulación, o en otras palabras, que parte del producto
económico se consume inmediatamente y que parte se ahorra para asegurar
la reproducción de la sociedad y la mejora de las condiciones de vida.
En el capitalismo esto se decide a través de las decisiones de la clase
gobernante dentro del marco de la economía de mercado que favorece y
consolida su poder. Bajo el socialismo, esta decisión afectaría a todos
los sectores y grupos sociales dado que determinaría los recursos
disponibles en cada centro de trabajo y comunitario. Por lo tanto, es de
esperar que surgirían diferencias entre, por ejemplo, los que están más
a favor de pasarla bien hoy y los que están pre ocupados por el nivel
de vida de las generaciones futuras. Podemos fácilmente imaginar que esa
no sería la única fuente de divergencia y conflicto entre la gente. En
ese caso, ¿cómo se organizarían esas diferencias y conflictos en
alternativas coherentes y sistemáticas para que las grandes mayorías
puedan decidir demócraticamente el futuro de la nación en sus lineas más
generales? Esa sería la función crítica de los partidos políticos bajo
el socialismo, educando y agitando a favor de visiones alternativas del
rumbo que la sociedad pueda o deba tomar. Esto incluye una gran variedad
de decisiones como las prioridades económicas con respecto, por
ejemplo, al rol de las exportaciones de materias primas, y la política
exterior del país.
Por otra parte, bien sabemos que los partidos políticos, así como
muchos otros tipos de organizaciones, han mostrado pronunciadas
tendencias burocráticas y oligárquicas. Pero hay medidas que se pueden
adoptar para compensar y combatir dichas tendencias, como combatir la
apatía y abstencionismo entre las bases a través del debate democrático y
el continuo ejercicio del poder en la práctica. Una membresía activa,
informada e involucrada en los asuntos tanto de la sociedad como de los
partidos es la mejor garantía contra la burocratización. Pero eso no es
todo. Hay también medidas organizacionales que pueden contribuir a estos
fines, como lo es el control democrático local así como nacional de los
funcionarios de los partidos y de los sindicatos, y la máxima
transparencia con respecto a sus políticas y funcionamiento interno,
aparte del derecho de las bases de remover a cualquier líder a través de
referendos partidarios y sindicales. Hay gente que ha abogado por
prohibir la reelección de líderes partidarios y sindicales. Aunque esta
propuesta es digna de discussion, creo que sería contraproducente y
posiblemente antidemocrática y en todo caso no prevendría la
manipulación por parte de los lideres que hayan sido oficialmente
reemplazados.
Le agradezco a los compañeros y compañeras de la Red Observatorio Crítico
la oportunidad que me han brindado para presentar mis criterios sobre
el tema del partido único con la esperanza que continúe esta discusión
para esclarecer ideas en torno a un tópico tan importante como
controvertido.
* Samuel Farber nació y se crió en Cuba y emigró a Estados Unidos
antes del 1959. Ha escrito muchos libros y artículos sobre Cuba
incluyendo Cuba Since the Revolution of 1959. A Critical Assesment
publicado por Haymarket Books en el 2011
Kudos para The Lies we Told Each Other en AO3
-
Hay que dar las gacias y celebrar los pequeños éxitos. 7 de noviembre:
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Hace 1 semana
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