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12 de diciembre de 2014

Fracking en Cuba sí, fracking no

Primera parte: Por Olegario Leuman

Qué buena que es esta cosa del fracking.

Los problemas económicos que agobian nuestra economía, como bien lo ha apuntado el colega Erasmo Calzadilla, tienen como raíz la falta de energía. Cuba, históricamente, ha manifestado la carencia de grandes yacimientos de combustibles fósiles. De disponer de recursos energéticos abundantes, la economía nacional hubiera podido tomar un rumbo de crecimiento exponencial y sostenible, e impulsar el aumento del bienestar material y social.

La situación resulta crítica, pero permite avizorar una solución radical. Continuamente se generan avances en las técnicas extractivas. El ejemplo paradigmático está en los Estados Unidos, donde la metodología del gas de esquisto y el fracking han revitalizado viejos yacimientos. Los EEUU, que por el declive del petróleo convencional pasó de exportador al mayor importador de crudo, hoy tiene perspectivas reales de volver a convertirse en país exportador.

En Cuba se explotan algunos yacimientos de crudo, sobre todo en la franja norte entre Matanzas y La Habana. Estos pozos, nunca muy grandes, envejecen aceleradamente y disminuyen su producción. En un proceso parecido al descrito anteriormente, podrían aplicarse estas técnicas modernas y regenerarlos, explotándo plenamente un potencial hasta ahora inaccesible. Los consorcios canadienses, brasileños y europeos, con estas tecnologías, serían aliados confiables en esta empresa que con nuestras propias fuerzas, obviamente, no podemos emprender.

El vuelco generable podría traer la prosperidad y el crecimiento que tan necesarios le son a nuestra economía. Cuba cuenta con el capital humano de alta calificación necesario y un clima de estabilidad muy apetecido. Las ventajas de la situación geográfica son evidentes, de aparecer esta fuente de energía tan cerca de los grandes polos consumidores de Europa y Norteamérica. De tener las condiciones, debe ponérsele todas las fuerzas a este empeño, por el bienestar y la prosperidad de todos.

Segunda Parte

Por Rogelio Manuel Díaz Moreno

Si yo atrapo a este Olegario, le aprieto su oleoso cuello hasta que lo estrangule. ¿A quién se le ocurren barbaridades como esta del fracking en Cuba?

Elaborar una sarta de afirmaciones aparentemente convincentes en pro de profundizar el comportamiento consumista e irresponsable es demasiado fácil. Sin embargo, hay que tener en cuenta esta capacidad, para permanecer alertas ante peligros reales y problemas que nos aplastan hoy y se multiplicarán mañana.

El desastre ecológico al que nos abocamos por el abuso del consumo de los combustibles fósiles, sin políticas ecológicas o de desarrollo sostenible, es algo ya estudiado y demostrado científicamente. Se podría guardar alguna esperanza en el hecho de que constituyen un recurso finito; de hecho, el petróleo convencional ya alcanzó su pico según no pocas fuentes. Claro, que los monopolios energéticos e industriales tienen otras perspectivas. De ahí que invirtan tanto en I+D y alcancen ciertos desarrollos tecnológicos que hubiera sido mejor analizar un poco más, desde los puntos de vista científicos, ambientales y sociales, antes de aplicarlos.

Como se ha expuesto en decenas de foros internacionales, el fracking es una tecnología extremadamente peligrosa, sobre todo por sus consecuencias ambientales. La inyección de agua mezclada en las capas profundas de la tierra, ciertamente, aumenta la producción, pero al precio de aumentar la contaminación de las fuentes de agua potable. Además de constituir, obviamente, un nuevo y fuerte consumidor uso de un recurso limitado como es el agua. Encima, hay bastantes señales de la generación de movimientos sísmicos, por los cambios de presión y movimientos dentro de la corteza que se generan.

En resumen, que no se puede decir a la ligera que usted va a aplicar tal o más cual recurso novedoso. Hay que tener en cuenta todos los inconvenientes que se pueden presentar, que con frecuencia los tiene que pagar aquel que no recoge los beneficios. Imagínense que la Sherrit viene y aplica el fracking, alegremente, en Boca de Jaruco. Recupera petróleo por valor de 30 o 40 millones de dólares, o 500 millones. Luego, un terremotico sacude a La Habana, la Vieja del Casco Histórico y la casi igual de vieja fuera del Casco. ¿Valdrá la pena? Seguro la Sherrit dice que sí y nuestros eméritos economistas la secundan.

El mundo llora por la conversión de su matriz energética a un perfil más ecológico. Conseguir esto sin causar el desastre y las hambrunas, probablemente exija combinarse con estrategias de decrecimiento de aquellas sociedades hiper ricas, de super consumo, además del rescate de las naciones más atrasadas. Creo que podemos aspirar a ello sin recurrir a tácticas tan peligrosas como estas que juegan irresponsablemente con la naturaleza o la destruyen despreocupadamente.

Y eso de los beneficios para todos de estas empresas grandotas, ya no convence tampoco. Los capitales crecen y se le multiplican a los inversionistas, pero al proletariado le queda muy poco. Por ejemplo, díganme cómo le va ahora a la población que sostuvo históricamente la producción azucarera de este país. Las fábricas de azúcar, cerradas o en régimen reducido, los recursos de suelos y aguas agotados o contaminados, y los pueblos y bateyes en la más decrépita decadencia. Y eso, sin estar haber sido administrados en cincuenta años por nigún empresario capitalista extranjero. Encima de eso, el petróleo ha manifestado consecuencias nefastas para muchas sociedades extractivistas del tercer mundo, por una serie de dependencias y deformaciones que genera en esas sociedades, desde el punto de vista económico y político.

Lo más preocupante es la facilidad con que las palabras de mi alter-ego se pueden volver realidad. Porque, ciertamente, no veo una verdadera, sólida garantía de que vaya a surgir ninguna oposición a montarse en ese carro, si llega a nuestra parada. Cada iniciativa desarrollista, de ese tipo inconsciente, mecanicista, ha sido acogida aquí más tarde o más temprano, sin reconocimiento, reflexión ni debate, mucho menos toma de decisiones colectivas en base a los criterios más integrales, con elementos económicos, sociales y ecológicos. Conste que yo no soy de los que lo niegan todo y se oponen, de plano; pienso que algunas cosas pueden ser más ventajosas que otras, y  vale la pena analizar los pro y los contra. Pero la costumbre es que nuestro gobierno termina por hacer lo que le da la gana a un grupo pequeño, con intereses sui géneris. ¿Recuerdan la polémica sobre los agrocombustibles? Primero se levantaron ciertas prevenciones, sobre todo porque a Fidel Castro, personalmente, no le gustaban. Retirado este, el avance de las plantaciones de esta naturaleza sale hoy hasta por el periódico Granma. ¿Ha habido alguna vez debate sobre los cultivos genéticamente modificados? Alguno ha habido, pero no ha afectado la postura de las autoridades sobre emplearlos todo lo posible.

¿Qué podemos saber hoy, el pueblo de Cuba no envuelto en el asunto, sobre los planes de la corporación CUPET? ¿Qué control podemos ejercer, como supuestos dueños de la empresa estatal socialista cubana del petróleo, sobre sus acciones, relaciones, inversiones a largo plazo, etcétera? ¿Qué garantías podríamos tener de que no se nos va a pasar gato por liebre, si en un futuro perfectamente posible, nos tratan de vender las “bondades” del fracking

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