Ya son dos veces la que he oído esta
inconsistencia en los medios masivos de divulgación de nuestro país.
La primera vez fue por la radio, en un espacio de corte educativo
infantil. La segunda, en un breve programa de la televisión.
Las dos veces se referían al mayor
general Antonio Maceo y Grajales, y a su título de Titán de Bronce.
Quien conozca solamente un tilín de historia de Cuba, ya sabrá algo
de la relevancia histórica de esta figura. Pocos cubanos reciben un
reconocimiento tan profundo y genuino como este, protagonista de las
mayores épicas de las luchas anticoloniales cubanas. En los
programas de marras, explicaban que el epíteto de Titán de Bronce
se lo había ganado por su heroicidad, sus campañas militares, y
nada más.
Pero una parte importante de la
trascendencia del hijo de Marcos Maceo y Mariana Grajales, del
carisma que lo acompaña, es su origen. Antonio provenía de una
familia negra, de la región oriental. No podemos olvidar que la
primera guerra de independencia fue iniciada y dirigida,
fundamentalmente, por personas de cierto rango, hacendados, abogados,
etcétera… mayormente blancos. Fue muy respetable el sacrificio que
hicieron todos, sin dudas, incluso aquellos que se alzaron sin
convencerse primero de liberar sus propios esclavos. Pero no caben
dudas de que, en este medio, para que un hombre como Maceo
descollara, tenía que tratarse de un ser excepcional. Y,
naturalmente, se ganaría una popularidad sin par entre los mambises
“de a pie” que se trasmitiría naturalmente a todo el pueblo
cubano digno.
El sobrenombre de “Titán de Bronce”
se lo ganó con cada jornada heroica, de inspiración para sus
hombres y pasmo de sus enemigos. El título se hizo popular por
reflejar el carácter inquebrantable, magno, de sus acciones y su
vida. Pero también por el color natural de la aleación referida,
usada en muchas estatuas, y oscura como la piel de hombres como el
propio Maceo y sus hermanos. Negra, también, como la piel de muchos
otros héroes gloriosos de origen igualmente humilde, como Guillermo
Moncada y Quintín Banderas, y otros tal vez menos conocidos.
Si Antonio Maceo hubiera sido un héroe
blanco, su sobrenombre se hubiera quedado solo en la parte de Titán.
No se hubiera añadido “de Plata”, o “de Alabastro”, ni nada
parecido. Como el de Ignacio Agramante fue, simplemente, El Mayor;
Máximo Gómez, el Generalísimo; José Martí, el Maestro o el
Apóstol. Todos ellos figuras excelsas, admirables, y admiradas. Pero
que al ser blancos, sus sobrenombres como héroes, no incluyeron algo
que era dado como cosa natural.
En el caso de Maceo tenía que ser
distinto por su condición en una sociedad donde la esclavitud
enquistó el mal de la discriminación. Por supuesto, el racismo
pertinaz no ha podido resistir la necesidad de arañar un poco una
imagen tan contundente de un hombre negro. De tal forma, se narra
que, en cierto momento, algunos falsos eruditos buscaron blanquear la
persona de Maceo, porque no podía ser que un negro, bueno, ustedes
ya saben. De todas maneras, más de un libro de historia anda por ahí
con imágenes del Titán de Bronce bastante pasadas por lejía. Se
puede hasta pensar que, si Mariana Grajales hubiera sido blanca, ya
la habrían proclamado Madre de la Patria. Porque conste, que ninguna
otra mujer ha merecido más el título.
Así que, en mi humilde pero rotunda
opinión, es necesario no desconocer este elemento trascendental de
la cultura y el sentimiento populares. Es verdad que en la sociedad a
la que aspiramos, la ciudadanía de Cuba y la integridad del carácter
serán lo único importante, desaparecida las artificiales
diferenciaciones entre negro, blanco, mestizo. Aún así, deben
respetarse hoy los sentimientos de orgullo y satisfacción que
despierta un héroe de esa talla, también por el motivo del color de
su piel; el motivo de orgullo e inspiración que significa entre los
normalmente excluidos, los relegados, los discriminados de siempre.
Incluso si se supera algún día para siempre el flagelo del racismo,
las personas y las luchas que contribuyeron en su momento histórico
con tal fin, merecerán eternamente nuestro respeto.
Así que quisiera enviar mi
exhortación, para los que preparan los guiones de los medios masivos
de divulgación. Y consiste en un llamado al respeto por los valores
históricos, culturales y sociales, que no se deben tratar a la
ligera. La próxima vez que vayan a explicar por qué a Maceo le
llamamos “Titán de Bronce”, tengan esto más en cuenta.
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