Hace poco gocé con una participación, si bien un tanto accidentada, en el congreso Oncología 2014, celebrado en el Palacio de las Convenciones de esta capital. El evento científico dedicado a la lucha contra el cáncer es uno de los más importantes de nuestro país. Algunas vivencias que experimenté merecerían tal vez contarse como modestas curiosidades.
Los ejemplos pueden hasta tener poco que ver con el Congreso propiamente dicho. Como el día cuando me impacté, al pasar por el lado de un salón con el cartel “Conversaciones de Paz de Colombia”. En los periódicos está que el gobierno de Bogotá y la guerrilla intercambian en La Habana, pero leerlo y chocar con ello producen impresiones diferentes.
En otra ocasión pasé por el lado de una gran mesa con tazas de café, claramente para una reunión paralela de otro tipo. Me hice el cándido y pregunté si era para los delegados como yo. Provoqué cierta confusión entre los camareros y, entretanto, escuché el vozarrón de Marino Murillo a través de la puerta a nuestro lado.
Según el cartel que en esta figuraba, los aleccionados por nuestro Zar de las Reformas eran los presidentes provinciales del Poder Popular. De nuestro lado, un compañero de guayabera que estaba a cargo, reaccionó con mucho tacto y orientó que se me ofreciera una de las tazas, con café y bombón incluidos. Los tomé, expresé cortésmente mi agradecimiento y seguí mi rumbo.
Pero debería comentar sobre lo relacionado con mi evento propiamente dicho. Por cierto, que conocí algunos tecnólogos de la salud, descontentos porque los dejaron fuera por no ser médicos o enfermeros u otra categoría con más derechos. Eso despertó mis manías subversivas y he empezado a sugerirles que hagan una asociación gremial, con la idea de representarse y defenderse mejor para el futuro.
El Congreso tuvo sus momentos más provechosos y otros simplemente ridículos. El más notorio de estos últimos que yo aprecié, fue una afirmación de un funcionario del ministerio de salud pública cubano. En su aburrida intervención de la clausura, llevó la demagogia al extremo de afirmar que los hábitos de vida del pueblo cubano mejoraban o se hacían más sanos. En realidad, hasta el periódico Granma y sus semejantes reconocen actualmente que, por desgracia, el hábito de fumar y la mala alimentación ganan espacios en la población nuestra.
Sobre esto del hábito de fumar tuve otra experiencia. Esta fue durante la presentación de las investigaciones de unas doctoras amigas sobre el cáncer de garganta. A contrapelo de lo que pueda sostener mi amigo Erasmo, el cigarrillo y el tabaco son un serio factor del problema. En cerca de un millar de casos incluidos en la estadística, casi el 90 por ciento eran fumadores.
La ciencia avanza, vean ustedes, si bien no como quisiéramos todos. Y sin compartir euforias ni falsos triunfalismos, sí hay algunos avances en estos campos que dan un poquito de ánimo. Es un hecho que los pacientes que contraen cáncer, resisten un poquito más hoy en día, incluso algunos se curan, o por lo menos sufren un poco menos que en el pasado. El doctor Agustín Lage ofreció intervenciones magistrales con algunas de estas informaciones. Aparecen incluso paradojas como ésta: aumenta el número de pacientes que sobreviven al primer cáncer, varios años libres o con muy poco desarrollo de la enfermedad, y en eso se les aparece un segundo cáncer.
Se expusieron los resultados de otra investigación en la que tuve cierta participación. Los enfermos de metástasis cerebrales empiezan a beneficiarse de recursos que se implementan y ofrecen sobrevidas más largas y menos sufridas. Fríamente, podrá parecer poca la ganancia de dos o tres años, pero se conocen pocas personas que renunciarían a ella.
Un lío muy grande en este campo es el de los recursos. Como se informó esas sesiones, el intervalo de tiempo que demoran nuestros pacientes, desde conocer el diagnóstico hasta recibir el tratamiento, puede prolongarse hasta extremos mortales. Las sesiones fueron públicas y con muchos extranjeros, así que no revelo ningún secreto.
Es un problema elemental, simplemente es falta de recursos en el país. Las autoridades cubanas le echarán la culpa al bloqueo. Es verdad que influye mucho; lo asumo con la conciencia de lo que ello significa. Pero también hay otros factores.
En paralelo con las actividades del Congreso, una delegación cubana participaron en los Juegos Deportivos Centroamericanos. La integraron centenares de deportistas, cerca del millar si se suma todo el personal colateral. Muy bonito, eh, poder decir que quedamos primeros en el medallero general. Pero el dineral y los recursos gastados en ese fútil gesto político contrastan con las necesidades por cubrir en la lucha contra el cáncer. Hay deportes de poca o nula popularidad y sumamente onerosos como el ciclismo, la arquería y otros allá en Veracruz. Acá están los pacientes carentes de la droga o el equipo para tratarse. Las victorias allá resultan tan costosas como las del rey Pirro, con sus batallas con elefantes contra los romanos. Por eso, me parece a mí, hay que librarse de las monarquías. Es la moraleja final.
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