Esta imagen fue publicada en el sitio
WEB de la emisora Radio COCO. Fue capturada por el fotógrafo Reinier
Batista e ilustra una noticia sobre el buen desempeño del equipo de
béisbol de Industriales en el torneo auspiciado por la empresa
siderúrgica Antillana de Acero. En ella hay algunos detalles sobre
los que convendría detenernos un poco.
Con camisetas como esta que porta el
bateador Stayler Hernández, el equipo de la capital parece haberse
convertido en una valla anunciadora de la cerveza Bucanero. Y esto
tiene unas repercusiones que no son para tomar a la ligera.
Nuestros periodistas oficialistas, tan
preocupados con la generalización del modo de vida basado en el
consumismo y la frivolidad, podrían hacer un interesante ejercicio
reflexivo en este punto. Para mí, lo que vemos es una manifestación
natural de las empresas capitalistas, no importa si el capitalista es
un particular o la clase de funcionarios que controla el Estado.
Estas empresas tratan de promover la venta de la mercancía producida
para incrementar la ganancia. Aquí no existen otras preocupaciones
acerca de la repercusión integral de estos modelos y exhortaciones
al consumo, o las ansias inducidas en las personas –sobre todo,
las más jóvenes.
La presencia de propaganda comercial en
los espectáculos deportivos es un símbolo bien determinante del
sentido y carácter de la actividad. Por el extremo en el que se
movió el sistema cubano durante varias décadas, este tipo de
publicidad estuvo totalmente proscrita de los estadios cubanos y
trasmisiones televisivas del Instituto Cubano de Radio y Televisión,
ICRT. Únicamente podía presentarse alguna flexibilidad en el caso
de equipos dotados con trajes de Adidas u otras marcas, con los
diseños y logotipos correspondientes. Los políticos, los
periodistas y otros intelectuales del oficialismo mencionaban, con no
poca frecuencia, esta “limpieza” del deporte cubano como uno de
sus valores.
La Tierra dio algunas vueltas alrededor
del Sol, al Muro de Berlín lo tumbaron y, aunque con cierto retraso,
nosotros también empezamos a cambiar. La inserción de propaganda
comercial en los espectáculos deportivos es una fuerza económica
poderosa. Las reformas de mercado que se aplican en nuestro país
permiten acogerla como una consecuencia natural. A la luz de las
leyes económicas del materialismo y el marxismo, se puede comprender
fácilmente como se impone en los espacios a su alcance.
No se puede dejar de tomar en cuenta
que el gobierno cada vez cuenta con menos recursos para presupuestos
sociales y financiar actividades como el deporte. De hecho, podríamos
preguntarnos si la celebración de la copa Antillana de Acero no
habrá dependido, para sus últimas ediciones, del aporte de este
tipo de patrocinadores. Y esas serían razones de no poco peso a
favor de volvernos un poco liberales en este respecto.
Por otra parte, podemos retomar la
discusión sobre si es conveniente que el Estado, en un país
subdesarrollado aporte, en exclusiva o no, financiación para el
deporte de alto rendimiento. Se puede discutir que la prioridad la
debe tener el desarrollo de la educación física y el deporte
popular de base, y que ahí deben priorizarse los pocos recursos que
se dispongan. Esto tampoco contradice la posibilidad de que el
deporte de alto rendimiento se desarrolle, entonces, sobre otras
bases lucrativas que incluyen la propaganda, los patrocinadores, los
intercambios de deportistas entre clubes, etcétera.
Todas estas son cuestiones que se
deberían discutir abierta y sinceramente, en el seno de la sociedad
civil. No son como para que los tecnócratas de siempre regulen, y
experimenten, y usen una provincia, una competencia deportiva, un
oficio, y “hasta etcétera”, como conejillos de indias, a su
antojo y sin necesidad de responder al control popular.
Las decisiones finales que se acepten,
deben ser consensuadas democráticamente y, por obligación, portar
matices que tomen en cuenta elementos económicos, pero también
culturales, cívicos y de otro tipo. Por ejemplo, se puede estar de
acuerdo con la propaganda pero no de bebidas alcohólicas, como es el
caso ahora con la dichosa cerveza Bucanero. De hecho, está prohibido
–sabiamente, en mi opinión– entrar a los estadios con ese tipo
de insumos, por las alteraciones que pueden producirse por la
combinación de personas bebidas y pasiones desatadas. Imagínense
que los vendedores de cigarros pudieran poner también propaganda por
la libre. O que la comida chatarra tampoco recibiera ningún tipo de
regulaciones. Los mecanismos capitalistas de lucro en el deporte
potencian, de paso, la desigualdad social y territorial entre
regiones que ya arrastren desigualdades de base.
El socialismo pudiera asimilar, en
alguna instancia, la inserción de propaganda comercial en el
deporte. La gestión popular democrática puede convertirla en una
herramienta de financiación de la actividad física y la salud y el
bienestar popular, así como establecer mecanismos compensatorios.
Pero para esto, para esto y mucho más, habrá que ejercitar ese
poder democrático y popular, para discutir y dirigir conscientemente
estas fuerzas bajo su control.
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