Tags: Cuba, actualización, cambios, economía, política social, Marino Murillo, visita del Papa a Cuba
Cuando uno está medio perdido en una ciudad, un mapa o los símbolos del tráfico le pueden servir de ayuda para orientarse. Si uno no comprende muy bien el rumbo que llevamos en nuestro país, qué tal si le echamos un vistazo a lo que se ha constituido históricamente como símbolos de la nación y la sociedad que se ha ido desarrollando en ella.
Empecemos por uno clásico, la industria azucarera. No hay que explicarle a nadie medianamente enterado, lo que ha significado la fabricación del azúcar de caña para Cuba. La mejor tradición sindicalista de este país se forjó en los centrales, y en los puertos que embarcaban la mercancía fabricada en esos centrales. La idiosincrasia de la nación le debe un caudal incalculable a esta actividad. En los años 60 incluso se creó el Ministerio del Azúcar. Pues bien, después de la ruina causada por la dirección hipercentralizada y el burocratismo administrativo en nombre del socialismo y el control, la solución con que se apea el gobierno consiste en anular el ministerio y crear un grupo especial corporativo. Este grupo es mucho más mercantil, más comercial, más competitivo, y mucho menos conectado con las realidades sociales que giraban alrededor de las fábricas, las necesidades de la población que depende de esa actividad y, por supuesto, está mucho menos comprometido con escuchar y respetar el criterio de los trabajadores y las trabajadoras, a los que supuestamente pertenecen los medios de producción en el socialismo y que ahora pueden ser considerados prescindibles y despedidos con pocas consideraciones. La nueva corporación del azúcar, ahí hay un símbolo de los nuevos tiempos.
Claro que no solo en la industria azucarera se aplican los despidos. Solo Marino Murillo, la Virgen de la Caridad y algún privilegiado más sabrán en este momento, cuántos despedidos habrá en todas las ramas económicas y sociales, a partir de los anuncios de que en la economía sobraban más de un millón de empleados improductivos. Claro, que uno se pregunta cómo llegó a crearse tal situación. En todo caso, las promesas hechas por los máximos líderes del gobierno (y no solo Lage y Pérez Roque) de que no iban a aplicarse terapias de choque, de despidos, etc., remarcaban una idea hoy caduca, de que la seguridad del empleo desempeñado era una de las garantías de la Revolución. Bueno, la precariedad del empleo público: otro símbolo del siglo XXI cubano.
Claro que ahora te permiten realizar una actividad económica por cuenta propia e, incluso, emplear a otras personas o contratarte para trabajar para ellas. La explotación privada del trabajo asalariado constituye el próximo símbolo revelador en nuestro mapa.
Tanto discurso y énfasis en el rendimiento económico eclipsan un poco un componente ideológico considerado central hasta no hace mucho: la construcción del hombre nuevo. Por ejemplo, el concepto de trabajo voluntario, suficientemente maltrecho y sobreviviente a duras penas, está recibiendo un certificado de defunción. En varias instancias públicas se ha resumido la nueva mentalidad, hombre, para qué, eso no es eficiente, la empresa hace su trabajo, el obrero recibe su salario por cumplir su tarea
no, en los nuevos escenarios no hay espacio para el trabajo voluntario. Como en los tiempos donde esta actividad se utilizaba para suplir las deficiencias productivas, hoy nadie se acuerda del carácter formativo y autoformativo con que lo concibió el Che Guevara.
Al que, por cierto, le hubiera dado un síncope si viera las consideraciones que le estamos dando hoy en Cuba a los extranjeros, más que a los cubanos. Ya pueden comprar propiedades inmobiliarias, campos de golf, con unas garantías de ensueño, para que los banqueros millonarios vengan acá a gastar unas migajas del dinero que les han exprimido a los pueblos por ahí.
No se puede hacer una relación como esta, sin mencionar la evolución del símbolo por excelencia de lo que ha sido el socialismo cubano, la cartilla de racionamiento más conocida como libreta de abastecimiento. Pues bien, después de haber sido defendida y calificada por nuestro máximo líder como el instrumento más justo del mundo, después de haber sido explicada por muchos de nuestros ideólogos y periodistas como algo maravilloso y capaz de explicar por qué no nos caímos como los regímenes de Europa Oriental, ahora mengua, se desvanece y da paso a una repartición de las mercancías basada cada vez más en las leyes puras y duras del mercado.
Pero el símbolo más irónico de todos, es el de los recortes de los gastos sociales de todo tipo. Créalo o no lo crea, a tono con los tiempos que corren, el ministro de Salud Pública acaba de destacar con mucho orgullo, como logro notable de su ramo, la disminución en casi un 8% del presupuesto con relación al año pasado.
Y podemos terminar este desfile con otra bandera de alegres colores, la del Estado Vaticano. La visita del Papa en el 2012 entrante será otra manifestación del romance que renueva nuestro Gobierno, ex-materialista dialéctico, con una Iglesia que nunca fue precisamente entusiasta de la Teología de la Liberación, sino que siempre mantuvo y mantiene sus acostumbradas posturas de derecha.
El propósito de este espacio, aclaro, no es criticar o pronunciarme en contra de posturas o símbolos o direcciones. Es apenas señalar algunas señales, símbolos en el mapa, que pudieran ser pistas sobre una dirección general.
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