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Varios analistas apuntan a un llamado
“fin del ciclo progresista” en lo relativo a los gobiernos de
América Latina. Países como Ecuador, Venezuela, Brasil, y otros,
vieron durante los últimos 10, 15 años, triunfar en las elecciones
a fuerzas políticas con programas sociales de corte anti neoliberal.
Sin embargo, escándalos de corrupción, protestas callejeras y otros
desórdenes asolan hoy a varias de estas sociedades.
Si nos ponemos estrictos, tales
gobiernos nunca se movieron mucho más allá de un reformismo
keynesiano. No cuestionaron los fundamentos del sistema capitalista y
extractivista de tales naciones. Durante la época de crecimiento
económico, tuvieron éxitos por la inversión en programas sociales.
En tiempos de contracción, las contradicciones sin superar de sus
capitalismos los ponen en serias dificultades.
Los medios de la familia del Granma
minimizan estos problemas y, sobre todo, los achacan a maniobras de
la derecha tradicional. En esto último no les falta razón, nada más
lógico para la derecha que fastidiar a sus adversarios políticos de
la izquierda. Las explicaciones se le atascan un poco a estos medios
oficialistas cuando no pueden explicarse el papel de la izquierda en
Ecuador, “confundida”, que no apoya al presidente Correa; o
cuando tienen que ocultar que el nivel de aprobación de Dilma
Roussef anda por debajo del 10%. Un periodista como Ángel Guerra
Cabrera insiste
en que no hay tal fin del ciclo progresista, sino una contraofensiva
y golpismo de la derecha.
A mí, estas últimas voces me
recuerdan a aquellos que negaban, enardecidos, que en la Unión
Soviética de 1989 hubiera más huecos que en el queso del
estereotipo. Tanto entonces como ahora, los que apuntaban aspectos
críticos de estos países, han sido tachados de confundidos
ideológicos, hacerle el juego al enemigo, entre otras lindezas.
Lo que nos lleva rápidamente a otras
meditaciones. Negar el retroceso de la izquierda, llamarlo avance de
la derecha, parece un conflicto bizantino y muy ciego. Si uno es un
conejo y se oye una jauría, sean galgos o podencos, sería sabio
pensar cómo proceder.
Uno no es sabio, no tiene muchas
respuestas, apenas un montón de preocupaciones. Brasil, Venezuela,
andan entre los mayores socios comerciales de Cuba. En las relaciones
comerciales con estos países, descansan hoy considerables, si no las
mayores, fuentes de ingreso de nuestro país. Especialmente, por los
programas de colaboración médica. Algunas fuerzas de oposición
brasileñas y venezolanas se oponen explícitamente a la continuidad
de tales relaciones, otras se manifiestan más conciliadoras. En todo
caso, hay una espada de Damocles por ahí.
Los inversores brasileños se han
destacado entre los más activos en Cuba. Esta situación se las ha
facilitado también el ambiente favorable entre los dos países, y el
hecho de que el gobierno del PT ha ofrecido extraordinarios apoyos y
garantías financieras a Odebrecht y demás empresarios de allá. De
debilitarse tal respaldo, las negociaciones alrededor de presentes y
futuros emprendimientos serán mucho más complicadas.
Con Uruguay y Argentina también se
mantienen buenas relaciones. Uruguay, por ejemplo, le condonó a
nuestro país una deuda de varias decenas de millones de dólares.
Cuba exporta productos farmacéuticos a toda esa región, importa
alimentos, recibe turistas, etcétera. Si los importadores cubanos
enfrentaran un ambiente más adverso, la población podía encontrar
baches y desabastecimientos de mercancías, aún aquellas que
adquiere en pesos convertibles.
Ahora veamos qué otro fenómeno se
produce justo en estos momentos, que añade al mismo tiempo
oportunidades y peligros. Me refiero al proceso de normalización de
relaciones de Cuba con los Estados Unidos.
El capital estadounidense, sobre todo
el de los cubano-americanos, se asienta de nuevo, poco a poco nuestro
suelo. Es probable que se expanda rápidamente, a medida que continúe
el proceso de erosión del embargo-bloqueo. Y los yanquis no van a
venir a poner riquezas aquí porque sean “buena gente”. Si tienen
más espacio para entrar, lo van a hacer, pero van a pretender
acomodar el cuarto a su comodidad. Les convendrá desmontar cualquier
principio de justicia social que obstaculice la explotación de las
riquezas locales; sobre todo, la fuerza de trabajo.
No será imposible, pero sí difícil,
lidiar con ello; sacar provecho de las contradicciones dialécticas
entre las distintas sociedades en interacción. Tendría que empezar
por existir, de este lado, un sistema socialista, popular,
democrático, valiente y eficaz, para permitir la organización de la
clase trabajadora de una manera adecuada para tal fin. Sin embargo,
con el autoritarismo del presente Partido-Estado-Gobierno cubano, y
su empeño en reducir al pueblo al papel de fuerza de trabajo dócil,
seguimos sin crear los anticuerpos necesarios para interactuar
constructivamente con las fuerzas capitalistas del norte.
Si se hace más difícil la importación
de los productos agrícolas del sur, tampoco faltarán las ofertas
del norte. Esto depende mucho, por supuesto, de la evolución de la
política de allá. En tal caso, no es difícil avizorar mucho maíz
de Monsanto, mucho pollo con genes de ornitorrinco y cosas parecidas
en el horizonte. Tal vez no sea tan diferente de lo que venía antes.
Pero si nos ponemos de verdad
pesimistas, hay mucho más terreno donde perderse. Ahora Cuba solo
puede comprar con efectivo en los EE.UU. Todos hablan de las ventajas
de cuando puedan adquirir mercancías a crédito. Es verdad que será
bueno, pero no se les olvide la otra parte. ¿En cuánto se puede
montar una nueva deuda cubana con los EEUU, en unos meros diez años,
en condiciones sin bloqueo? Y cada medio que se le deba a los
estadounidenses, a sus bancos, a sus capitalistas, hará sudar sangre
a este país. Con las ganas que esos señores del Norte le tienen a
las etiquetas de socialismo, por despintadas que estén, no habrá
chance de condonaciones, de pagos con productos biofarmacéuticos, de
gobiernos amistosos que se hagan co – garantes, como a veces
conseguíamos por el Sur. Claro, que un gobierno competente acá, sin
ningún tipo de corrupción, responsable y que rinda cuentas al
pueblo, evitaría tal complicación. Podría aprovechar lo bueno, y
evitar lo malo. Pero sabemos que no es el caso. Van a poner nuestras
gargantas en sus manos. Y ya sabemos cuáles son los peligros de eso.
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