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28 de abril de 2013

Homenaje y descolonización

etiquetas: Gregorio Hernández, Goyo, Rincón para la Descolonización, Cofradía de la Negritud, abakuá, Tato Quiñones, Cátedra Haydée Santamaría, activismo, afrodescendencia, alternativo, antiautoritarismo, antirracismo, antropología, autogestión, barrio, ciudadanía, Cuba, democracia, derechos ciudadanos, derechos humanos, desigualdad, discriminación, educación, espacio público, izquierda, libertad, libertad de expresión, libertario, nación, estudiantes de medicina, 27 de noviembre.
 
La mentalidad racista se alimenta de un complejo de colonización, que conduce a las personas a asimilarse a los llamados cánones occidentales de prosperidad y lucimiento. Frente a esta tendencia, las voces de la dignidad elevan el orgullo por los valores, la belleza y la riqueza de las culturas no hegemónicas, y no cesan en su empeño de defender el derecho a coexistir en igualdad.
 
Este sábado 27 de abril tuvo lugar, en la habanera esquina de Morro y Colón, una acción de homenaje a Gregorio Hernández, el Goyo. Integrantes de la Cofradía de la Negritud, de la cátedra Haydeé Santamaría, de la fraternidad Abakuá, amistades y personas del vecindario, se sumaron en un sencillo y emocionante recordatorio a la relevante figura de nuestra cultura, fallecido el año pasado.
 
El hermano y ambia Goyo llegó a la capital cubana, procedente de Pinar del Río y, con una formación básicamente autodidacta, se tornó en toda una cátedra de la musicología y los ritmos de origen africano, altamente respetado en los círculos artísticos e intelectuales cubanos, especialmente en los predios del Instituto Superior de Arte. Investigador y compositor, le debemos valiosos estudios teóricos, además de un buen número de rumbas, guaguancós y otras piezas que se escuchan con placer hoy día.
 
Varios hermanos Abakuás destacaron los valores humanos y patrióticos del Goyo. El escritor y sacerdote de Ifá, Tato Quiñones, se congratuló porque, después de tanto tiempo, los leones estén empezando también a escribir sus propias historias de cacería, rompiendo de esta forma con el monopolio de los cazadores. Se ofrecieron, con emotiva espontaneidad, canciones, poemas y bailes que vibraban de corazón, chekendeke.
 
La sede de la actividad fue un espacio sencillo y hermoso, al amparo de la sombra de un majestuoso jagüey, donde también se recuerda anualmente, desde hace algunos años, a los cinco negros abakuás, caídos el 27 de noviembre de 1871 en el intento de rescatar a los estudiantes de Medicina asesinados por las hordas españolas durante la primera guerra de independencia. Allí se ha aprecian ahora una placa conmemorativa, y símbolos y frases de homenaje y unidad de los abakuás y de la nación cubana en general. En esta esquina se gesta, con actividades de tal género, un verdadero Rincón para la Descolonización.

 
Gregorio Hernández, el Goyo
 
Tato Quiñones
 
Integrantes de la Cofradía de la Negritud, de la cátedra Haydeé Santamaría, de la fraternidad Abakuá, amistades y personas del vecindario, se sumaron.
 
 
 
 
 
 
Morro y Colón, Habana Vieja: Rincón para la Descolonización.

27 de abril de 2013

El general escribe con franqueza

Etiquetas: Investigación, Política, afrodescendencia, antiautoritarismo, antirracismo, antropología, autoritarismo, censura, corrupción, crítica, Cuba, debate, democracia, desigualdad, discriminación, educación, ideología, intelectuales, internacionalismo, izquierda, libertad, libro, literatura, medio ambiente, partido, polémica, racismo, revolución, socialismo, Guajiro, Fronteras, Descamisados, Enrique Acevedo, Feria Internacional del Libro de Cuba
 
Durante la pasada Feria Internacional del Libro de La Habana, adquirí los libros Guajiro y Fronteras, del general cubano Enrique Acevedo. Una vez culminadas las lecturas correspondientes, puedo afirmar que me generaron impresiones muy sugestivas.
 
Para los que no lo conozcan, Enrique es el menor de los hermanos Acevedo. Durante el alzamiento del movimiento guerrillero en la década de 1950 contra la dictadura de Fulgencio Batista, los hermanos en plena adolescencia –Enrique tenía apenas catorce años – subieron a la Sierra Maestra para unirse a las fuerzas de Fidel Castro. Al triunfar el movimiento revolucionario en 1959 Enrique, al igual que su hermano, integró las fuerzas armadas del nuevo gobierno y ascendió con el tiempo el escalafón hasta llegar al rango actual.
 
Ya con esta introducción, se podrá imaginar que esta persona tiene mucho que contar en un libro. También es posible que se despierte una desconfianza razonable. Después de todo, se ha visto  ya cierto número de materiales testimoniales de otros compañeros de Acevedo. Por lo general, los relatos son bastante homogéneos, casi asépticos, aptos para insertarse en un texto de historia escolar como los que le gustan al Ministerio de Educación local: rebeldes heroicos, con pocas o ninguna tacha, ejemplos de sacrificio y abnegación; más un enemigo batistiano, imperialista, muy pero muy malo, que no merece siquiera el uso de la palabra.
 
Por suerte, en todos los rediles hay una oveja negra. O mejor dicho, porque puede que haya muchas, pero solo a una de ellas le preocupan menos las apariencias y manifiesta la mayor sinceridad. La publicación de Descamisados, primer libro de Acevedo, sorprendió a críticos y lectores. La narración en primera persona de las trastadas de los hermanos durante la lucha guerrillera, con estilo desenfadado y simpática frescura, se apartó totalmente del canon en boga. Finalmente, con el apoyo del general de ejército Raúl Castro, este primer libro vio la luz y hasta dio pie a una serie televisiva, si bien muy inferior en calidad.
 
Guajiro viene a ser la continuación natural de Descamisados. Esta segunda pieza recoge las memorias del protagonista, en los primeros años a partir del triunfo de 1959. Los relatos que disponemos sobre aquellos tiempos turbulentos están violentamente sesgados por los intereses de la feroz lucha de clases que todavía se libra. Cada bando endiosa a sus miembros y demoniza a los contrarios. Esta situación torna dramáticamente original el texto de Enrique Acevedo.
 
Hay que reconocer la rareza de una narración que, desde el punto de vista de los vencedores, recoja con tanta franqueza las debilidades humanas de los revolucionarios. En estas páginas se desmorona el mito de que el espíritu de rebeldía fuera acompañado siempre por una moral intachable, una austeridad generalizada o algún tipo de pureza espiritual. No es que neguemos a rajatabla la existencia de algún revolucionario que reuniera estas cualidades. Por ejemplo, Acevedo menciona al Che Guevara varias veces en un contexto en el que pone de relieve esas características. Muchos otros de sus compañeros y él mismo, en cambio, dejan bastante que desear para la imagen impoluta que años después nos hicieran creer. Numerosas son las anécdotas referidas, tan escandalosas desde el punto de vista puritano, que más parecieran alardes de varón conquistador de castillos y mujeres.
 
Hay unos cuantos procesos del período posterior a 1959 que se comprenden mejor después de leer lo que le sucedió a este Guajiro. Por ejemplo, la metamorfosis de los melenudos con barba, bajados de la Sierra, en adalides del pelo corto y el buen afeitado. Estos caracteres exteriores, junto con otros de la estética y la moral de la clase supuestamente vencida, fueron asimilados después de la guerra por el estamento vencedor. Los jefes guerrilleros tuvieron que cursar escuelas militares para dirigir el nuevo ejército, regularizado, y absorber en el proceso un montón de estereotipos de apariencias y conductas, lo mismo de oficiales del ejército anterior que de las fuerzas armadas del llamado campo socialista.
 
La lectura del libro de Acevedo permite entrever otra arista aún más seria. Los mismos cuadros que dirigían la esfera militar y se formaban en las academias correspondientes, asumían también sin distingos la conducción de las esferas civiles –situación que se perpetúa hasta el presente. De aquí se puede comprender la implantación en estas últimas de los mismos hábitos de ordeno y mando, tan nocivos para su desenvolvimiento.
 
El peliagudo tema del enjuiciamiento de los colaboradores y esbirros de la tiranía batistiana no podía ser obviado por quien sirviera en la fortaleza de La Cabaña durante aquellos meses. Acevedo refleja varios pasajes de aquellos acontecimientos dramáticos. Los sentenciados despiertan pocas simpatías en el joven oficial, que tiene frescos en su memoria y al alcance en las páginas de la prensa –aún independiente–, las imágenes de los asesinatos y las torturas cometidos por aquellos, pero se percata del exceso de exhibicionismo manifiesto en algunos procesos y no se libra de los epítetos condenatorios que le lanzan madres y esposas de los procesados que le tocaba custodiar.
 
La politiquería de muchos ñángaras quedan más que al desnudo, ante la mirada de este Guajiro, ex–Descamisado. Se conoce que la dirección del partido comunista en aquella etapa intentó capitalizar con actitud oportunista el éxito de la Revolución, bajo orientaciones dogmáticas y poco entrañables para el cubano de a pie. En la narración de Acevedo se pueden apreciar escenas de este proceso, indigno también de los muchos militantes torturados por su valeroso enfrentamiento a la dictadura. Igualmente se argumenta, con vehemencia, que la dirección suprema de la Revolución efectuó un proceso de depuración en el partido para unificar a todas las fuerzas nacionales. Ciertamente, Descamisados y Guajiro se parecen poco a mis libros de historia escolar.
 
Recientemente, el general Acevedo publicó también Fronteras. Este otro texto autobiográfico recoge su actividad en Angola, durante el involucramiento cubano en el conflicto armado en aquella nación. En Angola, el protagonista dirigió dos unidades militares en las regiones fronterizas del país africano, en distintas ocasiones.
 
La primera ocasión, los hombres bajo el mando de Acevedo estaban dislocados en la zona norte. En esta oportunidad, la actividad combativa fue relativamente menor, lo que no quiere decir que no se vivieran grandes tensiones. El ejército de Mobutu Sese Seko, desde el país entonces llamado Zaire y hoy, República del Congo, cernía una amenaza periódica sobre Angola, particularmente sobre la provincia de Cabinda. El enconado conflicto fronterizo de Katanga también reclamaba la atención de los mandos militares, sin obviar los movimientos UNITA y FNLA, enemigos del gubernamental MPLA.
 
La narración de Acevedo tiene el mayor interés en esta primera etapa, en la solución de problemas logísticos, así como en la familiarización de los cubanos con las costumbres, cultura y vida de los pueblos angolanos. Estos pasajes –especie de recorrido de descubrimiento– llevan el mayor protagonismo en la parte inicial, sin desdeñar anécdotas personales, reveladoras de personajes ajenos a los prototipos intachables en nuestra acostumbrada propaganda.
 
La segunda etapa de su misión angolana, Enrique Acevedo la inicia con un muy mal agüero del entonces general de división, Arnaldo Ochoa. Se recordará que Ochoa fue luego procesado y ajusticiado por un tenebroso asunto de narcotráfico. En aquel momento, el pesimismo de Ochoa resulta una desagradable sorpresa para Acevedo, quien deberá encabezar sus fuerzas la complicada frontera del sur. Para aquel momento, las fuerzas conjuntas de la UNITA y el ejército sudafricano estaban desarrollando maniobras que amenazaban seriamente con derrotar a las agrupaciones cubanas y del MPLA.
 
La actividad militar ocupa, por lo tanto, mayor protagonismo en esta etapa de Fronteras. Ya no se hace tanto énfasis, como en las obras anteriores, en las posibles barrabasadas y libretazos de los protagonistas. El joven teniente ha madurado y ahora es todo un general: está casado, tiene mayores responsabilidades, algunas canas, tareas de gran importancia y una imagen que defender. Aún así, no se soslayan del todo las facetas humanas y díscolas de los personajes, algunas aventurillas corridas, las bromas gastadas y muchos elementos que no caben en la versión oficial. Resulta significativo el comentario sobre la visita del entonces dirigente juvenil, Roberto Robaina, respecto a quien Acevedo refiere haber percibido una desconfianza de ribetes proféticos.
 
Con la victoria de las tropas cubano angolanas, la misión concluye; regresan a sus hogares los del Caribe y termina también el recorrido por estas Fronteras. Los aportes históricos y literarios del general Enrique Acevedo, en mi modesta opinión, todavía están lejos de finalizar o, por lo menos, de ser comprendidos del todo.

16 de abril de 2013

Los médicos cubanos son sagrados (carta abierta de blogueras y blogueros cubanos)

Hace apenas unas horas hemos conocido por amigos residentes en Venezuela, cooperantes cubanos, medios de comunicación de la isla y por la cadena multiestatal Telesur que más de una docena de Centros de Atención Médica ha sido atacada por parte de miembros de la oposición venezolana.
Como blogueros y blogueras cubanas condenamos las acciones violentas de cualquier naturaleza e instamos al pueblo venezolano a velar por la vida de nuestros médicos, cuya única labor en esa nación ha sido la de salvar  vidas en los sectores más pobres y vulnerables y devolver la salud a millones de pacientes.
Cualquier inconformidad con las recientes elecciones venezolanas, cuyo resultado final declaró la victoria del presidente Nicolás Maduro según el Consejo Electoral Nacional y observadores de diferentes regiones internacionales, debe ser tramitada por la vía legal y en un clima de respeto y paz, como han reiterado varios funcionarios gubernamentales.
Como ciudadanos y ciudadanas de Cuba seguiremos y denunciaremos públicamente cualquier intento de poner en riesgo la vida de médicos de nuestra nación por motivos xenófobos, de intolerancia política o de cualquier otra índole.
16 de abril de 2013
PD: Los blogueros y blogueras que quieran unirse a esta carta abierta, cuélguenla en su blog y dejen el link de comentario aquí debajo.
Elaine Díaz Rodríguez – La polémica digital
Alejandro Ulloa García – Esquinas
Alejandro Cruz – Cubano1erPlano
Carlos Alberto Pérez Benítez – La Chiringa de Cuba
Claudio Peláez Sordo – Tremendo Explote

Karina Marrón González – Espacio Libre
Liudmila Peña Herrera – Poesía de Isla
Sandra Abd´Allah-Alvarez Ramírez – NegraCubana

14 de abril de 2013

La creatividad avanza en lo que la mediocridad apedrea

Etiquetas:  Denuncia, Política, activismo, alternativo, antiautoritarismo, Bubusopía, censura, ciudadanía, consenso, crítica, Cuba, debate, democracia, derechos ciudadanos, derechos humanos, espacio público, ideología, intelectuales, libertad, libertad de expresión, nación, Observatorio Crítico, polémica, socialismo
 
Los tiempos de crisis ven florecer la creatividad. El razonamiento es simple, se trata en primera instancia de sobrevivir a la debacle del modelo hasta el momento imperante. En segundo lugar, se desea crear las condiciones de un nuevo mundo, mejor, posible; rectificar de la mejor manera los errores pasados y cometer los nuevo de forma que se puedan, con el tiempo, rectificar también.
 
En este empeño las personas montan lo mismo, iniciativas económicas individuales, que de pequeños colectivos. Otros se asocian para reflexionar colectivamente, recapitular las experiencias acumuladas, buscar miradas frescas y analizar el legado de la producción teórica y filosófica internacional. Esta contemplación, idealmente, se realiza sin perder la originalidad, la capacidad de innovar y crear caminos nuevos aptos para las condiciones de nuestro país. Todas estas experiencias, aún aquellas que fracasan o generan complicadas estelas de debates y discrepancias, contribuyen a movilizar las energías de las personas y la nación en pos de la necesaria recuperación, del anhelado progreso.
 
Todas estas experiencias despiertan, también, suspicacias y mezquindades que no tienen relación con el necesario cuestionamiento y análisis crítico de los que son merecedores toda tarea humana. Estas últimas miradas son, más bien, hijas bastardas de la envidia, del sentimiento conservador, incapaz e incapacitante, que marcó el zigzagueo desorientador de las épocas anteriores. Si sus protagonistas tienen poder estatal o administrativo, pueden truncar trabajos que enriquecen espiritual y materialmente a la sociedad. Desde los campos donde se extiende la producción intelectual, se puede practicar la difamación y los ataques contra aquellas ideas refrescantes que contrastan tan dramáticamente con la pobreza del discurso oficial.
 
El último ataque que nos ocupa proviene de Alejandro Cruz, protagonista del blog Cubano1er.Plano. El ataque de Cruz encontró eco en el sitio digital Cubarte, que cuenta entre sus "méritos" haber amplificado ya difamaciones contra importantes figuras e intelectuales de la cultura cubana que, en su momento, tuvo que retirar. Al autor que hoy nos perturba, parece haberle molestado el proyecto-documento Casa Cuba, una de las iniciativas como las que referíamos más arriba. La experiencia de Casa Cuba, generada libremente desde la incipiente y maltratada sociedad civil cubana, pretende aportar bases de consenso y exhortación hacia los valores de democracia, libertad y solidaridad que tanto anhela la mayoría de los seres humanos.
 
Oponerse a este tipo de ideales, racionalmente, suele ser muy complicado, en tanto sugiere que el adversario sostiene ciertos principios opuestos que no son nada atractivos. De tal forma, no es de extrañar que los que quieran detractar a Casa Cuba acudan a mecanismos retorcidos y rodeos macabros. Aunque este tipo de sujetos, discursivamente, suelen hacer el ridículo, pueden infligir daño cierto y aumentar la postergación de sueños imprescindibles, mediante la revitalización de la censura, mecanismos más o menos sutiles de represión intelectual, entre otros. Por ello, merecen nuestro repudio.
 
Se evidencia en el ataque de Alejandro Cruz, como suele suceder, una gran ignorancia de las bases del empeño que ha atacado, así como la incapacidad para encarar el debate sobre la necesidad y el desarrollo de los temas a los que Casa Cuba hace referencia. Al menos así se explica que la mayor parte de su diatriba, desde el mismo comienzo, está dirigida contra cierto personaje que ni pincha, ni corta en esta historia. Rafael Rojas es apenas un pretexto en el texto de Cruz, una figura apta para ser crucificada en su escrito, formar un espectáculo mediático y, ya rebasadas las tres cuartas partes del no muy largo escrito, ataja hacia el verdadero objetivo y resume: Rojas es malo, apoya al proyecto Casa Cuba. Otros sujetos más, tan malos como Rojas, también apoyan a Casa Cuba, ergo Casa Cuba es infame.
 
Cruz se muestra incapaz de decirnos que encuentra algo negativo dentro del documento Casa Cuba, o de convencernos de que existen otros medios mejores para alcanzar los mismos fines. Para condenar la iniciativa, Cruz no tiene otro argumento que decir: "los malos han dicho que es bueno". Si por hacer caso de Cruz vamos y renegamos y enterramos al documento Casa Cuba, habríamos adoptado una postura de total dependencia hacia los pensamientos del enemigo. Si un día al gobierno estadounidense o a los marrulleros políticos miamenses les da por decir, "qué bueno que en Cuba la educación y la salud son gratis", y seguimos el mismo principio, ¿acabaremos con estas gratuidades? Menos mal que allá enfrente no se han enterado del poder que tienen en las manos, porque mañana podrían ponerse a elogiar la reciente reforma migratoria, a ponderar que ya los cubanos podemos entrar a los hoteles, que los negros pueden bañarse en las mismas playas que los blancos, y aquí correremos para "remediar" tales "desaguisados".
 
Sería muy positivo, por el contrario, que Cruz recapacitara y se percatara que la independencia, la soberanía, la libertad, radican en concebir, trabajar el presente y construirse el futuro con ideas propias. Que debemos emanciparnos de una vez y por todas de cualquier forma de neocolonialismo, como puede ser el estar pendiente de la aprobación o desaprobación ajena para calibrar la valía de nuestros propios empeños. Ese día, ante Cruz se abrirá una importante encrucijada. Podrá revelarse como alguien a quien le disgustan –y por ello, apedrea– los ideales que persigue Casa Cuba. O, por el contrario, podrá reconocer que el camino progresista está tendido, que pretende alejarse del infierno que hemos bordeado todo este tiempo y aguarda por las contribuciones de todas las personas de buena voluntad.

13 de abril de 2013

Para agotar(me) temporalmente en este tema de la organización obrera

Etiquetas:  Denuncia, Economía, Política, activismo, alternativo, anarquismo, antiautoritarismo, anticapitalismo,  antropología, autogestión, autoritarismo, burocracia, ciudadanía, control obrero, cooperativismo, crítica, Cuba, debate, democracia, educación, espacio público, Estado, explotación, ideología, intelectuales, izquierda, libertad, libertario, nación, partido, polémica, reformas, revolución, Rogelio M. Díaz Moreno, socialismo, trabajo por cuenta propia
 
Se podría decir que, para alguien tan moroso con los pagos de la cuota sindical, yo le doy demasiadas vueltas al asunto. A veces uno quisiera ser un feliz despreocupado, olvidarse de los peces de colores, puede que incluso haya quienes quieran que uno haga justamente eso. Pero no nos vamos a complacer por el momento.
 
Antes de saltar a otras zanahorias, este conejo quiere liberar el par de bocadillos que se le quedaron en la última entrega. Allí nos sumábamos a los muchos compañeros que han criticado la desdichada situación de la organización obrera cubana, incapaz de desempeñar ni regularmente el presunto papel de defensora de los intereses de los trabajadores; ni de los que laboran para el Estado, ni los que se emplean para los nuevos empresarios privados, ni de los que están por entrar en las horcas caudinas de las flamantes maquiladoras de las zonas francas.
 
Quedarían por señalar algunas tareas que, a nuestro juicio, deberían alcanzar una primerísima prioridad en la agenda de una organización de trabajadores socialistas. Quiero referirme –aunque ya lo habré dicho de pasada en ocasiones anteriores– a las empresas que el Estado decide abandonar por la incapacidad de volverlas productivas, y a la organización de cooperativas.
 
Verdaderamente será escandaloso, para el historiador del futuro y los que sufrimos el presente, como la CTC deja pasar las oportunidades de jugar un rol estratégico en la conformación de una sociedad socialista, donde el trabajo honrado sea la fuente de la prosperidad y la justicia social. La autogestión de los colectivos de trabajadores debe constituir una aspiración irrenunciable en cualesquiera centros de trabajo, pero aquellos que el Estado abandona por su innata incapacidad económica quedan servidos en bandeja de plata ¡y no se contemplan siquiera! Por ejemplo, cuánto central azucarero lleva varios años cerrado, improductivo símbolo de la decadencia de un modelo en el centro mismo de un núcleo poblacional, que languidece y se disuelve en la amargura. Sin embargo, el mismo lugar podría convertirse en todo lo contrario, la semilla y el vigoroso árbol que prospera, a partir del empeño unido de las personas que creen, allí, riquezas materiales y espirituales a partir de su honrado sudor. Donde está el problema, el muro, el bloqueo, ¿quién le pone el cascabel al gato? ¿Quién da el primer empujón, quién se tira a convencer a los hombres y mujeres de que "esto es posible" sin necesidad de esperar la autorización orientada y los recursos de los niveles superiores; quién les abre las puertas que necesitan en las relaciones necesarias con el resto del sistema productivo y financiero, nacional e internacional? Ya sabemos que la central de trabajadores cubana, no es la indicada ni está calificada para enfrentar este reto.
 
Ahora hay, como nunca, otra oportunidad que la CTC, como siempre, va a perder. Después de cincuenta y pico de años de Estado "socialista de trabajadores", se les va a permitir a los trabajadores organizar sus propias unidades cooperativas de producción no agropecuaria. ¿Quién está al frente del proceso, la CTC? De eso nada. Los dirigentes sindicales observan pasivamente cómo otros conducen todo el proceso. No se entusiasman ni se lanzan a hacer propaganda de las nuevas oportunidades por el país. No organizan cursos de formación de gestión u oficios favorables para las nuevas vías y oportunidades, para los ciudadanos trabajadores que las podrían aprovechar. No instalan mesas de neociaciones con el Gobierno, para tratar de pasar al nuevo sistema la mayor cantidad de unidades posibles y abrir oportunidades para crear otras nuevas en todos los campos habidos y por haber en los que sea factible.
 
Y que a nadie se le ocurra tratar de organizar estructuras alternativas de representación de los trabajadores. El perro del hortelano, ese que ni hace ni deja hacer, les propinará las más feroces mordidas, pues eso es un atentado a la sacrosanta unidad, diversionismo y contrarrevolución. Mientras tanto, cada uno puede hacerse su propio juicio, respecto a si la actitud de la única estructura oficialmente autorizada para representar a los trabajadores y trabajadoras de Cuba, está favoreciendo o perjudicando a la nación y al socialismo.

11 de abril de 2013

La central sindical, el turismo y otras maledicencias nuestras

Etiquetas  Denuncia, Economía, Política, activismo, alternativo, anarquismo, antiautoritarismo, anticapitalismo, antirracismo, antropología, autogestión, autoritarismo, burguesía, burocracia, capital, ciudadanía, control obrero, corrupción, crítica, Cuba, debate, democracia, derechos ciudadanos, derechos humanos, desigualdad, discriminación, espacio público, explotación, género, ideología, izquierda, libertad, libertario, nación, Observatorio Crítico, polémica, racismo, reformas, revolución, Rogelio M. Díaz Moreno, socialismo, trabajo por cuenta propia.
 
 
Me encuentro con una socita mía, una que escribió un artículo hace poco sobre la eximia central sindical que tenemos por acá, y empezamos con nuestra maledicencia. Mira tal nota, le comento apegado a mi capacidad de relacionar la gimnasia con la magnesia, dijo hoy Cubadebate que había tantos millones de cubanos que fueron de turistas el año pasado. Qué bien que estamos, y eso que ya el sindicato no le da reservaciones a los trabajadores. Por mucho que se inmolen en su puesto de trabajo, por ejemplo un médico o un maestro, con su sueldito de 20 cuc mensuales, no podrán ir al hotel; en cambio, seguro se consolarán con los compatriotas que sí pueden ir. Así, concordamos, todavía se pueden pensar más maravillas de la CTC y de las buenas decisiones que toma sobre el lado del que se va a poner.
 
Cabe también recordar otras noticias interesantes de nuestros diarios nacionales –sí, porque aquí no leemos esa malvada prensa internacional, y no digamos ya la pérfida Internet. Como aquellas noticias que hablan del trabajo por cuenta propia, y cómo la categoría de los trabajadores empleados por los pequeños y medianos empresarios o hacendados, es ya la más poblada. ¿Pasarán por la mente de la organización sindical cubana, la idea de facilitarle a estos proletarios, maneras organizativas o cualquier otro apoyo, frente a la perspectiva de ser explotados todo lo posible por la nueva clase empresarial? Digo yo, esto sería preferible a que se alinearan con los patrones, pero quién sabe. Imagino en mis pesadillas que en la élite de la nueva clase empresarial, seguramente, va a haber más de un ex–dirigente o gerente u oficial, de los que llevan ya tiempo "orientando" amistosamente a la CTC.
 
Esto de apoyar a los trabajadores del capitalismo está muy bien, seguramente, pero para los países extranjeros. Uno se pregunta lo que no tiene que preguntarse, porque los capitalistas resulta que desembarcan luego aquí. Con las nuevas zonas francas, como las del puerto del Mariel, y las flamantes maquilas que se instalan en ellas, tendremos una vitrina inmejorable para apreciar la reproducción del capital a cuenta del trabajo producido, pero no totalmente remunerado: o sea, la explotación clásica. No es que yo desprecie la necesidad del capital, la tecnología y los mercados de estas corporaciones, pero encuentro que el lenguaje para darle la bienvenida a al Odebrecht brasileña de hoy, es el mismo con que antes de 1959 se anhelaba y correspondía, por parte de la élite burguesa criolla, la entrada de las Cuban-American Sugar-electric-railroad-retail sales-everything Companies. Sin embargo, a Odebrecht se le debería tratar hoy, que creemos que construimos un socialismo, con tanto o más cuidado que con el que se debió tratar ayer a sus pares estadounidenses.  Y de nuevo regresa el bicho de las preguntas incómodas. ¿De qué lado se pondrá la central sindical cubana: del lado de los obreros cubanos, o de los intereses del capital? En mis pesadillas, también se presentan ex–dirigentes (o no tan "ex"), gerentes y oficiales, de los que llevan tiempo "orientando" a la CTC, estrechando relaciones carnales con los inversores capitalistas extranjeros de Brasil, China, España y cualquiera que se presente.
 
Y ya que el tema está de nuevo en el candelero, seguimos y nos preguntamos también: ¿Qué tendrá pensado hacer la central sindical, para evitar que el crecimiento de las desigualdades sociales que se observa con las transformaciones económicas de mercado, incida en el crecimiento de la discriminación racial y de género en nuestra sociedad? ¿Observará la CTC que los trabajadores de sus filas ven afectadas sus posibilidades en los distintos estratos sociales, de acuerdo al color de su piel y al sexo? ¿La lucha contra estos males encontrará algún día espacio protagónico en la agenda de la CTC, o solo ocurrirá esto si "desde arriba", fuerzas bondadosas así se lo orientan?
 
En sintonía con la preocupación que han hecho muchos compañeros desde este sitio y otros parecidos, uno se pregunta, ¿cómo puede llegarse a un fin socialista, con medios tan impropios? ¿Dónde encontrar las imprescindibles estructuras horizontales, masivas, de coordinación, autoorganización y defensa de los intereses de los desfavorecidos, frente la actual repartición del pastel de la economía, frente a la actual transición?

5 de abril de 2013

Para los negros en Cuba la Revolución no ha comenzado aún

[tags Roberto Zurbano, New York Times, racismo, Revolución, afrodescendencia, antirracismo, ciudadanía, crítica, Cuba, debate, democracia, derechos ciudadanos, derechos humanos, desigualdad, discriminación, espacio público, Estado, nación]
 
Por Roberto Zurbano
 
La Habana, 23 de marzo - La últimas noticias salidas de Cuba se refieren a los cambios, aunque esto es más un sueño que una realidad para los afrocubanos como yo. A lo largo de la última década, han sido abolidas muchas prohibiciones ridículas para los cubanos que viven en la Isla, como dormir en un hotel, comprar un celular, vender una casa o un automóvil y viajar al extranjero. Estos gestos han sido celebrados como signos de aperturas y reforma, aunque en realidad solo son esfuerzos para normalizar la vida. La realidad es que en Cuba tu experiencia de estos cambios depende del color de tu piel.
 
El sector privado goza ahora en Cuba de cierto grado de liberalización económica, pero los negros no estamos en posición ventajosa para aprovecharnos de ello. Heredamos más de tres siglos de esclavitud durante la era colonial española. La exclusión racial continuó después de la independencia de Cuba en 1902, y medio siglo de Revolución desde 1959 ha sido incapaz de superarla.
 
En los primeros años de la década de los 90, después del fin de la Guerra Fría, Fidel Castro se embarcó en reformas económicas que continúa Raúl, su hermano y sucesor. Cuba había perdido su mayor benefactor, la Unión Soviética, y cayó en una profunda recesión que se conoció como el "periodo especial". Había frecuentes apagones. El transporte público apenas funcionaba. La comida escaseaba. Para encauzar el descontento, el gobierno dividió la economía en dos sectores: uno para el negocio privado y las empresas de orientación extranjera, esencialmente autorizadas a negociar en dólares estadunidenses; y otro que continuaba el viejo orden socialista centrado en puestos gubernamentales de trabajo con un promedio de 20 dólares mensuales.   
 
Es cierto que los cubanos tienen aún una fuerte red de seguridad: la mayoría no paga alquiler, y la educación y la salud son gratuitas. Pero la divergencia económica creó dos realidades contrastantes que persisten hoy en día. La primera es la de los cubanos blancos, que han equilibrado sus recursos, para entrar en la nueva economía de mercado y cosechar los beneficios de un socialismo supuestamente más abierto. La otra realidad es la de la pluralidad negra, que fue testigo de la desaparición de la utopía socialista en los  sectores más desprovistos de la Isla.
 
La mayor parte de las remesas del exterior —principalmente del área de Miami, centro neurálgico de la comunidad de exiliados mayormente blancos— va a cubanos blancos. Tienden a vivir en mejores casas, que pueden ser convertidas fácilmente en restoranes o alojamientos con desayuno —el modo más común de negocio privado en Cuba—. Los cubanos negros tienen menos propiedades y dinero, y además han tenido que lidiar con el racismo imperante. Era frecuente no hace mucho que los administradores de hoteles, por ejemplo, contrataran solo empleomanía blanca para no ofender la supuesta sensibilidad de su clientela europea.
 
Este tipo de racismo escandaloso se ha vuelto socialmente menos aceptable, pero los negros son aún tristemente poco representados en el turismo —probablemente el sector más lucrativo de la economía—, y es mucho menos  probable que posean sus propios negocios que los blancos. Raúl Castro ha reconocido la persistencia del racismo, y ha tenido éxito en algunas áreas (hay más maestros y diputados negros en la asamblea nacional), pero falta mucho por hacer para enfrentar la desigualdad estructural y el prejuicio racial que aún excluye a los afrocubanos de los beneficios de la liberalización.
 
El racismo en Cuba ha sido ocultado y reforzado en parte porque no se habla de él. El gobierno no ha permitido que el prejuicio racial sea debatido y confrontado política o culturalmente, pretendiendo a menudo, en ocasiones, que no existe. Antes de la década del 90, los cubanos negros sufrían una parálisis de movilidad económica mientras, paradójicamente, el gobierno decretaba el fin del racismo en los espectáculos y publicaciones. Cuestionar la extensión del progreso racial equivalía a un acto contrarrevolucionario. Esto hizo casi imposible señalar lo obvio: el racismo está vivo y  saludable.  
 
Si los años 60, la primera década después de la Revolución, significaron oportunidad para todos, las décadas que siguieron demostraron que no todo el mundo podía tener acceso al beneficio de tales oportunidades. Es cierto que la década de los 80 produjo una generación de profesionales negros, como médicos y maestros, pero estas ganancias disminuyeron en la década de los 90, cuando los negros fueron excluidos de sectores lucrativos como la hotelería. Ahora, en el siglo XXI, se hace muy visible que la población negra está poco representada en universidades y en espacios de poder económico y político, y sobrerrepresentada en la economía subterránea, en la esfera criminal y en los barrios marginales.
 
Raúl Castro ha anunciado que cesará en la presidencia en 2018. Espero que para entonces, en Cuba el movimiento antirracista habrá crecido, tanto legal como logísticamente, de modo que pueda traer soluciones que durante tanto tiempo han sido prometidas y esperadas por cubanos negros.
 
Un primer paso importante sería lograr finalmente un conteo oficial de afrocubanos. La población negra de Cuba es mucho mayor que los números espurios  de los recientes censos. El número de negros en la calle subraya obviamente el fraude numérico que nos coloca con menos de un quinto de la población. Muchas personas olvidan que en Cuba una gota de sangre blanca puede —aunque solo en el papel— hacer un mestizo o una persona blanca de alguien que en la realidad social no cae en ninguna de estas categorías. Aquí, los matices que gobiernan el color de la piel son una tragicomedia que oculta conflictos raciales de larga existencia.
 
El fin del gobierno de los Castro significará el fin de una era en la política cubana. No es realista esperar un presidente negro, dada la insuficiente conciencia racial en la Isla. Pero cuando Raúl Castro deje el puesto, Cuba será un lugar muy distinto. Solo podemos esperar que mujeres, negros y jóvenes serán capaces de ayudar a guiar a la nación hacia una mejor equidad de oportunidad y al logro de ciudadanía plena para cubanos de todos los colores.
Publicado el 23 de marzo de 2013 en The New York Times: "For Blacks in Cuba, the Revolution Hasn't Begun"

4 de abril de 2013

El derecho a equivocarse ¿también es racista?

Etiquetas: Denuncia, Política, activismo, afrodescendencia, alternativo, antiautoritarismo, antirracismo, antropología, autoritarismo, burocracia, censura, ciudadanía, corrupción, crítica, Cuba, debate, democracia, derechos ciudadanos, derechos humanos, desigualdad, discriminación, educación, espacio público, Estado, estado de derecho, ideología, intelectuales, libertad, libertad de expresión, nación, Observatorio Crítico, partido, polémica, racismo, reformas, revolución
 
Cuando leí el artículo de Roberto Zurbano que tanta algazara ha despertado, recuerdo que no estuve muy de acuerdo con los puntos A, B y C, pero los subsiguientes D, E y F me parecieron muy ciertos. Distintas miradas pueden introducir distintos matices. Un escrito corto es necesariamente más superficial que un hondo tratado. Y, por supuesto, queda pendiente el asunto de la manipulación del título por el órgano estadounidense que lo divulgó en primera instancia. Si el nombre original dice que la Revolución en Cuba, para los negros, "no ha terminado", en lugar de "iniciado", yo únicamente le añadiría: y para los blancos, tampoco ha terminado.
 
Pero no quiero polemizar con los aciertos o fallas del material en cuestión, como tampoco me interesa por el momento debatir con los intelectuales indignados que salieron a rebatirle a Zurbano. Estos últimos también manejan ideas certeras, como mismo pueden equivocarse en otros aspectos –la afirmación de Rodríguez Rivera, por ejemplo, sobre las elecciones presidenciales que los cubanos tendríamos en el 2018, es una pifia singular. Lo que me motiva a meter mi indiscreta cuchara es la reacción institucional-punitiva, que considero deleznable: ¡Despedido el Zurbano!
 
¿Qué es esto que estamos contemplando? ¿Acaso esta es la manera de resolver polémicas o discusiones histórico-filosóficas? Yo encuentro muy bien que, quienes no estén de acuerdo con Zurbano, publiquen sus críticas, en tono y volumen tan alto como estimen conveniente, pero otra cosa muy distinta es que se tome una represalia administrativa y profesional contra una persona que da empleo a sus capacidades de pensamiento. Hasta antes del despido, teníamos un debate académico e ideológico, pendiente de algunas aclaraciones. A partir de ese punto, lo que se escucha es un mensaje alto, claro y muy, pero muy racista: "¿qué le pasa al ´negro equivocao´ este?, ¡fuera!".
 
Este incidente remarca cómo todavía están bien lejanos los aires de renovación y cambios que se necesitan, para oxigenar y liberar las ataduras al pensamiento y la crítica, y su expresión en nuestra sociedad. Los problemas del racismo están ahí; nunca fueron resueltos totalmente y lacerarán por mucho tiempo aún el tejido social de la patria. La creciente diferenciación de clases sociales que trae la transición cubana, hacia un sistema mixto con mercado, no hará sino acrecentar estos problemas, junto con muchos otros. Señalar críticamente estas realidades no será "darle armas al enemigo" –eterno argumento de la falange estalinista atrincherada en sus puestos de autoridad y privilegios–, sino que hace todo lo contrario: fortalece las capacidades internas de la nación para trabajar en la solución de los problemas que afectan a todos los cubanos.
 
¿Ah, que se considera que en el trabajo de Zurbano se introducen toda una serie de errores? Bien, para eso está el campo de la producción socio-cultural. Las cuestiones de pensamiento e ideologías, entre compatriotas trabajadores que estamos del mismo lado, se dirimen con los mecanismos de producción de pensamiento, de ideología, de historia, de filosofía. El intelectual que acierta más, gana prestigio; el que falla más, lo pierde y debe esforzarse doblemente para recuperar el tiempo perdido. La libertad de pensamiento y debate enriquece a quienes lo practican. Por el contrario, la penalización de sus turbulencias, las pretenciones regulativas sobre su mezcla de luces y sombras, empobrece la cultura y propaga la ignorancia, el oportunismo y el oscurantismo. Un problema semejante ocurrió, en su momento, con otro intelectual negro, Esteban Morales, expulsado del Partido Comunista por emitir argumentos críticos contra la corrupción institucional. Posteriormente fue rehabilitado por la presión de su altísima moral, y el apoyo de sus compañeros. Morales, por cierto, expone hoy sus discrepancias con Zurbano como corresponde a un intelectual: exponiendo argumentos y hechos históricos de peso.
 
No se define el fin del racismo con la prohibición de hablar del mismo, como no se resuelve ningún otro problema con represalias hacia quienes los comentan. Tal parece que no hemos adelantado mucho desde las épocas de la prohibición de PM; de la música anglosajona; de la censura hacia la revista Pensamiento Crítico, y de otros episodios más penosos aún de ostracismo impuesto contra intelectuales de gran valor en nuestra patria.
 
Y también se percibe un racismo desaforado en el hecho de que es de nuevo a un negro, que critica el racismo, al que sus presuntos errores le cuestan el ser defenestrado. Como si no estuviéramos acostumbrados por acá a "lamentables errores" que se producen a diario. Por "lamentables errores" se pierden sistemáticamente cosechas enteras de valiosos alimentos en la inmediatez misma de ciudades subalimentadas. Fue un "lamentable error", mantener el disfuncional concepto de escuelas en el campo, con pérdidas económicas y educativas gigantescas; por un "lamentable error" se estimó que los televisores manejados por adolescentes imberbes iban a enseñar 4 veces más a nuestros hijos en las secundarias, que los maestros experimentados; y a estos últimos prácticamente se les despidió por inadaptados: "lamentables errores". Cualquiera puede rememorar cómo tanta movilización improductiva mermó, junto con la economía del país, la confianza y la capacidad de convocatoria de las fuerzas revolucionarias de la nación. ¿Cómo es el tratamiento de estos errores? Casi siempre, mucho más indulgente: las responsabilidades se disuelven en el limbo, los dirigentes siguen igual.
 
Ah, pero en este caso, no es así. Zurbano no puede "salirse del plato" ni un milímetro. Incluso antes de determinar, a través de las viejas y buenas tradiciones del debate intelectual, en qué se equivoca y en qué acierta, se condena y castiga severamente su supuesto pecado, que resulta peor que todos los apuntados anteriormente.
 
Se sabe lo ilustrativo que resultan las tomas de posición, y ahora están por verse unas cuantas. Ya sabemos que muchos intelectuales critican a Zurbano – y ejercen con ello su propio y muy respetable derecho– pero, ¿defenderán el principio del debate crítico constructivo, sin censuras humillantes ni represalias inicuas? ¿Nos percatamos todos, verdaderamente, cómo están en juego principios importantes, como el derecho de sostener la lucha contra las lacras de las discriminaciones; de trabajar por este fin ya sea de manera autónoma o integrada, y azuzar a las instituciones estatales cuando estas flaqueen en el cumplimiento de este deber? Con el tiempo, lo sabremos.