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31 de marzo de 2012

Que alguien me explique

Tags: Cuba, economía, política, Marino Murillo, marxismo
 
El eficiente Marino Murillo ha hecho unas declaraciones interesantes en el marco de esto de la visita del Papa. Según dijo el vicepresidente del Gobierno cubano, en una conferencia de prensa, en nuestro país no ocurre ningún cambio político, solo económico. A lo mejor los periodistas lo acuciaban un poco con aquello otro que había dicho Ratzinger acerca de la obsolescencia del marxismo antes de llegar aquí –pura especulación mía, dado que en Cubadebate no pusieron las preguntas de la prensa. En todo caso, las acotaciones de Murillo dan para un festín.
 
Según esta posición, las medidas tomadas por el gobierno –eliminación paulatina del racionamiento de alimentos subsidiados, cierre y racionalización de millones de puestos de trabajo, apertura a la actividad económica de la empresa privada nacional, etc., son solo acciones económicas, sin ninguna repercusión política. A estas alturas alguien se pregunta si no será verdad que, en efecto, el gobierno cubano le da la razón al Papa y acabó de tirar por la borda la pretensión de proceder según la filosofía del materialismo, como lastre innecesario en su acelerada carrera hacia… hacia alguna parte. Porque decir que esas medidas económicas no tienen ningún cariz político es algo muy serio. Por favor, ¿cómo se pueden sostener esas afirmaciones en un contexto de pensamiento de izquierda y del poder de un partido que se califica de comunista?
 
Voy a recapitular un par de ideas a ver si alguien me demuestra que lo que pasa es muy simple y que yo no entendí. Renunciar a que el Estado se esfuerce porque todos los ciudadanos tengan un trabajo digno no solo rompe un compromiso de cincuenta años de este sistema con la población, sino que hay hasta que analizarlo muy finamente a la vista hasta del programa del Moncada. Sin un empleo estatal garantizado y sin bienes básicos subsidiados, los perdedores de la economía de la calle –y aquellos que laboran para el estado por salarios de pobre nivel adquisitivo– dependerán de una suerte de subsidios (más en el terreno de las promesas que en el real, hasta ahora) a personas, como decir mecanismos de caridad del Estado, que no derechos ciudadanos.  Asumir que la mitad de la fuerza laboral del país no va a estar en empresas públicas implica, también, una reducción brutal de las capacidades del Estado para planificar y dirigir directamente la economía –para bien o para mal, porque muchos piensan que el Mercado lo va a hacer mejor. Por lo tanto, se tendrá que recurrir a mecanismos muy distintos de los hasta ahora usados para extender proyectos que impliquen fuerzas masivas a nivel nacional, llámese polos tecnológicos, turísticos, los sistemas educativos y de salud, vías de transporte y telecomunicaciones, entre otros. Todo lo relacionado con las contradicciones entre los trabajadores y los empleadores tendrá que ser redefinido. Pero dice Marino Murillo que nada de eso es política.
 
Que alguien me explique, porque me siento perdido. Marx dijo que la política no era sino la expresión concentrada de la economía. Los principios del neoliberalismo que nos intentan imponer los poderes globales transnacionales nos machacan con un discurso donde se niega el carácter ideológico, clasista, imperialista, político, de sus postulados, para disfrazarlos de recetas técnicas y de etapas inevitables de desarrollo económico. ¿Hemos decidido dejar de lado al fundador del comunismo científico? ¿Vamos a usar los mismos conceptos del FMI? ¿Queremos o no construir una sociedad nueva, de un carácter económico e, inexorablemente, político, distinto y superior?
 
Los cambios "económicos" a los que se pueden aludir, en este contexto, alcanzan una profundidad y trascendencia tales, que ya resulta de aceptación generalizada la noción de que van a requerir cambios en la Constitución de la República. Que alguien me explique qué puede ser más político que esto. Tal vez Murillo lo decía en respuesta a los comentarios del Papa peyorativos respecto al marxismo, corriente filosófica que se supone que siga la clase trabajadora cuando alcanza el poder tras una revolución. Con alguna interpretación tortuosa de por medio, se podría creer que se le replica a Benedicto de una manera que "reivindica" al marxismo ya que, supuestamente, "solo" se retocan puntos económicos y no políticos del sistema. Sin embargo, si hay algo consistente en El Capital y los trabajos que le siguieron, es el desarrollo, la explicación, de los principios y funcionamiento de la economía política. En ninguna parte del camino recorrido de entonces a acá, se han separado los materialistas de esta unión dialéctica.
 
Y hay otras aristas del asunto que no son menos inquietantes. Si existe cierta persistencia en la calificación de estos cambios, ocurridos y por ocurrir, como meramente económicos, se facilita la tarea de los que aspiren a acaparar el proceso de diseño y conducción de las dichas transformaciones. Las amplias capas de la población trabajadora son poco duchas y hasta ignorante en temas monetario financieros, al decir de los sofisticados tecnócratas en cuyas manos se encontrará el asunto. Persuadidos, todos los demás, de que sus aspectos están al alcance solo de los versados en las ciencias de la Economía y de que no constituyen la cuestión política más delicada y trascendental que enfrentamos en nuestra tiempo, será menos probable que espíritus inquietos y fastidiosos como el de este autor estén haciendo incómodos reclamos de participación ciudadana y democrática en su planificación y control.
 
Que alguien me explique.

28 de marzo de 2012

Cuba, la Iglesia y los derechos

 
Por Fernando Ravsberg
 
Cuando el Papa Juan Pablo II visitó la isla hace 14 años sorprendió a muchos cubanos al tratar de explicarles algunos dogmas de la Iglesia Católica, como la condena del aborto o de las relaciones sexuales fuera del matrimonio.
 
Benedicto XVI llega a Cuba mientras el parlamento nacional debate un Código de Familia que reconoce los derechos de la comunidad LGBT, incluyendo las uniones entre personas del mismo sexo, algo a lo que el Vaticano se opone.
 
La Iglesia Católica cubana asegura que hay puntos que no son negociables, principios sobre los que no están dispuestos a entrar en debate. Sin embargo, algunos de estos temas sí se están discutiendo en Cuba y despiertan muchas pasiones.
 
En su blog, el físico Rogelio Díaz critica al gobierno por promover a una Iglesia, cuya ideología es "conservadora, reaccionaria, violadora de los derechos de las mujeres, de las minorías, discriminadora de las religiones y culturas de origen africano; francamente lesiva para la vida y la salud de las personas".
 
Mientras que el periodista comunista Francisco Rodriguez, creador del principal blog sobre diversidad sexual, "Paquito el de Cuba", utiliza la ironía. En Facebook llama al Papa "pastor alemán", en referencia a una raza de perros.
 
Pero fue Yasmín Portales, una intelectual cubana, editora, bloguera y activista por los derechos de la comunidad LGBT, la primera voz que criticó públicamente la visita de Benedicto XVI, del que recordó su pasado nazi, su actual homofobia y el machismo.
 
No hay negociación
 
El Obispo Juan de Dios Hernandez es uno de los cuadros más preparados de la Iglesia cubana, Licenciado en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, Maestro de novicios de La Compañía de Jesús, director espiritual del seminario y del Centro de Espiritualidad.
 
Monseñor explicó que hay principios que para la Iglesia Católica no son negociables, "apostamos por la vida desde el vientre de la madre y para nosotros eso no es negociable como tampoco es negociable la homosexualidad".
 
El Vaticano prohíbe también el uso de condón en las relaciones sexuales y, según explica el Obispo, ese es otro "tema no negociable, en el sentido de que afecta evidentemente el principio ético del valor que tiene para la iglesia el acto sagrado del sexo".
 
Nos explica que "el sexo para nosotros no es cualquier cosa, es una realidad sagrada dentro del matrimonio y eso tiene que ser vivido  de una manera correcta. Sabemos que eso no gusta y nos quita cuantitativamente fieles pero son principios".
 
Sin duda, algunas de estas prohibiciones le restan fieles en la isla donde, según esos cánones, la mayoría de los cubanos vivirían en pecado mortal. Como explica la investigadora Iliana Hosch, la idiosincrasia del cubano y los dogmas de la iglesia católica no encajan bien.
 
En Cuba el aborto es legal desde antes de la revolución, el divorcio es uno de los pocos trámites sencillos, las relaciones sexuales fuera del matrimonio son masivas, La Salud Publica promueve el uso del condón, las operaciones de cambio de sexo son gratuitas y Mariela -la hija del presidente- encabeza la lucha por los derechos de la comunidad LGBT.
 
Prejuicios, religión y política
 
La intelectual cubana Yasmín Portales explica a BBC Mundo que la prohibición del condón vulnera  "los derechos de las mujeres y de los hombres a decidir sobre sus cuerpos y sobre el número y el espaciamiento de los hijos",  además "pone en peligro toda la lucha mundial contra el SIDA".
 
El Papa se opone también a las uniones de personas del mismo sexo aduciendo que son un atentado contra la preservación de la especie pero Yasmín considera que "las cosas verdaderamente peligrosas para nuestra especie son el hambre o la guerra".
 
El Código de Familia que contempla los derechos de la comunidad LGBT está estancado en el parlamento cubano desde hace años y su presidente, Ricardo Alarcón, argumentó tiempo atrás que hay que tener en cuenta los sentimientos de los católicos.
 
"Muchos homofóbicos se amparan en el argumento de la iglesia para negar en el espacio laico de la Ley de Estado, los derechos a las familias homoparentales", dice Yasmín y recuerda que "los partidos comunistas del mundo tienen una larga historia de discriminación contra la mujer y de homofobia institucionalizada".
 
La bloguera afirma que "en este caso específico hay mucho oportunismo, parapetando un sentimiento propio, que se traduce como homofobia institucional, tras las muy argumentadas y bien conocidas posiciones homofóbicas de la Iglesia".
 
En su blog Yasmín le pregunta al gobierno cubano: "¿por qué tengo que tenerle cariño a un ex-nazi que está en contra del condón, del control de la natalidad, del divorcio, de las madres con empleo, de las familias homoparentales y de las personas LGBTI sexualmente activas?".

27 de marzo de 2012

Para ayudar a cambiar la Constitución (II)

Tags: Cuba, constitución, actualización del modelo económico, comunismo, capitalismo, economía privada

Un comentario de una amistad contiene una duda razonable, esto es, por qué concentrarnos en introducir modificaciones a la Constitución en vez de hacer respetar la actual. No cabe duda que un gran problema, de los muchos que hemos arrastrado, consiste en el desacato eventual de los preceptos del gran documento, pero todavía creo que el esfuerzo por reforzar su preeminencia no debe excluir su actualización.

En breve, pienso que no es posible ni deseable lograr que la Constitución en su forma actual, pueda ser seguida al pie de la letra, dadas las nuevas realidades que enfrentamos. Especialmente se puede evidenciar en el asunto de la necesidad de expandir el espacio a la iniciativa privada, que implica el reconocimiento a relaciones de producción de patrón-asalariado con una dosis inevitable de explotación de la fuerza de trabajo; ello es incompatible con más de un par de artículos, pero por un largo rato no se podrán revertir estas áreas de economía capitalista, así que lo mejor es reconocerlas y tratar de integrarlas lo mejor posible al proyecto general. Y para que todo cuadre bien, lo mejor es que la Constitución lo recoja y cuadre con ella, para no partir de una imposibilidad de base que ya lastre toda ulterior posibilidad de encajar lo que va y lo que no va. En otro orden de cosas, como se sabe, se pueden aprovechar los avances en las teorías y prácticas sociales y políticas, relacionados con los derechos de las personas y el modelo de nación a que se aspira, permiten redefinir y perfeccionar conceptos para progresar en esos campos.

Entremos en el meollo, entonces. Por acá tengo el volumen de la Constitución editada y vendida en el 2010. La he llenado de marcadores; aunque no pienso ir detallando o siguiendo excesivas formalidades, que para eso me falta, además, una formación en Derecho. Uno expone sus modestas ideas en la forma sencilla en que lo sepa hacer.

El artículo 3 del Capítulo 1, para empezar, tiene la famosa acotación producto de la reforma del 2002 o 2003; esa que afirma que el socialismo que ha resistido toda la maldad del mundo y ha demostrado que es lo más justo, novedoso y transformador que hay, por lo tanto se torna un sistema político y social y revolucionario irrevocable y que no volverá al capitalismo. La aplastante mayoría de los cubanos firmamos la llamada Iniciativa de modificación constitucional que dio pie para introducir este precepto, ante una convocatoria urgente efectuada a nombre de las organizaciones de masas. Ya regresaremos luego sobre este punto.

Es que esto del socialismo está muy relacionado con el tema de la propiedad de los medios de producción y no permitir la explotación del hombre por el hombre, cosa que está plasmada en el artículo 14. Dice este que todo el pueblo tiene la propiedad socialista sobre los medios de producción y se suprime la explotación del hombre por el hombre. El punto candente está en la mencionada ampliación, en Cuba, del sector de la economía privada, que introduce inevitablemente esta explotación con el apropiamiento de la plusvalía del empleado por parte del patrón. Hasta hace poco, se podía señalar tal vez que la apropiación de la plusvalía ocurría en las corporaciones con capital extranjero, pero ahora ya entra de lleno el capitalista nacional. Y si hay, al menos, cierta medida de capitalismo y de explotación, entonces se destruyen los cimientos de este artículo 14 y, de paso, aquello del carácter irreversible en el 3. En fin, un lío.

Para no resignarnos a hacer de la Constitución una declaración bonita pero intrascendente, no queda más remedio que ajustarla, porque la realidad no admite virar para atrás, a corto plazo, el papel del pequeño empresario capitalista cubano y explotador. Entonces, pienso que se debe reformular a tono con un sentimiento, que emane obviamente del consenso popular. En mi muy particular caso yo establecería en el artículo 14, algo así como que el sistema de economía socialista, al que se aspira, se basa en la propiedad socialista de los trabajadores sobre los medios de producción. De los trabajadores, no de todo el pueblo, porque no me interesa que los vagos sean codueños. Además, cuando digo que los trabajadores son dueños de una empresa, me refiero a los trabajadores de esa empresa –y sus jubilados–, no a los del trabajadores del otro lado del país que no tienen nada que ver, ni los funcionarios burócratas en una lejana oficina ministerial. El dueño de una finca es el campesino que la trabaja, y eso es socialismo y es bueno. Los dueños de las tierras y equipos de una cooperativa de producción agropecuaria en Mayabeque son los socios de esa cooperativa y no los campesinos de Camajuaní. Los dueños de la fábrica de sombreros de Guamuta, que sean los sombrereros de Guamuta.

El detalle de decir que ese es el sistema al que se aspira es para dar pie a reconocer que, dado el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, no se puede aún excluir la existencia de relaciones de producción no socialistas, esto es, el que haya empresas privadas. Así sean pequeñas, son privadas y son capitalistas y se basan en la explotación de la plusvalía. Bueno, pues existen, y no podemos prohibirlas ni enterrar la cabeza como el avestruz. Entonces el artículo habrá de reconocer esta necesidad, y dejar claro que el ideal de la nación es que aumente paulatinamente la preponderancia del sector socialista y a ello el gobierno le dedicará sus esfuerzos, celosamente. El sector privado, cumplirá las funciones que se conciban compatibles con los principios económicos generales: generar algunos empleos, productos o servicios sujetos al plan general; estarán obligados a ofrecer a sus empleados derechos laborales plenos; cumplir las leyes, ofrecer garantías suficientes a los consumidores y ese tipo de cosas; se le respetarán la propiedad, la libertad de empresa dentro de esos límites y así por el estilo. Al que no le guste, que no se meta a empresario privado sino que funde, en su lugar, una cooperativa.

Los tozudos hechos, hemos visto, son entonces los que han dado al traste con la famosa irrevocabilidad del sistema socialista del artículo 3. El sector de la economía privada, según lo programado en los planes del Gobierno, va a continuar su sustancial crecimiento durante los próximos años. En el mejor de los casos, tendremos un sistema mixto donde se mezclarán las formas de propiedad socialistas, estatalistas y privadas. Así que sin renunciar a la expresión de los deseos en el texto de la Carta Magna, hay que atemperarlos con la realidad.

Yo pondría en este lugar, para aportar mi humilde opinión, algo así como que la aprobación de la nueva Constitución, demostrará que el pueblo Soberano tiene la voluntad de construir un sistema socialista; que se adaptan las modalidades y ritmos de construcción de ese sistema a las condiciones objetivas del momento y, a la vez, se trabaja para transformar revolucionaria y dialécticamente esas mismas condiciones objetivas, para acelerar positivamente el proceso, con métodos y principios científicos que no violan las leyes sociales del desarrollo de las naciones o, en última instancia, que permiten corregir rápidamente los errores detectados.

En este o en algún otro lugar valdría la pena explicitar lo siguiente, aunque para muchos resulte obvio; esto es, que cada Constitución aprobada es producto de unas circunstancias históricas y unas generaciones específicas. Por lo tanto, en el futuro aparecerá la necesidad inexorable de transformarla. Desde el presente, es punto menos que imposible prever en qué dirección desearán o necesitarán efectuar tales transformaciones –aunque yo tengo un angelito marxista que me susurra al oído que sí es posible, pero solo le hago caso parcialmente. En todo caso podemos plasmar, en cada versión, recomendaciones para nuestros descendientes. Las recomendaciones, a mi modesto entender, contendrían estos principios de sentido común, derechos humanos y democráticos tales como hoy los entendemos: no demorarse más de lo necesario en entender la necesidad de los futuros cambios, más la necesidad de que toda decisión que se tome, que afecte a la nación, se efectúe por consenso de la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas, y que nunca resulte en el perjuicio de los seres humanos de los grupos menos favorecidos.

Y para cerrar una entrega ya demasiado larga y mantener el suspense hasta la próxima, acabo aquí esta parte. Quedan montones de ideas por desarrollar en esto de actualizar la Constitución –el papel de las organizaciones políticas, la sociedad civil, los temas de género, los aspectos ecológicos, las relaciones del Estado con las religiones, etc.; ya veremos para cuánto me alcanzan las energías.

23 de marzo de 2012

Da la Benedicta impresión

Tags: Iglesia, Benedicto XVI, visita de Benedicto XVI a Cuba, marxismo, capitalismo, comunismo
El señor Ratzinger, conocido también como Papa Benedicto XVI en su calidad de cabeza de la iglesia católica, se une a una larga lista de figuras que han declarado en algún momento de sus vidas aquello de que "la ideología marxista no responde a la realidad, ha sido superada, hay que buscar nuevos modelos o respuestas". En entrevista a bordo del avión que lo conduce a Méjico, añadió que su Iglesia quiere cooperar en la construcción de esa nueva sociedad más justa, a la que puede aportar mucho con sus tradiciones de estar del lado de las libertades de conciencia y religión.
Todo aquel que haya leído al menos un poquito de estos asuntos de las filosofías, las ideologías y la historia de los siglos XIX hasta acá, puede recordar con mayor o menor nivel de detalle que al marxismo lo han considerado como pasado de moda y enterrado ya unas cuantas veces; casi desde antes que enterraran a aquel otro alemán que desatara al fantasma rojo sobre Europa.
Da la impresión, tal vez, de que lo más original de Benedicto es su sentido del humor. El régimen de explotación –de la mayoría de los seres humanos y de la naturaleza por parte de la minoría– que se erige como alternativa al socialismo no es ni más justo, ni más libre, y la constatación de estas realidades es tan vieja como la Revolución Industrial. Y si alguna institución puede y debe guardar un discreto silencio arrepentido cuando se hable de libertades de conciencia y religión, es aquella que propugnó la Inquisición, la quema de brujas y libros, la supresión de saberes, opiniones y culturas enteras que cometieron la imprudencia de estorbar en sus propósitos de dominio mundial.
Da la impresión, por cierto, de que Benedicto no es muy cortés. Se supone que está a punto de visitar este país que sigue calificándose de socialista y que continúa con un partido considerado comunista en su dirección.
Da la impresión, también, que anda medio desconectado del mundo que hierve a las puertas del Vaticano. Desde Seattle hasta San Petersburgo rugen las mareas de los Indignados, pasando por Madrid, Roma y Atenas, evidenciando que el 99% de las personas no resisten más a los modelos/respuestas neoliberales que hay que superar urgentemente, porque devoran las vidas de sus hijos y el futuro del planeta; más al sur, las primaveras árabes completan el panorama, para demostrar que con el despotismo draconiano tampoco se consigue sujetar a los pueblos al dogal de la explotación que, más al norte, se disimulaba con actos pretendidos de democracias y valores liberales, nunca concretados en las dimensiones humanas que reivindican revolucionarios y revolucionarias de todo el mundo.
Da la impresión, con seguridad, de que está muy seguro de sí mismo. Por decires mucho más ligeros que esos, le han cerrado a otras personas las puertas de esta Isla; para entrar, si son de afuera, o para salir y para otras cosas, si de adentro. De parte de Ratzinger, sin embargo, estas declaraciones no son una sorpresa –para los enterados– y por acá no se han divulgado mucho por los medios nacionales. Por el contrario, desde el inefable canciller hasta el último entrevistado del NTV se hacen lenguas de lo bueno que va a ser su visita y todo aquel discurso del amor –entendido a la manera de la Iglesia– y la fe, tan disonantes con el pasado reciente en el que todavía nos acordábamos con orgullo de la tradición laica de nuestra enseñanza, de la fibra racionalista de nuestro nacionalismo y del carácter dialéctico de nuestra ideología.
Da la impresión, después de recapitular en lo que está pasando en nuestro país, que estas declaraciones no van a tener mucha repercusión. Se les tirará el manto de silencio que es de esperar en las jerarquías del gobierno y la Iglesia local, que viven una dorada luna de miel. Todas tienen mucho que ganar con el respaldo que representa esta visita. No es cosa de que las primeras vayan a ser desagradables por fidelidad a unos principios; no es cosa de que las segundas se vayan a desesperar por atrapar a un pescado que se está cocinando solito en sus sartenes. Da la impresión, al hacer el resumen, de que, al menos en lo que se refiere a Cuba, al decir que el marxismo está pasado de moda, Benedicto tiene razón.

19 de marzo de 2012

Para ayudar a cambiar la Constitución

Tags: Cuba, debate, Constitución, trabajo por cuenta propia, cuentapropismo, Marino Murillo, cambios, explotación del hombre por el hombre, Conferencia Nacional del PCC, poder popular, actualización del modelo económico, democracia, gobernabilidad, consenso, socialismo, sociedad civil
 
Inexorablemente, se impone por estos lares la conciencia de un hecho cierto, esto es, la necesidad de efectuar cambios en la Constitución cubana. La concatenación de medidas y leyes nuevas emitidas o modificadas sin prisa, pero sin pausa, como gusta de decir Raúl Castro, han hecho de Cuba al 2012 un país con diferencias significativas a la versión de la carta Magna modificada por última vez hace diez años.
 
No nos vamos a detener demasiado en enumerar los cambios ocurridos, porque haríamos de esta una lectura demasiado larga; además, todo el mundo sabe a qué nos referimos. La libertad de disponer de propiedades; la renuncia del Estado a proteger universalmente el empleo y las necesidades de la población a través de subsidios y el auge de la iniciativa privada arropada con el término de "trabajo por cuenta propia" (TCP) han determinado unas transformaciones ciertas, y ahora todos esperan que la libertad para viajar se demore lo menos posible en completar el novedoso panorama.
 
Vergonzosamente, se podría señalar también que la versión vigente de la Constitución no prohíbe explícitamente ninguna de las libertades recientemente adquiridas o por adquirir, y que sus limitaciones eran más bien… bueno, eran otras. Menciono todo eso porque hay que  ver el panorama lo más completo posible para entenderlo mejor.
 
Las realidades nuevas que sí se apartan más de la letra y el espíritu del gran texto son las relacionadas con el alejamiento contemporáneo del Estado del papel de papá benefactor, y del espacio abierto a las formas de trabajo donde los individuos crean roles independientes de aquel y surgen otras relaciones de producción, entre individuos particulares,  de naturaleza no socialista. Sin contar, que habría que contar, con la intervención de los capitales extranjeros desde el puerto del Mariel hasta Moa y Nicaro, pasando por los polos turísticos y soyeros. En estos campos se han desarrollado una serie de realidades que vuelven inevitables el cambio de la Constitución, para poder entrarlas "en caja". Hay quien dice que primero se debía haber cambiado la Constitución para que autorizar después las nuevas situaciones, pero el criterio que prevaleció fue el de que esas eran nimiedades.
 
El primer título que concebí para este material era "Ayudemos a Marino Murillo a cambiar la Constitución". El chiste, que puede no hacerle gracia a algunos, pretendía hacer alusión a la escena de la Conferencia Nacional del PCC celebrada hace poco, donde el delegado Ángel Bueno expresó su preocupación justamente por el acápite constitucional donde se proscribe la explotación del hombre por el hombre, inseparable de la relación entre patrón y empleado en el área del TCP. Aunque algún delegado declaró que el TCP no implicaba la tal explotación y, por tanto, no habría que cambiar nada, al final Murillo resumió algo así como que "bueno, a lo mejor hay que cambiarla por las necesidades de la actualización del modelo económico cubano".
 
Esta última actualización o transición o como se le quiera llamar es, eso sí, una necesidad que nadie discute. Y va a llevar cambios en la Ley Superior, como ya lo ha comentado de paso Raúl Castro. Entonces, a uno le pasan por la cabeza estas ideas cándidas: ¿qué tal si empezamos a conversar entre nosotros, en toda Cuba, desde todo el pueblo y sus ciudadanos y ciudadanas, sobre cuáles son los cambios que pensamos que vendrían mejor en la Constitución?
 
Teniendo en cuenta que este es un proceso tan intrínseco, tan propio de la democracia y al poder popular, el ponerse a generar y debatir estas ideas desde y por la población es lo que más sentido tiene. Que se pronuncie todo el mundo. No importa que momentáneamente se ponga esto bullicioso y aparentemente desorganizado. Siempre será mejor que desayunarnos un día, con que se formó o se va a formar una "Comisión" a cuyos miembros no nos presentan, que va a "estudiar" el asunto para entregarnos el paquete ya completo para plebiscitarlo íntegro, con posibilidades escasas o nulas de modificaciones efectivas por parte de la ciudadanía; a la manera que obra el tarimero del Mercado Agropecuario que nos dice, "esto es lo que hay: lo tomas o lo dejas". Al final, claro que siempre las propuestas formales las hace una Comisión o Asamblea o lo que sea, pero nuestro aporte consistiría en dotar a este órgano de material para trabajar, además de que debemos exigir desde ya que estos delegados sean elegidos por votación popular.
 
Ya yo había comenzado a pensar en cuáles propuestas tenía para las dichosas modificaciones. Las tengo medio concebidas pero, dado que ya el preámbulo ha resultado lo suficientemente enjundioso e ilustrativo de mis motivos, a la manera de los guionistas pícaros, voy a dejar mis propuestas para la segunda parte de este trabajo. Allá nos vemos, caso de que les resulte de interés.

17 de marzo de 2012

Bubuscopio Pascuence

Tags: Estatismo, Cuba, debate, ciudadanía, salario, MINSAP, agricultura, alimento, actualización del modelo económico, papa, patrimonio, CENCREM, Oficina del Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal Spengler, Convento de Santa Clara, socialismo, derrumbe, Iglesia, Benedicto XVI, SIDA, visita de Benedicto XVI a Cuba, marxismo
 
Una conocida nos refiere que trabaja en un país africano, como parte del PIS –Programa Integral de Salud– por el cual especialistas médicos cubanos prestan servicios en esas naciones. La compañera recibe, a su regreso a Cuba, unos 600 CUC por cada mes trabajado, equivalentes más o menos a dólares. Muchos vemos ese arreglo como algo ventajoso, porque tal suma equivale aproximadamente a dos años y medio o tres, de salario en este país. Así reuniendo, es factible proponerte construir un cuartito, comprar un vehículo, mejorar la dieta en la casa y algunos otros pequeños sueños que ayudan a vivir.
 
El Estado cubano le cobra mensualmente al par africano, por los servicios de su… (¿cómo se le llama a una persona, cuya fuerza bien calificada de trabajado es objeto de una operación de alquiler entre otros dos entes?), 4 500 USD. Ah, pero todo está bien justificado: además de que somos un país afectado por un malvado bloqueo, el Estado cubano le asegura a los hijos y nietos de esta doctora, diariamente, un litro de leche; esto es, hasta el amanecer del día de sus séptimos cumpleaños. El Estado mantiene también los servicios médicos para toda la población de manera gratuita. El Estado, no los trabajadores del sector de la salud, con nuestros míseros salarios de quince CUC mensuales.
 
Afectado por diversos factores siempre externos, siempre ajenos, nuestro sacrificado Estado puja por satisfacer las necesidades básicas de la población, que le agradece correspondientemente. Por ejemplo, en la alimentación. Si alguna vez nuestro Gobierno se ve en la cruel situación de no poder ofrecer un alimento suntuoso a los cubanos, con gran alegría todos participamos de la decisión de hacer el sacrificio y renunciamos al lujo. Por ejemplo, la papa. Varios medios de prensa (el Granma, el Juventud Rebelde, Cubadebate, que son los que yo leo) han reflejado cómo los altos costos de este cultivo han obligado, primero, a suprimirlo de la distribución normada subsidiada –la libreta– y cómo esto ha causado un gran regocijo; segundo, cómo se han restringido drásticamente las siembras del alimenticio tubérculo. Se afirma que las tierras no ocupadas serán empleadas en la producción de otras viandas y vegetales. Yo me preparo para lo que viene: se afirmó lo mismo cuando se decidió liquidar la mayoría de los centrales azucareros y se abandonaron los cañaverales, solo que el subversivo marabú sigue negado a ser comestible por los humanos.
 
La responsabilidad de proteger el Patrimonio histórico y cultural de una nación, pensamos algunos que no hemos acabado de actualizar nuestras arcaicas mentes, debería ser un deber fundamental del Estado. Qué equivocados estamos, puesto que esas son tareas mucho mejor desempeñadas por los cuentapropistas o, mejor dicho, por la empresa privada del magnate Eusebio Leal. El Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología, CENCREM, no daba sino pérdidas, poblado de haraganes que se negaban a ser productivos y a rescatar eficientemente piezas de altísimos valores a cambio de ese estipendio llamado salario que alcanza para comprar mensualmente los productos de la libreta, más dos libras de carne y un par de jabones de olor. El CENCREM, como buena institución estatalmente dirigida y administrada, nunca tuvo la potestad de gestionar autónomamente la administración de sus necesidades; dependió siempre de asignaciones que no se hacían: recursos que llegaban tarde, insuficientes y errados; sin poder aspirar a una fracción de lo que ingresaba por sus servicios y con los trabajadores más enajenados que se pueda concebir, negados a trabajar "para el inglés". El único resorte que se le permitía evocar para mejorar sus oportunidades eran los llamados a la conciencia, con las consecuencias que era de prever, y las culpas cayendo sobre los que menos tenían que decidir.
 
Fieles a la tendencia presente, con un gobierno mirando cada día con mayor agrado la efectividad de la empresa capitalista ya no considerada inescrupulosa, el CENCREM ha sido oficialmente disuelto y sus funciones pasan a la Oficina del Virrey, perdón, del Historiador de la Ciudad de La Habana. De paso, Eusebio Leal se convierte en el próximo dueño del Convento de Santa Clara, grande y célebre edificio de nuestra historia, ex – sede del CENCREM. Uno mira al panorama de otros países donde los capitalistas les cierran sus centros a los trabajadores y estos los ocupan de vuelta y piensa. Y piensa…
 
Esta es otra, relacionada justamente con la historia y el patrimonio. Tal vez, si el gobierno hubiera tenido un poco de previsión y hubieran acudido al negocio de construcción del señor Leal, se hubiera podido evitar una situación embarazosa. O tal vez no es para tanto, pues no hay nada que con un buen manto de silencio no se pueda hacer desaparecer. Porque lo cierto es que el desalojo, por derrumbe o amenaza de derrumbe, del edificio de la esquina de las calles 23 y 12, en el municipio capitalino de Plaza, no es factible de ver como un caso más de los muchos que les caen en la cabeza a sus infortunados moradores. En la planta baja de ese edificio se encuentra la tarja escultórica que rememora que, en esa esquina, el 16 de abril de 1961 –vísperas de la épica de Playa Girón– se concentró una multitud enardecida por las agresiones criminales de mercenarios cómplices del imperialismo yanqui y, en histórico discurso del Comandante en Jefe, Fidel Castro, se proclamó el carácter socialista de la Revolución Cubana. Presagio ominoso, donde los haya.
 
O tal vez no. Tal vez, para sobrenaturalidades ya tengamos el flanco cubierto. Ahí está la bondadosa, la caritativa, la amorosa Iglesia Católica. Aunque a algunos padres se les haya ido la mano en eso de ser amorosos con sus ovejitos. En fin, que el sistema ex – marxista y el Vaticano se abrazan carnalmente. Este condena el bloqueo, aquel le otorga el acceso a los medios masivos de divulgación. Viene un Papa a dejarse besar las manos y el gobierno laico trasmite misas y navidades y filípicas con el eterno mensaje eclesiástico, y pareciera que solo unos pocos recordamos razones para afear el panorama; que nos empañamos en amargar el discursito empalagoso de la iglesia católica y su cabeza recordando que detrás se agazapa una ideología –Jesús nos ampare, qué palabrita tan fea– conservadora, reaccionaria, violadora de los derechos de las mujeres, de las minorías, discriminadora de las religiones y culturas de origen africano; francamente lesiva para la vida y la salud de las personas en tanto su desaprobación de los condones debilita una barrera contra la propagación de infecciones de transmisión sexual, SIDA incluido; hipócritamente incapaz de recapitulación y arrepentimiento efectivo de sus complicidades con crímenes contra la humanidad como la trata negrera, la santificación de la esclavitud, el apoyo a regímenes dictatoriales atroces como Somoza, Franco, Pinochet, entre otros; la oposición a tantísimos procesos de liberación en todas partes del mundo como Haití, Nicaragua, Cuba; sus indulgencias con Hitler, su antagonismo mortal con las fuerzas socialistas de cien países a lo largo de la historia… ¿de veras hay que enumerar más?
 
Es verdad, se puede tratar de creer en el mejoramiento humano, la capacidad de rectificación, pensar en un futuro más positivamente; trabajar en dirección de una sociedad más inclusiva y que fuerzas antes enfrentadas, se vean más como componentes valiosos, respetables e iguales, del mismo país; pero también se le puede llamar al pan, pastel, y al vino, sirope. Y ahorrarnos el trabajo.

12 de marzo de 2012

Donde se habla de la explotación del trabajo asalariado, los Estados y otros demonios

Tags: Cuba, explotación de trabajo asalariado, socialismo, Programa del Moncada

La sensacional conferencia de Aurelio Alonso en el evento "Pensamos Cuba" de estos días puede, una vez que se divulgue lo suficiente, dar mucho de qué hablar. A raíz del fomento a la economía privada que toma forma en nuestro patio, yo he montado una matraca sobre los efectos corrosivos que introduce la explotación de trabajo asalariado en una sociedad que se precia de socialista, y no perdí la oportunidad de preguntarle al reputado filósofo su opinión, en el debate subsiguiente a su exposición.

La respuesta añadió todavía más leña al fuego que el orador ya había prendido. El ponente subrayó que estaríamos viendo no más que una extensión de esa explotación del trabajo asalariado, puesto que los empresarios privados no harían más que lo mismo que ha venido haciendo el Estado Gran-dueño de Todo. Como para abrasarnos con más inquietudes, nos preguntó a los presentes –miembros de la Asociación Hermanos Saíz– si alguno de nosotros se sentía "dueño" de Antillana de Acero; si teníamos alguna idea de por dónde se hallaba la productividad de esa empresa o sobre cómo incrementarla; si nos preocupaba el no saberlo o si alguien nos lo había reprochado alguna vez. Evidentemente, Antillana de Acero no puede ser mucho de nuestra propiedad pero, entonces, ¿a quién pertenece?

Así que el problema de la explotación de trabajo asalariado que tanto me importuna no va a venir con un cambio muy sustancial por el hecho de que el dueño de Antillana sea Clitemnestra Pla, Tibor Galárraga o un Estado al que no le preocupa compartir su administración conmigo. Todavía no fuera tan grave, si esta exclusión fuera conmigo y otros igualmente ajenos a las peculiaridades del procesamiento del hierro y el carbono; lo desastroso es que se excluye toda iniciativa de autogestión o cogestión del colectivo obrero que labora en la empresa de marras, los que sí llevan trabajando en ese puesto décadas, que le saben al asunto un montón y que, según la Constitución, son también dueños de ese medio de producción. Esos trabajadores simplemente están ahí, sujetos a la dirección de los cuadros designados por autoridades superiores; entregando su fuerza de trabajo a cambio de un salario y generando plusvalía que se queda en el Estado.

Empresas estatales hay también en países capitalistas, miembros radiantes de las instituciones financieras internacionales de la economía del libre mercado. Los obreros de esos centros son, obviamente, explotados por la clase capitalista de sus naciones, si bien a través de mecanismos un poquitín diferentes que cuando el dueño directo es, pongamos, Warren Buffet o Carlos Slim.

De regreso a este socialismo o proyecto de socialismo, sobre el que ahora muchos repiten que es "un error" pretender saber cómo es, se hace evidente que no se debe confundir la socialización de la propiedad con su estatización. Si los trabajadores necesitan un Estado para la etapa de transición al régimen de libertad, igualdad, fraternidad –y justicia social y dos o tres cosillas más– el Estado tiene que diferir sustancialmente de los otros capitalistas. Aquí ya me lanzo a elaborar yo mis propias disquisiciones, saliendo de las palabras del ponente. Poca diferencia habrá si el Estado nuevo subvenciona servicios de educación y salud, porque algunos capitalistas también lo hacen. El Estado tendría que pertenecer realmente, y servir, y responder, y acatar la voluntad de los trabajadores libremente expresada; no pretender estar por encima y por delante de ellos, que lo tendrían que seguir entonces "incondicionalmente", "disciplinadamente", "conscientemente", para usar los términos más conocidos. Eso, en lo que se va extinguiendo el Estado.

Porque un par de cosas, pésele a quien le pese, sí se saben sobre las necesidades que tiene la etapa de transición a una sociedad socialista y, entre ellas, esa de la paulatina extinción del Estado. El que lo dude, después de acudir al más básico ABC del marxismo –aquel que se supone que conozcan todos los disgustados con el capitalismo y que anhelan su superación– puede entonces leerse la intervención de Fidel Castro conocida como Palabras a los intelectuales . Otra cosa que también se sabe, es aquella de la transformación de las relaciones de producción, tal que el trabajador ya no labore por un sueldo y deje al empleador que sea la plusvalía creada con su fuerza de trabajo, sino que algún otro mecanismo sea el que media entre su aporte a la sociedad y la satisfacción de sus necesidades.

En lo que llega ese mañana primoroso, hay que tener en cuenta que hay que irlo construyendo hoy. Si no, nunca llega. Entonces, ¿qué tal empezar por aquella letanía de autogestión, cogestión, cooperativización? Para mí, será siempre mejor que cerrar el centro y despedir a los trabajadores y empujarlos a emplearse con los capitalistas extranjeros o nacionales en ciernes, o privatizar lisa y llanamente la empresa de marras. El salario tiene que ir transformándose. ¿Cómo? Tal vez podría comenzarse compartiendo una fracción consensuada de las ganancias de las empresas (que sean capaces de obtenerlas) con los trabajadores, que así se sentirían mucho más motivados a ser eficientes y productivos y combatir la corrupción que a través de discursos y llamados políticos a la conciencia. A lo mejor no hay que ponernos a inventar el agua tibia ¿Qué tal si echamos un vistazo a las propuestas conocidas? Digamos, el programa del Moncada: "La tercera ley revolucionaria (a ser promulgada de haber triunfado rápidamente el alzamiento del 26 de julio de 1953) otorgaba a los obreros y empleados el derecho de participar del treinta por ciento de las utilidades en todas las grandes empresas industriales, mercantiles y mineras, incluyendo centrales azucareros". Dijo el mismo Fidel de ahorita, en La Historia me absolverá.

Díganme ustedes.

6 de marzo de 2012

El sindicato, el periódico y la maravilla del trabajo asalariado por cuenta propia sin contradicciones

Tags: trabajo por cuenta propia, explotacion, trabajo asalariado, Cuba, Trabajadores, debate político, socialismo
 
Cualquiera que lea nuestro semanario Trabajadores –superficialmente– se llevaría la impresión de que en el órgano oficial de la principal y única central sindical nacional reflejan una gran preocupación por la situación de los cubanos y cubanas que han engrosado, en los últimos tiempos, el sector del llamado trabajo por cuenta propia. Véanse notas recientes, "Crece el número de trabajadores no estatales"; "Atienden reclamos de trabajadores no estatales" y "Situaciones que están amparadas". Cualquiera diría que las fuerzas organizadas del Trabajo guardan una profunda preocupación por los y las integrantes del (no tan) nuevo sector de la economía cubana.
Pero resulta que a algunos nos parece que esta preocupación carece de un componente esencial. Todos los medios oficiales se pierden la oportunidad de analizar la cuestión de la persona, con licencia de trabajador por cuenta propia, que está contratada por otra en "igual" situación. Y eso que hasta el nombre les queda raro. Ni el empleado puede ser "por cuenta propia" si está en la empresa de un patrón, ni a este le queda bien aquel traje cuando es todo un pequeño empresario. Habrá quien crea que el asunto todavía no es para tanto, que no afecta a tantas personas ¿cómo puede saberlo, si no es tan fácil dominar las verdaderas cifras? pero, en cualquier caso, al estar previsto que en cuestión de algunos meses, más o menos, millón y medio o más compatriotas dejen su empleo estatal racionalizado, vamos a tener al lobo, bien crecidito, delante, muy pronto.

Y no me interesa ocultar mi disgusto, ante la consolidación del único tipo posible de relaciones de producción entre Dueños de Medios de Producción –unos más apabullantes y otros menos– y Dueños de Nada excepto su Fuerza de Trabajo: la explotación del trabajo asalariado, como se sabe de manera diáfana e incontestable desde los tiempos fundacionales del marxismo, sin importar con cuánta palabrería se adorne o distorsione esta realidad.

Quienes sacan provecho de esta situación siempre van a tener bellas palabras para adornarla, u oportunos silencios para ignorarla. Así hemos visto desde quien niega el carácter de explotación de este trabajo merced a ciertas políticas estatales de subvención universal de educación y salud –loables, pero sin relación con el asunto– hasta quien se enfoca, como en los materiales citados, en cuestiones numéricas, de mercados, o de negociaciones tributarias entre el Estado y titulares de licencias específicas. Estas últimas son valederas, naturalmente, pero remarcan más aún mi preocupación por lo que suceda en el interior de los nuevos minicentros de compraventa de fuerza de trabajo, cuando el empleado o la empleada piensen en vacaciones, maternidades, problemas de salud...

Allá va eso entonces. ¿Quién puede afirmar que estos no son sino viveros para pequeños capitalistas? ¿Quién puede hallar otra lógica en una relación donde tú haces lo que yo quiera, porque te pago un salario que necesitas para vivir y no tienes otra, y yo me quedo con la mayor parte de las ganancias que genera tu trabajo porque para eso soy el dueño del restaurante, de la finca, del tallercito mecánico con el torno –artesanal y todo, pero lo tengo yo y no lo tienes tú– y además soy el titular de la sacrosanta licencia?

Yo no voy a pretender ahora, está bien, que hayamos superado en nuestro desarrollo un punto que nos permita dejar atrás esas situaciones. En el año 1968 se cometió ese error de ingenuidad, voluntarismo o como lo quieran llamar, y miren que la desgraciaron. Pero de ahí a aceptar que sean una ganancia, va un largo trecho. Acoger cándidamente al pequeño capitalista le abre las puertas al grande; y sostener que con su buena voluntad va a resolver el problema del empleo le va a regalar la posibilidad de realizar "contratos basura", de despedir a los descontentos cuando le dé la gana o no le den tantas ganancias como las que aspira. En fin: pragmatismos tecnocráticos ciegos a fundamentos de justicia social y coqueteos con la filosofía del libre mercado para "salvar" a la patria… solavaya.

Una organización sindical que se precia de seguir el liderazgo de un partido político marxista debería desarrollar un poco más analítica y críticamente el enfoque de los fenómenos del trabajo que tiene entre las manos. De hecho, el mismo partido debería ser el más involucrado a la hora de reconocer con valentía y profundidad las realidades que han regresado. Reconocer los tozudos hechos como lo que son, es el primer paso para desarrollar mecanismos de compensación políticos y sociales que compensen la retirada obligada y rescaten, en la conciencia y en lo material, otros caminos de avance hacia el objetivo de una sociedad fundamentada en el bienestar y el trabajo colectivo, y no en el egoísmo y la explotación de seres humanos por sus congéneres. Eso, se si pretende ser consecuente con el credo comunista.

En la inevitable contradicción restablecida al  abrir la puerta al empleo de trabajo asalariado por cuenta capitalista, estado, partido, y sindicatos deben escoger de qué lado van a estar. En dependencia de la postura que se asuma en esa elección crucial, podrá evidenciarse quién apoya a una refundación del socialismo bajo bases democráticas modernas y quién defiende un taimado regreso al capitalismo disfrazado con algunas prebendas populistas.